La próxima vez que me acuses de serte infiel, y decirme puta, vas a tener toda la razón.
Un marido cuando se emborracha se dedica decirle a su esposa que le es infiel, y que es toda una puta, hasta que un día ella se cansa, y cuando él se vuelve a emborrachar y pierde el sentido ella se acuesta con todos los amigos de él..
Mi esposo, es tan y tan celoso que en ocasiones hasta le molesta que yo comparta con mi familia.
Lo que es una soberana estupidez de su parte, pero la culpa es mía, porque aún y así conociendo, lo celoso que era de novio, y que mi madre bastante que me lo advirtió, me case con él.
Hasta que en una fiesta me canse de sus celos, e hice lo que fue necesario para que él tuviera toda la razón.
Todo era como de costumbre, si asistíamos a una fiesta, apenas se daba cuatro tragos, en público, frente a todos, no dejaba de decirme cosas desagradables, acusándome falsamente de estar coqueteando con alguno de los hombres presentes en la fiesta.
Hasta que me cansé de que eso sucediera, cada vez que salíamos, así que me dije. “La próxima vez que me acusé de serle infiel, va a tener toda la razón.”
Realmente no sucedió así, él siguió acusándome falsamente, de coquetearle a cuanto hombre se nos atravesaba, mientras que yo lo único que hacía era ponerme a llorar como una tonta, cansada de convencerlo de que todas esas cosas que pensaba o decía sobre mí eran falsas.
Yo ni tan siquiera quería ir a las fiestas a las que nos invitaban, y entonces era peor, porque decía que yo esperaba a que él se marchase para meter a un macho por la puerta trasera.
En fin, resignada lo acompañaba, pero me sentaba sola en un rincón sin hablar ni ver a nadie, mientras que él se dedicaba a charlar con sus amigos, y beber como si él fuera un barril sin fondo.
Fue precisamente esa noche en la que bebió tanto, que ni tan siquiera podía estar despierto y mucho menos ponerse de pie, ya en el estacionamiento donde teníamos nuestro auto, me dijo frente a varios de sus amigotes, que me ayudaron a cargarlo, fue. “Tú eres, una tremenda puta, no me respetas…”
Yo me moría de la vergüenza, traté de meterlo al auto, pero de momento llena de indignación, me entró una rabia tremenda, quería ahorcarlo con mis propias manos, pero de golpe se me ocurrió algo mucho mejor.
Así que, viendo a sus amigotes, al tiempo que me levantaba la falda y les mostraba mi peludo coño, bajándome las pantaletas, les dije. “A ver quién quiere ser el primero, en ayudarme a que el cabrón este, tenga toda la razón.”
Los cinco tipos se vieron unos a otros, con cara de no poder creer lo que estaba sucediendo, yo como si no me importase, que todos ellos estuvieran de pie viéndome, y lo que pudieran pensar de mí, comencé a desnudarme completamente.
De la rabia que tenía me quité los zapatos, y prácticamente me arranqué yo misma el vestido rompiéndole los botones, así como el fondo, el sostén y las pantaletas que tenían puestas.
Todos ellos se continuaron viéndome, algo asombrados desde luego, quizás nunca pensaron que yo llegase a actuar de esa manera, mientras mi marido aun dormía su borrachera, tirado al lado de nuestro auto.
Por la manera en que se me quedaron viendo, llegué a pensar que me había excedido, uno de sus mejores amigos, se me acercó, y por su manera de seguirme viendo, por un momento pensé que me iba a decir que me vistiera.
Apenas estuvo a mi lado, con una de sus manos me agarró fuertemente todo mi coño, introduciendo sus dedos hasta lo más profundo de mi vulva, mientras que con la otra mano me agarró, pegando su cuerpo al mío, y de inmediato introdujo su lengua dentro de mi boca.
A los pocos segundos el resto de los amigos de mi borracho marido, me han saltado encima, rápidamente su mejor amigo me empujó dentro del asiento trasero de nuestro auto, en medio de ese oscuro estacionamiento.
Él no perdió tiempo en penétrame, ya que apenas me recostó sobre el asiento separó mis piernas y dirigió su miembro directamente hasta el fondo de mi coño de un solo golpe, un poco a lo bestia, pero al sentir todo su miembro dentro de mí, entrando y saliendo de mi coño.
De momento me comencé arrepentir de lo que estaba haciendo, y cuando apenas traté de que todo se terminase, diciéndoles que ya no quería seguir, todos se volvieron como locos, y con mayor fuerza me agarraban por todas partes.
El mejor amigo del cabrón de mi esposo, continuó penetrándome divinamente, y rápidamente, la idea de que todo terminase se desvaneció de mi mente, ya que el placer que yo estaba sintiendo era único.
Mientras ese me continuaba clavando su verga, otro de los amigos de mi esposo, no sé cómo se las arregló, pero se colocó tras de mí y comenzó a pasar su miembro entre mis nalgas, al tiempo que yo le pedía que no lo hiciera, aunque de manera no muy convincente.
Cosa que no lo detuvo, ya que mojó sus dedos con su propia saliva y tras embadurnarme mi culo, comenzó a metérmelos una y otra vez por el culo, y a al poco rato los sacó, para de inmediato enterrarme toda su verga.
Les juro que vi estrellas, pero por el dolor, que realmente se desvaneció rápidamente, y antes de que yo terminase de reponerme otro me tomó por la nuca, y comenzó a pasar su verga por mi boca, hasta que me obligo a que se la mamase.
Casi me estaba haciendo vomitar de tan adentro que me la estaba metiendo, pero a pesar del dolor en mi culo, y las náuseas que llegué a sentir, el placer de estar entre todos esos hombres era mayor.
El que me estuvieran haciendo todo eso, era una especie de venganza que me ayudaban a llevar a cabo, mientras que continuaban metiendo sus vergas dentro de mi coño, mi culo o mi boca, algunos me decían puta, mientras me agarraban y chupaban mis tetas, pero eso realmente no me importó.
No bien el primero sacó su verga viniéndose sobre mis muslos y pies, que otro de los amigos de mi marido tomó su lugar, y así sucesivamente, fue pasando.
Hasta que el último de ellos terminó regándome todo su semen sobre mi cara y senos.
Yo después de que todos ellos, uno a uno se fue retirando, dejándome sola en nuestro auto, agarré mi ropa íntima, y la usé para retirar de mi cuerpo gran parte del semen que me dejaron encima, después me puse mi roto vestido, y dejando a mi esposo tirado en el suelo, arranqué para mi casa, donde me di un buen y profundo baño.
Al día siguiente cerca del mediodía, llegó mi esposo a casa, uno de sus amigotes finalmente lo recogió y lo trajo.
Al atravesar la puerta de inmediato, se puso a pedirme perdón por lo mal que se había portado en la fiesta, yo no lo podía creer, hasta que se le salió decirme, que todos sus amigos, lo habían regañado por haberme faltado el respeto de la manera tan grosera que lo hizo.
Claro que por lo visto no le dijeron nada de que todos ellos, me hicieron pasar una fabulosa noche, de verga en verga.
Pero el muy cabrón ha seguido bebiendo, pero yo ya no me siento incomoda, por las cosas que me dice, ya que aparte de que ahora si tiene razón, para decir que soy puta, además siempre alguno de sus buenos amigos, me da algo más que su apoyo.
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