Le soy infiel a mi esposo, incluso con mi propio padre.
Una mujer casada que le ha sido infiel a su esposo en varias ocasiones, debido a la llegada de su padre a su casa se abstiene de seguir viendo a sus amantes, hasta que se da cuenta que su propio padre la desea y ella lo complace. .
Le soy infiel a mi esposo, incluso con mi propio padre.
Mi madre que en paz descanse, ya tenía más de un año de muerta, cuando a mi esposo, y padre de nuestros dos hijos de 8 y 7 años de edad, tomó la decisión de decirle a mi padre, o sea su suegro que se mudase con nosotros, no es que mi esposo fuera un santo, no que va, lo que sucede es que sumamente interesado, y sabe que mi padre, a diferencia de él no es para nada miserable y le gusta compartir todo lo que tiene.
Con decirles que desde, que se mudó con nosotros, no pagamos, ni la luz, ni el agua, ni el teléfono, y mucho menos la compra del mercado.
Además de que cuando mi esposo salé de viaje a trabajar, se va tranquilo, porque deja en casa a mi padre que debido a la sana vida que ha llevado siempre, además es de los que le hace frente a cualquier situación que se le presenté.
Aparte de que mi marido es extremadamente celoso, y con lo mal pensado que es, está seguro de que mientras mi padre esté en casa, yo no me atrevería a meter a ningún otro hombre en casa.
Y en eso también tenía razón, ya que en ocasiones mi esposo sale, de viaje por una o dos semanas, y fácilmente se pueden extender hasta tres.
Y como resulta que yo tampoco soy una santa, en esos momentos después de que dejaba a mis hijos en el colegio, regresaba a casa, y luego de dos semanas sin nada de nada, en par de ocasiones le había llegado a ser infiel a mi marido.
En una le fui infiel con un primo suyo, que nos vino a visitar de sorpresa, o quizás porque se enteró, por boca de mi propio esposo que yo estaba sola en casa.
La cosa es que el primo de mi esposo se presentó a casa, justo cuando yo regresaba de dejar a mis hijos en el colegio.
Con el largo tiempo que yo ya tenía sin tener sexo con mi esposo, al primo como que nada más le bastó verme de pies a cabeza, para darse cuenta de lo que me estaba haciendo falta en ese preciso momento.
Yo que andaba vestida de manera sumamente insinuante y desvergonzada, al punto que antes de salir de casa en la mañana, al verme al espejo, yo misma me dije que parecía una puta, buscando macho.
Apenas hablamos, mayormente lo que hicimos fue besarnos, acariciarnos mutuamente, y él a mí y yo a él, ir quitándonos la ropa de manera desesperada.
Durante dos días deliciosamente, el primo de mi esposo apagó el fuego que ardía entre mis piernas, ya que, a diferencia de mi marido, su primo es el tipo de hombres que definitivamente le agrada hacer sentir bien a la mujer con la que se está acostando.
Así que, al principio de nuestra relación, aparte de tratarme como una princesa, también me trató como a una puta.
Cosa que a mí me encantó, sobre todo en el instante que ya estando yo completamente desnuda, me sentó sobre la mesa del comedor, separó mis piernas y se dedicó por un largo y delicioso rato a darme una tremenda mamada de coño, como hasta esos momentos, nunca había disfrutado antes, produciendo en mí una infinidad de lujuriosos orgasmos.
Desde luego que durante esos dos días hicimos de todo, yo también golosamente le mamé su verga, y cuando me insinuó que deseaba darme por el chiquito, yo ni lo pensé para decirle que sí, gustosamente.
Pero al poco tiempo en que mi esposo se volvió a ir de viaje, su primo se volvió a presentar en casa, pero en lugar de tratarme como a una princesa, me trató como si yo fuera su esclava, obligándome a la fuerza, tener sexo con él, a plena luz del día bajo el sol, en el patio trasero de casa.
Prácticamente me violó, manteniéndome completamente desnuda, mientras que él sin quitarse la ropa, constantemente me ordenaba que le mamase su verga, insultándome y diciéndome lo puta que yo era, al mismo tiempo que sin consideración alguna, me enterraba como con rabia, toda su verga dentro de mi adolorido coño.
Gracias a Dios que después de esa segunda ocasión, no regresó por un buen tiempo.
Él otro tipo con quien me llegué acostar lo fue un estudiante de agronomía, que se encontraba haciendo su pasantía en nuestra finca.
Al principio la verdad es que el pobre chico, más que todo me daba lástima, prácticamente era como ver a un ratón de biblioteca, con sus grandes lentes culo de botella, flaco como un silbido, de baja estatura, y con su rostro todo lleno de huecos a consecuencia seguramente de estar apretándose con las uñas los barritos que le salían en la cara.
El chico aparte de no tener ningún atractivo físico, vestía con los pantalones color caqui más arriba de la cintura, unas feas camisas a cuadros, seguramente una o dos tallas más grandes que las que realmente necesitaba, ridículas medias multicolores, y zapatos que parecían unos lanchones, eso sin contar el sin número de bolígrafos o lápices que llevaba en el bolsillo de la camisa.
No tengo la menor duda de que en agronomía, era todo un genio, pero en lo demás era un cero a la izquierda, apenas me veía se ponía a tartamudear, al grado que en cierto momento le pedí que todas las recomendaciones me las dejase por escrito.
Además, cuando yo no lo veía o por lo menos eso él creía, me daba cuenta de que me espiaba.
En fin, de cuando en cuando me gustaba hacerle una que otra travesura, que consistían en usar falditas extremadamente cortas, y justo cuando lo tenía a varios pasos, de tras de mí, detenerme y con toda mi calma, separar un poco mis piernas, inclinarme hacía adelante lentamente, ya fuera para recoger algo que hubiera dejado caer de mis manos, o para arrancar alguna hierba.
Al pobre chico se le caían las babas, manteniendo su boca bien abierta, al grado que en ocasiones yo al volver enderezarme, me volteaba a verlo, y le decía, seductoramente. “Cierra la boca que se te van a meter unas cuantas moscas.”
En otras ocasiones mientras que él, hacía su recorrido por la finca, yo me dedicaba a tomar el sol recostada en la silla de playa que tengo en el patio para ese fin.
En ocasiones me quedaba en biquini, pero por lo general terminaba por quitarme el sostén, y en otras ocasiones, con la excusa de que pensaba de que me encontraba sola, me recostaba a tomar el sol, únicamente usando unos pequeños pantis semitransparentes.
En una de esas ocasiones me di cuenta de que me observaba escondido entre la gran siembra de plátanos, que tenemos pegada al patio de la casa.
Ese día casualmente yo tomaba el sol únicamente usando mis pequeñas y transparentes pantis, y en cierto momento que me di cuenta que él como que se había volteado y dejado de verme, de inmediato me dirigí a donde él se encontraba escondido espiándome.
Aunque me imaginé que seguramente se estaba masturbando a nombre mío, una cosa es que una se lo imaginé y otra el comprobarlo.
En ese momento al verlo con sus pantalones color caqui y sus manchados interiores, a la altura de sus tobillos, con su mano jalándose de manera desesperada su impresionante miembro, me causó una serie de diferentes sentimientos y emociones.
Por una parte, me molestó, aunque no mucho que se estuviera masturbando mientras me espiaba, pero por otra me hizo sentir tan orgullosa de hacer que un chico como él se inspirase en mí, para jalarse una tremenda paja, además, se veía tan y tan endeble, e indefenso, que en medio de todo me dio más lastima.
No sé cómo se me ocurrió sorprenderlo, preguntándole, en tono de regaño “¿Qué es lo que está haciendo?” Él pobre al darse cuenta de mi presencia, prácticamente desnuda ante él, y que lo había sorprendido con las manos en la masa, y que masa, la que tenía entre sus manos.
Se puso sumamente nervioso, y como de costumbre al hablar conmigo comenzó a tartamudear con mayor fuerza, diciéndome algo así como que él tan solo estaba orinando.
Si ustedes se creen eso, también deberán creerme si les digo que yo soy virgen, después de haber parido dos hijos. Si como no…
Su cara se puso bien pálida, al grado que me pareció que estaba a punto de desmayarse, sus ojos parecían que se fueran a salir de sus orbitas, mientras me miraba sorprendido de que lo hubiera encontrado en tal situación, y con su boca bien abierta.
Yo sin inmutarme me acerqué a él y estirando mi mano derecha, le agarré su largo y grueso miembro, diciéndole. “Es una lástima que estando yo aquí tú te estés haciendo la paja.” Y sin prisa alguna me agaché en medio del platanal, frente a él, sin soltar su ya algo mustio miembro, dirigiéndolo a mi boca.
En fracciones de segundos, su verga se ha vuelto a tonificar dentro de mi boca, y a medida que comencé a darle una tremenda mamada, yo misma con mi otra mano prácticamente me arranqué mis pantis, y comencé a introducir todos mis dedos dentro de mi caliente coño.
Al tiempo que de cuando en cuando le apretaba los testículos, para evitar que no se fuera a venir en un dos por tres.
Yo misma me había hecho alcanzar un delicioso y vigorizante orgasmo, cuando sacando su verga de mi boca, me tendí sobre la tierra, separando mis piernas e invitándolo a que me penetrase con su tremenda verga.
Así que, en medio del platanal a plena luz del día, nos comenzamos a revolcar, y a pesar de los huecos en su cara, y de lo flaco que es, me hizo disfrutar tremendamente.
Sentía como su miembro entraba y salía de mi caliente coño una y otra vez, al tiempo que yo a voz en cuello le pedía que me diera más y más duro, sin soltarle los testículos, los que le jalaban con fuerza, continuamente.
Hasta que yo volví a disfrutar de otro delirante orgasmo y él finalmente se vino completamente dentro de mi hambrienta vulva.
Al terminar, ambos nos quedamos quietos por un buen rato, en cierto momento y tartamudeando como de costumbre, comenzó a decirme que me amaba.
Por lo que antes de que continuase, le dije que se dejase de pendejadas, que lo nuestro fue únicamente algo físico, y nada más.
Que seguramente en un futuro conseguiría a una chica de su edad, a la que le podría decir todo eso, pero que lo nuestro fue algo del momento, nada más.
Él pareció entenderlo de manera muy clara y precisa, pero aun y así nos seguimos viendo prácticamente hasta un par de meses después de que terminó sus estudios.
Que fue justamente cuando mi esposo invitó a mi padre a que se quedase en casa, como les conté al principio, debido a eso, mis pequeñas travesuras las di por terminadas, ya que no me atrevía hacer nada fuera de lugar dentro o fuera de casa, por el hecho de que mi padre estaba viviendo con nosotros.
Pero como al mes de que mi viejo se mudó a casa, un día en que yo salía del baño después de darme una refrescante ducha, me doy cuenta de que mi papá me estaba observando, no como normalmente lo hacía, sino que me pareció ver en sus ojos algo raro.
Al principio no le presté mucha atención, pero en otra ocasión, que yo andaba algo fresca de ropa, por no decir que no me había puesto mis pantis, sencillamente porque no las había lavado, y además tenía mucho calor.
Me di cuenta de que mi viejo, no quitaba sus ojos de entre mis piernas, en ese momento por varios segundos, me imaginé teniendo sexo con mi propio padre, pero de inmediato dejé de pensar en ello, suponiendo que eso era una loca fantasía mía, que mi papá sería incapaz de hacer algo como eso.
Claro que no le di la menor importancia a eso, pero al día siguiente cuando me daba una refrescante ducha, me pareció ver en cierto momento a mi papá parado en la puerta del cuarto de baño, observándome.
Después de un rato, no me quedó la menor duda de que mi viejo, estuvo observándome de manera insistente en todo momento.
Mientras me bañaba, soñé por unos instantes que mi propio padre prácticamente me violaba dentro del baño.
Pero nuevamente llegué a la conclusión de que todo era una creación de mi mente, porque mi marido ya llevaba par de semanas que no me tocaba por no estar en casa, y que en esos momentos no tenía ningún amante, que calmase lo que yo sentía muy dentro de mí.
Al siguiente día apenas regresé de dejar a mis hijos en el colegio, nuevamente mientras me duchaba, me dio la impresión de que mi papá me estaba espiando, pero tras darme ese baño, mientras me secaba en mi cuarto, y soñaba despierta con que mi padre me violase, estando prácticamente del todo desnuda, entró mi padre a la habitación.
Se me quedó viendo de manera lujuriosa, de pies a cabeza, y acercándose bastante a mí me dijo. “Mira hija, lo mejor que puedo hacer ahora mismo es marcharme de regreso a casa.”
Yo me quedé como paralizada, quizás otra se hubiera cubierto el cuerpo con la toalla de inmediato, pero yo me quedé tal y como estaba, además de lo cerca que mi padre se encontraba de mí, podía hasta sentir el calor de su cuerpo cercano al mío.
Mi viejo sin dejar de ver todo mi cuerpo, tomándome por los hombros continuó diciéndome. “Cada vez que te veo, me recuerdas a tu madre, tienes su mismo hermoso rostro y cuerpo, tus tetas son igualitas, tus caderas idénticas, y tu culo no puedes negar que lo heredaste de ella.”
“La verdad es que me provoca saltarte encima, tirarte sobre la cama y clavarte mi verga tal y como se lo hacía a tú madre. Así que me despides de mis nietos, y de tu marido.”
Ya me había soltado los hombros, cuando a mí no sé cómo se me ocurrió decirle de la manera más seductora que pude. “Papito, lindo, bello, y precioso, y tú no te has puesto a pensar que a tu hijita también desearía que me saltases encima ahora mismo.”
Ni él ni yo tuvimos necesidad de decir nada más, mi viejo me tomó entre sus brazos, y con una intensidad inusitada sentí su boca contra la mía, su lengua abriéndose paso dentro de mi boca, mientras que sus fuertes y gruesas manos acariciaban todo mi desnudo cuerpo.
En cosa de pocos segundos, ya él se encontraba con los pantalones en el piso, al igual que sus interiores.
Lentamente a medida que ambos nos seguíamos besando y abrazándonos intensamente, yo fui retrocediendo hasta mi cama, y apenas tropecé con ella, confiadamente me dejé caer hacia atrás.
Yo me encontraba recostada boca arriba sobre mi cama con las piernas abiertas, acariciando mi propio coño, invitando a mí papá a que con su verga me clavase.
Aunque por unos instantes, no es niego que sentí algo de vergüenza, por estar completamente desnuda ante él, pero a medida que mi papá se fue acercando a mí, cualquier puritana idea, de que no debía hacerlo, desapareció de mi mente, y en su lugar la morbosa excitación de acostarme con mi propio padre tomó su lugar.
Su miembro se encontraba bastante erecto, y a medida que se fue deslizando dentro de mi vulva, creí que me moriría, pero por el placer que sentía.
Algo que me excitó al máximo fue su aroma de hombre, además de la manera que me agarraba por todas partes, sin dejar de moverse sobre mi cuerpo, mientras que yo también movía mis caderas restregando mi coño contra él.
Esa fue la primera de muchas veces, que tanto mi padre como yo disfrutamos mutuamente, en ocasiones, aunque yo estaba sumamente deseosa de sentir su verga dentro de mí, el que mi esposo estuviera en casa no era algo que nos preocupase.
Al grado que en aquellos días que no estaba de viaje, ya fuera a la hora de su siesta, o bien tarde en la noche, mi padre y yo nos ponemos de acuerdo para encontrarnos dentro del platanal.
Aunque sea únicamente para yo mamar su verga o él mamar mi coño divinamente.
Que rico… Quiero saber mas de esas relaciones con tu padre