La perversa carcelera
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por oscareduardo.
Karen oyó la sentencia con estupefacción, había sido enviada a la cárcel de mujeres por un error circunstancial, pero mientras probaba su inocencia debía acatar esa orden perentoria.
Cuando llegó al establecimiento carcelario sintió pánico, era una edificación vieja de muros altos pintada de un color gris, la puerta de acceso era sencillamente una amplia reja fuertemente asegurada por cadenas y candados.
Después de seguir el protocolo de ingresofue acompañada por un largo pasillo por unas guardianas que lo entregaron a la carcelera principal.
Esta carcelera era una persona muy especial, era una mujer rolliza de contextura media, sus rasgos mostraban una persona cruel y amargada, su tono de voz era enérgico y carente de cualquier tipo de emoción.
Pero lo peor era la fama que la antecedía, el trato despótico hacia las internas que rayaba a veces en vejámenes inconcebibles, su marcada inclinación lésbica que se reflejaba en actitudes amenazantes e intimidatorias.
Se llamaba Teodora y era la que mandaba y deshacía.
En esa penitenciaria el alcaide era una figura decorativa que se hacía el de la vista gorda frente a los desmanes de su subalterna.
Cuando Karen estuvo frente a Teodora sintió que la denudaba con sus ojos lascivos, era una mirada penetrante e inquisidora, cuando le abrió la puerta de la celda le susurró al oído una frase premonitoria y aterradora…pronto vas a ser mía…se la dijo despacio, casi deletreada y Karen sintió miedo, pero también sirvió para activar sus mecanismos de supervivencia, ante ella tenía una amenaza y debía defenderse aún en inferioridad de condiciones.
La estudió rápidamente, lucía un uniforme de blusa y pantalón, en su cinturón llevaba un par de esposas, un manojo de llaves y un bolillo de caucho macizo de aproximadamente 40 centímetros de longitud y de diámetro ostensible.
Teodora la empujó en la celda y cerró con llave.
Karen examinó la celda, era un aposento austero, una cama, una mesa de noche y un pequeño gabinete.
Una ventana pequeña en la parte superior dejaba entrar un rayo de luz.
De pronto alguien la habló, la voz provenía de la celda contigua, se acercó a la reja y ante sus ojos vio un pequeño espejo y la imagen de una mujer joven.
La chica la saludó con una frase más que significativa…fueron tres palabras…bienvenida al infierno.
Se llamaba Olga y le pasó otro espejito, ese sería su modo de comunicarse y hablar entre ellas.
Hablaron muy poco pues las pisadas en el pasillo les avisaron que alguien venía.
Karen se tendió en su camastro y pensó en la situación compleja en la que estaba.
Se acordó de su padre, era un viejo zorro que le enseñó entre otras cosas a defenderse, había sido maestro de artes marciales y aunque ella nunca había sido amiga de esas disciplinas había aprendido las normas mínimas de defensa personal, y en aquel lugar de seguro las iba a necesitar.
Al otro día muy temprano las llamaron a formación y las llevaron a las duchas, eran unos baños comunes, sin puertas de ninguna índole.
Todas iban desnudas y tenía que bañarse en conjunto.
Había de todo, mujeres bonitas, viejas, gordas, delgadas, etc.
Todas ellas eran examinadas por un grupo de mujeres que no podían ocultar sus preferencias lésbicas.
Karen era en esa mañana el blanco de todas las miradas.
Su cara bonita, su cuerpo delgado pero adornado con unos senos hermosos y un trasero pequeño pero prominente era objeto de la admiración del pequeño grupo de lesbianas ; la mujer que aparentemente las lideraba se acercó a Karen y trató de abrazarla, pero ella de un empellón la apartó y casi cae de espaldas sobre el frío pavimento, la mujer se reincorporó y fue a abalanzarse contra Karen pero en esas apreció Teodora y apartándola las distanció.
Retornaron a sus celdas pero el ambiente quedó caldeado.
En las pocas horas de descanso en el patio de la cárcel Olga la enteró de lo más importante, debía cuidarse de Teodora, del grupo de lesbianas que la había tratado de atacar, de uno que otro vigilante masculino que de vez en cuando venían a hacer rondas.
Karen vio en Olga una aliada, alguien que le podía ayudar en ese infierno, pero era una chica que no sabía defenderse.
No habían pasado dos días de esas advertencias cuando Karen oyó en la madrugada ruidos extraños, se paró y con el espejito en la mano miró hacia la celda de Olga, se quedó muda y petrificada, Teodora con su torso desnudo estaba abrazando a la fuerza a Olga, la acercaba a sus dos descomunales senos obligando a la chica que chupara sus pezones erectos, Olga no se defendía pues estaba esposada y casi desnuda, su camisa de dormir había sido desgarrada y sus senos estaban a merced de Teodora.
De un empujón la carcelera tumbóa Olga en la cama, empezó a desabotonarse el pantalón , se desabrochó las botas y pronto quedó desnuda ante ella, a pesar de lo burdo y tosco que era su uniforme contrastaba con su ropa interior que era una delgada tanga que se metía entre sus prominentes nalgas, su culo era enorme pero sin ningún atractivo, sus piernas macizas parecían dos columnas , cuando se volteo Karen pudo distinguir su sexo, una mata de vello púbico cubría su vagina formando un triángulo lleno de rizos negros ensortijados que le daba un toque erótico diferente.
Ya desnuda Teodora se acercó a la mesa de noche donde había dejado un pequeño maletín, lo abrió y sacó un inmenso consolador negro, lo sujetó a su cintura con un arnés y se lo acercó a la boca a Olga obligándola a meterse ese tremendo falo en su boca, la obligó a mamar ese consolador de silicona mientras ella se masturbaba metiéndose sus dedos en la vagina, cuando Teodora ya estaba muy excitada cogió el enorme consolador y empezó a penetrar a Olga, fue metiendo lentamente con su mano derecha la verga de silicona en la estrecha vagina de Olga mientras continuaba hurgando con sus dedos su vagina aparentemente sin fondo… pronto el consolador fue metiéndose cada vez más, Olga se trataba de resistir pero era imposible.
El inmenso falo llegó al fondo , Olga se retorcía del dolor y Teodora ante la sumisión obligada de Olga sentía más placer, era un sadismo puro, ese dolor y esa impotencia eran los más grandes estímulos sexuales para que Teodora lograra uno de sus más grandes orgasmos.
Cuando paso el clímax Teodora sacó el inmenso consolador y como una chiquilla ante una golosina se puso a lamerlo con toda intensidad, volvió a meterlo y lo impregnó nuevamente de todos esos efluvios vaginales y lamiendo de nuevo ese inmenso artefacto se sintió excitada y como loca empezó a masturbarse con sus dedos que fácilmente penetraban esa vagina insondable, otro orgasmo sacudió su cuerpo y después quedó inmóvil.
Descanso unos minutos y como en un ritual que ya se sabía de memoria empezó a vestirse, a guardar sus elementos y por último le quitó las esposas a Olga no sin antes advertirla que debía quedarse callada.
Abrió la puerta de la celda y se alejó por el pasillo.
Al otro día Olga no apareció y al indagar Karen a una de las guardianas qué había pasado con ella le indicaron que estaba en la enfermería pues se sentía mal.
Karen no pudo evitar un sentimiento de impotencia y de rencor, enseguida una serie de pensamientos malignos de venganza empezaron a pasar por su cabeza.
Lo peor era que Karen estaba absolutamente segura que la próxima presa para esa depredadora sexual era ella.
Cuando al fin Olga salió de le enfermería y pudo conversar con ella no le contó absolutamente nada, estaba atemorizada, Karen no insistió y simplemente se quedó callada.
Llegaba el fin de semana y Karen se puso a atar cabos sueltos, Teodora hacía sus pilatunas los viernes por la noche ese día era viernes en la mañana y como de costumbre Olga y Karen se encontraron en el patio, esa mañana Olga estalló en llanto y abrazándose a Karen le contó lo que había pasado, Olga se aferraba a su amiga como un náufrago a una tabla de salvación sin embargo la cercanía de Olga empezaba a despertar sentimientos encontrados en Karen, la estrechó contra su pecho y el roce de sus labios sobre sus senos despertaron una sensación inexplicable pero muy agradable.
Esa noche Karen se acostó muy temprano con el fin de poder estar pendiente en la noche de cualquier situación y Karen no se equivocó.
Serían las dos o tres de la mañana cuando las pisadas de Teodora se oyeron de manera inconfundible, Karen se puso a la expectativa, Teodora abrió la puerta ,luego dio la espalda a la celda para asegurar la cerradura y al voltearse nuevamente para dirigirse al centro de la celda recibió el ataque sorpresivo de Karen, un fuerte golpe con el puño cerrado en el plexo solar la paralizó momentáneamente, luego otro golpe en la nuca la hizo caer pesadamente en el suelo, Karen le quitó las esposas, dándole la vuelta se las colocó en la espalda dejándola completamente inmovilizada.
Le quitó el pesado cinturón donde llevaba las llaves, el bolillo y la bolsa donde llevaba sus elementos como el consolador y algunos lubricantes para sus juegos sexuales.
Karen le quitó el uniforme y la dejó en panties, le quitó la blusa y luego el brasier, sus enormes tetas cayeron pesadamente sobre su torso desnudo.
Karen sacó el consolador y se lo colocó en su cintura, a tientas empezó a buscar la entrada de esa vagina llena de vello negro, al fin en la tupida pubescencia pudo encontrar la abertura de su sexo.
Cuando Teodora recobró el conocimiento ya estaba en la mala, desnuda, maniatada, con el inmenso consolador en las puertas de su vagina y a merced de ese pequeño demonio con cara de angelito.
Había menospreciado esa chica, ahora no sabía que le esperaba, Karen siguió el ritual que había hecho Teodora con Olga, y con paciencia empezó a meter el inmenso falo en la vagina de Teodora , se acordó de su amiga y empujó hasta el fondo esa verga de silicona.
Sintió algo inexplicable, a pesar de estar tomando supuestamente una venganza estaba sintiendo un placer morboso.
Se acordó del roce de Olga con sus senos y un escalofrío le corrió por todo su cuerpo, de un momento a otro sacó el inmenso consolador y tomando el manojo de llaves abrió la puerta, fue a la celda de Olga y la trajo.
Susurrándole al oído le dijo que se tomara una dulce venganza .
Al tratar Olga de colocarse el arnés con la verga de silicona la bata le hacía estorbo por lo que decidió quitarse la bata y quedó en ropa interior, el cuerpo de Olga se veía pecaminoso y provocativo, sus nalgas paradas formaban un culo divino, Karen se asustó de los pecaminosos sentimientos que pasaban por su mente.
Pero el climax fue mayor cuando los movimientos propios de la penetración le daban al cuerpo de Olga un erotismo capaz de excitar a un muerto.
Karen sin darse cuenta en un impulso irrefrenable empezó a acariciar su vagina, sus dedos buscaban su clítoris para acariciarlo.
Olga por su parte también sentía algo ilógico, debía sentir encono y rabia, pero mirando a Karen de soslayo sentía un morbo insano.
Fueron unos minutos nada más Olga empezó a sentir un intenso orgasmo pensando en Karen, Karen masturbándose a nombre de Olga estaba llegando al clímax y Teodora con el inmenso falo de silicona en sus entrañas estaba también sintiendo un orgasmo jamás sentido.
Fue casi simultáneo cuando esas tres mujeres se sintieron en el cielo de la lujuria y el placer … estando en el infierno.
Pero ahí no paro todo, querían hacerle daño a Teodora para que cogiera escarmiento.
Karen le susurró algo al oído a Olga.
Las dos acostaron a Teodora boca abajo, colocando unas almohadas en sus caderas le empinaron el culo, entre las dos lubricaron el inmenso bolillo de dotación y empezaron a metérselo por el culo a la perversa carcelera, lo metieron despacio para empezar a dilatar la pequeña gruta nunca antes tocada, era difícil vencer la resistencia de ese esfínter anal, pero los lubricantes y la paciencia de las dos mujeres dieron resultado, el inmenso bolillo empezó a meterse en el recto de Teodora, dos gruesas lagrimas rodaron de sus ojos, estaba sintiendo dolor y eso las satisfacía enormemente.
Olga nuevamente se colocó el falo y metiéndoselo en la vagina empezó a penetrarla.
Teodora estaba enloquecida, se retorcía y a señas pedía cosa insólita que se lo metieran más, ese bolillo estaba tocando áreas muy placenteras y erógenas que le provocaban una excitación máxima que ella nunca había ni siquiera imaginado.
Karen y Olga se miraron incrédulas, lo que para ellas era un castigo para satisfacer una venganza para Teodora era una caricia inédita.
Olga sacó el inmenso consolador , se lo quitó y lo colocó en la mesa de noche, pero el inmenso bolillo se lo dejó sembrado en el culo de Teodora que como cosa rara había recibido todo ese bolillo inmenso y ahora estaba totalmente metido en el recto de la carcelera.
Ambas mujeres estaban excitadas ,se miraron a los ojos y lentamente fueron acercándose y sin mediar palabras se fundieron en un estrecho abrazo, sus manos ansiosas buscaban cómo acariciarse y sus bocas sin mediar palabras empezaron a buscar sus zonas más erógenas.
Después fue la locura, todos los sentimientos reprimidos brotaron, sus pasiones más bajas salieron a flote, sus caricias más sórdidas se materializaron, sus fantasías más obscenas se hicieron realidad y lo asombroso de todo es que ese cuadro de lesbianismo puro si le dolió a Teodora.
La carcelera no podía aceptar que un amor puro entre dos mujeres se hiciera realidad ante sus ojos.
Tenía un sentimiento intensamente homófobo en su interior y esa escena que acababa de ver la había lastimado más que ese bolillo que había horadado su culo hasta hoy virgen.
Frente a Teodora Karen y Olga hicieron la escena más lésbica y lujuriosa jamás pensada hasta que los orgasmos unos tras de otro dejaron a las mujeres mamadas pero no saciadas.
Karen y Olga consideraron que su venganza estaba cumplida, le quitaron las esposas a Teodora, la ayudaron a vestirse y ella salió cabizbaja alejándose por el pasillo.
Al otro día Karen y Olga esperaban lo peor, pero se equivocaron.
Teodora llegó por primera vez con una sonrisa en los labios, saludó con inusual cortesía a las dos mujeres, las cambió de patio aislándolas del grupo de lesbianas y empezó a ejercer una sana vigilancia sobre las dos mujeres, no para acosarlas ni lastimarlas sino para cuidarlas.
El viernes por la noche Karen y Olga nuevamente estaban a la expectativa, serían las dos y media de la madrugada cuando las pisadas de Teodora resonaron en el pasillo, ambas mujeres habían acordado hacerse las dormidas pero pendientes para defenderse.
Teodora en una actitud sorprendente entró con el bolillo en la mano derecha y el consolador en la izquierda, se los entregó a Karen, abrió la celda de Olga y la trajo a la celda de Karen, se quitó el pesado cinturón y les entregó las esposas, empezó a desnudarse quedándose únicamente en ropa interior, era una lencería fina y de un diseño muy erótico, a pesar de que su silueta no había cambiado se veía ahora más sensual, acto seguido sin pronunciar palabra se acostó en la cama, colocó dos almohadas bajo sus caderas y abriendo sus piernas al máximo se quedó mirándolas… una sonrisa se dibujó en sus labios…Después sobraron las palabras… Karen y Olga empezaron a satisfacer a la increíble Teodora, todo lo que maquinaron conjuntamente para hacerle daño había tenido el efecto contrario, eran crueldades que habían generado unas sensaciones inéditas, y ese cuadro entre sádico, masoquista y altamente lésbico despertaba en las tres mujeres una lascivia punzante, una lujuria sin límites y el deseo de satisfacer las más bajas pasiones…todo cambió y el infierno anunciado ahora fue el paraíso del placer, el edén de la concupiscencia y el éxtasis compartido.
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