Merceditas 3
Mercedes comienza a ser entregada por su madre.
Mamá entró a mi dormitorio y se sentó en mi cama. Yo estaba desnuda. Cuando desperté sentí sus labios en mi boca y su lengua que jugaba con la mía, que no le correspondía aún. Mamá también estaba desnuda.
La abracé y devolví su beso. Se acomodó a mi lado y no dejamos de besarnos en ningún momento. Pasaron algunos minutos donde solamente nos besábamos. Sentía sus tetas sobre mi cuerpo y sus piernas que se habían entrecruzado con las mías. Movía su concha frotándose contra mí. La suya ya estaba mojada y no tardé en hacer lo mismo.
Puso sus manos sobre mi vagina y empezó a masturbarme. Quise usar las mías y dijo que no lo haga.
-
Deja que mamá te lo haga.
Lo hacía lentamente, jugaba con mi clítoris. Al mismo tiempo comenzó a chuparme un pezón. No lo mordía, solamente lo chupaba y jugaba con su lengua en el.
Me retorcía en la cama. Sentía un gusto enorme. No tardaron en llegar mis gemidos.
Cuando sentí que me desesperaba, que estaba por correrme ya, tomé su mano y empecé a moverla con fuerza.
En ese momento ella paró.
La miré y le dije que ya me corría, que no parara.
-
No hija, no vas a correrte. Quiero que llegues bien caliente a la zapatería.
Mis súplicas de nada valieron. Me dije que iba a correrme sola en el baño cuando fuera. Me aguardaba otra sorpresa.
Dándome un gran beso, sin lengua dijo que fuera al baño, que seguramente iba a querer orinar. Le dije que sí, que deseaba hacerlo. Pero su masturbación me había distraído de eso.
Me levanté y cuando estaba dando los primeros pasos al baño, me dio una tremenda nalgada que me quedó el culo ardiendo.
Me di vuelta para mirarla y ella estaba riendo.
-
Vas a decir que no te gustó la nalgada?
Era cierto, me había gustado y tuve que reconocerle que sí.
Ella me acompañó y entró conmigo. Me senté en el inodoro y le pedí que saliera, que no podía orinar si me miraba.
-
Ni lo sueñes. Quiero verte orinar.
-
Mamá, no puedo si te quedas mirando.
-
Avísame cuando estés por orinar.
Abrió el grifo de agua del lavatorio que no tardó en hacer efecto. Sentí que el chorro de orina ya salía. Mamá estaba de rodillas delante de mí. Sus manos sobre mis muslos, cerca de la vagina.
Comenzó a salir el chorro caliente y amarillo.
Para mi sorpresa, mamá puso una mano en mi concha y empezó a fregarla contra ella. La miraba asombrada. No sentía asco por lo que estaba haciendo. Era una sensación rara. No me desagradaba, más bien lo contrario. Juntó orina en su mano y la tiró sobre mi cuerpo, sobre mis tetitas.
La miraba fascinada. No tardé en sentirme más caliente y no era por la orina caliente, era porque eso me estaba excitando.
Había abierto mis piernas al máximo para facilitar que mamá metiera bien la mano.
Cuando terminé de orinar, ella refregó su mano en mis tetitas y jugó con mis pezones.
Yo respiraba agitada y dejaba que ella hiciera el juego que quisiera.
-
Te ha gustado, puedo ver que sí. Te has puesto caliente. Eres una putita sucia.
Para mi sorpresa, mamá chupó de mis pezones y luego me besó, metió su lengua. No la rechacé. Sentí el sabor de la orina y, si bien no me fue del todo de mi agrado, tampoco tuve arcadas. Demás está decir que le devolví el beso, a pesar que no sentía un agrado total.
En mi mente, ella quería hacerlo y lo acepté. No pensé en decirle que no. Mi rol de sumisa ya estaba en marcha.
-
Ven que te baño rápidamente.
Tuve que aceptarlo. Quería bañarme yo sola, para poder masturbarme y correrme. Debe haber adivinado mi intención, porque no me dejó sola un solo momento. Hasta cuando me vestí, ella estuvo mirándome.
Sobre el sillón de mi dormitorio había dejado un vestido blanco con tirantes y botones por delante y una tanga de mi hermana que a ella le quedaba chica y a mí me quedó demasiado justa. Se metía en mi culo y por delante era un triángulo. Era casi transparente. Mamá agarró el triángulo y lo metió en mi vagina. Luego refregó su mano. No tardó en mojarse completamente.
Ella misma me puso los tacones que habíamos comprado en la visita anterior a ese comercio.
-
Así quiero que vayas.
Quedé parada frente a ella.
-
Como te he dicho que debes estar?
La miré sin entender lo que me decía. Me sonrió y levantó mis manos hacia la nuca. Entendí inmediatamente lo que quería. Completé el movimiento y entrelacé mis dedos sobre mi cabeza.
Mamá agarró mis dos pezones en sus dedos y los pellizcó tan fuerte que me salió un grito involuntario. Enseguida estos se pudieron duros como piedra.
-
Ahora se te marcan bien hija.
No me atreví a desobedecerle. Mamá tenía razón. Me sentía humillada salir de esa forma. El vestido era semitransparente y se notaba el contraste de mis pezones rosados y bien marcados sobre la tela. Cualquiera que mirara bien podía verlos.
Tenía razón en lo que había dicho la noche anterior. Me sentía humillada y a la vez me excitaba estar así de expuesta.
Me llevó a su habitación donde se vistió. Ella llevó una mini bien corta, una blusa blanca, que, si bien no era tan transparente como la mía, le quedaba pegada al cuerpo y sus pezones bien marcados. En sus pies tenía unos tacones finitos. Estaba maquillada en forma algo exagerada. Mientras que a mí solamente me había pintado los labios de rojo, con un buen lápiz labial, uno con brillo.
-
No te maquillo para que todos noten que eres una nena.
-
Es difícil caminar con esos tacones mamá?
-
Te acostumbras rápido. Ahora te compraré uno como estos. No tan clásico como el que elegiste.
Estábamos listas para salir, frente a la puerta de salida de casa.
Me empuja y me apoya contra la puerta. Quedé con las manos apoyadas en ella y mirando hacia la madera. Me levantó el vestido y me dio una nalgada.
-
Te vas a comportar como una nena putita con el viejo?
-
Si mamá, haré eso.
-
Si él quiere tocarte, dejarás que lo haga, todo lo que él quiera.
-
Está bien mamá. Voy a dejar que lo haga.
-
Cuando lleguemos, si no hay nadie, le vas a dar un beso en la boca y vas a buscar que tu lengua entre en la suya. Y le dirás que vienes a probarte otro zapato tacón. Y que el beso, es una forma de agradecerle que te regaló el anterior.
-
Haré todo eso tal como me pides.
En medio de toda esa conversación se iban sucediendo varias nalgadas. Mi culo me ardía y yo no me separaba de la puerta.
Salimos y fuimos a la parada del transporte. Pensé que iríamos en un taxi. Por suerte no había nadie. Solamente estábamos nosotras.
Cuando vimos que venía a unas cuadras, mamá se pegó a mí, como diciéndome algo al oído, volvió a agarrar los pezones y apretó con mucha fuerza.
-
Para que vuelvan a ponerse duros Mechita.
El chofer fue el primero que me los miró. Era inevitable que eso pasara porque estaba a no más de dos metros de su cara. La miró a mamá y no dijo nada.
Debe haber pensado menuda putita la hija de esta.
Fui pasando entre la gente hasta casi la mitad del transporte. Una pareja que estaba delante, sentados, se fijaron en mis pezones.
Sentía que un calor de vergüenza me invadía. Para colmo, mamá por detrás, me decía al oído.
-
Esa pareja se dio cuenta de tus pezones. No te gusta eso?
Luego, otro hombre que estaba a mi lado también se percató de mis pezones y no dejó de mirarlos. Con disimulo, pero no paraba de hacerlo. El chico de la pareja también lo hacía. Miraba a su esposa y cuando notaba que no se daba cuenta, me miraba las tetitas.
Mi tanga ya estaba muy mojada y sentía unas gotas de flujo que caían por mis muslos.
La vergüenza que sentía terminó por excitarme en demasía.
Cuanto deseaba en ese momento haber podido correrme antes de salir. Ni pensé en que mamá lo había planeado todo a propósito.
Iba a llegar al negocio tan caliente que no iba a negarme a nada.
Bajamos del transporte y notaba la mirada de toda la gente que me cruzaba de frente. Algunos miraban a mamá.
Varias mujeres mayores mostraban disgusto en su mirada.
Que hija putita que le salió, deben haber pensado algunas.
Noté que no íbamos por el camino más directo. Al menos, no había mucha gente en ese recorrido, pensé con cierto alivio.
-
Mamá, estamos alargando por acá.
-
Esa es la idea hija. Sigue caminando.
Igual que había sucedido en el shopping ese día. Quería pasearme, exhibirme.
Mamá quedó atrás, varios pasos. Todos pensarían que yo iba sola. Me di vuelta y la miré, extrañada porqué se quedaba algo lejos.
Con su mirada me indicó que siguiera caminando.
Comencé a recibir algunas guarradas de hombres que pasaban. Lo que había pensado como alivio, me jugó en contra. Al no haber otras personas cuando cruzaba con esos hombres, tenían la plena libertad de decirme lo que quisieran, que nadie iba a recriminarles nada al decirle guarradas sexuales a una nena. Por más putita que esta se vea así.
Eso me ponía cachonda y nerviosa, sentía ambas cosas al mismo tiempo.
El miedo era porque me sentía sola. Estaba mamá atrás, pero me había dejado sola.
Había caminado dos cuadras ya, en esas condiciones y, recibí más frases indecentes que en todos los años anteriores.
Un hombre que venía de frente, al pasar al lado, no solo dijo – que ganas de cogerte niña putita – sino que me empujó contra un negocio cerrado por abandono, que tenía una entrada que impedía a cualquiera ver lo que allí pasaba.
Una de sus manos manoseaba furiosamente mi concha, debajo del vestido, sobre mi tanga.
-
No te resistas niña.
Resistirme? ni me movía siquiera. Había quedado inmóvil, dejando que me tocara. Con la mirada buscaba a mamá, que me salvara.
Tardó un minuto en meterse a ese lugar. Me había dejado un momento a solas con el hombre para que él me manoseara a su gusto. Cuando mamá entró a ese lugar y le dijo al hombre que me soltara, él ya me estaba manoseando también mis tetas y se habían desprendido dos botones de arriba en el movimiento desesperado de sus manos.
El hombre salió presuroso de allí. Me abracé a mamá, temblando como una hoja y con algunas lágrimas.
-
Vamos hija, tampoco fue para tanto. Solamente te manoseó un poco y fue uno solo. Imagínate en un callejón oscuro con varios como él. Ya estarían violándote. Sigamos caminando. No te prendas esos botones. Si vuelve a pasar algo como esto, te dejas. En uno o dos minutos te agarro y te saco. Como hice ahora.
Asentí, haciéndole entender que sabía lo que tenía que hacer.
Rogaba que no pasara de nuevo. Cada vez las cuadras se hicieron más solitarias de personas. Había pocos negocios y muchos edificios no tan buen aspecto.
Mamá había distinguido a lo lejos a dos hombres que estaban tomando algo de una botella. Me hizo parar y dijo lo que tenía que hacer.
-
Cuando vuelvas a caminar vas a ver a dos hombres que están tomando, seguramente cerveza o alguna otra bebida así. Me voy a alejar bastante esta vez. Cuando pases por allí quiero que le preguntes por el nombre de la zapatería donde vamos. Espero que te hagan entrar a ese edificio. Si lo hacen, te dejas. Te dejaré unos minutos con ellos y luego entro para buscarte. No te resistas porque van a romperte todo el vestido.
Le rogué que no lo hiciera. Le prometí dejarme hacer todo por el viejo de la zapatería, pero que no me obligara a hacer eso.
Me pellizcó fuerte los pezones.
-
Así se te vuelven a poner bien duros. Anda, antes que se den cuenta que estoy contigo y entonces no hagan nada.
No tuve alternativa. Comencé a caminar hacia los hombres. Tuve que cruzar la calle porque estaban en la vereda del frente. Iba directo hacia ellos. Me vieron y no sacaban la vista de mí. Casi tropiezo porque mis piernas se quedaron por fracción de segundo sin fuerza. Sentí miedo. Mamá dijo solamente unos minutos. Que pasaba si todo salía mal.
Cuando los tuve al frente, con voz temblorosa, hice lo que mamá me había dicho. Debieron darse cuenta de mi mirada con miedo. Eso no hacía más que hacerme ver como una niña inocente perdida. Me di vuelta y busqué a mamá. Quería verla. Pero no estaba en ningún lado. Donde se había metido. Verla me iba a hacer sentir algo más segura.
Ambos miraban mis pezones erectos, duros.
-
Perdida niña? Porque no pasas un ratito? Nos divertiremos nena.
-
Estás muy rica.
-
Estás sola?
-
Chupaste alguna polla ya?
-
Vamos, entra putita.
Me tomaron del brazo y abriendo la puerta de ese edificio que parecía venido abajo, me empujaron. Casi tropiezo y me caigo del empujón fuerte que me dieron.
Se me abalanzaron encima los dos. Uno buscó mi boca. No me resistí. No porque mamá me lo había dicho, sino porque estaba paralizada de miedo.
Abrí mi boca y entró su lengua. El otro me apretaba las escasas tetitas que tenía.
-
Es una nena aún. Ni tetas tiene.
Le sentía el mal aliento que tenía el que me besaba. Más que un beso, me lengüeteaba la boca, hurgaba con su lengua en la mía.
El otro había metido la mano bajo el vestido, e igual que el anterior, frotaba su mano furiosamente contra la tanga.
El que me besaba, metió una mano dentro del vestido para agarrar mis tetitas. Saltó otro botón más. Su áspera mano me frotaba una de las tetitas y el pezón, sin dejar de hurgar con su lengua en mi boca.
-
Que rica putita.
-
Te vamos a coger toda.
Sin pensar en lo que hacía, subí mis dos manos sobre mi cabeza y entrelacé mis dedos por detrás. Me entregaba a los dos. Eso los envalentonó.
Se volvieron torpes. Por poco me rompen todo el vestido. Ya tenía la tanga bajada a la rodilla y buscaba meter uno de sus dedos. El otro había abierto más el vestido y me chupaba muy torpemente un pezón.
La vi a mamá parada frente a la puerta. Me miraba. No hacía nada por entrar. Simplemente miraba como era objeto de esos dos degenerados.
Fueron segundos eternos que ella me miraba. Con la mirada le suplicaba que entrara y me sacara. Sentía el dedo frotar mi clítoris.
De repente la puerta se abrió y entró mamá.
Como escandalizada por que lo que veía, les increpó que era su hija y que me estaban haciendo.
Como el anterior, huyeron despavoridos.
-
Estás bien hija? No te hicieron daño. No te preocupes. Por poco te viola con los dedos.
No contesté ni la abracé. Caí arrodillada al suelo, llorando.
-
Tuve mucho miedo mamá. Porqué demoraste tanto.
-
Solo fueron cinco o seis minutos nada más. Si los dejaba más tiempo seguro que uno te desvirgaba con su dedo.
Demoramos varios minutos en salir del edificio ese. Mamá me calmaba.
-
Me gustó que pusiste las manos en tu cabeza y no te resistías. Así debes hacer siempre que te pase algo como esto. Debes hacerles ver a todos que te entregas.
Cuando salimos me agarré de su brazo y no la solté.
-
Otra vez más mamá, no por favor.
-
Está bien hija. Vamos al negocio del viejo.
Yo iba nerviosa y a mamá la noté muy agitada y nerviosa también antes de entrar al negocio. Nos paramos en la vidriera a mirar y mamá dijo que no había nadie adentro. Me miró y preguntó si quería hacerlo. Si entras, ya sabes lo que debes hacer. No demoré casi nada en decirle que sí. Ella respiró hondo, me tomó de la mano y entramos.
El viejo, al vernos entrar, casi saltó detrás del mostrador. Se le iluminó una sonrisa y se acercó a nosotras. Mamá me dio un empujón por la espalda.
-
Cómo están mis bellezas!!!
-
Mi hija quiere agradecerte el regalo.
Lo abracé por el cuello, y le di el beso más sensual que podía hacer. Me acerqué despacio, entreabriendo mi boca y pegándola a la suya. Él me ganó porque metió su lengua primero en mi boca. Le respondí como me había enseñado.
Mamá buscó desprender otros dos botones de mi vestido. Me separé un poco, sin dejar de besar al viejo, para que pudiera hacerlo.
No dejaba de besarme. Ya iba más de un minuto y no se separaba de mí.
-
Por qué no cierras la puerta? Si alguien entra y ve lo que sucede, sabes lo que pasaría. Más aún si es una clienta.
-
Sí, es muy cierto.
Casi corriendo, eso fue patético de su parte, buscó las llaves, cerró el negocio, apagó las luces, dio vuelta el cartel hacia la palabra cerrado, y cerró las cortinas, para que no se viera nada desde afuera. Regresó junto a nosotras.
Nuevamente me agarró de la cintura y me pegó hacia él y volvió a besarme. Esta vez era un beso morboso. Cargado de saliva, que en parte caía por mis labios.
Mamá nos miraba parada al lado.
-
Gracias señor por regalarle los tacones.
-
Si quieres, te regalo otro par.
Mamá me hizo señas hacia mis manos. Lo entendí. Las subí hacia mi cabeza y allí las dejé.
-
Puedes tocarla todo lo que quieras, que te la chupe también, pero no puedes cogerla. Aún es virgen. No le rompas el vestido.
Mamá cumplió la orden que el hombre le había dado antes.
Me hizo señas hacia mis piernas. Lo comprendí y las abrí. Quedé parada frente al viejo, con las piernas abiertas, el vestido algo abierto y las manos en la cabeza. Mi cabello castaño caía sobre mis hombros.
-
Que hermosa hija tienes.
Metió una mano dentro de mi vestido y manoseó descaradamente mis tetas. La otra mano la metió por abajo, buscando mi vagina.
-
Que putita que es. Ya está muy mojada.
Mamá le contó brevemente lo antes había sucedido.
-
La estás aleccionando a cómo comportarse. Genial eso.
Ella se agachó y tiró de mi tanga, bajándola hasta la rodilla.
-
No la desvirgues con tus dedos.
Siguió un manoseo de parte del viejo cada vez más morboso. Me tocaba por todos lados y me besaba. Me frotaba el clítoris y mis gemidos no cesaron desde ese momento. No tardó en dejarme desnuda completamente. Tuve que agarrarme de él, sino perdía el equilibrio, mientras el seguía con su tocamiento en todo mi cuerpo.
-
Puedo romperle el culo a tu hija?
-
Te prometo que otra vez lo harás. Hoy no. Tengo planes para su culo.
Yo no sabía que mamá quería rompérmelo. Por eso no lo dejó al viejo. Iba a dejar que uno de los hombres me desvirgara, pero ella iba a estrenarme el culo.
El viejo se sentó en una de las sillas que estaban dispuestas para la clientela.
-
Ven niña, chúpame la polla.
Me arrodillé y como pude o como imaginaba que se hacía, me la metí en la boca y comencé a chuparla.
Mamá se puso a mi costado.
-
Mami te va a enseñar a como se chupa una polla.
La agarró con sus manos y la llevó a su boca. Sin dejar de mirarme empezó a chuparla. Se la metía completamente, mientras con sus manos manoseaba los testículos. La sacaba despacio y luego jugaba con su lengua para volver a meterla. Por momentos chupaba sus testículos.
-
Chupa conmigo Mechita. Las dos juntas.
No vi la cara del viejo, pero debía ser un poema. Dudo que antes hubiera tenido a una mamá con su hija pequeña, chupándole la polla.
-
Si vas a correrte, le dijo al viejo, avisa antes. Paramos un momento. Es su primera mamada y quiero que mi hija la disfrute.
-
Está bien. Háganlo despacio. También yo quiero disfrutar de esto.
Mamá chupaba los testículos y yo me metía su polla en mi boca. A veces era al revés. Otras, juntas lamíamos la polla con las lenguas y por momentos nos besábamos, mamá y yo. Cada vez se hicieron más largos y más repetitivos nuestros besos.
Ni pensaba en que se la mamaba a un viejo. No me importaba que lo fuera.
El viejo nos había avisado algunas veces que lo hiciéramos más lentamente. Allí mamá buscaba besarme, chupar mis pezones.
No sé el tiempo que estuvimos de esa forma. Algo menos de una hora. En la alfombra había suciedad de los flujos de mamá y de mí. Mi cara estaba con saliva de mamá.
-
No crees que ya es hora que trague su primera leche? le dijo al viejo.
-
Es un placer para mí ser el primero en hacerlo.
Me dejó sola. Ella a centímetros, pero no intervenía. Solamente me empujaba la cabeza, marcándome el ritmo que tenía que llevar. El cual era bastante intenso. Al tiempo que ella me masturbaba, frotando mi vagina y mi clítoris.
Me corrí antes que el viejo. Fue tan intenso que por momentos dejé de chuparla.
Cuando me la metí de nuevo, ya no paré. Por más que mamá jugaba con mis pezones en sus dedos, pellizcándolos.
-
Trágate toda su leche. No dejes que caiga nada.
Mirándola, y sin dejar de chuparla, asentí con la cabeza.
El viejo no tardó mucho más, solo unos dos o tres minutos más. Sentí el corro se semen caliente en mi boca. Como mamá había pedido, la tragué.
No puedo decir que me agradó sobremanera, pero lo hice. Ya luego, cuando se las tragara a otros hombres o viejos, si me daría mucho placer tragar el semen.
-
Ahora, chúpala de nuevo para dejarla sin ningún resto. Es lo que hacen las putitas, hija.
-
Sí mamá.
No dejé nada. Ni una gota en su polla.
-
Ven aquí, besa a tu madre. Has estado maravillosa hija.
La besé, busqué hacerlo de la forma más sensual que pude. Ella respondió de igual forma.
-
Estoy orgullosa de ti, me dijo.
-
Gracias mami. Le dije sonriendo.
-
Ahora siéntate, el dueño te va a comer la concha hasta correrte. Supongo que deseas hacerlo, no? le dijo al viejo.
-
Me encantaría chupar esa conchita aún virgen y sin pelitos.
Me senté en la misma silla y el se metió entre mis piernas. Sentí su lengua dentro de mi vagina. Frotarla contra mi clítoris. Mamá, en la silla de al lado, me besaba y jugaba con mis pezones. Me acariciaba el cabello, mirando fijamente a mis ojos, sonriendo, para besarme otra vez.
Mientras el viejo, debajo, no dejaba de chupar mi concha y tragar mis flujos. Mis gemidos eran incesantes.
Hasta que sentí que iba a correrme.
Avisé porque creí que mamá querría que hiciera como le había ordenado antes al viejo, cuando se la chupaba. Pero ella empujó su cabeza y el entendió que no debía parar.
Yo misma tomé su cabeza con mis manos y empujé mi vagina contra su cara. No sé si le costaba respirar, porque crucé mis piernas sobre él, apretando. Lo hice por instinto.
Era tanta la excitación que tenía, que tuve un orgasmo largo. Mi cuerpo temblaba, empujaba sin soltarlo.
Cuando pude relajarme, bajé mis piernas, dejándolas abiertas, y mis brazos caídos al costado. Respiraba muy agitadamente.
-
Bésalo y agradécele la comida de coño.
-
Gracias señor, me encantó lo que me hizo.
-
De nada niña, a mí me encantó más hacértelo. Tienes una conchita deliciosa.
Él se sentó en una tercera silla, a nuestro lado. Pasaron unos minutos.
-
Ven hija, ayúdame a que se le pare de nuevo. Chupemos juntas como lo hicimos antes.
No hizo falta mucho tiempo para que al viejo se la pusiera dura de nuevo. El espectáculo que tenía al frente, de una mamá con su pequeña hija, debe haber sido alucinante, porque a los minutos ya la tenía lista otra vez.
Esta vez, mamá se desnudó y sentó sobre su polla.
-
Cógeme cabrón. Cógeme fuerte. Como a una puta. Desquítate conmigo lo que no puedes hacerle a mi hija aún.
No sé quien cogía a quien. Si el viejo a mamá o al revés. Porque mamá saltaba sobre esa polla, metiéndola hasta el fondo. Gimiendo, gritando, pidiendo más. Por su parte el viejo la llamaba puta. Y a mamá parecía gustarle eso.
Cuando se corrió otra vez el viejo, mamá no se separó. Dejó que lo haga dentro de su concha.
Cuando mamá se levantó, se sentó en la silla a mi lado y abrió bien las piernas, separando sus labios con sus dedos.
-
Ven Mechita, chúpame la concha. Saborea otra vez la leche del dueño desde mi vagina.
Me abalancé sobre ella, arrodillada, e hice lo que el viejo me había hecho. Busqué meter la lengua en la concha de mamá, bien profunda. Pegué mis labios a su vagina y chupé con ganas. Tragando todo. La leche del viejo y los flujos de mamá. Ella contribuía apretándome la cabeza contra su concha. Hasta que se corrió.
Aunque hubiera querido separarme, no habría podido, porque no me soltó. Tuve que tragar todo. Claro que no me negué a hacerlo.
Luego de todo eso, mamá le dijo al dueño que yo me había ganado otro par de tacones.
A eso, siguió todo un juego, donde me tuve que probar varios, caminar desnuda frente al viejo, abrirme de piernas, dejando que le me manoseara la concha.
Hasta que elegí uno, con tacos finos, altos, y de color rojo. El color lo eligió mamá. Dijo que el otro era negro y las putitas usaban tacones rojos.
Salimos de la zapatería tomadas de la mano. Sonrientes las dos.
Me llevó a un restaurante a almorzar. Allí, por primera vez, dejó que tomara vino, delante de toda la gente.
-
No importa que nos miren. No podemos hacer lo otro, delante de ellos, pero nada impide que vean que mi pequeña hija toma alcohol.
Pagó y le dejó una generosa propina a la camarera que nos atendió. Cuando le dio el dinero, mamá la piropeó y la chica se sonrojó.
Caminamos un rato, mirando vidrieras, disfrutando del momento. Yo estaba feliz, muy feliz.
El relato va demasiado bien, te dejé en el correo ideas que puedes usar