La pasión prohibida y la Infidelidad Inicial
Descubro a mi madre follando con un vecino pero con ayuda de mi mejor amigo le damos una lección.
Mi nombre es Samuel. La historia que voy a contar sucedió en el 2015. Yo tenía 18 años y vivía con mis padres. Soy hijo único. Mi padre, Rubén, trabajaba en seguridad y había ocasiones en que salía de la ciudad dependiendo de dónde lo asignaban, y mi madre, Natali, se dedicaba al hogar por completo. Mamá era una mujer de 38 años, con un cuerpo que siempre había llamado la atención. Su cabello castaño, que le llegaba hasta los hombros, enmarcaba un rostro de rasgos suaves y ojos café. Su figura era curvilínea, con tetas grandes y firmes que siempre se notaban, incluso bajo la ropa más holgada. Eran perfectas, redondas y bien paradas, como si estuvieran siempre listas para saltar. Su cintura era estrecha, resaltando sus caderas anchas y su culo perfecto, redondo y firme, que se veía increíble en cualquier ángulo. Sus piernas eran largas y tonificadas. En aquel entonces, no me preocupaba nada; estaba en mi zona de confort.
Mi mamá no tardó mucho en querer buscar un empleo. Fue aquí donde Doña Rosa, una vecina del departamento de alado, le dijo que en el trabajo de su hijo buscaban a alguien para que ayudara con temas administrativos. Mi mamá, al principio, lo pensó varias veces, ya que ella no tenía experiencia y tenía temor. «No sé, Rosa, ¿y si no puedo con el trabajo?», le decía a Doña Rosa, insegura. Pero Doña Rosa, con su carácter decidido, le insistió: «No te preocupes, Natali. Luis hablará bien de ti. Eres una mujer capaz y responsable. Te van a aceptar, ya verás». Luis era el hijo de doña Rosa el cual era 3 años mayor que yo, Así que, con un poco de ánimo extra, mi mamá accedió a acudir a solicitar el trabajo. El día de la entrevista, Luis la acompañó y le dio ánimos en el camino. «Tranquila, todo va a salir bien». Dentro, Luis habló bien de mi mamá y dio buenas referencias. Gracias a su apoyo y a las buenas referencias, mi mamá fue aceptada en el puesto. Todo pintaba a que las cosas, al menos, estaban mejorando en nuestras vidas. La casa, aunque pequeña, comenzaba a sentirse más como un hogar, y mi mamá, con su nuevo trabajo, recuperaba poco a poco su confianza y alegría.
Al principio, todo parecía ir con normalidad. Yo acudía a un colegio cercano a nuestro departamento en el turno vespertino, por lo cual llegaba a casa a las 7 de la noche. Mi mamá ya me esperaba preparando la cena, ya que ella salía a las 2 de su trabajo. Pero, con el paso del tiempo, las cosas comenzaron a cambiar. Noté a mi mamá diferente; llegaba tarde a casa, incluso más tarde que yo. Nos decía a mi y a mi padre que tuvo que quedarse a doblar turno para terminar algunas actividades, y hasta el día que descansaba, salía sola muy bien arreglada, con un vestido ceñido que resaltaba sus curvas, maquillaje impecable y perfume que dejaba un rastro al pasar. No fue hasta que un día me di cuenta de que me mentía.
Ese día, el colegio cerró por una fuga de gas, por lo cual todos los que acudíamos en el turno vespertino nos regresaron a casa. Mi mamá me dijo que llegaría tarde por el trabajo, así que pensé en pasar a verla. Eran las 3 de la tarde cuando llegué al lugar. «Buenas tardes, disculpe, puedo pasar a ver a Natali. Soy su hijo», dije. Un señor me respondió: «Natali ya se fue, muchacho. Salió a su hora». «¿Ya salio?», pregunté extrañado. «Sí, muchacho, ella siempre sale a su hora», dijo el señor. «Gracias por el apoyo», le respondí y me retiré del lugar. «. Saqué mi móvil y le marqué, pero no me respondía. Desistí después de varios intentos y me fui para el departamento.
Unas horas más tarde, mi mamá me regresó la llamada. «Hola, hijo, perdón, tenía mucho trabajo y no vi el móvil. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?», me preguntó. «Sí, mamá. Estoy bien. Solo te iba avisar que me regresaron en el colegio», le dije, mintiendo, sin decirle que había ido a buscarla. «¿Y eso qué pasó?», me preguntó. Le conté lo sucedido. «Ah, ya veo. Vale, hijo. Yo llegaré aun más tarde hoy. Aún me falta terminar muchas cosas aquí en el trabajo. Si ves que ya es muy noche, no me esperes», dijo y luego nos despedimos y colgamos. Me sentí frustrado. «¿Qué está pasando, porque está mintiendo?», pensé.
«Da igual», pensé, molesto y enojado. «Si no me quiere decir, no importa». Así que, cuando mi mamá no llegaba y mi padre estaba de viaje trabajando, me iba con mis amigos simplemente a pasar el tiempo. Y, aprovechando los días que mi mamá llegaba tarde, me iba a tomar cerveza con ellos. Justamente uno de esos días descubrí la verdad. Había pasado un mes desde que sabía que ella mentía. Estaba con mis amigos en el departamento de Erick, uno de mis mejores amigos en el edificio de al lado de donde yo vivía, Erick es mayor que yo tenía 25 vivía solo, era de madrugada, tomábamos cervezas y estábamos en su balcón, fumando y bebiendo, cuando vi que llegaba un taxi. De él bajó mi mamá, acompañada de Luis. No entraron al edificio; se quedaron hablando fuera. Pero vi cómo mi mamá lo abrazaba, pasando sus manos por su cuello y besándolo con una intensidad que nunca había visto. Sus cuerpos se pegaban, y pude notar cómo las manos de Luis recorrían la espalda de mi mamá, deteniéndose en su culo, apretándolo con deseo. Para mi mala suerte, no solo me di cuenta yo. También otros amigos. «Oye, ¿esa señora no es tu mamá y ese no es Luis, el hijo de Doña Rosa?», dijeron. Incluso insinuaron más cosas. «Al parecer, Luis se anda cogiendo a tu mamá», comentaron. «Qué afortunado, por qué si está muy buena», comentó alguien más. «Y mira cómo lo besa, parece que no pueden sacarse las manos de encima», añadió otro, riendo.
Poco después, se metieron al edificio. Pasaron como 30 minutos cuando recibí una llamada de mi mamá, molesta y enojada. «¿Dónde estás, Samuel?», me preguntó. «Con unos amigos», respondí. «¿En dónde?», me preguntó. «En el edificio de al lado», contesté. «¡Vente de una vez para acá!», me ordenó. Así que dejé a los demás y regresé. Al llegar, Luis se había ido a su departamento, mi mamá comenzó a regañarme por oler a cerveza y a cigarro. «¡Estás apestando a alcohol y tabaco!», me gritó. Estaba por igual reclamarle, pero solo la dejé hablando sola y me fui a mi habitación.
Me da igual que se enoje, pensé. Se lo merece por andar de puta, me dije a mí mismo. «Es hipócrita. Me miente, me oculta cosas y luego se pone toda moralista. Que se joda. Ya no la respeto», me repetí, mientras me tumbaba en la cama, tratando de calmar mi enfado. «Solo quiero que esto termine. No puedo creer que esté haciendo esto. ¿En qué estaba pensando?», me pregunté, sintiendo cómo la frustración y la traición me carcomían por dentro.
Sin importar lo que ella me dijera, yo seguí reuniéndome con mis amigos cuando ella andaba de puta. Más de una vez repetimos la misma escena: siempre me regañaba por andar fuera de noche. «Samuel, no puedes seguir saliendo tan tarde. Es peligroso», me decía, con un tono que intentaba ser de preocupación, pero que a mí me sonaba falso cuando sabía su secreto.
Una noche, decidí quedarme en casa. Mi padre estaba de viaje, y mi mamá había salido, supuestamente, a una reunión con sus compañeras de trabajo. Me metí en mi habitación y me puse a leer un libro, tratando de distraerme eran casi las 4 de la mañana. De repente, escuché ruidos en la sala. Me levanté sigilosamente y me asomé por la puerta entreabierta.
Vi a mi mamá y a Luis en la sala, abrazados y besándose con pasión. Luis la llevó al sofá y comenzó a desvestirla. Observé cómo sus manos exploraban el cuerpo de mi mamá, desabrochando lentamente su blusa, revelando su sujetador de encaje negro que apenas contenía sus tetas firmes y redondas. Sus dedos se deslizaron por su espalda, desabrochando el sujetador, liberando sus pechos, que se movían con cada respiración. Luego, sus manos bajaron a su falda, subiéndola poco a poco, revelando sus piernas tonificadas y su ropa interior de encaje a juego. Sus dedos se detuvieron en su culo, apretando con deseo, mientras su otra mano se deslizaba por su vientre, dirigiéndose hacia su entrepierna. Mi mamá emitía gemidos de placer, arqueando su espalda. «Más, así, no pares», susurraba ella, con la voz entrecortada. En ese momento, decidí sacar mi móvil y comenzar a grabar todo. Quería tener pruebas de lo que estaba viendo. La cámara captó cada detalle: los movimientos de Luis, los gemidos de mi mamá, y la intensidad de sus caricias.
Luis, con una sonrisa maliciosa, la interrumpió. «¿Quieres que te la meta ya, o prefieres chupármela primero?» preguntó. Mi mamá, sin dudar, se arrodilló frente a él y comenzó a desabrochar su cinturón. «Me encanta chupártela, Luis», respondió, con una mirada llena de lujuria. Liberó su pene, ya duro y listo, y lo tomó en su boca, moviendo su cabeza arriba y abajo con habilidad. «Sí, así, nena. Chúpamela bien», gruñó Luis, agarrando su cabello y guiando sus movimientos. Mi mamá lo tomaba profundo, gimiendo mientras lo hacía, su saliva cubriendo su pene. «Me encanta tu verga, Luis. Es tan grande y dura», murmuró, tomando un respiro antes de volver a chuparlo con entusiasmo. Luis, con un gemido, la apartó suavemente. «Ya basta, nena. Ahora quiero cogerte», dijo, su voz llena de anticipación. La puso en cuatro, con sus rodillas en el sofá y su culo elevado, ofreciéndose a él. Sus gemidos resonaban en el ambiente. «Te encanta que te la meta?», preguntó Luis. «Sí, mucho. Me encanta, más la quiero profundo», respondió mi mamá, con un jadeo.
No podía apartar la vista. Vi a Luis cogiendo a mi mamá por detrás, agarrando sus caderas con fuerza, mientras ella se arqueaba y gemía de placer. «Sí, justo así, papi», gritaba, mientras Luis la penetraba con una intensidad que me ponía incómodo y excitado a la vez. Luis, con una sonrisa satisfecha, comenzó a moverse más rápido, sus embestidas eran profundas y rítmicas. Mi mamá, con el cabello revuelto y la piel brillante de sudor, se movía al compás, gimiendo y susurrando palabras de aliento. «No pares, por favor», rogaba, su voz llena de deseo. Mi mamá, con un grito ahogado, alcanzó el orgasmo, su cuerpo temblando de placer. Luis, sin detenerse, continuó moviéndose, buscando su propia liberación. «Sí, así, así», gritaba mi mamá, clavando sus uñas en el cojín del sofá. Finalmente, con un gruñido, Luis se corrió, su cuerpo tenso y rígido. Se quedaron así, jadeando, durante unos momentos, hasta que Luis se retiró lentamente y se tumbó a su lado en el sofá. «Eres increíble, Natali», murmuró, acariciando su espalda. Mi mamá sonrió, exhausta, y se acurrucó contra él. «Tú tampoco estás mal, Luis», respondió, con una risa suave. Me quedé en silencio, sintiéndome raro y muy excitado. Finalmente cerré la puerta de mi habitación en silencio, dejando atrás el eco de sus susurros y gemidos.
Al día siguiente fui al departamento de Erick. se dio cuenta que estaba extraño, así que terminé por mostrarle el video. Erick miró el video fijamente una, dos, e incluso tres veces. Finalmente, mi amigo rompió el silencio. «Creo que ya vi suficiente», dijo. Asentí, sintiéndome extraño. «Sabes, con todo respeto, qué rico coge tu mamá», comentó. «Aunque es mucha mujer para el idiota de Luis. No le duró nada», añadió. «Posiblemente ya se la ha cogido varias veces», respondí. «Posiblemente, pero aun así, es mucha mujer para él», repitió mi amigo, riendo. «Sí, yo me la estuviera cogiendo, se la hubiera metido también por el culo. Te apuesto que le ha de encantar», dijo mi amigo. «Pues por mí, cógetela. Se le da bien ser puta, lo acabas de ver», respondí, enojado. «Te terminaré tomando la palabra», dijo mi amigo. «Adelante, prefiero que seas tú que ese idiota», respondí. «En serio», preguntó mi amigo. «Sí, en serio. Y, ¿cómo piensas hacerlo?», le pregunté. «Vaya, pensé que no lo decías en serio. Bueno, no sé, tendría que pensarlo, pero lo más seguro es que sería en tu departamento», respondió. «Por mí, está bien», dije. «Pero me dejarás ver», añadí. Soltó una carcajada. «Claro, es lo menos que puedo ofrecer por dejarme a tu mamá», me dijo.
«Pero necesito que me pases el video», me dijo. «¿Para qué?», pregunté, desconfiado. «Va a ser mi coartada», respondió. «Vale, pero no lo compartas con nadie», le dije. «No te apures, no lo haré», respondió. Luego de pasarle el video, hablamos más del tema. «Este es el plan», me dijo, con una sonrisa maliciosa. «Cuando estés solo en tu departamento con tu mamá, me mandas mensajes e iré de inmediato. Asegúrate de que esté en la mejor disposición, ¿sabes? Que no esté cansada ni nada. Quiero que esté bien despierta y dispuesta», continuó, guiñandome un ojo. «Recuerda, solo tú y ella. No debe estar tu padre ni el idiota de Luis. «Vale, está bien. Yo te aviso», respondí, sintiéndome un poco incómodo pero también excitado por la idea. «Perfecto, amigo. No te arrepentirás. Tu mamá es toda una mujer, y yo sé cómo tratar a las mujeres así. Le daré lo que merece», dijo, dándome una palmada en la espalda. «Solo avísame cuando todo esté listo, y llegaré en un santiamén. No te preocupes, seré discreto», concluyó.
El resto de la semana no fue posible decirle a Erick que fuera a mi casa ya que mi padre no lo habían asignado a algún lugar fuera de la ciudad. No fue hasta que llegó el fin de semana, un sábado por la tarde, cuando mi padre recién se había ido. Tendríamos todo el fin de semana para nosotros, solo era ver que mi mamá no se viera con el idiota de Luis.
Pero para mi mala suerte, la vi arreglándose. Vestía un vestido corto y ajustado de color rojo, que resaltaba sus curvas perfectamente. El escote en V mostraba generosamente sus tetas, apenas contenidas por el sujetador de encaje negro que se asomaba. Sus piernas, largas y tonificadas, quedaban expuestas gracias a la falda corta, y llevaba tacones altos que realzaban su figura. Su cabello, suelto y ondulado, caía sobre sus hombros, y se estaba maquillando con esmero, enfatizando sus ojos con un delineador oscuro y sus labios con un tono rojo intenso que hacía juego con su vestido. No me quedó otra que fingir estar enfermo.
Me acerqué a ella llevándome una mano a la frente. «Mamá, no me siento bien», dije, tratando de sonar lo más convincente posible. «¿Qué te pasa, hijo?», me preguntó, volviéndose hacia mí con una expresión de preocupación. «Me duele la cabeza y me siento mareado», respondí, intentando parecer débil y enfermo. «Ay, pobrecito. Déjame tomar tu temperatura», dijo, soltando su lápiz de labios y acercándose a mí. «No, mamá, no te preocupes. Solo quiero acostarme», insistí, dando un paso atrás. «Samuel, no seas tonto. Déjame verte», insistió, extendiendo una mano hacia mi frente. «De verdad, estoy bien. Solo necesito descansar», repliqué, retrocediendo hacia mi habitación. «Está bien, pero si empeoras, avísame. No quiero que te quedes solo si te sientes peor», dijo, con una mezcla de preocupación y duda en su voz. «Sí, mamá. No te preocupes. Solo voy a dormir un rato», respondí, cerrando la puerta de mi habitación detrás de mí.
Esperé un momento para ver si mi plan había funcionado. Me asomé para ver qué hacía mi mamá. Ella seguía vestida de manera provocativa, pero estaba con su mandil en la cocina, perfecto, logré que no saliera, me dije a mí mismo. De inmediato, le mandé mensaje a Erick, diciéndole lo que tuve que hacer para que no saliera. «Vale, amigo. Hiciste bien. Me daré un baño y voy para allá», me dijo Erick por mensaje.
Una hora después, tocaron el timbre. Ese era Erick. Pensé y me levanté, asomándome hacia fuera de mi habitación. Mi mamá salió de la cocina y se dirigió a la puerta. Cuando abrió, vi que efectivamente era Erick. «Hola, buena tarde, señora. Soy amigo de Samuel. Es un placer», dijo Erick, con una sonrisa amable. «Hola. Eres amigo de mi hijo. Bueno, te ves mucho mayor que él», comentó mi mamá, un poco sorprendida. «Sí, solo por unos cuantos años», respondió Erick, riendo suavemente. «Samuel está enfermo, no creo que pueda recibirte», dijo mi mamá. «Ah, ya veo. Espero no sea nada grave», respondió Erick, con una expresión de preocupación. «La verdad, señora, venía a hablar con usted», añadió, mirándola fijamente. «¿Conmigo?», preguntó mi mamá, sorprendida. «Bueno, pasa», dijo mi mamá, invitándolo a entrar. «Toma asiento», indicó, señalando el sofá. Erick se sentó, y mi mamá dijo, «Permíteme un momento. Solo debo apagar la estufa». Cuando mi mamá entró a la cocina, Erick se percató de que estaba mirando lo que sucedía desde la puerta de mi habitación. Solo sonrió. Mi mamá salió nuevamente de la cocina y se sentó a su lado.
«Y bien, dime de qué quieres hablar», preguntó mi mamá, con una mezcla de curiosidad y desconfianza. «Hay algo que quiero mostrarle», dijo Erick, sacando su móvil de la bolsa de su chamarra. «Me pregunto qué será», murmuró mi mamá mientras Erick se acercaba a ella con el móvil en la mano. Se lo puso enfrente, y ella lo miró. Mi mamá de inmediato se llevó una mano a la boca con una expresión de preocupación. «¿Cómo conseguiste esto?», preguntó, algo alterada. «Bueno, creo que eso es más que obvio, pero ese no es el punto», respondió Erick, con una sonrisa maliciosa.
«Era evidente que mi mamá estaba confundida por el video. ‘¿Qué es lo que buscas mostrándome esto?’, preguntó mi mamá, casi tartamudeando. Erick tocó su pierna, y ella se apartó instintivamente. ‘¿Qué estás haciendo?’, preguntó mi mamá, con una mezcla de sorpresa y enojo. ‘Exactamente, ¿qué es lo que estás pensando?’, insistió, su voz temblando ligeramente. ‘Dígame, señora, ¿qué piensa al verse cogiendo en el video?’, preguntó Erick, con una sonrisa pícara. ‘¿Qué pienso?’, repitió la pregunta mi mamá. ‘Sin duda, es increíble y se deja llevar por el placer’, respondió Erick, con su voz llena de lujuria, y comenzó a acariciar su pierna.
‘¿Qué está haciendo? Deja de hacer eso ahora mismo’, dijo mi mamá, con un tono de molestia. ‘Esto está yendo demasiado lejos’, añadió, con una expresión de enojo y desconcierto.
«Señora, me sorprende. Pensé que le gustaba ser una puta y coger a espaldas de su esposo con otro hombre», dijo Erick, con una mezcla de desafío y lujuria en su voz. Mi mamá solo se quedó callada por un momento, procesando sus palabras. «Entiendo por dónde va esto», dijo ella, finalmente, con una voz firme pero temblorosa. «No te conozco de nada, pero si accedo hacer esto, no debes mostrar ese video a nadie ni intentar hacer nada utilizando lo», añadió, con una expresión de determinación en su rostro.
“Solo dime algo: mi hijo sabe de esto. ¿Verdad? Solo él pudo haber grabado eso. ¿No es así?», preguntó mi mamá, con una mezcla de desesperación y resignación en su voz. «Usted sola se ha respondido, señora», dijo Erick, con una sonrisa satisfecha. «Vale, entiendo», respondió mi mamá, con un suspiro. Luego, miró hacia donde yo los estaba viendo. Puso cara de sorprendida al verme espiándolos. Sus ojos se abrieron de par en par, y su boca se entreabrió en un gesto de shock. Vi cómo su expresión cambiaba de sorpresa a decepción, y luego a una mezcla de enojo y vergüenza. Se llevó una mano a la frente, como si intentara procesar la situación, y su mirada se clavó en mí, llena de una intensidad que me hizo sentir incómodo y culpable.
Erick volvió a acariciar su pierna, esta vez con la aprobación de ella. Indujo su mano a su entrepierna. «Señora, abra las piernas», exigió Erick. Mi mamá obedeció, abriendo las piernas tanto que dejó ver su lencería blanca. Erick comenzó a acariciar su sexo por encima de la prenda, sus movimientos eran lentos y deliberados, disfrutando de la sensación y de la reacción de mi mamá. Ella se mordió el labio, intentando contener un gemido, pero sus ojos reflejaban el placer que estaba experimentando. «Te gusta, ¿verdad?», murmuró Erick, con una sonrisa maliciosa, mientras continuaba acariciándola, aumentando la intensidad de sus toques, Erick hizo a un lado la prenda y comenzó a tocarla directamente. «Dime, ¿cómo se siente? Mis dedos jugueteando en tu interior», preguntó Erick. «No siento nada», respondió mi mamá, mirando hacia otro lado, intentando mantener la compostura. Erick apartó su mano, mostrando sus dedos llenos de los fluidos de ella. «Mira, así de empapada estás” dijo Erick. ¿No sé de qué hablas?», respondió mi mamá, tratando de negar lo que estaba sucediendo, pero su voz temblaba, delatando su excitación y nerviosismo.
Erick se levantó y se desabrochó el cinturón, quitándose el pantalón. Mostró su pene erecto a mi mamá. Ella lo miró, sorprendida. «¿Qué pasa, señora? No había visto un pene así», dijo Erick, riendo. Erick se subió al sofá y acercó su pene a la cara de mi mamá, dándole unos golpeteos con él en las mejillas con el. «¿Qué estás haciendo?», preguntó mi mamá, pero antes de recibir respuesta, Erick se lo puso en la boca. Ella, al principio, la mantuvo cerrada, apartando la cabeza hacia un lado. «No espera», dijo mi mamá. «No me lo podré meter todo, es muy grande», decía mi mamá, pero Erick seguía insistiendo hasta que ella accedió y se lo introdujo en la boca. Erick tomó su cabeza y comenzó a empujarlo más a fondo. «Vamos, nena, relájate. Te va a encantar», gruñó Erick, con una sonrisa maliciosa. Ella, con sus manos puestas en la cadera de Erick, trataba de detenerlo. «Para, por favor. No me entra», rogó mi mamá, con la voz amortiguada por el pene en su boca. «No seas tonta. Te va a caber perfecto», respondió Erick, riendo. Mi mamá se lo pudo sacar de la boca, tosiendo y jadeando. «Te digo que no me va a entrar todo. No seas necio, idiota», dijo mi mamá, tratando de inhalar aire, su pecho subiendo y bajando rápidamente. «Vamos, nena. Solo relájate y déjate llevar», insistió Erick, acariciando su cabello mientras ella intentaba recuperar el aliento.
Una vez más, Erick lo volvió a intentar. Mi mamá estaba roja de la cara y comenzó a lagrimear mientras Erick le hacía una garganta profunda. «Vamos, nena, trágatelo todo. Sé que puedes», gruñó Erick, agarrando su cabeza con fuerza y moviéndola arriba y abajo. «Mmmph, mmph», intentaba decir mi mamá, pero las palabras salían amortiguadas por el pene en su garganta. «Así, así, qué buena putita», elogió Erick, con una sonrisa de satisfacción. «Traga, nena, trágatelo todo», insistió, empujando su cabeza más hacia abajo. Mi mamá, con los ojos llenos de lágrimas, intentaba apartarse, pero Erick la mantenía firme. «No puedo, por favor», rogaba mi mamá, con la voz ahogada, pero Erick no cedía. «Sí puedes. Eres una buena putita, lo sé», dijo Erick, riendo. «Vamos, un poco más. Te falta poco», animó, aumentando la intensidad de sus movimientos. Mi mamá, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, finalmente logró apartarse, tosiendo y jadeando. «Te dije que no podía. Eres un maldito», dijo mi mamá, con la voz ronca y entrecortada, tratando de recuperar el aliento, mientras tosía y escupía al suelo.
Luego se bajó del sofá, jalando a mi mamá hacia él, levantando sus piernas al aire, quedando ella recostada en el asiento del sofá. «Bien, ha llegado el momento que estábamos esperando», dijo Erick, con una sonrisa. Acercó su pene a la entrada de su vagina y, de un golpe, se lo metió. «Te lo ruego, no lo metas todo. Siento como está pegando con fuerza en mi útero», dijo mi mamá, con una mezcla de dolor y placer en su voz. Me acerqué a ellos para ver mejor, con mi móvil en mano, y comencé a grabar. Ella me miró y gritó: «¿Estás filmando esto?» «Tranquila, es para recordar el día que te enamoraste de mi pene», dijo Erick, riendo. «Tenemos que asegurarnos de grabarlo para conmemorar este día», añadió, moviéndose más rápido y con más intensidad. «Sí, así, nena. Te sientes increíble», gruñó Erick, agarrando sus sis piernas con fuerza mientras la penetraba profundamente. «No, por favor, es demasiado», rogaba mi mamá, pero sus gemidos de placer delataban que disfrutaba cada embestida. «Vamos, nena, déjate llevar. Te va a encantar», insistió Erick, con una sonrisa satisfecha, mientras continuaba moviéndose rítmicamente, haciendo que el sofá crujiera con cada empujón.
«Solo deberías ver la cara de puta que pones», dijo Erick, mientras se la seguía cogiendo, con una sonrisa burlona. «No te preocupes, te pasaremos luego el video para que la veas con tus propios ojos», añadió, con un tono desafiante. «No tan rápido, tu pene es demasiado grande», decía mi mamá, intentando controlar la situación, pero sus palabras eran apenas un susurro entrecortado. «¿Te estás corriendo, verdad, puta? Puedo sentir tu vagina contraerse», gruñó Erick, con una mezcla de satisfacción y lujuria. «Esto es frustrante, no puedo controlar mi cuerpo», admitió mi mamá, con la voz temblando de placer. «Bueno, haré que te sientas mucho mejor», respondió Erick, acelerando más sus movimientos, haciendo que el sofá crujiera con cada embestida. «Esto es demasiado, no puedo resistirlo. Me voy a volver loca», gimió mi mamá con fuerza, su voz llena de deseo y desesperación. «Esto se siente demasiado bien», gritó, su cuerpo temblando de éxtasis. «No debería disfrutarlo, pero no puedo más», confesó, con la respiración entrecortada. «Tu vagina realmente lo está disfrutando», dijo Erick, con una sonrisa triunfal. «Te estás chorreando», añadió, mirando hacia abajo. Cuando miré al suelo, vi que la alfombra estaba mojada, al igual que el sillón, evidenciando la intensidad de su placer.
«Esperen, por favor», dijo mi mamá, recuperando el aliento. «Vamos a mi habitación», sugirió ella. «¿Así que quieres estar más cómoda? De acuerdo, vamos», respondió Erick, con una sonrisa. Erick sacó su pene de ella y mi mamá se incorporó, con la falda aún levantada caminó rumbo a su habitación. Entró y lo primero que hizo fue quitarse la ropa. Se desabrochó el vestido con manos temblorosas, dejando que cayera al suelo, revelando su sujetador de encaje blanco y su ropa interior a juego. Con un movimiento fluido, se desabrochó el sujetador, liberando sus tetas firmes y redondas, que se movían con cada respiración. Luego, se bajó lentamente la ropa interior, dejando al descubierto su sexo húmedo y listo. Se subió a la cama en cuatro patas, ofreciéndose completamente. «Estoy lista. Sígueme cogiendo», ordenó mi mamá, con una voz llena de deseo. Erick comenzó a reír. «Se dice ‘por favor'», dijo, y le dio una nalgada, dejando una marca roja en su culo. «Por favor, ven y sígueme cogiendo», dijo mi mamá, con un tono suplicante. Erick hizo caso, se puso detrás de ella y se lo metió. «Qué mujer tan lasciva eres», dijo Erick, con una sonrisa satisfecha, y comenzó de nuevo a cogérsela. La cama rechinaba con los rudos movimientos de Erick, el cabecero golpeando contra la pared con cada embestida. «Imagina lo que pasaría si tu esposo te viera así», dijo Erick, riendo. «Lo siento, soy una mujer que ama coger», respondió mi mamá, gimiendo de placer. «Tu enorme pene se siente tan bien», añadió, con la voz entrecortada, mientras se movía al compás de las embestidas de Erick.
«Metere mi dedo aquí», dijo Erick, señalando su ano. «No, por favor, ahí no», respondió mi mamá, con una mezcla de sorpresa y preocupación. Me acerqué más para saber a qué se refería y, cuando miré, vi que Erick había metido su dedo en el ano de mi mamá. «¿Es la primera vez que usas este agujero?», preguntó Erick. Pero ella no respondió. Entonces, Erick sacó su pene de su vagina y lo dirigió hacia su ano. «No podemos usar ese lugar», dijo mi mamá, con un tono de preocupación. «Es lo mismo que el sexo normal, solo duele al principio. Pero una vez que te acostumbras, solo hay placer», respondió Erick, empujando su pene en el ano de mi mamá. «Espera», gritó ella, intentando apartarse. «Solo relájate», dijo Erick, insistiendo en meter su pene. Mi mamá hacía gestos de dolor, su cuerpo tensándose con cada empujón. «¿No duele tanto, verdad?», preguntó Erick, con una sonrisa burlona. «Ya está dentro», confirmó, cuando logró meter su pene completamente en ella analmente. «Tu ano es increíblemente apretado», dijo, con una expresión de satisfacción. Mi mamá se giró un poco, intentando abrirse las nalgas para soportar mejor la follada anal que estaba recibiendo. «Sí, así, nena. Relájate y disfruta», gruñó Erick, comenzando a moverse más rápido, haciendo que la cama crujiera con cada embestida. «Te sientes increíble, puta», añadió, agarrando sus caderas con fuerza, mientras mi mamá gemía de una mezcla de dolor y placer.
Yo, mientras grababa, no perdí de vista ni el más mínimo detalle. Incluso noté sobré mi pantalón la erección que tenía; era muy excitante ver a mi mamá gemir de dolor y placer. «Ya no puedo más, sácalo, por favor», decía mi mamá, con la voz entrecortada y llena de sufrimiento. «Me está doliendo mucho. Entiende que tienes un pene muy grande», añadió, intentando apartarse, pero Erick la mantenía firme. «No te preocupes, nena. Solo relájate», respondía Erick, sin dejar de moverse. «Por favor, te dejaré que te corras dentro de mi vagina si lo sacas», suplicaba mi mamá, con lágrimas en los ojos, pero Erick seguía con el mete y saca sin parar, disfrutando de cada segundo. «Vamos, nena. Solo un poco más. Te va a encantar», insistía, aumentando la intensidad de sus movimientos. De repente, Erick sacó su pene de su ano y la hizo girar, colocándola boca arriba. «Ahora, vamos a probar algo diferente», dijo, con una mirada lujuriosa. Se subió encima de ella, colocando sus piernas sobre sus hombros, y comenzó a penetrarla de nuevo, esta vez en la vagina. «Sí, así, nena. Te sientes increíble», gruñó, moviéndose con embestidas profundas y rítmicas. Mi mamá, con el rostro enrojecido y el cabello revuelto, se agarraba a las sábanas, intentando soportar el placer intenso. «No pares, por favor. Más profundo», rogaba, su voz llena de deseo. «Te lo daré todo, nena. Disfruta de cada segundo», respondía Erick, con una sonrisa satisfecha, mientras continuaba moviéndose, haciendo que la cama crujiera con cada empujón. «Me voy a correr», dijo, con la respiración entrecortada. «Dentro, por favor. Quiero sentir cómo te corres dentro de mí», respondió mi mamá, con un gemido de placer. «Como quieras, puta», dijo Erick, y con un último empujón, se corrió dentro de ella, llenándola completamente. Se quedaron durante unos momentos quietos, hasta que Erick se retiró lentamente dejando ver como salía semen de su vagina.
«Puedo terminar acostumbrándome a tu pene, solo debes cogerme muy seguido», dijo mi mamá, con su cara llena de satisfacción, una sonrisa pícara jugando en sus labios. Luego, se levantó de la cama, su cuerpo desnudo y sudoroso brillando bajo la luz tenue de la habitación. «Me dejaste el culo adolorido», comentó, con una mezcla de queja y diversión, mientras se estiraba, haciendo que sus curvas se destacaran aún más. «Me daré un baño», añadió, dirigiéndose al baño con pasos lentos y sensuales. Erick y yo nos quedamos en la habitación, intercambiando una mirada cómplice. «Vamos a tu habitación», sugirió Erick, con una sonrisa satisfecha. «Revisemos todo lo que hemos grabado», dijo, Nos sentamos en la cama, y Erick comenzó a pasar el video, deteniéndose en los momentos más intensos, riendo y comentando con una mezcla de lujuria y satisfacción. «Mira, aquí se ve perfecto cómo te gusta», dijo, señalando una parte donde mi mamá gemía de placer. «Sí, se nota que disfrutó mucho», respondí, con una sonrisa, sintiendo cómo mi excitación crecía de nuevo. «Espero que podamos repetirlo pronto», añadió Erick, con una mirada maliciosa, mientras continuábamos viendo el video, saboreando cada segundo de la intensa experiencia que acabábamos de vivir.
«Sabes, ahora que lo pienso, no dijo nada de que vieras cómo se la cogían», comentó Erick, con una expresión pensativa. «¿Qué quieres decir?», pregunté, curioso. «Que si se lo pides, posiblemente te deje hacerlo con ella», respondió, con un tono confidente. «No creo eso. Sería una locura», dije, dudando. «Bueno, no pierdes nada en intentarlo», añadió, encogiéndose de hombros. Continuaremos hablando del tema, más tarde mi mamá nos llamó a comer. Bajamos los dos; ella traía solo una bata de dormir, que se ajustaba perfectamente a sus curvas, realzando su figura. «Bien, están contentos, después de literalmente haberme chantajeado», dijo, con una sonrisa, mientras se sentaba con nosotros a la mesa. «Bueno, antes de responder, ¿tú estás contenta porque te di la cogida de tu vida?», preguntó Erick, con una mirada desafiante. «Te han dicho que eres un cretino», respondió mi mamá, sonriendo seductoramente. «Y sí, sí lo estoy. Estoy contenta y quiero repetirlo», añadió, con una voz suave pero firme.
«Bueno, si te portas bien, me puedo quedar hasta mañana para seguir cogiéndote», dijo Erick, sonriedo. «¿Portarme bien? Eh», respondió mi mamá, con una ceja levantada. «Dame un ejemplo. ¿Cómo quieres que me porte?», preguntó, cruzando los brazos. «¿Qué te parece si dejas participar a Samuel?», sugirió Erick. «¿Estás loco o mal de la cabeza?», dijo mi mamá, incrédula. «Él es mi hijo, no haría eso», añadió, con una mezcla de enojo y desconcierto. «Bueno, si lo dices de esa forma, sí suena raro. Pero es hombre también. No me digas que no notaste que se quedó con las ganas», respondió Erick, riendo. «Agradezcan que accedí a que me cogieras», dijo mi mamá, con una voz firme. Continuaron hablando del tema, mi mamá y Erick, mientras yo solo estaba de oyente en la mesa. Más tarde, Erick fue por unas cervezas y yo me quedé con mi mamá. «Oye, mi hijo tonto, ¿qué carajo pensabas cuando me grabaste con Luis?», preguntó, con una mezcla de enojo y curiosidad. «Eso mismo te pregunto, ¿qué carajo pensabas cogiéndote a Luis cuando tienes una familia?», añadí, intentando sonar indignado, pero mi voz temblaba. No me respondió; solo hizo una mueca de disgusto y se sentó a mi lado. «Oye, en serio, ¿quieres cogerme?», me preguntó, con una mirada intensa. «O es una idiotez de tu estúpido amigo», añadió, con una sonrisa burlona. «La verdad, me excita verte coger, pero no me lo planteé hasta hace unos momentos», le respondí, sintiendo cómo mi rostro se enrojecía. Suspiró y me miró fijamente. «Sabes que eso estaría mal, ¿verdad?», me dijo, con una voz suave pero firme. «Sí, como muchas cosas que han pasado en este departamento», respondí, encogiéndome de hombros. Mi mamá cambió de tema, y más tarde regresó Erick, trayendo consigo un par de cartones de cervezas.
Se hizo noche y Erick se disponía a ir a la habitación de mi mamá para volver a cogérsela. «Samuel, voy a ir con tu mamá. ¿Vienes conmigo?», me preguntó, con una sonrisa pícar. «No, ve tú solo», respondí, desanimado, sintiéndome fuera de lugar y un poco celoso. «Vamos, no seas así. Será divertido», intentó convencerme, poniendo una mano en mi hombro y dándome una palmada amistosa. «No, en serio. Ve tú. Yo… no me siento bien», insistí, apartándome ligeramente. «¿Estás seguro? No te arrepentirás», dijo, con una ceja levantada, claramente excitado por la perspectiva de estar a solas con mi mamá. «Sí, estoy seguro. Ve y disfruta», respondí, intentando sonar indiferente, pero mi voz temblaba ligeramente. Erick me miró por un momento, como si estuviera considerando insistir, pero finalmente desistió. «Bueno, como quieras. Pero no te arrepientas», dijo. «Nos vemos mañana», añadió, dándome una última palmada en la espalda antes de dirigirse hacia la habitación de mi mamá. Lo observé mientras se alejaba, sintiendo una mezcla de emociones: curiosidad, excitación, y un toque de envidia.
Durante una parte de la noche, solo escuchaba los gemidos y gritos de mi mamá. Me imaginaba su cuerpo mientras Erick se la cogía, y comencé a masturbarme, pensando que era yo el que se la estaba cogiendo. Al final, me corrí en mi cama y traté de dormir, pero no pude conciliar el sueño. Por la mañana, desayunamos los tres juntos. Ellos parecían haber hecho buena química; había una complicidad en sus miradas y sonrisas que me hacía sentir incómodo. Incluso cuando Erick se retiró del departamento, mi mamá lo despidió besándolo en la puerta. Pasó una semana, y mi padre regresó. Mi madre seguía llegando tarde, y cada noche, mientras estaba en mi habitación, escuchaba sus gemidos, imaginando lo que estaban haciendo. Era una tortura deliciosa, y no podía evitar excitarme con cada sonido. Me sentía atrapado en un ciclo de lujuria y curiosidad, sin saber cómo manejar mis propios deseos y la realidad de lo que estaba sucediendo en mi propia casa.
Un día, Erick me envió un mensaje: «Oye, amigo, ¿me puedes echar una mano con algo? Es urgente. Perdón por la premura. Estoy en mi departamento», decía el mensaje que me envió. «De acuerdo, salgo para allá», respondí. Cuando llegué, le pregunté a Erick en qué necesitaba ayuda. «Bien, ¿en qué te puedo echar una mano?», dije. «Mira, tengo un problema en mi habitación», respondió, con una sonrisa misteriosa. «Cuando entré, me llevé una sorpresa al ver a mi mamá desnuda sobre su cama, con las piernas abiertas, metiéndose en su vagina una botella de cerveza. Ella gemía mientras se daba placer. Al mismo tiempo, mientras usaba una mano para meter y sacar la botella, su otra mano la ocupaba para masajearse un seno e incluso pellizcarse un pezón. ‘¿Qué está pasando?’, pregunté, incrédulo. ‘¿Qué más puede estar pasando?’, dijo mi mamá entre gemidos. Giré a mirar a Erick, y él solo me sonrió. ‘Tu mamá ha estado viniendo a mi departamento a coger durante toda la semana, pero te tenemos una buena noticia’, dijo Erick. ‘Bueno, que sea ella quien te lo diga’, añadió, señalando a mi mamá. Mi mamá sacó la botella de su vagina y comenzó a chuparla, lamiendo cada gota de su excitación. Luego, se detuvo. ‘No hay mucho que decir, hijo. Solo dime si aún quieres coger conmigo’, dijo, con una mirada intensa y desafiante. ‘Sí, aún quiero hacerlo’, respondí, sintiendo cómo mi pene se endurecía con cada palabra. ‘Bueno, entonces vamos a hacerlo’, dijo, con una sonrisa pícara. Se levantó de la cama y comenzó a desnudarme. Primero, me quitó la playera, revelando mi torso. Luego, me descalzó, dejando caer mis zapatos al suelo con un ruido sordo. Finalmente, me bajó el pantalón y la ropa interior, quedando yo completamente desnudo frente a ella y Erick. «Ahora, ven aquí», ordenó, arrodillándose frente a mí. «Quiero que sientas mi boca en tu pene», dijo, con una voz llena de lujuria. «Mmm, se siente increíble», gemí, mientras ella tomaba mi pene erecto y comenzaba a chuparlo con avidez. «Te gusta, ¿verdad, hijo?», preguntó, mirándome con ojos llenos de deseo. «Sí, mamá. Me encanta», respondí, agarrando su cabeza y moviéndola arriba y abajo, sintiendo cómo su boca caliente y húmeda me envolvía por completo. «Eres una puta increíble», dijo Erick, observando la escena con una sonrisa satisfecha, mientras se masturbaba lentamente, disfrutando del espectáculo.
Mientras ella seguía haciendome sexo oral, comenzó a masturbarse de nuevo, metiéndose la botella de cerveza en su vagina, moviéndola rítmicamente al mismo tiempo que chupaba mi pene. «Sí, mamá, así, sigue así», gemí, sintiendo cómo el placer me consumía mientras veía a mi mamá dándose placer con la botella y mi pene en su boca.
«Mmm, delicioso», murmuró mi mamá, levantándose y limpiándose los labios con el dorso de la mano. «Ahora, es mi turno», dijo, con una sonrisa pícara, y me empujó suavemente hacia la cama. «Túmbate», ordenó, y obedecí, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza. Se subió encima de mí, guiando mi pene erecto hacia su entrada húmeda y caliente. «Vamos, hijo. quiero que cojamos», dijo, bajando lentamente sobre mí, haciendo que mi pene se deslizara dentro de ella, llenándola por completo. «Sí, mamá», dije, ella gemía subiendo y bajando sobre mí con la cabeza echada hacia atrás, sus tetas rebotando con cada movimiento. «Sí, así, así. Me encanta», gemía mi mamá, sus uñas clavándose en mi pecho mientras se agarraba a mí con desesperación. mi mamá, siempre insaciable, me miró con una sonrisa traviesa. «Ahora, ven aquí», ordenó, cambiando de posición y poniéndose a cuatro patas en la cama. «Fóllame así, hijo. Quiero sentirte profundo», dijo, moviendo su culo tentadoramente. «Como desees, mamá», respondí, poniéndome detrás de ella y agarrando sus caderas con firmeza. Con una embestida poderosa, me sumergí en ella, sintiendo cómo su vagina me apretaba con fuerza. «Sí, así, hijo. Más profundo», gemía, empujando su culo hacia atrás para recibir cada embestida. «Te sientes increíble, puta», gruñí, moviéndome con fuerza y rapidez, el sonido de nuestros cuerpos chocando llenando la habitación. «Sí, sí, así. No pares», rogaba, su voz entrecortada por el placer.
Volvimos a cambiar de posición; ella se recostó mirando hacia arriba, abriendo las piernas y mostrando su sexo. Me coloqué entre sus piernas, encima de ella, y posicioné mi pene en su entrada. Con una embestida lenta pero profunda, me introduje en ella, sintiendo cómo su vagina me envolvía por completo. «Sí, así, hijo. Móvete despacio», gemía, agarrando mis nalgas y guiándome con sus manos. «Te sientes tan bien, mamá», dije, moviéndome rítmicamente, disfrutando de cada sensación. Nos comenzamos a besar mientras me envolvía con sus piernas. «Voy a correrme, mamá. Me voy a correr dentro de ti», anuncié, sintiendo cómo mi orgasmo se acercaba. «Hazlo, hijo. Dámelo todo», respondió, con una voz llena de lujuria. Con un último empujón, me corrí dentro de ella, llenándola con mi semen, sintiendo cómo su vagina se contraía alrededor de mi pene mientras alcanzaba su propio orgasmo. Nos quedamos besándonos durante unos momentos, hasta que finalmente me retiré. «Ha sido perfecto, hijo», dijo, dándome un beso, con una sonrisa satisfecha en su rostro.
A partir de ese día, mi mamá comenzó a llegar nuevamente temprano a casa para cojer conmigo o con Erick, y entre los dos nos las cogíamos. Las noches se volvieron una fiesta de lujuria y deseo, donde cada rincón de la casa se convertía en un escenario de placer. Mi mamá, siempre insaciable, nos recibía desnuda «Vamos, chicos. Hoy quiero algo especial», decía, guiándonos hacia el dormitorio.
Al año de nuestro primer encuentro, mi padre nos descubrió a mi y a mi mamá cogiendo en el baño. Él llegó de forma inesperada, pensando que era otro hombre el que estaba con ella. Pateó la puerta y entró, pero se fue de espaldas al verme a mí con mi pene dentro del culo de mi mamá. Se armó un tremendo problema. Al final, ellos se separaron y nosotros continuamos con nuestro romance. Incluso íbamos a ser padres, pero desafortunadamente, mi mamá tuvo un aborto espontáneo por complicaciones. actualmente aun vivimos juntos.


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