«La mujer perdida II» Capitulo III
El pequeño victor se dará un baño de realidad de lo que es un «Macho Alfa» Y todo se hundirá bajo sus pies….
Extracto de la novela «La mujer perdida II» disponible al completo en Amazon:
https://amzn.eu/d/ftcMPjO
Capítulo III:
“Las condiciones del macho Alfa”
La idealización que me había formado del “Macho Alfa” de don Alfonso, se diluyó en el justo momento en que entré como cada jueves por el pasillo del local y escuché esos ruidos.
Conforme me acercaba, intuía que al menos, cuatro personas debían estar en esa oficina.
Al percatarse de mi llegada, don Alfonso, se adelantó a todos y raudo, salió a mi encuentro antes de que ninguno de sus colegas advirtiera mi presencia.
Estaban celebrando una timba al muss. -Hoy voy a necesitar que te quedes quieto, que no hagas el menor ruido y pase lo que pase no des señales de presencia-
-Pero don Alfonso hoy no está usted solo…- -No, hoy no estoy solo, hoy vamos a tener una pequeña fiestecita con tu madre, te garantizo que ella lo va a pasar muy bien, y después de este rato, ella se va a llevar muchísimo dinero… Y tú también te vas a llevar un “Scalectric”, además de un espectáculo que te va a encantar.-
La verdad es que a mí no me convencía demasiado la idea de
Mi Madre, completamente desnuda, y lo peor de todo que terminasen abusando de ella, eso sí tenía claro que no lo consentiría.
Pero hice caso a don Alfonso, y me oculté en el lugar donde siempre me solía esconder para satisfacer mi obsesión voyeur.
Una vez oculto entre las sombras, tras el cristal de la oficina, comencé a escuchar la conversación de esos cuatro
elementos a los cuales conocía perfectamente, puesto que
cada uno de ellos formaban parte de la cuadrilla de amigos y secuaces de don Alfonso, sus compinches de fechorías y
cada uno empresario (en mayor o menor medida) del barrio, uno de ellos, era Don Germán, un ser abominable y
despreciable con una enorme y obscena barriga, una calvicie que le desposeía completamente de flequillo, una cara de ser desconfiable, con una nariz pronunciadamente aguileña, y
unos ojos hundidos hacia adentro, un bigote enorme, grueso y muy poblado, que tapaba unos dientes tan amarillos, que ya casi eran anaranjados a causa del tabaco negro.
-Espero que no nos estés engañando Alfonso porque estoy invirtiendo demasiado dinero para que me traigas a una puta de bar…-
-Te prometí a la Merceditas que viene a limpiarme la oficina, y mi palabra se cumple a rajatabla-
Sentencio Don Alfonso con un aire superior.
⁃ Esa es una zorra de piernas cerradas y cartera abierta… apuesto la cabeza a que te ha tenido que vaciar la cartera para abrirte sus piernas…- Comentó don Casimiro, un tipo con aire extranjero, de piel blanca y muy alto, con el pelo muy negro, muy repeinado
hacia atrás, con bastante menos barriga, pero siempre con las manos metidas en los bolsillos y un aire de superioridad que echaba para atrás.
-Pues para ser sinceros, si me ha costado la hija de puta bastante dinero, he tenido que soltarle unas cuantas miles, pero vamos que os preparéis el cuerpo porque de aquí, esta jaca va a salir con bastantes más miles… ¿O es que os creíais que os la follaríais por vuestra cara bonita? esa tía es un Ferrari, y a un Ferrari, hay que echarle gasolina de la buena y ustedes solo tenéis alcohol del barato- Los 4 echaron a reír.
Cada uno, sacó diez billetes de mil pesetas, y se lo dieron a don Alfonso, que las juntó en unos rollos de billetes y los metió dentro del cajón del escritorio.
-Cuando yo termine con ella, va a parecer que la han enchufado a una estación de bombeo-
Dijo “El Pérez”, otro ser asqueroso y despreciable, también provisto de un barrigón tan grueso como el resto de su
cuerpo, y lo peor era el olor tan intenso que desprendía, con
sus ropas siempre manchadas de carne cruda, el dueño de la carnicería del barrio. Sus dientes putrefactos y sus ojos saltones completaban ese cuarteto de individuos
despreciables anclados a una época pretérita y gris.
El carisma de la situación no solo no me convencía, sino que tenía clarísimo que mi madre, no lo iba a disfrutar en
absoluto, pero algo en mí, una fuerza interna, me retenía y obligaba a permanecer expectante.
No tuve que esperar ni cinco minutos hasta escuchar el sonido de la persiana abrirse un poco y volver a cerrarse.
De repente, todos permanecieron en silencio, aquellos seres despreciables se ocultaron en el interior de la oficina, para no hacer ruido y pillarla totalmente desprevenida.
Desde mi posición pude ver como mi mamá entraba preciosa y bellísima como siempre, con un vestido oscuro
abotonado por delante y su silueta al trasluz exuberante. La
que se adentraba por el interior del pasillo no era esa que yo había conocido de siempre… Era un ser más vivo, alegre y con un brillo en la mirada que la hacía más bella y bonita.
Pero me daba la extraña sensación de que la fiesta de hoy, crearía Un punto de inflexión y no estaba muy seguro de que fuera bueno para ella.
Aun así, continué desde mi posición voyeur expectante del devenir de la situación.
Aquella preciosidad de oscuro antes de entrar en la puerta, se calmó, respiro hondo y se despojó de su traje oscuro
desabotonándose el vestido desde arriba hasta abajo, lo soltó bien dobladito sobre una estantería para a continuación quitarse el sujetador, y finalmente sus braguitas.
Yo estaba absolutamente obnubilado con esa preciosa e hipnótica imagen que tenía ante mí. Giré un poco la cabeza
hacia detrás del vinilo de la oficina, para ver como esa panda de desgraciados se habían ocultado tras la puerta y justo delante de ella estaba don Alfonso.
Se escucho golpear la puerta tímidamente con tres golpes.
-Buenas tardes don Alfonso… ¿Se puede? –
-Si, abre-
Justo en el momento en el que mi madre abría la puerta
-Mercedes, quiero que entres con los ojos cerrados-
Mi madre, sin siquiera cuestionar nada, entró hasta el centro de la habitación con sus ojitos cerrados.
-No quiero que los abras hasta que yo te diga-
El hecho de ver a esa mujer totalmente expuesta a esa jauría de horribles hienas, me estaba recordando a los
documentales en los que los depredadores acechan y rodean a la preciosa gacela.
-No quiero que abras los ojos hasta que yo te diga
Merceditas, primero voy a vendarte los ojos y después te voy a acariciar el rato que yo quiera y tú vas a permanecer quieta como una estatua, permitiendo que te toque donde yo quiera, ¿Entiendes? Será como un juego-
-Por supuesto don Alfonso, haré lo que usted me pida-
Mientras yo miraba la situación, no podía evitar fijarme en la cara de esos tres seres despreciables, sus miradas y sus gestos, se me han quedado grabados en la retina para toda mi vida.
La situación me estaba generando una intensa mezcla de sensaciones, a las que no podía evitar entregarme.
Por un lado, estaba siendo testigo de la imagen más bella, erótica, Sensual y radiante que podría imaginar un niño de 10 años. Por otro lado, iba a ser testigo de una auténtica
violación grupal, un acto totalmente deleznable del cual me
habían prometido un buen final, aunque no la llevaba todas conmigo. Conociendo a mi mamá estoy seguro de que no
consentiría que esos seres despreciables la mirasen siquiera con los ojos con los que la estaban devorando. Pero decidí permanecer quieto y seguir observando.
Don Alfonso empezó acariciando los pechos de mi mamá, con las yemas de sus encallados dedos. Acariciaba de forma circular, las areolas oscuras de sus hinchados y gruesos
pezones, para de vez en cuando, darle pequeños pellizcos que la hacía soltar leves gemidos.
A continuación, al mismo tiempo que esos tres villanos se acercaron a rodearla, el viejo cacique separó su negro
cabello, y comenzó a darle pequeños besos en su fino y largo cuello.
A continuación, el Pérez se acercó a ella y comenzó a lamerle un pezón, acariciándolo con la lengua suavemente para de vez en cuando, engullir literalmente todo el pezón con su areola y succionarla, acción que a ella le estaba
encantando. Don Alfonso se apartó de ella y dio paso a don
German, que sin ningún miramiento empezó estrujar su redondo y bonito trasero.
Mientras estos dos seres sobaban y estrujaban el cuerpo de mi madre, don Casimiro aprovechaba para mirar el
espectáculo mientras se iba desvistiendo, por suerte para mi madre no podía ver la situación, porque si hubiera visto el cuerpo de ese individuo, se habría caído de espaldas.
Por qué incluso siendo el que menos barriga tenía de los tres, gastaba un pito de tres centímetros, su cuerpo sudoroso
gracias al bello corporal que le cubría por completo se podría confundir con un chimpancé. Yo sin poder evitarlo, solté una pequeña carcajada que, por suerte no oyó nadie.
Don Alfonso se acercó a ella y le susurró:
- ¿Te está gustando? –
-Si, don Alfonso… Me está encantando-
-Que te gusta más… ¿Cómo te chupo los pezones, o como te aprieto el culo? –
-Los pezones… Don Alfonso… Me vuelven loca-
En ese momento, hizo un gesto a don Casimiro para que le acariciara el coño.
- ¿Y si te hago esto? –
Don Casimiro, comenzó a acariciar su pubis carente de vellosidad, al momento, ella se estremecía.
-Don Alfonso…-
Inmediatamente después, introdujo un dedo en su húmeda cavidad vaginal mientras que, con la palma continuaba
sobando su clítoris. Ella totalmente entregada, posó su mano sobre el hombro de don Casimiro. Inmediatamente después, quedó paralizada.
-D… Don… Alfonso… –
Levantó los brazos queriendo proteger su espacio y se echó hacia atrás. En ese instante, don Alfonso la sujetó de los
hombros y le habló con sus labios muy pegados a los suyos.
-Shhhh, tranquila, no te preocupes tú solo déjate llevar, recuerda lo que te dije que igual un día entrabas y no estaba
solo… Solo piensa en una cosa. Hoy te vas a llevar de aquí
30.000 pts. Toda una fortuna por pasar un rato que te garantizo que te va a encantar-
Sin poder evitarlo, comenzó a llorar.
– ¡Esto no es lo que nos habías prometido! ¡Yo quiero que la zorra me mire y vea quien se la folla! –
-¿D… Don German?-
Inmediatamente se apartó del lugar y se quitó la venda, se veía claramente que a don Alfonso se le estaba escapando la situación de las manos, y solo tenía una forma de controlarla…
Controlando a mi madre.
-¡Calmémonos todos!…
¡Y sobre todo tu zorra!…
¿Acaso lo qué me estuviste diciendo todas estas veces era mentira?…
¡Te avisé claramente que algún día habría gente en la oficina y tu dijiste que no habría problema!
¡¿A qué coño viene ahora todo esto?!-
Mi pobre madre no sabía dónde meterse y no sabía cómo cubrirse. Los tres degenerados no dejaban de devorarla con la mirada.
-Escúchame zorra, nosotros sabemos muy bien lo que te traes con Alfonso, y solo tienes dos opciones, la primera es
colaborar con nosotros y pasar un rato ameno y divertido, y
con esa opción te vas a llevar un sueldazo que no lo ganarías ni tú, ni el borracho de tu marido en meses…
Aunque la segunda opción y sí, además decirte que te garantizo que es la peor, te vistes y sales de aquí despedida y
nos encargaremos de que toda la ciudad sepa la clase de puta que eres…
Ya nadie te volverá a contratar y todos te darán la espalda.
¡Recuerda que somos los más influyentes del barrio! –
Con un tono tan despectivo como autoritario, “El Pérez” le dio tal ultimátum, que casi no se podía negar.
Don Alfonso miraba hacia mi lado continuamente y disimuladamente hacía gestos de calma, aunque lógicamente yo no estaba nada calmado, ya había estado a punto de salir de mi escondite en un par de ocasiones, pero la sangre fría pudo lo suficiente como para hacerme pensar que, si me
delataba, también me pondría a mí mismo en una posición muy complicada. Como por ejemplo, qué cojones hacía yo allí, y seguramente entonces se sabría de mis inclinaciones voyeur.
-Vamos Merceditas… ¡Si nos conoces a todos de toda la vida!…
¿Por qué te pones así!
Si ya hay confianza con la mayoría, y te garantizo que la pasta te va a merecer mucho la pena…
¿Que es un ratito de placer en comparación con tantos meses de trabajo?-
Le dijo casi al oído don German, con un tono como si se conocieran de toda la vida, y así era, pero no en esas circunstancias.
Finalmente, ella bajo la mirada y con gesto lastimero asintió.
Al unísono empezaron a escucharse los gritos de júbilo de los tres gorrinos ilustrados,
-¡Vamos, coged a la zorra y colocadla sobre la mesa!-
Dijo don Germán, mientras que los otros tres la sujetaban y en volandas la colocaron sobre la mesa. Ella permanecía quieta, inmóvil, como si fuese una muñeca inanimada.
Esos tres puercos comenzaron a magrearle todo su cuerpo y a babearla.
Cuándo se hubieron hartado de sobar y babear todos sus rincones, don Casimiro la agarró de los brazos y la puso de pie apoyada contra la mesa.
-Ya va siendo hora de empezar la fiesta-
Con su minúsculo pene erecto, comenzó a introducírselo por su coño Empapado por la saliva y sin apenas enterarse de nada, comenzó a recibir las embestidas del chulo repulsivo, quizás estaba sintiendo más dolor por los empujones contra la mesa en sus piernas que por el minúsculo falo que le estaba introduciendo.
Don Alfonso, desde el otro extremo de la mesa, le sujetaba las muñecas para que no se pudiese mover mientras la miraba a los ojos y le decía.
-No te preocupes chiquita, verás como lo vas a pasar bien-
Mi madre miró a los ojos de don Alfonso, con una enorme expresión de decepción. De repente giró la cara para otro lado, y no volvió a mirarle a los ojos.
Imagino que sabía que ese día, todo habría acabado entre ellos. Toda la ilusión y esperanzas que había puesto en ese hombre, se acababa de desvanecer con esa horrible y monstruosa traición.
-¡Quítate Alfonsito!… Déjame tu sitio que esta puerca me va a comer la polla mientras recibe esa follada por detrás-
Don Alfonso se apartó dejando sitio al Pérez, que sacó un negro y mugriento nabo que parecía que no se había lavado
en mucho tiempo. A continuación, le tapó la nariz y le metió toda la polla dentro de la boca.
Ella comenzó a sentir terribles arcadas que, en vez del efecto contrario, causaban diversión entre esos tres animales, después de haberse acostumbrado al tamaño de ese
miembro enorme y gordo del carnicero del barrio, éste
comenzó a bombear de manera lenta y profunda la garganta de mi mamá.
A ella le costaba la misma vida poder respirar, pero a esos animales en vez de importarle, les hacía mucha gracia.
Ese día descubrí que había gente que disfrutaba y sentía placer con el sufrimiento de las personas.
Recuerdo el asco y desprecio que comencé a sentir por ese tipo de personas… Hasta el extremo de pensar que no merecían vivir en el mismo mundo que yo.
Mientras que el Pérez le bombeaba la garganta con su mugriento falo negro, comenzó a escupir en la cara de mi madre.
-Aprovecha puta…Que pocas veces te vas a ver entre cuatro pollones así-
Dijo justo antes de correrse dentro de la garganta de mi madre.
Ese ser repugnante, que olía a carne putrefacta, dio una última embestida hasta el fondo de su garganta, y
permaneció con ella alojada dentro hasta que soltó hasta la última gota de su mierda.
Los ojos de ella, llorosos, irritados por los salivajos del puerco, imploraban que sacase su miembro para poder
respirar, cosa que a él le importaba una absoluta mierda.
A punto de salir estaba en su ayuda, cuando don Alfonso se me adelantó y empujo al Pérez hacia atrás.
-¿Eres imbécil?… ¿O Acaso quieres matarla asfixiándola? –
Justo en ese instante, don Casimiro pegó un grito que parecía más bien el gruñido de un cerdo, se estaba corriendo
en el interior de mi mamá, ella horrorizara comenzó a gritar
-Por favor… ¡Dentro noooo!-
A continuación, sin mirarla siquiera, posiblemente invadido por la culpa y la vergüenza, se subió el pantalón y se escondió su minúsculo pito.
Don German se acercó y le dijo
-No te preocupes Merceditas, que ahora viene lo bueno-
La cogió en volandas y le dio la vuelta, dejando su espalda desnuda contra la mesa. Abrió sus preciosas piernas dejando
todo su conejo expuesto para el cerdo de don German. Por su vagina aún corrían restos de la copiosa corrida del minúsculo pene de don Casimiro.
-¡Escúchame zorra, quiero que me mires a los ojos mientras te destrozo por dentro con este pedazo de rabo!-
Ella no hablaba, simplemente, miraba hacia un lado muerta de la vergüenza y sin parar de llorar en todo momento.
El Cuerpo de don Germán, sí que daba verdadero asco, era un ser despreciable, con una barriga tan gruesa como obscena,
Su espalda y torso, totalmente llenos de pelo negro y rizado como si fuera una extensión de su vello púbico, y un pene
grueso y de unos 18 cm, lleno de gruesas venas, formada la
imagen que era don German. A continuación, la sujetó de las corvas de las piernas y escupió fuertemente en su conejo repetidas veces.
-¿Qué me dices ahora mojigata engreída?…
¿Dónde está ahora ese aire de dignidad?…
¿En qué piensas ahora mientras te estoy introduciendo toda mi polla?…
¡Contesta! –
En ese momento le soltó una fuerte bofetada en la cara, ella gritó de dolor y comenzó a llorar de nuevo, don Alfonso, que en todo momento se había prestado a esta continua
vejación, reaccionó violentamente y se fue para agarrar a don Germán, pero el Pérez y don Casimiro lo sujetaron.
-¿Dónde coño crees que vas a Alfonsito?… a ver si te vas a pensar que un polvo vale solo 30.000 pts. En esta sesión
vamos a hacer lo que nos dé la gana, y esto no va a ser un polvo de mierda aquí nos vamos a recrear y posiblemente
vamos a estar toda la tarde y toda la noche follándonos a esta puta, y haremos con ella lo que nos dé la gana… ¡porque para eso pagamos!
Así que, piénsatelo bien. Si te unes por completo a la fiesta, o también quieres sufrir las represalias-
Esta vez Don Alfonso, si se veía bastante preocupado, porque no solo veía que se le había ido toda la situación de las manos, sino que también miraba hacia mi posición preocupado, sabía que si yo me entrometía, posiblemente me llevaría una paliza y no librería a mi madre del calvario que le esperaba.
-¡Claro hombre! Aquí hemos dicho que los 4 íbamos a tener una fiesta flamenca y la vamos a tener-
En ese momento, don Alfonso, nuevamente sujetó los brazos de Mercedes desde el otro extremo de la mesa y se
acercó a su oído y le dijo
-Tranquila, todo pasará-
Eso era ya demasiado y yo no sabía qué hacer… Para cualquier niño de 10 años en esta situación, se sentiría como un ser completamente indefenso a merced de cuatro
fieras. Pero ese día, entendí que yo no era un niño ni normal ni corriente. Ese día me di cuenta de que en este mundo
existen los depredadores y también existen las presas, y esta sociedad te cataloga en una de las dos posiciones.
“Depredador o presa” …
Pero… ¿Y si yo estaba por encima de todo eso?
¿Y si yo era el “depredador de los depredadores”?
Inmediatamente comencé a mirar a mi alrededor, y me di cuenta de que tenía la solución cerca de mí, me daba
exactamente igual cuales serían las consecuencias y quien caería con ellas.
Don Germán, sujetó del cuello a mi madre y le metió de un golpe su grueso miembro…
Ella soltó un alarido de dolor a causa de la poca lubricación, y la tensión que estaba viviendo, al mismo tiempo, el cerdo de don Germán comenzó a follar fuertemente a mi madre,
mientras la estaba bombeando, le estaba pegando bofetadas
en los pechos causando verdadero dolor y moretones en la pobre, y llegó un momento en el que pareció que no le
estaban doliendo las tortas y comenzó a soltar pequeños gemidos.
-¡Mira la puta!…
¡Verás como al final, la zorra termina corriéndose como la cerda que es!-
Soltó su cuello y ordenó a don Alfonso que se tumbara boca arriba sobre la mesa. Ella como una marioneta, fue colocada sobre él y lo montó a horcajadas.
-¡Comienza a cabalgarlo!-
Y como si se tratara de una yegua, comenzó a palmearle el culo y las caderas fuertemente para que comenzase a follar a don Alfonso.
Mientras mi madre gritaba y gemía, cabalgaba al ser que la había vendido sin mirarle a los ojos. Don German, la cogió de la nuca y la obligó a inclinarse hacia el hombre que la
estaba follando desde abajo. Escupió sobre su ano y con el dedo comenzó a hurgar en él. Mi madre gritó e intentó
zafarse, pero entre don Alfonso y don Casimiro la sujetaron
dejándola completamente inmovilizada y con su precioso y redondo trasero expuesto, a merced de los dieciocho centímetros del congestionado rabo de don German.
Acababa de terminar con mi plan, cerrando del todo la persiana, para que nadie pudiese entrar, justo para escuchar
el aterrador grito de mi madre siendo desgarrada analmente por ese cerdo psicópata.
-¡Que no grite tanto Hostia!… ¡Se van a enterar hasta en el
Polígono sur! –
-¡¿También le vas a impedir que grite?!-
-¿A ti que coño te pasa?… ¡Si no se calla… ¡La callamos nosotros a hostias! –
-Como… ¿Cómo a la última? –
Estaban tan absortos en la violación grupal, que no se daban cuenta de lo que estaba ocurriendo en el interior del almacén.
Mi madre apenas sentía ya dolor en su ultrajado cuerpo, ella estaba ausente de aquella situación. Absorta en su pequeño
sueño de una vida ideal a la que se había aferrado con uñas y dientes y que tan mal había terminado.
Solo tres minutos bastaron para que la humareda de las maderas ardiendo, alertaran a don Alfonso que, desde su
posición era completamente ajeno a la venganza que acababa de recibir de un niño de diez años al que creía que podría manipular.
-Pero… ¿Qué cojones? …-
El fuego había convertido el almacen en una verdadera ratonera, y había creado una barrera entre la salida y los allí presentes.
-¡Vamos! ¡Hay que apagar el fuego! ¡Si se propaga será mi ruina! –
Los tres caciques se miraron entre ellos y rápidamente se vistieron para intentar apagar el fuego. Pero no sabían que
no lo conseguirían porque realmente, no estaban apagando
madera quemada, sino dos garrafas de veinticinco litros de gasoil esparcida por todo el almacén y las maderas,
convirtiendo aquello en un infierno del que no habría escapatoria.
Mientras que los cuatro, intentaban en vano sofocar el incendio, me adentré en la oficina entre la humareda.
Allí estaba ella, acostada sobre la mesa, completamente desnuda y llena de moretones. Con la mirada perdida, como si allí solo estuviera su cuerpo, su precioso cuerpo
mancillado por cuatro seres que tenían que recibir su castigo. Me dirigí al escritorio y abrí el cajón.
– ¡Madre!… ¡Madre!… ¡Levántese! –
Ella no reaccionaba. Con todo el esfuerzo del mundo, le puse sus zapatos e incorporándola, le coloqué el vestido por las mangas, rápida y aunque malamente, se lo abotoné y la ayudé a incorporarse, pero sin su ayuda, jamás saldríamos de
allí.
-Madre, ¡mi vida corre peligro! Voy a morir aquí achicharrado-
Esa era mi última baza, colocarla en una situación aun más extrema que la que había vivido.
-Pero… ¿Qué haces aquí? ¿C… Cuándo has llegado? –
-He visto el fuego y he entrado a buscarte, pero me he quedado encerrado-
Tenía que hacer que ella sin saberlo, tomara las riendas de la situación. De ese modo, no se desmoronaría.
-¡Hay que salir de aquí!… ¡Dame la mano! –
Ella me tomó fuertemente de la mano y a la salida de la oficina, se dirigía hacia la entrada donde estaban esos cuatro mierdas, por un instante, permaneció parada, mirándolos.
Pero de un tirón la saqué de su ensimismamiento y le dije.
-Por allí no podremos pasar, pero por la pequeña ventanilla del baño trasero, cabemos los dos. –
Inmediatamente, sin que nadie se percatara de nuestra presencia, nos dirigimos al aseo de la parte trasera del viejo almacén de maderas, la ventanilla de unos ochenta
centímetros de ancho, apenas nos valdría para escapar de allí.
-Vamos, sal tu primero-
Me dijo mi madre, pero temiendo que cometiera alguna estupidez le dije:
-Me da miedo, salta primero tu. –
Ella con dificultad, salió y al saltar, se hizo daño en el tobillo.
-¡Vamos, te sujeto!-
Al subirme a la ventana, arranqué el viejo pomo para que, al cerrarla quedase atorada. En el poyete de la ventana, tiré de
ella y la cerré tras de mí, impidiendo cualquier posibilidad de huida por esa vía.
-Madre, actuemos con naturalidad, como si no supiéramos nada-
Dimos la vuelta al edificio y nos dirigimos hacia la entrada del almacén.
Cuando llegamos, acababan de llegar los bomberos, pero los gritos que se escuchaban en el interior, presagiaban que no tendría aquello un buen desenlace (al menos para ellos).
Todo el barrio estaba frente al viejo almacén “Maderorsa”. Miraban curiosos y a la vez invadidos por el morbo de escuchar los alaridos de los que estaban ardiendo en el interior.
Al mirar a mi madre, descubrí que había resucitado. Volvía a ser ella. Con ese desenlace liberador, era como si para ella, jamás hubiera ocurrido nada.
Una pequeña sonrisa se escapó de sus labios y entonces, mirándome y con una preciosa sonrisa, apretó fuertemente mi mano y me dijo:
-Mi héroe-
Tras treinta interminables minutos, del almacén sacaron tres cuerpos carbonizados y otro cuerpo moribundo con el
setenta por ciento del cuerpo quemado. Al pasar la camilla
cerca de nosotros, don Alfonso abrió un poco los ojos, se percató de mi presencia, y se quedó mirándome horrorizado…
Uno de los bomberos iba diciendo que el seguro no se haría cargo del siniestro, porque había indicios de haber sido provocado, hallando restos de gasoil por el almacén,
posiblemente por alguno de los que estaban dentro. Don Alfonso, al escuchar aquello, comenzó a reír nerviosa e impulsivamente mientras me miraba. Hasta tal extremo, que hiperventiló y entró en parada cardiorrespiratoria.
Comenzaron a practicarle una RPC sin éxito, con lo que salió la ambulancia a toda prisa.
-Madre, cuando entré en la oficina, y te vi allí sentada, tenías en el bolsillo este dinero. –
Y con disimulo, saqué dos rollos gruesos de billetes de mil pesetas enrollados por unas gomas.
Al verlos, mi madre quedó paralizada, no sé si hice bien o mal en darle aquello en aquel momento, pero tras un
instante, lo descubrí. Aquella mezcla de mueca entre
burlona, divertida y de liberación, me hicieron olvidar todo el dolor que aquella tarde presencié, (Y creo que cuando
descubrió que en esos dos rollos habían ciento ochenta y
nueve mil pesetas, ella también lo olvidó por completo).
La casa estaba vacía, mis hermanos seguían en casa de nuestra tía.
Mi madre entró conmigo y nos dirigimos al baño.
-Quítate la ropa mientras lleno la bañera. – Al mismo tiempo, ella se desnudaba ante mí, sin ningún pudor.
Jamás la había visto desnuda frente a frente.
Ella vio como la admiraba a pesar de su cuerpo magullado.
Un atisbo de rubor, se apoderó de ella por un instante, pero yo le acaricié un moretón que tenía en la cadera.
-Esto se curará en un par de días-
-Fuiste tú, quien me vistió… ¿Verdad? –
-Si-
-¿Que más viste?-
-Vi… El fuego, y a todos apagándolo, y… Me acordé de ti- Ella me miró, y los dos sabíamos que esa no era la verdad.
Mientras, madre e hijo se enjabonaban y jugaban con la espuma de la bañera, era como si esa agua nos limpiase de todos los malos recuerdos de aquella tarde.
Aquellos apenas treinta intensos minutos de juegos en la bañera, fueron los mas bellos que jamás recordaré…
La comunión restablecida entre una madre y su pequeño a la que el trabajo había obligado a hacerlo mayor por no tener tiempo para dedicarle.
-¿Sabes qué?-
-Que-
Contesté divertido.
Mañana nos vamos de aquí… Nos vamos tú, yo y tus hermanos a Barcelona. Allí tengo al tío Carmelito que nos ayudará a establecernos.
Y volveremos a empezar… Y tendremos tiempo para nosotros.
-¿Y padre?-
-Nunca ha hecho de padre… El no entra en esta nueva vida.
Con este dinero, pondré un negocio y saldremos adelante…
Nos irá bien. –
Se hacía de noche. Mis hermanos estaban en casa y mi madre y yo, actuábamos como si no hubiera ocurrido nada.
Mi padre no aparecería hasta casi la madrugada para dormir la borrachera…
Solo que cuando despertara, ya no tendría una familia, ni una fuente de ingresos.
Y yo…
Ya sabía lo que era…
Un depredador de depredadores… Y si me topaba con alguno… Padecería mi Ira.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!