Las cosas que he hecho para no divorciarme…
Una mujer que tenia la mala costumbre de amenazar al esposo con divorciarse aprende a las malas que no debe hacerlo, sino quiere terminar realmente divorciada..
Las cosas que e hecho para no divorciarme……
Hasta hace unos pocos meses, yo me encontraba más o menos felizmente casada, aunque como en la mayoría de los matrimonios, ocasionalmente teníamos algún tipo de discusión, pero con el pasar del tiempo, ahora pienso que me volví muy intolerante. Y en la mayoría de nuestras discusiones yo las terminaba diciendo. «Mejor nos divorciamos y cada quien por su lado.»
Bueno conocen el cuento de Pedro, y el lobo, bueno algo parecido me pasó a mí, ya que mi esposo, la mayoría de las ocasiones, daba por terminada la discusión, o se ponía a ver televisión, o se dedicaba a tallar madera en el garaje. Pero al parecer como que se cansó de ese jueguito, y en esa ocasión que yo le dije esas mismas palabras, él simplemente se levantó de la butaca en la que veía la tele, se me quedó mirando fijamente y me dijo. «Esta bien, mañana vamos donde un abogado para que comience los tramites del divorcio.»
Yo me quedé petrificada, sin saber que responderle, además agarró una cobija su almohada y se acostó en el sofá que teníamos en sala. Yo me encerré en nuestra habitación, me la pasé gran parte de la noche pensando que hacer, que decirle, arrepentida de haber provocado esa tonta situación, sobre todo a sabiendas de que yo había exagerado todo. Al punto que, cansada de estar dando vueltas en la cama, lo único que se me ocurrió fue, desnudarme completamente, y salir a la sala a buscarlo.
Él por lo general duerme sin nada de ropa encima, a lo sumo una sábana o cobija, pero más nada. Así que cuando llegué a su lado, él por lo visto dormía plácidamente. Así que como ya les dije, lo único que se me ocurrió para llamar su atención, y despertarlo aparte de estar completamente desnuda, poco a poco retiré la sabana que cubría parcialmente su cuerpo, desde la cintura hasta los pies. Una vez que hice eso, mi siguiente pasó, tras tirarme al piso al lado del sofá, le agarré delicadamente su miembro, y suavemente comencé a pasar mi lengua por su glande el que, en cosa de pocos segundos, todo su miembro se fue poniendo bien erecto.
De eso a ponerme a mamar su verga, fue cosa de corto tiempo. Cosa que mi marido en infinidad de ocasiones me había solicitado, y yo en muy raras por no decir que en muy pocas ocasiones lo había complacido. A medida que le fui mamando su miembro a mi esposo, se le fue poniendo más duro y erecto. Y al poco rato ya Cesar se encontraba bien despierto, disfrutando plenamente de lo que yo le estaba haciendo con mi boca.
Esa noche le mamé su verga, por las muchas veces que me había negado hacérselo. Pero ni él ni yo contentos con eso, en el mismo sofá, yo me recosté a su lado dándole la espalda, y a los pocos segundos sentí su miembro como penetraba mi coño brusca y salvajemente, hasta que después de un buen rato, sin consideración alguna se vino, justo en el momento en que yo comenzaba a disfrutar. Aunque en el fondo me sentí como una puta por lo que hice, me convencí a mí misma que era lo que más me convenía, ya que en realidad eso de amenazar con divorciarnos, en realidad siempre había sido tan solo eso una tonta amenaza de mi parte.
Al siguiente día ambos nos levantamos como si no hubiéramos discutido, y así pasamos un par de semanas, hasta que por algo sin ninguna importancia discutimos. La discusión fue tomando cuerpo y también comenzamos a sacarnos los trapitos al sol, para quien no me entienda significa que tanto él como yo, comenzamos a recordar y a sacarnos en cara, algunas tonterías que habíamos dicho o hecho. Hasta que volví a caer en el mismo error de la otra vez, y amenacé a mi esposo con divorciarnos.
Casi de inmediato, pensé que él se iba a marchar de la casa, pero de golpe se detuvo y en lugar de eso, me dijo de lo más calmado. «Bueno dime cuando estés lista para que llame al taxi y te venga a buscar.» yo me quedé completamente confundida, fue cuando él me dijo, sonriendo.
«Acuérdate que esta es mi casa, así que dime cuando quieres que llame al taxi.» Yo me quedé sin saber que responderle, y fue cuando completamente asustada por la reacción de mi esposo, que sin pensarlo dos veces y tragándome mi tonto orgullo, me puse a llorar, y me tiré al piso y prácticamente arrodillada a sus pies, comencé a pedirle que me perdonase.
Sin dejar de ver como yo me humillaba a sus pies, me dijo. «Y ahora que mosca te pico, o es que te distes cuenta de que metiste la pata, pendeja.» Yo en medio de todo, las ganas que tenía en ese instante era la de mandarlo al coño de su madre. Pero ante el temor de realmente divorciarnos, me quedé en silencio. En ese momento me dijo, sin tapujos. «Bueno, bruta si no quieres que nos divorciemos, de ahora mismo en adelante, vas a tener que complacerme en todo lo que te ordene, y sin chistar.» Yo tras secarme las lágrimas con la manga de mi blusa, levanté mi rostro y aunque sin decir palabra, asenté con mi cabeza.
A lo que cesar me respondió. «Así me gusta, que no digas ni una sola palabra a menos que yo así te lo ordene. Veo que en realidad no eres tan bruta, después de todo.» Aunque cuando él iba diciendo esas palabras, yo por dentro en mi mente, me cagaba en su madre.
En ese instante, se me quedó viendo con cara de sádico, y me dijo. «Bueno ahora quiero que, de ahora mismo en adelante, mientras estés en casa, en todo momento andes desnuda, a menos que yo te ordene lo contrario. Pero ya sabes solo si yo te lo ordenó, te vistes.» De lo más resignada, nuevamente asenté de manera afirmativa con mi cabeza, al mismo tiempo que comencé a quitarme toda la ropa frente a él en el medio de la sala, mientras que él continuó diciéndome.
«Cuando yo te ordene algo, lo haces sin discutir, y con una sonrisa en tu rostro, aunque por dentro te estés cagando en mi difunta madre. Como seguramente lo debes estar haciendo ahora mismo.» Lo peor de todo es que mi marido me conoce tan y tan bien que estaba en lo cierto, por lo que yo mostrando una hipócrita sonrisa, sumisamente seguí afirmando con mi cabeza todo lo que él me decía.
Lo siguiente que me ordenó, fue que le preparase un trago, cosa que a mí me indigna hacer, pero después de recoger mi ropa del piso, y dejarla en nuestra habitación, hice lo que él me había ordenado, tras lo cual, no me dio ninguna otra orden, y yo tal como me encontraba me dispuse a calentar la cena, para los dos.
Él se puso a ver su televisión, y ocasionalmente me pedía uno que otro trago, fue cuando me di cuenta de que él estaba viendo una película o video porno. Por lo que me retiré al cuarto, pero justo antes de entrar, me dijo desde la sala, a toda voz. «Preparar ese culo, que esta noche tengo ganas de comértelo.»
Lo cierto es que nunca en los muchos años de casados que llevábamos, yo lo había complacido en eso, para mí eso era una abominación, propia de animales, y las pocas veces que mi marido había tenido el valor de solicitármelo, a lo que yo bien molesta con él, le había dejado de hablar, y me negaba a tener sexo a menos que no me pidiera una disculpa.
Pero en esos momentos, entendí que de nada valía que me indignase, o me negase, ya que la única solución de evitar eso, era marcharme de casa, y la verdad es que no quería hacerlo, ni que me diera por el culo, ni marcharme de casa, pero de dos males una escoge el menor, así que resignada me comencé hacer a la idea de que más tarde él, me daría por el culo, aun en contra de mi voluntad.
Ya estaba dormida, cuando sentí sus manos sobre mis nalgas, y aunque no soy, o mejor dicho no era una experta en relaciones anales, en esos momentos, por lo menos atiné a ponerme algo de vaselina, entre mis nalgas, dentro y sobre mi esfínter, antes de acostarme.
Lo cierto es que vi el diablo, lo digo figurativamente, del fuerte dolor que sentí cuando, tras colocar su caliente y duro glande contra mi esfínter, sin compasión alguna, de un solo golpe me ha enterrado toda su verga. Las lágrimas se me saltaron, y a su madre la maldije infinidad de veces a medida que él comenzó a meter y sacar su verga de mi culo, al tiempo que, dándome una fuerte y ardiente nalgada, me ordenó que moviera las nalgas.
Lo cierto es que después del fuerte y desesperante dolor que me produjo sentir su miembro atravesando mi culo, al poco rato yo movía mis nalgas de manera voluntaria, y hasta las restregaba contra su desnudo cuerpo, buscando sentir más y más dentro de mi culo su verga.
Yo estaba tan y tan excitada que a medida que él, con gran fuerza tomándome por las caderas me apretaba contra su cuerpo, que yo llevé una de mis manos directamente a mi coño, y al mismo tiempo introducía y sacaba mis dedos, cuando no era que con mis dedos índice y pulgar apretaba como una loca mi propio clítoris, hasta que disfruté de un tremendo orgasmo, eventualmente se vino dentro de mi culo, y no fue hasta la madrugada que sentí cuando retiró su pedazo de carne de mí.
Después de esa noche, me acostumbré andar sin nada de ropa puesta dentro de la casa, hasta incluso en nuestro patio trasero andaba desnuda, ya que los altos paredones no permitían que ningún vecino me viera. También me acostumbre a que indistintamente me diera por el coño, el culo o hasta por mi boca, cuando a él así se le antojaba.
Pasaron unas cuantas semanas, cuando yo, me acuerdo qué por un comentario que él hizo, sobre mí cuerpo, estaba disgustada con él, la cosa es que mi marido se dio cuenta de eso, y me regaño. Yo no me di cuenta de inmediato, del error que había cometido, pero comencé a discutir con mi marido, hasta que él me dijo. «Ahora si es verdad, que te vas pal carajo.» Cuando lo escuché sumamente enfurecido, fue que caí en cuenta de que había metido, no una sino las dos patas de abajo. De inmediato me arrepentí de haber dicho lo que le dije, y tras tirarme a sus pies, le pedí perdón, llorando.
Mi marido me dijo, «Has aumentado de peso, no gran cosa, de hecho, hasta me gusta que te veas así, pero yo te lo hago notar de buena fe, y tú me sales con esa malacrianza. Es como cuando te pones esos vestidos súper cortos, para ir a trabajar, y yo por tu bien te lo digo, pero no tu por lo visto lo que quieres es que en la oficina te vean las nalgas y hasta el coño verdad.»
y no conforme con todo lo que me dijo continuó diciéndome. «O ¿es que estas buscando un macho en la calle? Respóndeme.» Yo lo cierto es que me quedé callada en silencio, ante el temor de que me botase de la casa. Pero de inmediato continuó diciéndome. «Lo que tú quieres es provocar a otros hombres, que te vean desnuda y se acuesten contigo. Dime si es eso, que te puedo complacer ya mismo.» Llorando me fui corriendo a nuestra habitación, por lo que él no me continuó jodiendo, se puso a ver otro video porno en la tv, y luego mucho más tarde se acostó, sin llegar a tocarme.
Al día siguiente, apenas nos levantamos de la cama, en lugar de darme los buenos días, lo primero que me dijo fue. «Depílate completamente todo el coño.» cosa a la que no estoy acostumbrada, pero que hice prácticamente frente a él en el baño apenas terminamos de desayunar, después de que me vestí para ir al trabajo, asegurándome que no me había puesto nada muy revelador, antes de salir de la casa, me dijo. «Hoy vienen tres conocidos míos a cenar, así que ya sabes, al regresar de la oficina prepara algo para comer.»
En ocasiones anteriores, mi esposo había traído gente para cenar en casa, conocidos de él, y luego comer, se dedicaban a jugar domino, o cartas, además de beber. Pero desde que estuve a punto de que me echara de la casa, no había vuelto a traer a más nadie. Así que apenas regresé a casa, me dediqué a preparar la cena.
Ya había terminado, por lo que cuando sentí que abrían la puerta de inmediato salí de la cocina. Desde luego era mi esposo acompañado de sus tres amigos, de siempre. Pero al verme, metió su mano en la chaqueta, sacó su cartera, y sacando tres billetes, le entregó uno a cada uno de sus amigos, diciendo. «Apuesta es apuesta, señores.» A medida que ellos recibían el dinero, continuó diciendo. «Yo aposté a que mi mujer además de prepararnos una rica cena, nos recibiría completamente desnuda. Por lo visto me equivoqué, y por eso ahora les estoy pagando lo apostado.»
Yo al escuchar eso, me di cuenta de que no me había quitado la ropa, a llegar a casa, como en todo momento como él me lo tiene dicho. Por lo que antes de que continuase hablando, lo más rápido que pude me quité toda la ropa que tenía puesta, hasta quedar completamente desnuda y sumamente avergonzada ante los tres visitantes. Mi esposo continuó diciendo, bueno es mejor tarde que nunca, y así de esa forma les serví la mesa, cosa por lo que pude observar, por lo menos al principio, sus tres amigos se encontraban algo incómodos al verme totalmente desnuda.
Pero a medida que fuimos cenando y por orden de Cesar comencé a beber al igual que ellos cuatro lo hacían. Después de un rato me pareció que, a los tres, no les importara mucho mi total desnudes. Hasta en cierta manera, yo también me estaba acostumbrando y disfrutando en silencio, que me vieran completamente desnuda.
Al terminar la cena y la sobre mesa, mi esposo propuso que jugasen a las cartas, yo estaba por marcharme a nuestra habitación cuando me ordenó que agarrase una de las butacas de la sala y la trajera a su lado, para que yo me quedase sentada a su lado. Yo sumisamente le obedecí, y los cuatros se pusieron a jugar y a beber, y yo al igual que ellos por orden de él también seguí bebiendo.
De momento lo escuché decirles a sus tres amigos «¿Vieron el hermoso culo, que se gasta la puta de mi mujer?» Yo me quedé de una sola pieza, a pesar de lo mucho que había bebido, me volví a sentir sumamente avergonzada, es más uno de los invitados, comenzó a decirle a mi esposo algo, y mi esposo le respondió. «Mira, calladito te ves más bonito, acuérdate que yo te conozco desde que éramos adolescentes, y no me vengas ahora con eso, además ella lo disfruta.» Al él decir eso, me acordé que debía tener una convincente sonrisa en todo momento.
Mi marido nuevamente hizo la pregunta, pero al no obtener ninguna respuesta de sus amigos, me dijo. «Ponte de pie y muéstrales tu apretado culito a mis amigos.» Yo de inmediato, alegremente con mi falsa sonrisa me levanté de la butaca aparentando estar bien contenta, aunque muriéndome de vergüenza por dentro.
Les di la espalda a todos y de inmediato sentí las manos de mi esposo agarrando y separando mis nalgas al tiempo que yo separaba un poco mis piernas y me reclinaba sobre la butaca que estaba delante de mí, ofreciéndoles a los amigos de mí marido y a él mismo la mejor vista de mi culo y gran parte de mi coño. Al terminar de agarrarme las nalgas y abrirlas frente a sus amigos, les dijo. «Ven lo que les digo, díganme si es o no un buen culo.» Los comentarios de los tres no se hicieron esperar, mientras que yo por dentro, aunque muerta de vergüenza en gran parte, no dejaba de mentalmente de cagarme en la madre de todos ellos.
Mi marido me soltó las nalgas, no sin antes sonarme una ardiente y sonora nalgada, después de eso, los cuatro continuaron jugando y bebiendo, mientras que yo volví a tomar asiento a su lado, pero al rato, volvió a preguntar. «Y ya vieron su coño, yo mismo insistí en que se lo depilase para hoy.» y de inmediato antes de que alguien fuera a decir algo, me hizo señas, y yo me espatarré sobre la butaca en la que me encontraba sentada. Colocando mis piernas sobre los descansa brazos de la butaca, comencé a mostrándoles a sus amigos todo mi depilado y abierto coño.
Mientras mi esposo lo manoseaba, y descaradamente frente a ellos tres, me acariciaba los labios inferiores de mi vagina, y apretaba mi clítoris con sus dedos. A lo que yo respondí con un profundo y placentero gemido, a pesar de lo avergonzada que me sentía.
Uno de ellos comentó «Al parecer, lo disfruta mucho.» mientras que los otros dos asentían de manera afirmativa con su cabeza. Yo en esos momentos, dejé de sentirme incomoda y continué disfrutando abiertamente de lo que mi marido me estaba haciendo frente a sus amigos, el que esos tres tipos, a los que apenas y conocía estuvieran viéndome de esa manera, me hizo sentir no tan solo muy deseada, sino que a la vez morbosamente excitada.
Fue cuando él les preguntó a los tres, si deseaban tocar mi coño. Yo mantuve mi sonrisa, lo que quizás fue los que motivó a los tres a ponerse de pie, y de inmediato rodearme. Ya bajo la dirección de mi esposo, los tres comenzaron a acariciarme tímidamente al principio, además aparte de lo excitada y deseada que me sentía, también me sentí asustada y algo confundida, pero cuando Cesar comenzó a insistirles a los tres, que sin ningún tipo de reparo, me agarrasen el coño, las nalgas o las tetas.
Y ellos comenzaron hacerlo, mientras que yo permanecía aun con mis piernas y coño, bien abiertos, sobre los descansa brazos de la butaca, simplemente a pesar del miedo que tenía, comencé a disfrutar de las caricias, que los tres me proporcionaban abiertamente por todas las partes de mi cuerpo, sin reparo alguno, como bien dijo mi marido.
Ya en ese instante no me quedó la menor duda de que la intención era que yo me acostase con los tres, frente a él. Así que a medida que me continuó dando de beber, yo sumisamente me dejé hacer todo lo que ellos tres me estaban haciendo, diciéndome mentalmente a mí misma. «Levántate, y manda pal carajo a este tipo y a sus amigotes.»
Pero la realidad es que de tan solo pensar que si le salía a mi marido con alguna malacrianza, seguramente me botaría de la casa. Pero después de un corto rato de sentir las manos de los tres agarrándome y tocándome por todos lados, sin que mi esposo dijera nada en lo absoluto, poco a poco los tres comenzaron a quitarse toda su ropa.
Una vez que los tres quedaron tan desnudos como lo estaba yo, no me quedó la menor duda de lo que pasaría a continuación, aunque algo asustada vi el rostro de mi esposo, quien simplemente me dijo. «Complácelos lo mejor que puedas a los tres y de ser posible al mismo tiempo.» Yo me quedé aturdida por sus palabras, no me quedaba la menor duda de lo que mi esposo deseaba que yo hiciera.
Por lo que entre los tres me ayudaron a levantar de la butaca, y tal y como nos encontrábamos me condujeron al centro del patio trasero, así que, frente a él en el medio del patio, bajo la luz de la luna, sus tres amigos y yo nos recortamos sobre suelo, y ellos comenzaron a tomar posiciones a mí alrededor.
Lo primero que sentí fueron unos dedos llenos de saliva, siendo introducidos por mi culo, y aunque ya me había acostumbrado a que cuando a mi marido se le antojase me daba por el culo, el que lo estuviera haciendo otro hombre y frente a él, era algo para lo que yo no creía estar preparada, pero a los pocos segundos comencé a sentir dolorosamente como su miembro se abría paso entre mis nalgas, hasta que tuve su verga completamente dentro de mi culo.
Razón por la cual yo comencé a mover mis caderas, y a los pocos segundos, el segundo separando mis piernas y colocándose frente a mí comenzó a penetrarme por el coño, y bien no había él terminado de meter toda su verga cuando el tercero, colocó la suya frente a mi boca, la que yo resignada y sumisamente me dediqué a mamar, mientras Cesar nos observaba detenidamente sin perder detalle de todo lo que sus tres amigos me estaban haciendo y como mi cuerpo iba respondiendo, a sus diferentes requerimientos.
Ni en mis más locas fantasías, había soñado en que algo semejante a eso me sucediera, y menos que mi propio marido fuera el que me ordenase que me dejase hacer todo eso, así que a medida que seguí sintiendo como a la vez, esas tres vergas me penetraban una y otra vez, saliendo y entrando de mi culo, mi coño y mi boca de manera simultánea, comencé a disfrutar en la medida que lo pude hacer de todo lo que esos tres hombres me estaban haciendo.
Al que le mamaba su verga, terminé por chupar y tragarme por completo todo su semen, ante la complacida mirada de mi marido, al tiempo que los otros dos continuaba dándome verga salvajemente, al tiempo que yo sin detenerme movía mis caderas como una loca.
De manera seguida disfruté de múltiples orgasmos, hasta que yo quedé completamente agotada y tremendamente satisfecha, pero con la idea entre ceja y ceja, de que me había comportado como una puta barata, y todo para que cesar no se divorciara de mí, y ni me botase de la casa.
Cuando ellos finalmente terminaron conmigo, me han dejado tirada sobre el suelo del patio, y al rato me imagino que se retiraron de la casa. Durante la madrugada, finalmente tuve las fuerzas necesarias para levantarme y dando tumbos, a pesar de lo mareada por lo mucho que mi esposo me hizo beber, llegué al baño para darme una ducha y asearme.
Pero ya en la bañera, de pensar en todo lo que había hecho, y hasta que me había tragado el semen de uno de ellos, me dieron ganas de vomitar, y terminé en el fondo de la bañera, toda bañada de mi propio vomito, orinada, y apestosa. Cuando me desperté al siguiente día, casi y vuelvo a vomitar. Me di un buen baño me lavé un sin número de veces, el culo, mi coño y mi boca.
Cuando al final salí de la ducha, a pesar de lo mucho que me duché y lavé, me sentía sumamente sucia, y bien molesta conmigo misma, quizás por dejar que mi esposo me sometiera a todo eso, y por comportarme como una puta barata, aunque en parte lo disfruté desde el punto de vista físico, pero no podía negar que había permitido que esos tres hombres hicieran conmigo lo que les diera la gana. Así que bien resuelta, tomé la decisión de irme de la casa, no sin antes de darme el gusto de mandarlo a que se fuera a joder al coño de su madre.
Al salir del baño completamente desnuda y sin ponerme nada encima, tal como me encontraba, me dirigí a la sala donde él estaba, sentado viendo la TV. al verme sonriendo me dijo. «Espero que hayas aprendido la lección.» Y sacando su verga me hizo señas para que yo me pusiera a mamársela, lo cierto es que estuve a punto de mandarlo al carajo, pero una rápida mirada alrededor de toda la casa, me hizo cambiar de opinión, por lo que sumisamente, me agaché frente a él y me dediqué a mamar su verga.
Eso me enseñó que no debo amenazar a mi esposo, con divorciarme, o me arriesgo a que me trate como a una puta barata.
Que lindo tener una pareja q te comparta con otros