LA HISTORIA DE SOFIA, LA QUE FUE MI SUMISA DURANTE 3 AÑOS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por bribonydiablo.
Patricia es una mujer normal, tiene 45 años está casada y tiene dos hijos. Tiene una vida como la de cualquier otra mujer de su edad, trabaja, se encarga de la casa y de atender todas las necesidades de su marido y sus hijos. Pero tres veces a la semana se convierte en Sofía, mi perrita y sumisa, tres veces a la semana deja que su alter ego la lleve por caminos que de otra forma seria incapaz de recorrer, deja que Sofía salga de su escondite para vivir y experimentar todo lo que siendo Patricia jamás se atrevería.
Conocí a Sofía por casualidad, un día navegando por un chat BDSM me saludo y empezamos a charlar de nuestros gustos y preferencias, me choco mucho ver como Sofía habla de sí misma en tercera persona, me comentaba que había una persona que no la dejaba hacer lo que ella quería, que esa persona “su carcelera” la tenía encerrada y enterrada en vida, que deseaba escaparse con todas sus fuerzas y liberarse de una vez.
Nuestras conversaciones se prolongaron durante dos semanas en las que hablábamos de todo, sus gustos y los míos, su vida y la mía, dos semanas dedicadas a conocernos mutuamente. A lo largo de esas dos semanas descubrí una mujer espectacular, una sumisa que ansiaba dejarse llevar y hacer realidad todas y cada una de sus fantasías, deseaba entregarse a un amo que la respetara como mujer y la dominara como sumisa. Una cosa fue llevando a otra y un día decidimos conocernos en persona y quedamos en una cafetería muy conocida de Murcia, un lugar discreto donde reina la tranquilidad y la intimidad.
“Disculpar que no me haya presentado formalmente, mi nombre es Marcos y tengo 42 años y vivo en Murcia, estoy casado y tengo 2 hijos, no puedo quejarme de mi vida personal y profesional pero hay una parte secreta de mi vida que cuido con celo mimo. Soy una persona dominante por naturaleza y descubrí este mundo a los 20 años, desde entonces soy amo activo. No me extenderé más sobre mí ya que este relato está dedicado a Sofía y quiero que sea la protagonista.”
Llegue a la cafetería 20 minutos antes de la hora acordada, como siempre yo vestía traje oscuro, y para la ocasión elegí una camisa blanca y corbata roja. Unos días antes de la cita Sofía me mando un correo preguntándome como debía vestirse para nuestra cita, he de decir que su iniciativa me gustó mucho, solamente le dije que me sorprendiera, que no quiera saber que llevaría puesto. A los 20 minutos envío otro correo preguntándome como nos reconoceríamos, le preocupaba mucho equivocarse de persona y meter la pata, le comente como iría vestido, le dije que no quería saber cómo iría ella, prefería que me sorprendiera y además, de esta forma si al llegar y verme prefería irse podría hacerlo sin ningún problema ya que yo no sabría quieren era.
Me senté al fondo del local para verla llegar y tras un rato esperando llego Sofía, había elegido para la ocasión un vestido color burdeos, con un escote generoso pero sin ser excesivo que terminaba antes de llegar a las rodillas, un cinturón ancho rojo, medias negras y zapatos de tacón rojos, destilaba elegancia y sensualidad. Se acercó a la barra y me busco hasta que nuestras miradas se encontraron, durante unos segundos nos quedamos los dos mirándonos de forma intensa y retadora, Sofía aparto su mirada lentamente y empezó a caminar hasta donde yo me encontraba sentado, me levante y me acerque para recibirla y acompañarla hasta la mesa, le cogí la mano derecha la saludé suavemente, la traje hasta mí y nos dimos dos besos lentos y suaves.
— Buenas tares Sofía, siéntate.
— Gracias.
— ¿Te apetece tomar algo?
— Un café, por favor.
Levante la mano llamando al camarero y pedí su café, Sofía no era capaz de mirarme a los ojos, se frotaba las manos como si fuera a desgastárselas.
— Como te encuentras, como estas.
— Muy nerviosa, tengo la sensación de que voy a desmayarme en cualquier momento. Todo esto es tan nuevo para mí, sinceramente pensé que no sería capaz de venir.
— Has sido muy valiente viniendo aquí, sin saber quién era yo y lo que podías encontrarte. Tengo que decirte que estas preciosa, me encanta como te has vestido. Muchas gracias por la sorpresa.
Sofía se puso de todos los colores posibles confundiéndose sus mejillas con el vestido, levanto la mirada y pude ver un brillo en sus ojos que demostraban su excitación y alegría.
— Cuanto tiempo puedes quedarte, preciosa.
— Tengo que estar en casa como muy tarde a las 10, le he dicho a mi marido que tenía una reunión y que terminaría tarde.
— Muy bien Sofía, tenemos por delante 6 horas para nosotros, para conocernos en profundidad y decidir que deseamos que pase a partir de ahora.
— Gracias Señor.
— Sofía, por ahora llámame Marcos.
— Gracias Marcos.
— Cuéntame cómo te sientes, quiero saber que pasa por tu cabeza, quiero saber que deseas y que esperas.
Estuvo pensando durante un rato hasta que se animó a contestar.
— Estoy nerviosa, aunque creo que más que nerviosa estoy excitada, me tiembla todo el cuerpo y parece que mi corazón se va a salir del pecho. Me ha costado mucho tomar la decisión de acudir a la cita, y he estado a punto de darme la vuelta varias veces.
— Muy normal.
— Pero estoy contenta y expectante. Llevo toda mi vida vivienda la vida para la que fue educada Patricia y por primera vez en 45 años Sofía ha tomado el mando. (Silencio)
— Puedo preguntarle algo Marcos.
— Por supuesto que sí.
— Le decepciona lo que ve.
— En absoluto. Eres preciosa y sensual.
— Qué busca en una sumisa.
— Qué sea femenina, que desee vivir y experimentar su sumisión. Espero que este dispuesta y abierta a confiar y a entregarse. Y por supuesto exijo sinceridad máxima.
— Tengo miedo a defraudarlo y a no estar a la altura.
— Pues no lo tengas, estoy seguro que no será así.
— Como puede estar tan seguro.
— Por qué has venido, estas aquí, has dado el paso más difícil. Para mí ya eres toda una heroína.
— Muchas gracias Marcos.
Nuestra conversación en la cafetería se prolongó durante un par de horas, en las que hablamos de todo y nos preguntamos por todo, llegados a este punto le pregunte.
— Sofía, ha llegado el momento de tomar decisiones. ¿Estas dispuesta a ser mi sumisa y a vivir intensamente todas tus fantasías?.
— Sí, lo estoy.
— ¿Quieres ser mi sumisa y que yo sea tu amo?
— Sí, quiero.
— Sera un placer y un honor para mí ser tu amo, y me comprometo a cuidarte y protegerte, me comprometo a hacer cada sesión sea única y espectacular, me comprometo a respetarte como mujer, como persona y como sumisa.
Desde ese momento seré tu amo y señor y como tal te dirigirás a mí.
— Lo que usted mande señor.
— ¿Qué te apetece hacer ahora perrita mía?
— No lo sé, lo que usted desee.
— Pues entonces iremos al hotel que está justo detrás de la cafetería y tendremos nuestra primera sesión.
Sofía se puso tensa, quería decir algo pero daba la sensación de no atreverse.
— Que pasa, perrita mía.
— Me ha pillado por sorpresa señor, no me he preparado para ello.
— Explícate mejor.
— Señor, pensé que hoy solo tomaríamos algo y no he depilado m sexo como sé que usted le gusta.
— Tranquila preciosa, una de las cosas que más me gusta es depilar por primera vez yo mismo a mí sumisa. Me resulta tremendamente sensual y morboso.
La cara de mi perrita era todo un poema, estaba roja como un tomate y temblaba como un flan, pero pude observar como frotaba sus muslos, señal inequívoca de su excitación.
— Dame tu número de teléfono.
— 626 XXX XXX, señor.
— Cuando este en la habitación te mandare un mensaje con el número de habitación.
Salí de la cafetería con una lista mental de cosas que necesitaría para nuestra primera e improvisada sesión.
– Espuma y maquinillas de afeitar.
– Crema hidratante sin alcohol.
– Lubricante.
– 6 fulares largos.
– 1 pañuelo raso para vendarle los ojos.
– Velas.
– Esencia de rosas. (La uso siempre)
– Unas cuantas pinzas.
Todo esto sería más que suficiente, siempre es mejor comenzar poco a poco y con elementos que a una sumisa primeriza le resulten conocidos y familiares.
Reserve la habitación y una vez en ella dedique unos minutos a prepararla. Encendí unas cuantas velas y la esencias de rosas lleno con su aroma la habitación, ate un extremo de cada fular a cada una de las patas de la cama y dispuse en la mesilla el pañuelo, el lubricante, la crema hidratante y las maquinillas y espuma de afeitar. Con todo preparado le mande el siguiente mensaje:
— Habitación 202, entra sin llamar.
Diez minutos después la puerta se abrió, y la silueta de Sofía se dibujó en la puerta, quieta, expectante, esperando a que le dijera que hacer.
— Pasa y ponte delante de mí.
— Lo que usted mande señor.
Me acerque a Sofia y le quite el abrigo. Le vende los ojos y le susurre al oído.
— No te muevas, no hables si no te doy permiso y haz todo lo que yo te ordene sin rechistar. Si quieres decir o preguntar algo pide permiso y espera a que yo te lo de.
— Lo que usted ordene señor.
— Cómo te sientes.
— Prefiero no pensar en ello.
— Que quieres que pase.
— No lo sé.
— Qué esperas que pase.
— No lo sé.
Le vende los ojos y comencé lentamente a desabotonar su vestido, llegando a la altura de su cintura Sofía me agarro las manos y me dijo.
— Por favor señor.
— ¿Qué pasa Sofía?
— Me da miedo que me vea desnuda, no creo que le guste mi cuerpo.
— ¿Qué te hace pensar que no me va a gustar?
— Mi cuerpo señor no es el de una jovencita, mis pechos y culo están un poco caídos, mi vientre no es ni mucho menos liso……..
— Alguna vez te he pedido una foto?
— No señor.
— Alguna vez te he preguntado por tu cuerpo?
— No señor.
— Pues baja las manos y confía en mí.
Bajo las manos y termine de desabrochar el vestido, para mi sorpresa no llevaba ropa interior, le cogí la mano y la hice girar sobre sí misma un par de veces. Tal y como dijo no tenía el cuerpo de una chica de 20 años, pero a mí me parecía un cuerpo maravilloso, apetecible y terriblemente excitante. Efectivamente tenia los pechos y el culo un poco caídos, pero nada fuera de normal para su edad, su tripita incipiente me parecía tremendamente sexi y sus mulos torneados y macizos terminaban en un pubis con vellos pero arreglado que pronto estaría totalmente depilado.
Me coloque a su espalda y bese su cuello mientras mis manos recorrían sus pechos y pellizcaban sus pezones, marrones, grandes y duros como una roca. Mi mano derecha bajo por su vientre hasta alcanzar sus labios mayores, hinchados y florecientes, húmedos y calientes. Sofía se mordía el labio inferior intentando contener sus gemidos.
— Estas muy mojada perrita.
— Sí señor.
— Me encanta comprobar que mi putita se moja con facilidad, quiero que siempre estés mojada y preparada para tu amo.
— Como mi señor me ordene.
— Ahora voy a depilar tu chochito de perrita cachonda.
— Lo estoy deseando mi señor.
La acompañe a la cama y la tumbe, ate sus manos a las esquinas de la cama y coloque una toalla debajo de su culo para no mojar el colchón.
Tenía un chochito precioso y delicioso, su humedad hacia que brillara con luz propia y su aroma me enloquecía, durante unos minutos me dedique a disfrutar de él, recorriendo con mis dedos cada uno de sus pliegues, sus labios mayores y menores, recorriendo el interior de su vagina con dos de mis demos y recreándome especialmente en su clítoris. Cuando note que Sofía levantaba las caderas y buscaba el contacto me retire, no quería que se corriera, en ese momento me dijo.
— Por favor amo, no me deje así, necesito correrme.
— Lo se putita mía, pero aun no es el momento. Ten paciencia que todo llegara. Por cierto, si vuelves a hablar sin pedir permiso te tendré que amordazar. Te ha quedado claro perrita.
— Lo siento mi amo, de verdad. No volverá a pasar.
— Tranquila preciosa, relájate y disfruta.
Hasta aquí esta introducción, espero tus comentarios y críticas para poder mejorar.
continuará…..
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