Me excita mucho pegarle a mi madre.
Relato de severo trato y de golpes de un hijo a su madre. .
Queridos lectores hoy quiero narrar un episodio que disfruté con mi madre, en el cual, apareció la vena de amo que tuve en mi juventud y que algún día os narraré. En dicha época disfruté de tres experiencias en las que las mujeres, de las que ya os hablaré, sufrieron o disfrutaron de una serie de castigos corporales infringidos por mí. Pero ese será el argumento de otras historias, hoy me centro en este episodio de amor y de sexo duro entre mi querida madre y yo.
Fui a recogerla a la estación de autobuses como solía hacer siempre. Llegó puntual y se bajó del mismo: A sus 60 años seguia preciosa. Venía radiante, traía puesto una falda negra muy ajustada. La falda la quedaba por encima de sus rodillas. Era lo suficientemente corta como para no resultar obscena pero demasiado llamativa para ser llevada por una mujer de su edad. Hay que tener en cuenta que mi madre por esa época estaba ya por encima de los 60 años, no muy por encima, pero seguía siendo una mujer espectacular.
A su vez traía una blusa de manga corta muy vaporosa que realzaba su cuerpo y sus pechos. Cuando la besé en la cara para saludarnos me di cuenta de que sus pezones se marcaban demasiado en dicha blusa, por lo que deduje que venía sin sujetador, lo que me pareció impropio para una mujer decente. No le dije nada en ese momento, pero en casa se lo haría saber.
Caminamos hacia casa y en un lugar de la acera que era bastante estrecho nos cruzamos con gente, con lo cual la dejé pasar delante para seguirla detrás y fue cuando vi que mi madre llevaba esa falda corta, la cual, tenía una raja trasera bastante exagerada. Al caminar se abría lo suficiente como para dejar gran parte de sus muslos visibles. Ese tipo de detalles en su vestimenta, que ella había elegido para deleitar a su hijo, me enervaron y me parecieron exagerados, pero no dije nada disimulando mi enfado. Seguimos caminando para casa hasta que llegamos al portal.
Caminamos hacia el ascensor, ella delante y yo detrás. Pude observar de nuevo la abertura que llevaba mi madre en esa falda. De nuevo me pareció excesiva. Al entrar en el ascensor se acercó a mí y me besó en la boca. “Tengo una sorpresa para ti amor”, me dijo. “No llevo bragas”, me comentó sonriendo y acercando sus labios a los míos. A mí esa fue la gota que colmó el vaso. Accioné el pulsador y subimos a mi planta. Me mantuve en silencio y muy serio, cosa que a ella empezó a preocuparle, estaba acostumbrada a mis morreos en el ascensor y ese día me notó muy raro.
Llegamos al tercero y salimos del ascensor dirigiéndonos a mi piso, de nuevo ella delante y yo tras ella, con lo cual, el enfado que llevaba aumentó aún más. Al entrar en casa y dejar su bolso en el suelo la apoyé contra la puerta. Mi madre ya estaba con cara seria por que no entendía mi reacción y me miraba como preocupada. La miré a los ojos de forma dominante y le dije: “Ábreme las piernas mamá, ábrelas que vea como vienes, cómo sea verdad que vienes sin bragas te vas a enterar”, le dije.
Mi madre se quedó muda tras oírme y agachó su mirada hacia el suelo, pero no movió sus piernas. Viendo que no obedecía la levanté la barbilla con mi mano y le dije: “ A mí me miras a la cara cuando te hable y cuando yo te pida algo obedeces inmediatamente mamá”. ¿Te enteras o no?, le dije, y sin mediar ni una palabra más le asesté un bofetón en la cara, doblándole la cabeza hacia el lado contrario de forma muy violenta.
“Ahhhhhhh………hijo……joder que dolor!!!!!!, me dijo mientras sus ojos se le ponían brillantes, comenzaban a lagrimearle. La miré enojado y le dije: “Ya lo deberías saber mamá, primero por no obedecerme y por no abrirte de piernas cuando yo te lo pido y segundo por venir vestida como una golfa y encima sin bragas y sin sujetador, que también he notado que no lo llevas.”
“¿Sabes lo que eres madre?”, le dije, “Eres una puta desobediente y eso se paga así”. Y le pegué otra bofetada igual de dura que la primera que la hizo volver la cara de nuevo hacia un lado. Mi madre volvió a exclamar de dolor y me miró lentamente a los ojos. Aprecié que las lágrimas caían ya de sus ojos y bajaban por su cara, haciéndole correr el rimmel que llevaba en los ojos. Yo la miraba seriamente a la cara.
“Te he dicho que me abras las piernas mamá”. Esta vez ni se lo pensó. Mi madre apoyada en la puerta de mi casa abrió sus piernas en silencio, silencio roto sólo por sus sollozos y por un leve, “hijo……ahhh……hijo…..perdóname…..ahhh……perdóname por favor……ahhh……pensé que iba a gustarte que viniese así……ahhhh……lo siento……..lo siento…….”
Yo la miraba fijamente a la cara y bajé mi mano metiéndola entre sus piernas. Subí su falda hacia arriba lo suficiente como para llegar con mi mano a su coño. Manoseé a mi madre entre las piernas llevándome la sorpresa de que estaba mojadísima. “Eres una puta mamá. Eres una golfa. Vienes sin bragas, vienes sin sujetador marcando los pezones y encima esto.”
Saqué mi mano de su coño y la llevé a su boca refregándosela por los labios y haciendo que su carmín se corriera por su boca. Ella al sentir su flujo refregado por mí en su boca, agachó su cabeza seguramente muy avergonzada. Y aumentó su llanto.
“Esto no va a quedar así mamá, esto no lo vas a olvidar, no te da vergüenza puta, ven aquí”. Le dije mientras la cogía fuertemente de un brazo y la llevaba a la mesa de mi salón. Mi madre sollozaba avergonzada y me medía perdón entre lágrimas. “Hijo…..perdona……hijo…….ahhhh……no ha sido buena idea……..tienes razón hijo mío……..no es propio de una mujer ir así por la calle………perdona……perdona………”
Llegué y la cogí del pelo. La apoyé contra la mesa dejando su culo ofrecido. Solté mi mano derecha de su melena y la agarré del pelo ahora con mi mano izquierda, sujetándola duramente. Estoy seguro de que la estaba doliendo. Ni corto ni perezoso le pegué un duro azote en el glúteo derecho y a continuación otro igual de duro en el glúteo izquierdo.
“Ahhhhhhhh……..ahhhhhhhhhh”, exclamó mientras intentaba zafarse tensando su torso. No lo consiguió por que la tenía sujeta del pelo cada vez más fuertemente. “Eres una puta madre, te vistes como una puta para ir por la calle y eso no te lo voy a permitir”. A mi madre al estar apoyada sobre la mesa la falda se le subió hacia arriba, dejando sus muslos al aire. Bajé mi mano acariciándole uno de ellos y sin pensarlo empecé a azotarla en sus muslos incesantemente.
“Toma puta……zaaaasssss………zaaaassssss……..toma…….zaaaaaasssss……..zaaaaaasssss……………golfa……….zaaaaassssss……..zaaaaaaasssssss……….¿te gusta provocar eh??????………………zaaaaasssss…..zaaaaaassssss……..¿te gusta ir así provocando verdad????”
Le tenía los muslos enrojecidos a mi madre y le agarré la falda y se la subí de un tirón hacia arriba dejando su culo totalmente expuesto. “Zaaaasssss……… zaaaaaassssss……..toma zorraaaa……..zaaaaassssss……….zaaaaasssss……..vas a saber lo que es bueno golfa…….zaaaaassss………zaaassssss……….”
De la primera tanda le di 14 ó 15 azotes en sus nalgas y en su culo usando casi toda la dureza posible. Quería que supiese que eso no estaba siendo una broma. Tengo que decir que me encanta y me excita mucho pegarle a mi madre. Cesé mi paliza y llevé mi mano a la entrepierna de mi madre por detrás y cuál fue mi sorpresa. Ella exclamaba del intenso dolor que le estaban produciendo mis azotes pero su coño estaba empapado de flujos, eso me encendió más aún y comencé a frotarle mis dedos contra su vulva y contra su clítoris de forma violenta, más que masturbarla lo que quería era castigarla.
“Puta………puta………si estás chorreando mamá………golfa……..te está poniendo cachonda que tu hijo te azote……….golfa……qué vergüenza me das……..golfa.” Le decía mientras castigaba su clítoris y alternaba dicho castigo con penetraciones de mis dos dedos en su vagina llegando lo más profundo que podía y apretándoselos bien dentro contra las paredes de su mojada vagina. Se los metía y se los sacaba con violencia y la humedad de su coño incluso lograba que se oyese cierto chof chof.
Mi madre cambió los gemidos de dolor producidos por mis azotes por jadeos de placer, producidos por la masturbación y penetración que le estaba propinando. Eso no hizo más que enfadarme aún más.
“Perdóname hijo……….perdóname……..ahhhhh……lo siento………..amor…….lo siento………..tienes razón………..soy una putaaaaa……….aaaaahhhhh……..aaaahhhhh…….aaaaahhhhh…….me estás matando de dolor,,,,,,ahhhhhhh…….pero me estás dando mucho gusto…….aaaahhhhh……..ahhhhhh….”
Esa fue la gota que volvió a colmar el vaso, verla así vejada y azotada y encima confesándome que se estaba muriendo de gusto. Apreté varias veces mis dedos dentro de su vagina y los metía y sacaba rápida y violentamente hasta que terminé por sacarlos de un tirón. Mi madre jadeó y empezó a mover el culo como una zorra, una zorra sumisa era en lo que se estaba convirtiendo.
“Veo que no tienes bastante mamá”, le dije, “ahora si que te vas a enterar de lo que es bueno”. Me desabroché el cinturón y lo saqué de las trinchas de mi pantalón de un tirón. Doblé la correa por la mitad y agarré la hebilla y la punta de cuero en una mano y me puse tras ella.
El primer correazo fue directo a su culo. El chasquido se escuchó nítidamente y el posterior grito de mi madre aún más. El segundo y tercer correazo fueron a parar a sus muslos. Mi madre intentó llevarse las manos atrás de su cuerpo y el siguiente correazo se lo di en los dedos. Ella entendió que era mejor estarse quieta, por lo que quitó las manos de ahí llevándolas hacia arriba y se sujetó a los bordes de la mesa con ellas.
Yo estaba detrás de mi madre y me sentía poderoso y dominante. Miraba sus piernas y su culo que ya empezaban a relucir las marcas del cuero. Levanté mi brazo ejecutor hacia arriba y crucé la espalda de mi madre con dos nuevos correazos que la hicieron estremecerse de dolor. Mi madre gritaba y exclamaba del dolor que sentía y levantaba un pie del suelo lo que hizo que los dos siguientes correazos fueran a golpear sus gemelos. Entendió perfectamente que debía estarse quieta. Le propiné el siguiente correazo en la parte interior de uno de sus muslos y el siguiente en el otro. Gritó como una puta y separó sus piernas. Al verla así abierta de piernas me coloqué entre ellas y bajé el brazo con el que sujetaba la correa y sin pudor lo subí rápidamente hacia arriba con la correa entre sus piernas. Mi madre al sentir el cuero golpear su coño y su clítoris chilló como una perra y comenzó a suplicar y a llorar.
“Aaaaaahhhhhhh………aaaaahhhhhhhh………no……..aaaaahhhhhhh……..por favor……..ahhhhhhhh……me duele………me duele……..ahhhhhhh…….para……..para……….aaaaaahhhhhhh……me duele………..para……..aaahhhhhhhh…….no me pegues más …….por favor………ahhhhhhhh……..paraaaaaaaaa……….ahi no…..por favor hijo…..ahí me duele mucho……..ahhhhhh…….ahí no……..ahhhhhhh”
Sentí pena al ver a mi madre suplicar clemencia y solté la correa en la mesa. Me pude tras ella. Doblé mis rodillas poniéndolas sobre el suelo. Acerqué mi boca a sus piernas y comencé a besar cada marca que le había producido. No solo las besaba, sino que se las lamía como queriendo curar las heridas a mi hembra. Le pasé la lengua con mi saliva por sus muslos, por sus glúteos y llegué a agacharme tanto que incluso lamí sus gemelos, levantando su pierna asida por su tobillo y recreándome en la parte inferior de las piernas de mamá. Mi madre calzaba unos tacones no demasiado altos que hacían sus pies muy bellos y yo presa de un estado febril de morbo le quité primero uno de ellos dejando su pie desnudo. No dudé en llevar mi boca y mi lengua a la planta del pie de mi madre lamiéndosela desde los dedos hasta el talón, dejando luego su pie desnudo en el frío suelo para pasar a repetir el mismo acto fetichista en el otro pie. La descalcé y le lamí la planta del pie a mi madre.
Tras ese acto fetichista y sucio que disfruté lamiéndole los pies a mi madre subí de nuevo mi torso hacia arriba y acerqué mi boca a su pubis. Ella al estar así apoyada sobre la mesa tenía el coñito justo a la altura de mi boca. No pude resistirme y comencé a lamérselo. Me quedé de nuevo sorprendido al apreciar, que, tras tan dura paliza, mi madre seguía con los labios mojados. Estaba descubriendo lo sumisa que era mi madre. Hay mujeres que se excitan con la dureza de sus hombres y ella era de ese tipo de mujeres.
Me recreé en comerle el coño y en pasar mi nariz por su entrepierna. El olor vaginal de mi madre me volvía loco. Decenas de veces le había cogido las bragas sucias para olérselas de joven y ahora lo tenía en directo para mí. Noté como ella se volvía a tranquilizar tras la enorme paliza que le había dado. Mis juegos en sus pies y ahora mis atenciones bucales y olfativas en su coño la estaban poniendo de nuevo a tono, si es que había dejado de estarlo.
Había llegado la hora de follármela. Me incorporé poniéndome de pie. No tenía ni la más mínima intención de moverme de allí, así que me bajé los pantalones y lo slips. Agarré a mi madre por las caderas y de un golpe la penetré. Mi madre estaba completamente doblegada a su macho. Se le notaba extenuada por la paliza recibida y su actitud era de sumisa total. Yo tiraba de sus caderas hacia mí mientras la empujaba con mi pelvis, penetrándola a mi antojo. Era como follarte a una puta sumisa y esclava, en eso había convertido a mi madre aquella tarde.
“¿Has aprendido la lección mamá?”, le decía mientras la penetraba profundamente desde atrás. “¿Has aprendido que debes ser menos provocativa y que debes obedecerme cuando te pido algo?”. “De aquí en adelante vas a ser mi puta sumisa mamá, te voy a educar a mi manera amor mío.”
Mi madre se ponía de puntillas descalza a cada embestida que recibía de mí y callaba. Sólo se la oía un leve gemido provocado por el placer que sentía con cada penetración de su hijo. La volví a agarrar del pelo y tiré de ella hacia atrás con dureza y no dijo absolutamente nada. Continué jodiéndola así a mi antojo, dándole golpes con mi pelvis en su culo. No tuve ni la más mínima intención de que disfrutara, aunque sé que lo estaba haciendo y sólo me dediqué a satisfacer mi placer. Así que no tardó en llegarme el orgasmo y en vaciarme completamente en el coño de mi madre. Cuando salí de ella agotado le dije: “Ve a ponerte unas bragas y un sujetador golfa,” y espero que no olvides lo que hoy has aprendido.” Mi madre obediente se fue al baño con su bolsa y se puso unas bragas y cubrío sus senos con un sujetador. Volvió conmigo al salón en silencio y se sentó a mi lado en el sofá calladita y avergonzada por lo que acababa de recibir de su propio hijo. Sólo de atrevió a decirme. “Lo siento hijo, perdóname.” “Perdóname por ir tan provocativa y por ser una golfa”. “He aprendido la lección”. Y se echó en mi regazo y nos pusimos a ver la tele tranquilamente.
Espero que os guste……
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