La secta del fin del mundo – 3
En un mundo post apocaliptico, Javier y su familia encuentran la salvación al ser encontrados por una comunidad que vive bajo sus propias reglas, dentro de su trabajo se ve obligado a ver su hija es tomada por primera vez.
Capitulo III. El primer macho de Ibeth
Gracias a mi nueva ocupación pude tener acceso a la información y expedientes de muchos de los habitantes de la población, y gracias al buen desempeño que llevaba en mi nuevo trabajo de vigilancia fui ganando la confianza del General y ascendiendo posiciones, para esta época ya tenía mi propia cabina personal de trabajo lo que me daba algo de privacidad, y debo confesar que me daba algo de morbo espiar a las personas mientras estaban en cumplimiento de sus deberes diarios, pero siempre tuvo la inquietud sobre el destino de mi antigua familia, hacía muchos años no sabía de mis hijos que para esta altura ya deberían ser todos mayores de edad, me daba nostalgia no haberlos visto crecer.
Revisando los expedientes puedo encontrar un archivo de video radicado al código de mi hija Ibeth, el corazón se me aceleró de poder ver como estaba, el video era reciente así que decidí ver el contenido.
El video arrancaba con Ibeth entrando a una de las casas tomada de la mano de un hombre, El sujeto llevaba un uniforme similar a los que usan los asesores del General, un uniforme de camuflado militar y con líneas negras sobre las mangas, mientras que Ibeth llevaba un traje blanco, el tradicional de bodas que usan las mujeres al casarse en este lugar.
Al entrar a la vivienda, el tipo tomó a Ibeth su cabello y lo haló fuertemente hacía a atrás mientras que Ibeth soltó un grito de dolor o tal vez de lo inesperado de la situación mientras que le hablaba en tono fuerte.
- ¿Cómo te llamas puta?
- Ibeth
Después de esto, soltó su cabello un instante para darle un palmazo a sus mejillas, luego apretó su cabello con más fuerza y con su mano libre tomó las manos de Ibeth y las sujeto detrás de la espala mientras le decía.
- Escúchame perra, estamos casados y me debes respeto, a partir de ahora de dirigirás a mi como “mi señor”. ¿Entendiste?
- Si mi señor
- Muy bien, ¿Cuántas veces haz estado casada?
- Es mi primera vez mi señor
- Vaya, creo que me he ganado la lotería, ¿Entonces no te ha montado ningún macho?
- No mi señor
- Debes estar muy cerradita, no te preocupes ya me encargaré de abrirte todos los agujeros y llenártelos de mi leche. ¿Cuál quieres que te abra primero?
- No lo sé mi señor.
- Ya lo decidiré, mientas tanto quiero que vayas a nuestra habitación, te quites ese puto vestido y te vistas como la zorra que eres, tengo lencería de muchos tipos y colores que compré especialmente para ti. En unos minutos de alcanzó y espero que estés lista.
Ibeth se dirigió a la habitación y se dedicó a observar todo, era notorio que nunca había estado en un espacio similar desde hacía mucho tiempo, después de unos instantes pareció recordar su tarea y se dirigió al armario, comenzó a sacar muchos tipos de lencería y ropa interior, algunas les daba vueltas intentando entender en que consistían, pero era notable que no podía comprender como esas diminutas piezas transparentes podían llegar a tapar algo de su cuerpo.
Reviso las gavetas de abajo y pudo encontrar muchos artefactos desconocidos para ella, la mayoría de forma fálica, tomo uno de ellos en sus manos y lo lanzó asustada cuando este comenzó a vibrar.
Al final pareció elegir la prenda más grande que encontró, un body negro de encajes transparentes, procedió a quitar su vestido, labor que le costó casi tanto como colocarse su nueva vestimenta, después de vestida con la prenda, miró al espejo como le quedaba y procedió a esperar la llegada de su marido.
El sujeto entró al poco tiempo y no pudo ser indiferente ante lo que tenía al frente.
- Muy buena elección putica, con esa lencería te convertirás en mujer, en mi mujer. Ahora desfila para mí.
Ibeth camino despacio y algo temerosa por la habitación, mientras él le daba instrucciones de como posar para él.
Después de ponerla en todas las posiciones conocidas por el hombre, le pidió que se acercase.
- De rodillas puta ¿Vas a ser una niña obediente?
- Si mi señor
- ¿Entonces que esperas? Ponte de rodillas ante tu marido ya.
Ibeth se acercó y siguió las instrucciones de señor
- Ahora quiero que saques mi verga del pantalón
- Como usted quiera mi señor
Fue notoria la cara de asombro al tener semejante trozo de carne viril tan cerca, que por instinto y avergonzada miró hacia otro lado.
- Míralo bien preciosa, porque dentro de muy poco estará dentro de ti desvirgándote, este pene será tu dios, tu tranquilidad dependerá de que lo mantengas contento. ¿Nunca habías visto uno o si?
- No señor, jamás había visto la cosa de un hombre.
- Ahora quiero que lo lleves a la boca y lo comiences a chupar como si fuera un helado.
- No sé como hacerlo mi señor
- Tu solo inténtalo, practicaremos todos los días hasta que seas una experta
Con algo de timidez la joven llevó el falo a su boca para comenzar a chuparlo siguiendo las instrucciones de su marido y muy a pesar de su inexperiencia sus movimientos hacían que rostro de su amante se llenara de placer.
- Ahora acuéstate en la cama y abre bien las piernas,
le indicó el marido a su mujer, tengo que ver de cerca mi nueva cueva de placer, y al instante se avalanzó sobre su presa corriendo a un lado la lencería que cubría su entrepierna y chupando con mucho ímpetu la raja de la joven mientras destacaba lo mojada que estaba ella.
Ella mientras tanto, gemía ante la nueva experiencia placentera que estaba viviendo, sus gritos eran cada vez más fuertes mientras su espalda se arqueaba sobre su cama matrimonial, me pareció que tuvo por lo menos un orgasmo producto de la pericia de la lengua de su amante, hasta que le dijo:
- Es el momento de descorcharte.
Tomó se verga entre sus manos y apuntando a la hendidura de su mujer comenzó a penetrarlo, ella pego un grito de dolor que llevó los decibeles del audio al máximo y su amante comenzó un mete y saca frenético mientras que le indicaba lo mucho que disfrutaba la estreches de su vagina.
El nuevo marido siguió cogiendo fuertemente a la hembra mientras ellas exclamada lo mucho que le dolía, él siguió su ritmo hasta que finalmente descargó toda su leche al interior de hembra mientras gritaba del placer de tomar posesión de su nueva vagina por primera vez.
El se retiró de ella dejándola sollozar mientras le decía que se quitara todo y se pusiera como la perra que era, que iba a tomar su último agujero virgen.
En ese momento llegó mi nuevo asistente con un trabajo que me habían asignado para revisar en los archivos y por tanto no pude continuar revisando el archivo de Ibeth que se había convertido en toda una mujer.
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