• Registrate
  • Entrar
ATENCION: Contenido para adultos (+18), si eres menor de edad abandona este sitio.
Sexo Sin Tabues 3.0
  • Inicio
  • Relatos Eróticos
    • Publicar un relato erótico
    • Últimos relatos
    • Categorías de relatos eróticos
    • Buscar relatos
    • Relatos mas leidos
    • Relatos mas votados
    • Relatos favoritos
    • Mis relatos
    • Cómo escribir un relato erótico
  • Publicar Relato
  • Menú Menú
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (1 votos)
Cargando...
Dominación Mujeres, Incestos en Familia

La última página

Eso pasó hace ya varios años..

Por entonces, David Jung sentía que la soledad le había dejado una marca. Corea del Sur había sido su vida, una vida que, sin saber por qué, un día decidió abandonar.

No hubo un motivo claro. Se alejó de sus padres quienes le permitieron volver a Los Ángeles, su ciudad natal, dejandolos atrás en Busan. Se preguntó si alguna vez volvería. Tenía dieciséis años, y por primera vez se sentía libre… o al menos eso quiso creer.

Ahora, el aire de Los Ángeles le resulta más ruidoso. Sus padres a la distancia le consiguieron un apartamento pequeño en el centro, con una ventana que da a un callejón, y pasa las noches escuchando el tráfico lejano.

Un día, buscando algo que lo mantenga en pie, entra a la Biblioteca Pública de Los Ángeles. Entre los pasillos altos, David siente algo parecido a la calma.

Comienza a ir todos los días. Se sienta en la misma mesa, frente a una pared cubierta de estanterías. Lee sin concentración: libros de historia, biografías, tratados antiguos de política. Más que leer, observa a la gente.

Hasta que un día, alguien ocupa su mesa.
Una joven de cabello oscuro. Rebecca era su nombre.
Ella sonríe sin decir palabra, deja un libro sobre la mesa y comienza a leer.
David la observa solo un instante, antes de apartar la mirada.

Rebecca levanta la vista del libro un par de veces, sin prisa. No parece buscar nada, pero sus ojos —grandes— se detienen en David.

Él intenta concentrarse en las páginas abiertas frente a sí, aunque no ha pasado del mismo párrafo en los últimos minutos.
La presencia de la joven tiene algo hipnótico. Su cabello, oscuro y liso, le cae sobre los hombros; lleva una blusa clara, sin adornos. Es demasiado joven, piensa David. Tal vez unos quince años. Una preciosidad que no encaja en el silencio disciplinado de aquella biblioteca.

—¿Sueles leer aquí? —pregunta ella al fin, rompiendo el aire suspendido entre los dos.

David tarda un segundo en reaccionar.
—A veces —responde, cerrando el libro con cuidado—. Es un buen lugar para no hablar.

Rebecca sonríe, apenas.
—Entonces estás fallando —dice, inclinándose hacia él—. Porque acabas de hacerlo.

Su tono es ligero.

—Supongo que tienes razón —responde él.
—¿Qué lees? —pregunta ella, mirando la tapa.
—Un libro sobre códigos de guerra.
—Eso suena… ¿romántico?
—No exactamente.
—Entonces debe ser importante. Nadie lee cosas aburridas sin una razón.

David la observa con atención.

—¿Y tú? —pregunta él—. ¿Qué lees tú?
Rebecca levanta el libro. Es una novela vieja.
—El extranjero, de Camus. —Hace una pausa, y sonríe—. Es un buen libro para entender a la gente que no encaja.

David asiente, aunque no responde.

 

Rebecca vuelve a mirar su libro, pero él siente que lo sigue observando, incluso sin levantar la vista.

Los días siguientes, David vuelve a la biblioteca a la misma hora.
Y, como si obedecieran un pacto no dicho, Rebecca también está allí.
A veces se sienta frente a él; otras, a un par de mesas de distancia.
Se saludan con un gesto leve.
Ninguno parece dispuesto a romper del todo el silencio que los une.

Hasta que, una tarde, Rebecca lo espera en la salida.
Está de pie bajo el toldo, con un café en la mano y el cabello desordenado por el viento.

—Pensé que no salías nunca de ahí —le dice.
—A veces hay que respirar —responde él.
—O dejar que alguien te saque —replica, sonriendo.

Caminan un rato sin rumbo, entre la gente que sale del metro y los vendedores callejeros. La ciudad empieza a oscurecer, y las luces de los semáforos les pintan el rostro con destellos verdes y rojos.

—¿Vives cerca? —pregunta ella.
—Sí. ¿Y tú?
—No todo el mundo merece saber dónde duermo.

—¿Tienes novio? —pregunta él, casi sin pensarlo.

Rebecca se detiene, mira hacia adelante.
—Tenía. —Mastica la palabra con una calma extraña—. Pero ya no.
—¿Y por qué?
—Supongo que porque era aburrido. —Lo mira directamente a los ojos—. ¿Y tú?

David tarda un poco en responder.
—Hace tiempo que no.
—¿Por decisión propia o …?
—Si, eso creo. —Hace una pausa—. A veces es mejor estar solo.

Rebecca sonríe, apenas.
—Nadie que diga eso está realmente solo.

Rebecca lo mira como si esperara una reacción, un gesto, algo.
David baja la mirada hacia el suelo, intentando recuperar la calma, pero en su pecho hay una tensión nueva.

—Mañana volveré —dice ella, casi en un susurro—. Si quieres, puedo guardarte sitio.

 

David asiente, sin atreverse a mirarla de nuevo.

La luz del mediodía se filtra entre los ventanales de la biblioteca, dorando el polvo suspendido en el aire.

David está en su mesa de siempre, concentrado a medias en un libro.

Ella aparece. Viste de forma sencilla. Se detiene junto a él y apoya su libro sobre la mesa.

—¿Puedo? —pregunta, aunque ya se está sentando.

David asiente, intentando no sonreír.
Rebecca abre su libro, pero no lo mira. Lo observa a él.

—Pensé que no vendrías hoy —dice él, sin levantar la vista.
—Me gusta que me esperes —responde ella.

Él la mira, por fin.
Rebecca sostiene su mirada con una calma que lo desarma.
—Nadie desea lo que puede tener, sino lo que lo pone en peligro.

David siente una punzada en el pecho.
—¿Crees que es cierto?
—Depende —dice ella, acercándose un poco—. ¿Tú te consideras peligroso?

Su voz es baja, apenas un susurro que solo él puede oír.

—No lo sé —responde él al fin—. Pero tú sí pareces disfrutar del riesgo.
—Solo cuando vale la pena.

Ella se inclina un poco más. Su cabello roza el borde del libro que él sostiene. La distancia entre ambos se acorta hasta volverse imperceptible.
Rebecca le quita suavemente el libro de las manos y lo deja a un lado.

Le estampó un beso en la mejilla que puso a David muy colorado, sobre todo cuando uno de sus pechos se presionó contra su hombro. Lo colorado no fue lo único, una erección comenzó también a formarse en su pantalón, bajo la mesa.

David miró a su alrededor, con la preocupación de que alguien los pudiera ver. Rebecca lo notó.

—Si quieres nos vamos a mi casa, así estamos más cómodos.

Durante el camino no hubo muchas palabras, David estaba nervioso y eso Rebecca lo notaba. Llegaron a un edificio viejo cercano, ingresaron juntos y entraron a un pequeño ascensor. En ese momento, justo al cerrar la puerta Rebecca se acercó a David y lo besó. Fue un beso pequeño, apenas un junte de sus labios. Rebecca sonrió y marcó el piso de su apartamento.

Entrar fue toda una sorpresa, David observó un apartamento oscuro, con muchos muebles, y a segundos de cerrar la puerta un niño que salía a saludar.

—David, él es mi hermanito. Se llama Jesús.

—Hola Jesús

—Hola—Contestó el niño, que no debía pasar de los 10 años.

—Jesus, David es mi novio, no quiero que le vayas a decir nada a mi papi y mi mami—Le dijo Rebecca apuntándole con el dedo.

David sintió un nudo en el pecho, su nerviosismo no caía y era imposible disimularlo, pero un atisbo de ansiedad comenzaba a invadirlo.

A Jesús pareció no importarle, pasó de ambos y se sentó en el sillón de la sala con un celular en sus manos.

David se acercó a Rebecca, queriendo mostrarse valiente y la atrapó por su cintura. Rebecca lo miraba sonriente, aceptando la intención. Le dió un par de besos más y David le respondió con un tercero. De nuevo su pene comenzaba a endurecerse.

Rebecca arrastró a David hacía la sala donde se encontraba su hermano, lo sentó a un lado del niño y se le subió encima, probablemente sintiendo ya sin duda el bulto de David. Jesús los miró por un instante y luego volvió a su celular.

Rebecca comenzó a moverse sobre David, como si cogieran pero con la ropa puesta, intentando sentirlo lo más que pudiera, al tiempo enroscó sus dedos en el cabello de él y nuevamente lo besó. Esta vez, el beso fue apasionado, sus lenguas se encontraron y no se soltaron más.

David, sin importarle la presencia del niño, subió sus manos y juntó las tetas de Rebecca, más pequeñas al tacto de lo que le había parecido en la biblioteca, eran suaves, contenidas por un sujetador de encaje.

Cuando el silencio se disuelve, Rebecca se levanta despacio. Vuelve a tomar el libro, se lo entrega con una media sonrisa y dice:
—Nos vemos mañana, David. Prometo traer un final distinto.

 

Él no responde. Solo la observa mientras se aleja entre los estantes, su figura perdiéndose entre la luz y el polvo suspendido.
Y por primera vez, David comprende que ya no está leyendo una historia: está dentro de una.

—Le voy a contar a mis papas Rebecca—Dijó de pronto Jesús.

12 Lecturas/3 diciembre, 2025/0 Comentarios/por Ericl
Compartir esta entrada
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en X
  • Share on X
  • Compartir en WhatsApp
  • Compartir por correo
Quizás te interese
Mi novio me puso el cuerno, y me gustó
La pequeña sobrina de mi tía
DESPERTAR SEXUAL DE UNA NIÑA DE 8 AÑOS
Prólogo I/Me encanta dormir en el camión
Los Heraldos de la Lujuria (Introducción)
Cogido por 3 hombres
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.

Buscar Relatos

Search Search

Categorías

  • Bisexual (1.304)
  • Dominación Hombres (3.933)
  • Dominación Mujeres (2.921)
  • Fantasías / Parodias (3.149)
  • Fetichismo (2.611)
  • Gays (21.763)
  • Heterosexual (8.019)
  • Incestos en Familia (17.806)
  • Infidelidad (4.424)
  • Intercambios / Trios (3.069)
  • Lesbiana (1.136)
  • Masturbacion Femenina (929)
  • Masturbacion Masculina (1.817)
  • Orgias (1.991)
  • Sado Bondage Hombre (443)
  • Sado Bondage Mujer (174)
  • Sexo con Madur@s (4.152)
  • Sexo Virtual (252)
  • Travestis / Transexuales (2.377)
  • Voyeur / Exhibicionismo (2.430)
  • Zoofilia Hombre (2.186)
  • Zoofilia Mujer (1.655)
© Copyright - Sexo Sin Tabues 3.0
  • Aviso Legal
  • Política de privacidad
  • Normas de la Comunidad
  • Contáctanos
Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba