La perra lamedora
gracias a SST3.0 Encontre a una chica que ama ser una obediente mascota.
Yo andaba tirado por el sofá, cansado, viendo la TV, y tomando una cerveza, cuando apareció por la puerta mi sumisa, desnuda, a cuatro patitas, y revoloteando a mi alrededor para llamarme la atención. Tras unos segundos, un ladrido llamó mi atención. Aquella sumisa, se acercó a 4 patitas, olfateando mi mano, y rascándola con tu cabecita, como haría cualquier mascota que quiere mimos.
La miré, sonreí, y acaricié la cabecita de lucy, para meter luego mis deditos en su boca. Sus labios se cerraron sobre mis dedos, y su lengua comenzó a recorrerlos de uno en uno, con mucho mismo. Mi perrita obediente sabe muy bien cómo llamar mi atención.
Mientras mi dulce mascota lamía mis dedos, le ordené que se sentara, con un ‘Sit’. Ella, obediente y educada, se sentó sobre tus patitas traseras, como un buen chucho, mientras seguía lamiendo. Ella sabe cómo me gusta que me lama, y a mi ya no me interesaba tanto la TV. Tras otra orden, ‘Plas’, pude ver como mi can se estiraba en el suelo, delante mío, como una perrita, y como sacaba su lengua para respirar…
Me encanta ver a mi sumisa jugando al pet play…
– Quieres jugar, lucy?? Tráeme la pelotita, corre.
Salió corriendo a cuatro patitas por la casa, moviendo su preciosa colita, para buscar su juguete preferido, para que yo te la pudiera tirar. Y así ocurrió. Yo le lancé la pelotita, y ella salió corriendo a por ella, ladrando y moviendo su colita alegre.
Tras tirarle la pelotita 3 veces, volví a rascar su cabecita, y le invité a apoyar su cabecita entre mis piernas. Mi sumisa, obediente, corrió a colocarse entre mis dos piernas, apoyando su cabecita en mi zona central…
– Muy bien, mi perrita linda, eres una excelente perra.
Tras unos minutos descansando, y como era de esperar, lucy no podía evitar sus instintos como mascota, se aburría. A ella le encanta olisquearme, como a cualquier perra, y su curiosidad le llevó a olfatear entre mis piernas, captando el olor de mi sexo. Acercó su naricita de perra a mis partes nobles, y a traves de mi pantalón comenzó a captar el olor de mi polla y de mis huevos. Como era normal, le gustó lo que olía, y quería mas. Yo podía sentir como cada vez metía más su hocico entre mis piernas, intentando oler más, y más…
Al final, tras un rato intentando llegar a mi sexo, mi linda sumisa retiró su cabecita, y ladró, para llamarme la atención. Se quedó mirando mi sexo, sentada sobre tus patas traseras, y con la lengua fuera, esperando a que yo hiciera algo.
– Que quieres, mi linda lucy?? Quieres oler?? Muy bien, mi preciosa mascota, voy a bajar mis pantalones y mis calzoncillos, para que puedas olerme bien…
Dicho y hecho, me bajé los pantalones y los calzoncillos, y volví a sentarme en el sofá, abriendo mis piernas, y ofreciendo mi sexo a mi mascota, para que lo oliera. No tardó mucho en meter su cabecita entre mis piernas, para captar mi olor corporal. Ni que decir tiene que yo ya andaba excitado con el juego.
Ella no dudó en meter su naricita entre mis piernas, para captar primero el olor de mis huevos, que repasó con cuidado, para seguir subiendo por mi pene, hasta llegar a la punta. Una punta que ya estaba mojada. Como era de esperar, una gotita de lubricante había brotado de la punta del glande. Una gota, que ella no tardó en lamer, como haría una buena perra curiosa.
En ese momento, lucy se paró unos segundos, esperando mi respuesta. Yo no le había dado permiso para lamer, y necesitaba mi aprobación.
– Tienes hambre, mi putita??
Un simple ladrido fue su respuesta. Yo acaricié su cabeza, y la acerqué a mi rabo, ofreciéndole su alimento. Y sin dudarlo ni un segundo, ingirió mi polla entera, hasta el fondo, tal y como sabe que me gusta. Tras un par de lamidas intensas, mi mascota sacó mi rabo de su boca, y dirigió la atención hacia mis huevos, donde metió su cabeza hasta el final.
Yo continuaba mirando la TV, aunque sin prestarle atención, y aproveché para dar un nuevo trago a mi cerveza, mientras lucy lamía mis pelotas. Sabía cómo hacerlo, y tras lamerme un testículo, pasó al segundo, para hacerme gozar un poquito más. Cinco minutos fueron suficientes para conseguir que mi polla estuviera dura como una piedra, y yo excitado como un bonobo.
Tras un nuevo ladrido, mi obediente sumisa se dirigió a por su presa, con ganas de acabar la faena. Nuevamente, ingirió mi verga entera en su cavidad bucal, hasta el final, hasta sentir su boca llena de polla, por completo. Yo podía sentir como su lengua se movía alrededor del tronco, aumentando el placer.
Entonces, poco a poco, fue retirando su cabeza, hasta hacer coincidir sus labios con mi glande, y ahí se quedó. Aprisionó con sus labios la punta de mi polla, y comenzó a mover su lengua alrededor de mi glande, la parte más sensible de mi anatomía. Mientras yo acariciaba la cabecita de mi perrita, podía notar como su lengua repasaba la puntita de mi verga, ya excitada completamente…
Y fue entonces, justo cuando ella incrementaba su ritmo, cuando llegué al clímax. No pude aguantarme, y una explosión de placer estalló dentro de mí, provocando que me corriera enterito en la boca de mi chucho, y que mi semen llenara tu cavidad bucal. En ese momento, pude ver como lucy daba un pasito adelante para meter mi rabo otra vez hasta el fondo, impidiendo que ninguna gota se escapara.
Tras un minuto extasiado, pude ver como mi niñita repasaba con su lengua cada rinconcito de mi sexo, buscando hasta la última gota de leche. Tras apartarla suavemente con la mano, le dije:
– Muy bien, mi putita. Eres una buena perra, una perra excelente. Te voy a poner tu platito de agua, y tu comida.
Me acerqué a la cocina, agarré un bol con agua, y un platito con la comida de mi perra, y se lo coloqué en el suelo para que pudiera comer. Y allí quedó ella, feliz, comiendo en el suelo, mientras yo volvía a mi sofá para ver la TV.
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