La mayoría de las veces soñaba despierta, o mejor dicho fantaseaba con que le era infiel a mi esposo, hasta que vino el plomero a casa.
Una mujer mal atendida por su marido, se la pasa fantaseando y soñando despierta con tener sexo con otros hombres, hasta que un día se le tapa el lavaplatos y viene un plomero a reparárselo, aprovechando ella para acortarse con él..
Soy casada, madre de dos hijos, y ama de casa, aunque el sexo en mi vida cotidiana no era algo de suma importancia, tan recientemente como unas cuantas semanas.
Quizás por la manera de ser de mi esposo, un tanto desinteresado en mí, comencé a tener una fuerte necesidad sexual, cosa que hasta llegué a asustarme.
Por las muchas cosas que pensaba, o fantaseaba, después de dejar a mis hijos en el colegio, y llegar a casa, mientras me ponía a ser los quehaceres de casa a diarios.
Al principio me imaginaba que era violada por un grupo de salvajes jóvenes, en otras soñaba despierta que como mi marido no me prestaba la menor atención.
A pesar de que me le insinuaba descaradamente a mi esposo, cansada de su poca atención, en ocasiones fantaseaba con salir completamente desnuda al patio de nuestra casa.
Donde varios de nuestros vecinos, al verme me colmaban de todo tipo de atenciones, para finalmente dejarme penetrar por todos ellos a la vez.
En ocasiones, quizás por fantasear y pensar tanto en tener sexo, en ocasiones cuando me quedaba dormida, soñaba que, me ganaba la vida como puta callejera.
A la que tres policías me perseguían, en medio de una redada, hasta que finalmente me alcanzaban, y en lugar de llevarme detenida a la estación de policía, me conducían a un oscuro callejón, en donde luego de quitarme a la fuerza toda la ropa.
Los tres me obligaban a tener sexo, a un mismo tiempo con ellos, por lo que mientras uno me ponía a mamar, otro me daba por el culo, y un tercero me clavaba su verga salvajemente dentro de mi coño.
La mayoría de las veces soñaba despierta, o mejor dicho fantaseaba con que le era infiel a mi esposo, y en ocasiones, a medida que me dedicaba a imaginarme que hacía las cosas más vulgares y atrevidas que puedan ustedes pensar.
Yo misma comenzaba a autosatisfacerme, al principio era únicamente apenas acariciando mi vulva por encima de mi ropa.
Pero en muy corto tiempo, llegué hasta quitarme toda la ropa, y tirada en nuestra cama, mientras continuaba imaginándome que tenía sexo con quien sabe quién.
Ya no tan solo acariciaba mi vulva, sino que o me introducía mis dedos, o en ocasiones hasta llegué a penetrarme con alguno de los envases de plástico, que tengo en el baño, y no dejaba de hacerlo hasta alcanzar en varias ocasiones varios orgasmos.
Debido a que constantemente me la pasaba fantaseando despierta, abandoné algunos quehaceres del hogar, por lo que cuando se tapó el fregadero.
Supe de inmediato, que se debió a que, en lugar de recoger los desperdicios de comida, y tirarlos a la basura, en más de una ocasión por la prisa, dejé que se fueran por el desaguadero.
Le indiqué a mi esposo que hacía falta que me ayudase a limpiar la cañería de la cocina, pero como él se la pasa más pendiente a las cosas de su negocio que a las cosas de la casa, incluyéndome a mí, finalmente me dijo que llamase a un plomero.
Al principio nada más pensé en lo molesto que sería tener a una persona extraña en mi cocina, y como de una forma u otra interferiría, con mi recién desarrollada adicción a fantasear y autosatisfacerme.
Hasta que estando en la bañera dándome un refrescante baño antes de acostarme, se me antojo ponerme a fantasear con que tenía relaciones sexuales con un imaginario plomero.
Alto, joven, de piel morena, y dueño de un tremendo e inmenso miembro, que apenas llegaba a mi casa prácticamente me desnudaba con la mirada, y no bien había entrado a la cocina, yo me quitaba toda la ropa y sin decir palabra él me saltaba encina.
Claro que eso era únicamente, una más de mis tantas fantasías mientras recostada en la bañera, yo misma me introducía alguno de los envases plásticos de champo dentro de mi vulva.
Pero que, estando consciente, pensaba que jamás me atrevería hacer, como otras muchas cosas que fantaseaba.
Al día siguiente, mi esposo salió para su negocio, y como de costumbre, no regresaría hasta las seis o siete de la noche.
Sin demora apenas me puse una corta falda, y hasta sin sostén, me puse una blusa que me quedaba algo ajustada, al fin y al cabo, como de costumbre, no pensaba bajarme en el colegio para dejar a mis hijos.
Los que apenas se bajaron del auto, corrieron para dentro del colegio, y como de costumbre, de inmediato regresé a nuestra casa, diciéndome a mí misma que tenía hasta las cinco de la tarde para recoger a nuestros hijos.
Por aquello de que el plomero no fuera a pensar que yo era una cochina, limpié la cocina, y el fregadero, que buena falta les hacía, antes de que llegase.
Apenas había terminado de limpiar sonó el timbre de la puerta, desde luego que era el plomero, lo recibí tal y como me encontraba, ya que no pensaba en quedarme vigilándolo durante todo el tiempo que estuviera destapando el caño del fregadero.
Era un tipo común y corriente, de unos cincuenta y tantos años, que me di cuenta de inmediato, la manera en que se me quedó viendo las tetas.
Así que una vez que le indiqué cual era el problema, sin más ni más salí de la cocina dejándolo trabajando solo.
Yo estaba en la sala, sentada en uno de las poltronas, a punto de prender la televisión, para ver alguna de las novelas.
Con las que ocasionalmente también fantaseaba, y acariciaba mi vulva a medida que veía como se besaban y acariciaban los personajes de la novela que estuviera viendo en esos momentos.
Pero como estaba el plomero en casa, seguramente podía ver alguna de esas novelas, pero no me atrevía ni tan siquiera pensar en hacer alguna de las muchas cosas que hacía cuando me encontraba sola.
Fue cuando escuché que, el plomero me llamó a la cocina, al llegar a la cocina lo observé que estaba bajo el fregadero y me dijo que necesitaba que abriese y cerrara el grifo del agua, no se para que, ya que ya había desmontado los codos y tuberías del desaguadero.
Algo incomoda por el hecho de tener que abrir y cerrar la llave del lavaplatos, sin razón alguna, me paré a un lado de él, y en cosa de unos pocos segundos, abrí y cerré la llave del agua.
Fue cuando sentí en cierta forma que el tipo ese, tenía su mirada clavada entre mis piernas, de momento me sentí algo indignada.
Pero tan rápidamente como unos pocos segundos, el estar consciente de que él me estaba viendo entre las piernas gracias a la corta falda que estaba usando en esos momentos, me excitó bárbaramente.
Así que, en lugar de marcharme de inmediato, me quedé a su lado sacándole algo de conversación.
Aunque ya no hacía falta que yo permaneciera en la cocina y mucho menos a su lado, yo no me moví de ese sitio, y me ajusté ligeramente la falda, haciendo que subiera un poquito más, mientras que él se encontraba ensamblando la nueva cañearía que iba a colocar.
Por el reflejo de su figura en la puerta del horno, me di cuenta de que, al levantar la mirada, volvió a clavar sus ojos entre mis nalgas, ya que, estando tirado en el piso, su cara quedaba a pocos centímetros de mis nalgas.
Yo en lugar de retirarme, me quedé viendo de frente al fregadero, y mientras le hacía una que otra tonta pregunta, separando un poco mis piernas, me inclinaba ligeramente hacia adelante, dejando que sin esfuerzo o restricción alguna me continuase viendo mis nalgas por debajo de la corta falda que estaba usando.
En esos instantes la excitación que sentía iba en aumento, por una parte, me decía a mí misma como me estaba atreviendo hacer semejante cosa, mientras que casi al mismo tiempo pensaba que si mi marido no me atiende, muy bien podía hacerlo el plomero.
En el reflejo que se produce por medio del cristal de la puerta del horno, podía ver como él al tiempo que no quitaba sus ojos de mis nalgas, una de sus manos se fue deslizando hasta el gran bulto que se había formado dentro de su pantalón.
Lo que me puso más caliente todavía, yo estaba que no aguantaba, deseaba que él me tocase, me acariciara, me besara, y hasta me agarrase el coño, que me desprendiera toda la ropa y hay mismo en el piso de la cocina, me hiciera suya.
Estaba que yo misma no me reconocía, de lo deseosa que me encontraba de que ese hombre se me fuera encima.
No sabía que más hacer, para que se cumpliera mi deseo, cuando se me ocurrió, al tiempo que soltaba el único botón de la apretada blusa que estaba usando, dar la vuelta e inclinarme hacia adelante, prácticamente mis tetas le dieron en la cara.
Fue algo que se dio de inmediato, la manera en que él me continuó mirando, en la que se levantó del piso, y me tomó por la cintura, fue como que me hubiera dicho desnúdate.
Cosa que en un dos por tres yo dejé que mi falda y mis pantis fueran a dar al piso, y sin mucho esfuerzo de inmediato, mi blusa siguió el mismo camino quedándome completamente desnuda ante él.
Sus labios se unieron a los míos y sentí al mismo tiempo lo caliente y duro de su miembro contra mi desnudo vientre, aun por encima de la tela de su pantalón.
Como si fuéramos amantes de toda la vida y sin separar su boca de la mía, nos fuimos recostando de inmediato sobre el piso de la cocina, al tiempo que con una mano acariciaba mi cuerpo y me hacía gemir de placer, con la otra mano en cosa de segundos se soltó el pantalón.
A medida que aún nos continuábamos besando de manera ardiente y salvaje, sentí como su erecto miembro iba penetrándome.
Mi espalda se encontraba contra el piso, mis piernas completamente abiertas y hasta rodeando su cuerpo, a medida que fui sintiendo el placer de ser penetrada.
No dejamos de besarnos, mientras que él a un ritmo lento metía y sacaba casi por completo todo su miembro de mi cuerpo, arrancándome profundos gemidos.
En mi vida, jamás había llegado a sentir algo como eso, ni aun con mi propio esposo, y padre de mis hijos.
Pero a medida que él seguía metiendo y sacando su caliente verga de mi coño, yo casi lloraba de la alegría, movía mis caderas, con fuerza, y mi coño apretaba su verga una y otra vez.
Por un largo rato mantuvimos así, hasta que, de momento, a los dos se nos ocurrió cambiar de posición, yo me puse en cuatro patas prácticamente, mientras que él volvió a penetrar mi coño divinamente, sujetándome por las caderas, y ocasionalmente sin vergüenza alguna agarrándome el coño con una de sus gruesas manos.
Hacía tanto tiempo que yo no disfrutaba del placer que él me estaba dando que, sin control alguno, disfruté de múltiples orgasmos, como nunca antes los había podido disfrutar con mi esposo.
Cuando finalmente él se vino dentro de mi coño, por espacio de un corto tiempo, quedé sumamente satisfecha, pero de momento al ir incorporándome, vi su miembro, y no sé qué me pasó que sin pérdida de tiempo me lo he llevado a la boca para su sorpresa.
Así que completamente desnuda, tirada en el piso me dediqué a darle una tremenda mamada, a su ya mustio y flácido miembro.
Que en cosa de segundos se volvió a tonificar, el tiempo pasó volando, cuando me vine a dar cuenta, ya de estar mamando su verga, pasé a dejar que me diera salvajemente por el culo, sin restricción alguna, cosa que en mi vida le he dado ni a mi propio esposo.
Aunque en un sinfín de ocasiones había soñado despierta que me partían el culo, cuando él lo hizo el dolor que sentí fue bien especial, ya que, a pesar de dolerme, disfruté de todo lo que él y yo hicimos.
Una vez que volvió a venirse, pero dentro de mi culo, yo me quedé tirada en el piso de la cocina, él se levantó supongo que se habrá lavado, y sin molestarme terminó de hacer lo que estaba haciendo antes de que yo lo interrumpiera.
Ya estaría por finalizar cuando me levanté, y muy contenta, recogí mi ropa y me dirigí al baño para bañarme y asearme.
Al bajar nuevamente, yo me sentí avergonzada, hasta que lo escuché decirme. “En mi vida había disfrutado tanto de una mujer como contigo, quiero volver a verte.”
Eso me hizo caer en tiempo, y decirle, para mi propia sorpresa que cuando él quisiera pasara por casa.
Le entregué el cheque que el cornudo de mi marido le había dejado, y el resto del día lo pasé de lo más feliz.
Hoy en día ya no fantaseo, para que si con mi plomero no me hace falta eso.
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