Le confesé a mi esposo, que yo deseaba ardientemente que él me estuviera observando, al mismo tiempo que tenía sexo con otro hombre.
Una mujer le pide a su esposo que la observe mientras se acuesta con otros hombres, a lo que él accede gustosamente..
Aunque mi marido y yo somos adultos de mente abierta, sabía que él nunca me solicitaría que hiciéramos un trío.
A pesar de que, en infinidad de veces, he sabido que se acuesta con alguna de sus muchas empleadas y en ocasiones, hasta con algunas de mis mejores amigas.
Mientras que yo por mí parte me he acostado con alguno de mis clientes y también con alguno de sus mejores amigos.
Él no me tiene que decir, simplemente me he dado cuenta, de la misma manera que él seguramente también se da cuenta, cuando me he acostado con otro hombre.
Pero tan recientemente, estando en una fiesta en casa de unas amistades, no sé quién exactamente, comenzó hablar sobre el tema de los maridos que disfrutan viendo a su mujer, acostada con otros hombres, o participando en tríos.
El detalle es que, a ninguno de los presentes, eso pareció ofenderles, y mi sorpresa fue cuando mi esposo comentó abiertamente frente a todos, que él definitivamente no me pediría eso a mí jamás, pero que, si yo lo deseaba y así se lo hacía saber, a él no le incomodaba eso para nada.
Desde ese mismo instante, esa idea de estar acostada con otro hombre, pero frente a mi propio esposo, comenzó a darme vueltas en la cabeza, y al día siguiente, apenas me levanté le pregunté de frente, si lo que había dicho fue por decir nada más, o que si realmente pensaba así.
Mi esposo, se me quedó viendo y sonriendo me respondió. “Así realmente pienso.”
En ese instante, como de costumbre al levantarme, tenía puesta únicamente mi translucida bata de dormir, aproveché que él aún no se había levantado de la cama, y sentándomele encima y restregando mi coño contra su miembro, le pregunté. “¿Te agradaría verme haciendo esto con otro?”
A lo que él sin perder tiempo, y como duerme sin nada de ropa puesta, agarró su erecto miembro y nada más bastó que lo colocase frente a mi coño, para que yo me lo tragase con mi vulva completamente.
Al tiempo que no dejaba de moverme sobre él me respondió de inmediato. “Desde luego que si me agradaría verte disfrutando con otro, sabes de sobra que no soy egoísta, de la misma manera que me agradaría que tú me vieras, clavándome a otra mujer.”
En ese momento le confesé a mi esposo, que yo deseaba ardientemente que él me estuviera observando, al tiempo que yo tenía sexo con otro hombre.
A medida que me fue diciendo esas palabras, me sentí mucho más caliente y excitada, al grado que, en cosa de pocos segundos, como algo sumamente raro, disfruté de varios frenéticos orgasmos.
Por su parte mi esposo no dejó de meter y sacar su caliente verga, hasta que finalmente eyaculó mientras que yo aun restregaba mi coño con furia contra su cuerpo.
Durante el resto del día, no dejé de pensar en cómo me sentí, mientras en la cama le decía a mi marido lo que yo tan fervientemente deseaba.
Máxime cuando mientras yo entraba a la ducha me dijo. “Eso sí, si decides hacerlo, asegúrate que el tipo a quien escojas, te haga disfrutar bastante, que no vaya a ser un eyaculador precoz, para que no pasemos una desagradable vergüenza ajena.”
Al escuchar sus palabras de inmediato me vinieron a la mente unos cuantos, conocidos, pero en especialmente pensé en un estupendo cliente de la empresa para la que trabajo, que aparte de que me deja muy buenas comisiones, en la cama es todo un salvaje.
La cosa era como lo convencía de que se acostase conmigo frente a mi marido, ya que pararme frente a él y decirle de buenas a primeras. “Quiero que te acuestes conmigo frente a mi esposo.”
No creo que le fuera a gustar, así que sin decirle nada, sobre mi esposo, le invité a una cena de negocios en casa.
Mi cliente, se presentó de manera bien puntual, con un hermoso ramo de rosas y una buena botella de vino, pero el que le abrió la puerta fue mi marido, mi cliente estuvo a punto de marcharse, de no ser por la manera en que mi esposo se comportó, seguramente lo hubiera hecho.
Tras lo cual yo entré en acción, vestida con una bata china hecha de seda roja, y adornos dorados, verdaderamente reveladora, lo tomé del brazo y tras presentárselo a mi esposo, lo conduje al comedor.
La cara que puso mi cliente, cuando le dije a mi esposo que él era mi mejor cliente, y que conmigo tenía una línea de crédito superior al millón de dólares, por lo que esa noche aparte de ofrecerle una buena cena en su honor, se me antojaba acostarme con él.
Mi marido actuó como si fuera un flemático Ingles, sin emoción alguna tan solo se limitó a decirnos, en caso de que lo hagan, me agradaría observarlos.
Mi pobre cliente, estaba rojo como un tomate, mientras yo sin soltarle el brazo lo conduje al comedor y le comentaba, no te preocupes, mi marido me complace en todo lo que se me antoja.
Les diré que cenamos solos él y yo, mi esposo se mantuvo en la sala leyendo y disfrutando de su propio vino.
Mientras que mi momentáneo amante y yo, a medida que cenábamos comenzamos a jugar, al principio mi mano recorrió todo su muslo, y en cosa de segundos sentí su caliente y duro miembro, bajo la tela del pantalón.
Mientras que él por su parte, deslizó su mano desde mi rodilla hasta mi descubierto y depilado coño, ya que yo en esos momentos, no estaba usando nada de ropa íntima.
Realmente apenas y llegamos a picar algo de la cena, mientras bebíamos el vino que el trajo, nos concentramos muchísimo más en nosotros.
Juntos del comedor pasamos a la sala y nos sentamos en el gran sofá rojo, sin dejar de besarnos y acariciarnos mutuamente, realmente actuamos como si mi esposo fuera invisible, es más como si no estuviera presente.
Mi cliente me tomó entre sus brazos sin dejar de besarme a medida que yo, de manera sutil dejé que mi bata de seda se fuera deslizando lentamente, hasta que quedó completamente sobre el sofá, quedando yo toda desnuda entre sus brazos.
Mi amante, ni tan siquiera volteó a ver a mi marido, continuó actuando como si realmente estuviéramos a solas.
Su rostro, boca, labios y lengua recorrieron todo mi cuerpo, haciéndome sentir diferentes placeres, aparte del placer físico, propio del momento, el otro placer fue, saberme siendo observada por mi esposo, sin preocupación alguna.
Además del morboso placer de estar completamente desnuda, mientras que mi amante y mi marido se encontraban vestidos.
Sin que yo se lo insinuase, a medida que me continuaba besando y acariciando magistralmente mi coño, separó mis piernas, y dirigió su cara directamente a mi depilado coño, para de inmediato dedicarse a lamer, chupar, y mordisquear divinamente por largo rato toda mi vulva.
Yo gemía de placer como una loca, al tiempo que restregaba mi vulva contra su rostro, sintiendo como con su lengua y labios chupaba insistentemente mi clítoris, al grado de producirme múltiples orgasmos, dejándome prácticamente completamente agotada y casi sin fueras, pero muy satisfecha.
De reojo vi la expresión de satisfacción en el rostro de mi esposo, lo que me dejó en la completa libertad de disfrutar plenamente lo que estaba haciendo, con mi amante.
Él se fue desvistiendo sin prisa, con toda su calma, hasta quedar tan desnudo como me encontraba yo, y sin reparar en mi esposo, volvió a separar mis piernas, y dirigiendo su erecto miembro a mi coño, con toda su santa calma, comenzó a penetrarme.
Mientras que yo como si se me hubieran recargado las baterías, comencé a moverme, sintiendo como gracias, a lo húmeda y bien lubricada, que se encontraba toda mi vulva, que su miembro se fue deslizando dentro de mí sabrosamente, hasta que nuestros cuerpos estuvieron completamente unidos.
Mi esposo por su parte, no nos quitó los ojos de encima en ningún momento, parecía hipnotizado, pero feliz, si felizmente hipnotizado, mientras que mi amante me enterraba todo su miembro, arrancándome un sinfín de gemidos de placer y felicidad.
A medida que yo me contorsionaba bajo el cuerpo de mi amante, este no dejaba de meter y sacar su caliente miembro de mi coño, al tiempo que yo ya no gemía, sino que gritaba de lo excitada que me encontraba.
No sé cuánto tiempo estuvimos disfrutando el uno del otro, lo que sí sé es que en varias ocasione disfruté de múltiples y salvajes orgasmos, sobre todo por el saberme siendo observada tan de cerca por mi marido.
Eventualmente mi amante, finalmente se vino bien adentro de mi coño, dejándome a mi felizmente súper agotada.
Cuando volví a ver a mi amante días después, me propuso volver a repetir nuestro encuentro, pero preferiblemente sin la presencia de mi marido, aunque me dijo que se portó de manera excelente, no dejaba de preocuparse o pensar que en algún momento tratase de darle por el culo a él, cosa que no pasó, desde luego.
Cuando me desperté, ya él se había marchado, mi esposo desde su sillón, me estaba observando, se paró a mi lado extrajo su miembro del pantalón y sin tener que decirme nada me dediqué a mamárselo, hasta que él me dijo. “Para el próximo insinúale que te dé por el culo.”
Tras decir eso, sacó su verga de mi boca, mientras que yo le ofrecí mis nalgas, las que sin perder tiempo atravesó.
Enterrándome todo su miembro dentro de mi culo, al tiempo que me comenzó a decir, lo mucho que disfrutó el verme disfrutando a mí.
En otra ocasión le propuse que trajera a una de sus amigas a casa, pero a diferencia de cuando mi amante estuvo presente, yo no me quise controlar, y terminamos los tres haciendo un fabuloso trio, con una linda chica asiática.
Que mientras mi marido se la estaba clavando a ella por el culo, ella y yo nos mutuamente, nos chupábamos los coños.
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