LA NOCHE DE LOS GARBANZOS POR EL CULO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Edelweis.
Pues bien, otra de las cosas que le gustaban mucho era una radio-casette que tenía. El aparatejo tenía una antena de alambre ya retorcido de tanta manipulación y cuando lo tocaba uno, daba calambre. Supongo que imaginareis el destino que le dió a aquella radio. Todo se limitaba al principio a decirme:
-Coge el alambre… anda… dame el gusto…
Me sujetaba la mano por el codo y me la arrimaba al alambre, hasta que escuchaba el cuscurreteo de la electricidad. A veces lo hacía de noche, porque cuando sonaba el cuscurreteo las chispitas se iluminaban y le gustaba mucho verlo. Dolía un poquito pero no demasiado, así que yo le daba el gusto:
-Arrimale un pezón, niña… espera que apague la luz…
Me decía en la cocina, en donde tenía la radio puesta sobre una mesa de raylite con las patas plateadas.
Y yo le obedecía. Él se reía con todas sus ganas y ya he comentado lo guapo que era, sobre todo cuando estaba de buen humor. Se pasaba los dedos por entre el negro pelo, que se le había venido hacía la frente al reirse y yo me acordaba de la imagen de Clark Gable y su picarona sonrisa. Así que yo tambien me reía.
Aquello picaba que no veas pero nunca me había dejado señales y como él disfrutaba como un niño, yo me sentía feliz de verlo, porque luego era muy cariñoso conmigo. Así pasó mucho tiempo en que la electricidad solo me afectaba a mi. Pero llegó el verano y yo me puse manga corta. Y una tarde que estabamos en la terraza escuchando la radio descalzos y en medio de la humedad que habían soltado los geranios le dió por arrimarme la mano al alambre y cuando yo cogi el alambre, aquello pegó una clase de calambrazo, que entro por mi mano y luego se le pasó a él. El grito que pegó fué algo. Yo me había hecho en la mano una quemadura como si me hubiera cortado con un cuchillo mellado al rojo vivo, pero él también se quemó. No se como, la electricidad había corrido por dentro de nuestros cuerpos y le había salido a él por el dedo gordo del pié, que se veía todo negro y chamuscado.
Fué otra de las veces que acabé en urgencias, aunque aquella vez fuimos los dos. Ni que decir tiene que yo me tuve que curar sola, mientras que él era curado amorosamente por su mami, que ésta vez no sospechó que el culpable del desaguisado había sido "er nene".
La radio acabó hecha cisco ya que él se encargó de patearla agusto.
Esta vez, no me echó la culpa y no hubo represalias posteriores.
Otra vez de las ocasiones en que tuve que ir a urgencias fué despues de la noche de los garbanzos.
Una tia suya, que tenía una parcela, nos había regalado un saco pequeño de garbanzos, pero al nene no le gustaban los garbanzos. Yo le comenté que habría que guisarlos porque no era cuestión de tirarlos. Pero él se empeñaba en tirarlos. Después de varios meses guardados en un rincón de la cocina, buscando otra cosa, volvió a ver el saquillo de garbanzos y me preguntó que porqué no los había tirado.
Yo le dije que a mi si me gustaban, que pensaba comermelos y que cuando lo hiciera a él le cocinara otra cosa. De todos modos tampoco me había ordenado que los tirara.
Esa noche, en lugar de ponerme un enema de leche, se le ocurrió ponerme uno de garbanzos.
Me apoyó sobre la mesa de la cocina y me ató las manos a las patas del otro lado, me taponó la boca con el paño de manos, me bajó las bragas, se quitó la correa y comenzó a descargarla en mis posaderas hasta que me las puso como un tomate.
Después de calentarme el culo para que estuviera, según él, mas dispuesta. Lo vi poner sobre la encimera el saquillo de los garbanzos, se rascó la cabeza pensativo. Se agachó y acabó de quitarme las bragas del todo. Luego sentí que me abría el culo y que intentaba meterme un garbanzo, pero aquello no era tarea fácil.
El garbanzo era áspero, mi ano estaba mas bien seco, ya que él ni siquiera se había molestado en tocarme y aunque yo estaba excitada, la humedad no había llegado a mojarme el ano de ninguna manera. Sentí como metía el garbanzo empujándolo con el dedo bien adentro, luego supongo que cogió otro e hizo lo mismo. Repitió la operación diez o doce veces. Yo sentía como metía el dedo, mas que como metía los garbanzos, pero conforme iba metiendo mas, empecé a notar una pequeña presión en la parte mas baja del ano. Y es que los garbanzos se quedaban justo a la entrada y allí se iban acumulando. Entonces escuché que abría la nevera y giré la cabeza para ver, sacó la tarrina de la mantequilla. Noté como me metía el dedo empringado de mantequilla y removía dentro de mi los garbanzos, sin mucha eficacia, para intentar que entraran mas adentro. Volvió a quedarse un rato pensativo, salió de la cocina y regresó al cabo de un ratito con la escobilla del water en la mano.
Esta vez los garbanzos si que entraron bien adentro. Así fué alternando, metía unos diez o doce garbanzos y luego con dos dedos ponía una porción de mantequilla y les empujaba bien adentro con el mango de la escobilla. Aquello le excitó mucho, así que en un momento determinado cambió el mango de la escobilla, por su pene erecto y duro, que al fin y al cabo, ejercía mucho mas eficazmente la labor de presionar los garbanzos. Cuando noté como presionaba sus piernas contra mi culo, con su polla dentro de mi, la presión de los garbanzos contra mi intestino sus brazos fuertotes rodeandome las piernas y sus manos pellizcandome el chichi y mentiendome dedos, me corrí como una loca con un gemido de satisfacción y un escalofrío.
Él no tenía intención de correrse tan pronto, porque se había dado cuenta de la eficaz labor que ejercia su pene en la introducción de los garbanzos, asi que lo sacó y metió otro puñado de garbanzos que ya entraban como pedro por su casa. Luego volvió a su juego de mete y saca en embestidas hasta que comprobaba que había logrado su objetivo. Lo sacaba, metía otro poco de mantequilla, agarraba otro puñadito de garbanzos, lo introducía y vuelta al mete y saca. Llegó un momento en que ya no pudo aguantar mas y acabó dentro con un gemido mientras me clavaba las uñas en los cachetes del culo, apretandomelos contra su miembro. No por eso se dió por satisfecho y volvió a coger garbanzos y terminó de llenarme con ellos el trasero hasta que vió que ya era imposible que entraran mas.
Me desató y me llevó a la cama, en donde me sentó y se quedó mirandome entusiasmado largo rato. La certeza de que yo tenía el culo a rebosar de garbanzos le ponía en trance. Se quedó allí largo rato mirandome como si estuviera hipnotizado, mientras se rascaba la polla con la mano empringada de mantequilla… hasta que se puso de nuevo tiesa. Entonces me empujó hacía atras haciendome caer sobre la cama y cogiéndome de los tobillos me elevó las piernas y me penetró con un gemido. Colocó mis tobillos sobre sus hombros y con sus pulgares tanteó mi ano, para comprobar que los garbanzos no se estaban saliendo. Mientras me poseía por delante entrando y saliendo con ganas, apretaba con los pulgares sobre mi ano, intentando meterlos dentro o empujar mas adentro los garbanzos, cosas ambas del todo imposible. Apretandome a la vez los cachetes del culo con los otros dedos, para crear aun mas presion sobre su miembro. Así se corrió de nuevo.
Luego me obligó a colocarme un pantalón ajustado para dormir y ya por la mañana me dió permiso para ir al baño. Pero como os podeis imaginar, los garbanzos, con la acción de la mantequilla, el semen, y la natural humedad de mi interior, se habían hinchado y no estaban por salir tan facilmente. Así me pasé cuatro días con dolores terribles, sin poder ir al baño, hasta que el nene decidió llevarme el mismo al médico, para evitar que su madre indagara sobre aquello y comprobar que yo no le decía a aquel hombre nada que le pudiera comprometer a él. El médico, cuando le dije que tenía dificultades para ir al baño, me sugirió que me hicera un enema, cosa que al nene, le vino de perilla para continuar con sus travesuras nocturnas. Y cuando llegamos a casa se recriminó a si mismo que a él no se le hubiese ocurrido la obvia solución.
A base de meter de nuevo agua y mas agua, aquello acabó por ablandarse…
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