Merceditas 4
Continua la preparación.
Todo lo vivido ese día por Mercedes, dejó una profunda huella en ella.
Dejó de ser la niña inocente.
Dormía con su madre, en su cama, donde casi nunca faltaba el sexo.
Buscaba besar a su mamá en la boca, constantemente. Cuando llegaba a casa, cuando se iba, o sin ningún motivo, abrazarla, pegar sus labios a los de su mamá y buscar su lengua.
Disfrutaba estar a solas con ella.
Pronto, su hermana Laura, regresaría y no podría hacer nada de eso. Ya estaba lamentándolo y deseaba que su hermana no regresara. La amaba, se habían vuelto compinches, pero su regreso haría terminar con la nueva vida que llevaba con su mamá.
Apenas dos días después de la última visita a la zapatería, Mercedes estaba con un vestido floreado, corto, sin nada debajo, nada de ropa interior. Su mamá tenía puesto solamente una tanga.
-
Ponte los tacones nuevos Mechi, quiero ver como te quedan.
Salió de la cocina, se los puso, y al regresar se escuchaba el clásico toc toc de los tacones golpear al suelo. A ella, en ese momento, le fascinaba el sonido. Se los miró y recordó lo que su mamá había mencionado, que las putitas usan tacones rojos.
-
Camina como lo hacías con el viejo, exhibiéndote.
Mercedes caminaba delante de su mamá. Ella alargaba un brazo y metía su mano debajo del vestido de su hija, llegando a su concha, manoseándola. Notó que su hija ya estaba húmeda. Era una niña muy volátil pensó. Se excita de nada, va a ser una putita sin dudas. Solamente hay que hacer que se suelte y se deje llevar, sin importarle lo que le harán.
Sin que su mamá se lo pidiera, Mercedes se paraba delante de su mamá, a centímetros de ella, levantaba la falda y esperaba que ella la manoseara a gusto. Cuando ella se lo indicaba, seguía caminando. Iba y venía, esperando que su mamá hiciera o le dijera algo.
Quedó dándole la espalda.
-
Levántate el vestido y no lo dejes caer.
Ramona, así se llamaba la mamá de Mercedes, acarició ese culito de su hija, una y otra vez. Era suave, redondito, pequeño aún. Sabía que pronto iba a estar bien abierto, cuando su hombre y los otros agarraran a su hija. Imaginaba ya lo que le harían. Mercedes ni se imaginaba cuan pronto y de qué forma iba a perder su inocencia. Lo del viejo de la zapatería no iba a ser nada, pero nada, con lo que le harían ellos.
Quería desvirgar a su hija, ser ella la primera, romperle su himen. Sabía que no podía, él no se lo perdonaría. Le había dejado en claro que deseaba desvirgarla.
Nada le impedía gozar de ese culito, aún virgen también y se decidió a hacerlo.
Metió un dedo e hizo presión en su ano. Mercedes se quejó, gimió, dio un pequeño sobresalto al sentir el dedo de su mamá en su orificio trasero, pero no se movió. Tampoco se resistió a que ella lo hiciera más veces.
Sentía un pequeño dolor en su ano, cada vez que su mamá empujaba el dedo. No pensaba negarse si ella lo metía del todo.
-
Desnúdate hija, vamos a mi cama, allí estaremos más cómodas.
Ramona estaba decidida a romperle el culo a su hija pequeña. Sabía que ella no se resistiría, pero tenía que ayudarla a que se dejara. Y que mejor ayuda que un poco de alcohol.
Buscó una botella de cerveza fría y fue con su hija a la cama.
Se recostaron una al lado de la otra.
Ramona daba de tomar cerveza, poniéndole el pico de la botella en su boca. Varios tragos pasaban por su garganta. O, ponía en su boca y se la pasaba a su hija besándola. Mercedes no se resistía a ninguna de las dos formas en que su mamá le hacía tomar cerveza.
Era su primera vez, la sentía amarga, no le disgustaba ni tampoco le fascinaba. Igualmente, la tomaba, trago tras trago, de una o de otra forma.
A mitad de la botella ya sentía los efectos. Se mente se embotaba. Se sentía más suelta, más ligera, más débil. Sus brazos empezaban a pesarle.
Ramona la hizo levantar y que caminara por la habitación.
El hecho de levantarse hizo que su cabeza se mareara, le costaba un poco coordinar los pasos. Se reía de nada. Su mamá le decía que estaba borracha y a ella le causaba gracia. Regresó a la cama y besó a su mamá, la besó profundamente. Esta vez con mucho morbo, además.
Su mamá la masturbó y Mercedes no tardó en correrse en sus manos.
Deseaba meterle los dedos a su hija, hasta los nudillos y desvirgarla. Sabía que no podía hacerlo, pero cuanto lo deseaba.
Si podía romper su ano. Pasó un dedo y jugó con el. Mercedes gemía, y daba pequeños grititos de dolor cuando su mamá metía un poco un dedo, a pesar que estaban lubricados con su corrida.
Para lubricarla más, comenzó a chuparle el ano. Mercedes se había abierto de piernas para facilitarle. Ahora sentía muchísimo placer al sentir la lengua de su mamá.
Chupaba su ano y volvía a masturbarla, frotando su clítoris, pellizcaba sus pezones. Mercedes no se resistía a nada que le hiciera su mamá.
Cuando se corrió otra vez, buscó que todo el flujo cayera sobre su ano.
Tomó la botella de cerveza y se la puso en su boca, que tomara. Quedaba poco menos que la mitad aún.
Mercedes tragaba toda la cerveza que caía por su garganta. Su mamá no la retiró y ella tuvo que terminarla. Hasta que no quedó nada. Recién allí Ramona retiró la botella. Se acercó y la besó, la besó y la manoseó. Tetitas, que ni siquiera formaban un pequeño bulto, pezones, vagina, todo, Merce era prácticamente plana de pechos y no paraba de gemir.
La hizo parar, sabiendo que eso haría que la cerveza acelerara su mareo. Casi no podía mantenerse en pie, le costaba conseguir el equilibrio. Lo lograba solo por segundos. Tenía que agarrarse de su mamá, de donde pudiera, para no caer.
Ella aprovechaba para seguir manoseándola y besándola. Quería llevarla a borde de la desesperación por la excitación.
Su cabeza le daba vueltas, no tenía la más mínima voluntad de resistencia. Allí era donde quería llevar a su hija. A ese estado de indefensa.
Ya había pensado que podía meterle para desvirgar ese ano. La tiró sobre la cama, cayó boca abajo y así se quedó, su mente no reaccionaba ni para moverse. Sentía todo, era consciente de lo que le hacía su mamá, pero no tenía voluntad para reaccionar.
Puso la almohada doblada bajo su vientre, dejando su culito bien parado. Lentamente, metió un dedo. Sin prisa y sin pausa. No se detendría aunque su hija gritara.
Y fue lo que pasó. Mercedes sintió el dedo de su mamá que entraba en su culo. Comenzó con una molestia profunda, para dar paso a un dolor, a medida que entraba más.
Gritó, no le dijo que parara, pero no podía evitar dar un grito de dolor. Apretó las sábanas con sus dedos, la estrujó todo lo que podía, cerró fuertemente los ojos.
Ramona, ya había metido casi la mitad de su dedo medio. El ano de su hija estaba muy cerrado y tuvo que presionar mucho para meterlo. No había llegado al himen. No iba a desvirgarla aún.
Empezó a follarla, así, despacio. Sacaba su dedo y lo volvía a meter hasta la misma profundidad. Quería que su hija llegara a disfrutar. Luego, cuando la desvirgara, entonces lo haría de otra forma. Ahora era momento que ella sintiera placer.
La intención de Ramona, era que su hija se relajara.
De a poco, Mercedes dejaba de gritar y comenzaba a gemir. Ahora sentía un placer y calentura que le encantaba.
Inconscientemente, por instinto, movía su culo. Tratando de seguir el ritmo de su mamá.
No soltaba la sábana, seguía aferrada a ella. Levantaba su cabeza y de su boca salían gemidos agudos que se transformaron en gritos de placer.
Hablaría luego con los hombres para que trajeran droga. Cuando le rompieran la concha a su hija, quería que ella estuviera drogada. Totalmente indefensa.
Lamentaba no tener alguna para darle ahora.
Ya disfrutaba a pleno de la cogida anal que le hacía. Era momento de penetrarla profundamente con algo.
Ya sabía con qué hacerlo.
Buscó el pote desodorante que tenía en su mesita de luz, al lado de la cama. Era largo, comenzaba de forma fina y se engrosaba hacia el fondo, de casi 20 centímetros de largo. Era suficiente para desvirgar ese culito tierno de su hija.
Lo lubricó bien con un gel, que puso también en su ano, sin escatimar la cantidad. Sabía lo que iba a hacer e iba a procurar que no le doliera tanto, aunque era inevitable que sucediera.
Metió solo unos pocos centímetros y su hija volvió a gemir. Apenas si contrajo su ano para relajarse y dejar que ese objeto se le metiera adentro de su culo. Quería volver a sentir el mismo place que recién, con el dedo de su mamá.
Confiaba en ella.
Lo introdujo hasta la misma profundidad que con el dedo, y empezó a follarla otra vez.
El cuerpo de su hija se arqueaba, paraba bien el culo y lo movía de nuevo.
-
Lo estás haciendo muy bien hija. Disfruta de tu primera vez en tu ano. Ya luego rogarás que te la metan por atrás. Con el tiempo, no creo que tanto, te meterán una botella tal vez, o un palo, u otras cosas también. Y te dejarás.
-
Sí mamá. Sé que debo dejarme a todo.
-
Cuando ellos vengan pronto, traerán droga, consumirás lo que te den y tomarás todo el alcohol que te ofrezcan.
-
Está bien mamá. Me siento borracha ahora, la voz de Merce sonaba pastosa, pesada. Le costaba pensar que iba a decir. Su cuerpo estaba flojo, movía su culo por inercia. Era su mente que le decía que debía hacerlo.
-
Ahora voy a desvirgarte, no te miento al decir que va a dolerte. La cerveza te va a ayudar a soportarlo. No durará mucho el dolor. Luego vas a sentir el mismo placer que hasta recién. No te resistas. Debes dejarte coger. Eso es lo que harás siempre. Te dejarás hacer lo que quieran. Hombres y mujeres.
Mercedes asintió y solo balbuceó un SÍiii largo.
Agarró bien fuerte el pote y empujó, con fuerza, sin piedad. Tenía que metérselo todo de golpe. Era como quería desvirgar el ano de su hija.
En ese momento pensó en su otra hija, la mayor, dos años más grande que Mercedes. Su cuerpo estaba apenas más desarrollado, ya mostraba un pequeño bulto en sus tetas, que contrastaba con la planicie de Merce.
Ya vería luego, cuando ella llegara de la visita a su hermana solterona, como iba a hacer para lograr lo mismo que con Mercedes.
Le esperaba una sorpresa a Ramona, con su hija mayor.
Maldijo a su ex por llevarse a la hija más pequeña, un año menor que Merce. Ya no dudaba que él la había emputecido desde antes de irse de casa. Ese era el motivo por el que su hija decidió irse con su papá. No hacía un año que se la había llevado y la emputecía desde dos o tres años antes. Ahora se imaginaba lo que hacía con ella en esos viajes en los que iba con su jefe a visitar a clientes de otras ciudades y llevaba a su hija. El dejaba que su jefe utilizara a la niña para cerrar tratos ventajosos. Luego, la disfrutaban en privado, en el hotel.
Los viajes se fueron haciendo cada vez más seguidos y al último la llevaba a cenas de negocios con clientes locales.
No era de extrañar entonces que la más pequeña quisiera seguir a su padre. Y cuando comprendió lo que él había hecho con ella, fue que ella deseó hacer lo mismo con sus otras dos hijas.
Ahora mismo, lo estaba haciendo, con Mercedes, con su cuerpo aún sin desarrollar.
Había dejado que la manosearan, la había entregado en la calle a desconocidos y al viejo de la zapatería. Iba a dejar que la violaran hombres que ella conocía y ella estaba haciéndolo ahora, rompiéndole su tierno culito, en forma violenta.
Dio un empujón fuerte y se topó con el himen de su hija. Merce volvió a hundir su cabeza en la almohada y apretarla fuerte con sus dedos. Se escuchó un grito agudo, ahogado, porque su boca estaba pegada al colchón, apretó los ojos, cerrándolos, y aguantó. No pudo evitar que su culo se contrajera, para evitar la entrada de ese intruso.
Volvió a empujar, tan fuerte como antes, más y más, hasta que el poté rompió el himen.
El grito agudo de dolor de Merce se transformó en un grito lastimero. Lágrimas cayeron por sus mejillas. Sacudía su cabeza.
Recién entonces, le pidió a su mamá que lo sacara. Quería ser fuerte y aguantar, pero no pudo. Le quemaba el ano, le dolía tremendamente, era demasiado para soportarlo.
Más, su mamá no cedía a sus súplicas. Al romper el culito de su hija, el pote entró hasta el fondo. No lo dejó quieto, sino que ahora lo movía en círculos. Lo sacaba apenas unos milímetros y lo volvía a meter, movimiento que repetía sin parar.
Merce, ya no pedía que lo sacara, pero no dejaba de gritar. No sentía el placer que su mamá le aseguró que iba ocurrir.
Tampoco hacía nada para evitar que el pote saliera y entrara de nuevo. Ahora, notaba que su mamá lo sacaba hasta la mitad y lo volvía a meter con fuerza.
Si alguien estuviera viendo, diría que su mamá violaba a su hija en el culo. Porque era eso lo que en realidad ocurría.
Ramona, desde que metió el dedo al comienzo, sabía que iba a violar a su hija.
No cesó en la forma en que la cogía. De a poco, Merce empezó a sentir el bendito placer que le aseguró su mamá iba llegar.
Seguía sintiendo ardor, cada vez que empujaba el pote. Solamente que ahora, su calentura y excitación iba nuevamente en aumento. Comenzó a relajarse, gemidos de nuevo salían de su boca. Su cuerpo se volvía a aflojar. Su mente, otra vez recibía la orden de entregarse.
Ramona disfrutaba cogiendo a su hija. Con una mano le sacaba y metía ese pote, y con la otra, se masturbaba, metiéndose tres de dedos en su coño.
-
Ya disfrutas hija. Duele la primera vez que te meten algo en el culo. Luego, es tanto el placer que se siente, que vas a pedir que lo hagan. Es lo que debes hacer siempre. Rogar que te den por el culo.
-
Sí mamá, es lo que voy a hacer. Me gusta lo que siento. Gracias por hacerlo. Ya no importa lo que dolió, ahora siento que me gusta y que no pares de cogerme. Perdón por pedirte que pares. No volveré a hacer algo así. Desde ahora dejaré que cualquiera me haga lo que desee. Ya sé que al principio puede doler y luego voy a sentir el placer que siento ahora.
Ramona comprendió que su hija estaba lista para ser una putita entregada a todo tipo de perversión.
Faltaba su otra hija, la mayor.
-
Estira tu mano hacia atrás, vas a meterte tú sola el pote en tu culo. Así aprenderás a hacerlo cada vez que sientas deseos de tener algo metido en el. Agarrarás lo que tengas a mano y te lo meterás en el culo. Aprenderás rápido que todo objeto que te metas te dará placer. El palo de una escoba, una vela, el pico de una botella, o incluso una banana que esté bien dura, una zanahoria, un pepino y hasta puedes sentarte sobre la punta de madera que sobresale del soporte de tu cama. Te sientas sobre el y cabalgas. Cuando te metas esto último, debes ponerte gel en tu culo y en el sobresaliente, así te entrará más fácilmente. Te lo metes hasta el fondo de tu culo. Verás como todo eso te da placer, hasta que tú misma te lo metas.
Muy pronto Mercedes pondría en práctica lo que su mamá acaba de enseñarle y comprobaría que tenía razón. Ahora le daba miedo pensar en meterse el sobresaliente de su cama, lo veía muy grueso y no creía que eso entraría en su culo.
Estiró su mano, como su mamá le pidió. Ella la tomó y la llevó hasta el pote. Los dedos de su hija se cerraron sobre ese cilindro metálico. Siguió sacándolo y metiéndolo, ayudando a su hija a coordinar el movimiento para que ella sola lo moviese. Cuando vio que lo hacía bien, soltó su mano y dejó que se follara ella misma. Sola, sin la ayuda de su madre.
Sentía un extraño placer adicional en cogerse a sí misma. Tanto o más placentero en que lo hiciera su mamá. Era distinto, le generaba una sensación de libertad. Podría hacerlo cuando ella quisiera, sin esperar a que alguien la coja.
-
Puedes hacerlo en cualquier lado hija. No solamente en casa. Solamente ten cuidado de no meterte algo sucio. Si te metes un palo cualquiera, en otro lado, asegúrate que esté limpio. Siempre puedes recurrir a tus dedos, debes practicar en meterte tus dedos. Así podrás darte placer sola en cualquier lado. Fiestas, baños públicos, casas de amigas, hasta en el cine, si nadie te ve. Hacerlo en lugares públicos tiene un morbo adicional. Pruébalo.
Mercedes estaba descubriendo un mundo nuevo, que le resultaba muy placentero.
Movía a gusto ese pote, lo metía hasta el fondo, sostenía lo suficiente como para poder agarrarlo, el resto era introducido en su ano. Sentía la presión contra sus intestinos. Eso le generaba un pequeño malestar en el estómago, pero lo ignoraba. El placer era demasiado intenso.
Su mamá se puso delante de su hija, se sentó y su concha quedó a centímetros de su cara. La tomó de la cabeza con las manos y empujó con fuerza.
Tuvo que soltar el pote, para acomodarse a la nueva posición. Ya logrado, se dedicó a chupar la vagina de su mamá y a volver a follarse el culo.
Por breves segundos, se le cruzó como iba a poder seguir con todo esto luego que su hermana regresara. Con ella en la casa iba a ser difícil repetir todo. Hasta follarse a si misma, porque le costaba controlar los gemidos, que eran casi incontrolables.
-
Chúpame hija, chupa bien mi concha. Mete la lengua, busca mi clítoris, juega con el con tu lengua. Traga todos mis flujos, saboréalos. Sigue cogiéndote a ti misma. Métete todo eso dentro de tu culo. Eres una putita, sabes que eres una putita. Piensa en qué lugar vas a follarte tu sola, fuera de esta casa. Veras como esto te excita.
La boca estaba como una ventosa en la vagina de su mamá. Sus cachetes ahuecados, de tanta fuerza que hacía para tragar y saborear esos flujos espesos y de fuerte sabor, que emanaban de esa concha que se le hacía divina.
Pronto descubriría que otras vaginas le resultarían igual de sabrosas. Su madre no iba a poder guardar el secreto del cambio de su hija a sus amigas, y las entregaría a ellas, que la follarían sin piedad. Era una tentación muy fuerte no coger de esa forma a una niña tierna y hermosa, con su cuerpo sin desarrollar aún. Su cuerpo y su mente en realidad. Su madre la había corrompido.
Dentro de cuatro años, cuando cumpliera los 15, seguramente sería follada por cada uno y una de los invitados a la fiesta.
Para eso faltaba aún, antes sería usada como una muñeca sexual por todos y todas.
Ramona era consciente de la forma en que tratarían a su hija la próxima vez que fueran. Conocía, por experiencia, del gusto de ellos por hacer doler los pezones, dar cachetadas en las nalgas y en las tetas y también en la vagina, aunque menos, pero también lo hacían.
Pasó las dos manos por el costado de su hija y agarró sus pezoncitos con los dedos. Empezó a apretarlos. Merce sentía como corriente eléctrica cuando se lo hacía y daba gemidos más fuertes, que se mezclaban con los sonidos al chupar su vagina.
De a poco fue subiendo la intensidad. Hasta que, sin previo aviso, se los retorció con toda la fuerza.
Merce separó la boca de su concha, miró a su mamá sorprendida, con los ojos abiertos, y dando un grito muy fuerte. No dijo nada, solo el grito y la mirada sorprendida.
Dejó pasar unos segundos y lo repitió. Se los retorció otra vez.
Merce soltó el pote, que quedó dentro de su culito, y se aferró a las sábanas.
Cuando otra vez retorció los pezones de su hija, ella tiró la cabeza hacia atrás y dio otro grito. Esta vez, respiraba con la boca abierta, mirándola.
-
Acostúmbrate Mechita, te lo harán muchos. A ellos les gusta esto. Verás como terminas cogiéndole el gusto. Así como te gustó lo del pote en el culo, te va a gustar esto también.
-
Es que duele mucho cuando aprietas tanto.
-
Aguanta, vas a sentir mucho placer cuando te acostumbres a que lo hagan. Cuando veas que alguno empieza, debes decirles que te gusta, ofrecer tus tetitas y decirles que sigan. Eso harás.
Mercedes asentía con la cabeza. Era otra cosa nueva que estaba aprendiendo de su mamá.
Le costaba poder sentir el placer que su mamá le decía. Merce, lo único que podía sentir ahora, era sus pezones calientes, y cada vez que los apretaba y los retorcía, era un dolor muy fuerte. Cerraba los ojos y aguantaba. En esos momentos, quería morder la sábana para no gritar. Ni siquiera se daba cuenta que estaba pujando su culo para sacar ese pote que tenía metido aún.
Luego de algunos minutos, Ramona dejó en paz las tetitas y pezones de su hija. Ahora solamente los frotaba.
Agarró su cara, la miró a los ojos, fijamente.
-
Lo has hecho de maravillas hija. Te gustó? Sentiste placer como te dije?
-
Sacudiendo la cabeza negativamente, dijo No mamá, me dolió mucho cuando apretabas y girabas los dedos retorciéndolos. Todavía siento dolor ahora, aunque menos. Sí los siento muy caliente. Frótame despacio por favor. Me duelen.
-
Está bien hija, tienes que acostumbrarte. Empezarás a ponerte un broche de madera de la ropa en cada pezón, desde mañana. Te levantas y te los pones y me muestras que lo hiciste. Eso va a ayudar a que te acostumbres. Porque te lo van a seguir retorciendo. Te prometo que te gustará. Incluso, a algunos hombres y mujeres, les gusta pegarles con una vara de madera o un látigo.
-
Eso tiene que doler muchísimo más mamá.
-
Es cierto Merce. En ese momento te va a doler, no te lo voy a negar, pero te gustará. Aún que te peguen o te los lastimen hasta que te salga un poco de sangre.
-
A ti te pegaron?
-
Sí, algunas veces me lo hicieron.
-
Y ahora te gusta?
-
Me encanta que lo hagan, Merce. Voy a darte una pomada para que te pongas ahora. Es desinflamatoria y calmante. Te aliviará el dolor. Sabes que te ayudará en el momento que te lo estén haciendo, las primeras veces? Tomar bastante bebida alcohólica o alguna droga fuerte. Incluso podrás llegar a sentir placer en ese momento.
Le pareció suficiente por esa noche. La tomó de la mano y la llevó a la ducha. La enjabonó, teniendo mucho cuidado con sus tetitas. Merce se quejaba, cuando le pasaba la mano enjabonada, pero sintió un poco del placer que su mamá le había dicho.
Comprendió lo que ella quiso decir con que el placer iba a venir después.
Iba a hacer lo que ella había pedido. Cuando alguno empezara a retorcerle un pezón, ella iba a pedirle que siga haciéndolo e iba a ofrecerle sus tetitas.
La abrazó del cuello y le un muy largo y profundo beso, buscando su lengua. No se separó de la boca de su mamá por varios minutos.
Mercedes amaba a su mamá.
Se acostaron en la cama y durmieron pegadas una a la otra. Sintió las tetas de su mamá en su espalda y apretó sus manos contra sus tetas. Le dolieron un poco al hacerlo, y de nuevo volvió a sentir ese placer bendito que tanto le estaba gustando.
Al otro día, Ramona habló con el hombre que era el que casi siempre la dominaba a ella.
Le dijo lo que había pasado a la noche con su hija. No le ocultó nada.
-
No pude contenerme en romperle el culo. Deseaba hacerlo. Sigue teniendo virgen su concha.
-
Como le rompiste el culo a tu hija?
-
Con un pote de metal.
-
No puta, se lo hiciste despacio o la violaste?
-
Se lo metí despacio, hasta que sentí el himen. Luego la violé.
-
La hubieras violado desde el inicio. La lubricaste?
-
Sí, lo hice.
-
Bien, tal vez sea mejor, así no se asusta. Cuando la violemos, la vamos a lubricar. Ya luego la violaremos sin lubricante, pero eso será más adelante.
Quedaron en que irían a la casa 4 o 5 hombres y llevarían alguna droga. Ella aseguraba que tendría alcohol y que le daría de tomar un poco antes que ellos llegaran.
Al hombre le pareció una buena idea que use los broches de madera antes.
Mercedes se despertó y vio que estaba sola en la cama. Sintió a su mamá en la cocina. Se levantó y, desnuda como estaba, fue y la buscó.
-
Hola mamita, buen día.
-
Hola hija.
Y se dieron un beso, no tan largo pero sí con lengua, a modo de saludo.
-
Como te sientes. Los pezones te molestan?
-
Muy poco, casi nada. Esa pomada me hizo bien.
-
Búscala y ponte un poco más ahora. Luego te pones los broches de madera y vamos a desayunar.
Regresó al dormitorio, se colocó la crema en cada pezón y la desparramó con cuidado y frotó para que penetre. Al hacerlo, le salió un gemido involuntario. Los siguientes fueron por el placer que sentía.
Cuanto le estaba gustando esa sensación en los pezones !!!!
Su mamá la escuchó desde la cocina y sonrió. Sabía lo que sucedía.
Regresó a la cocina. Cuando Ramona la vio, miró sus pezones y los vio bien duros, erectos.
-
Vaya Merce, te gustó ponerte pomada jajaja.
-
Siiiii mami, cada vez me gusta más tocármelos.
-
Ponte los broches. Por una hora, luego te los sacas, y dentro de algunas horas más te los vuelves a colocar otro rato, durante más tiempo. Siéntate, vamos a desayunar bien. Te hace falta.
Merce tomó un broche de madera y se lo puso despacio. Esperaba sentir el mismo dolor agudo que con su mamá. En cambio, sintió un pequeño dolor, no tan intenso. A los pocos minutos, ya el placer que sentía iba en aumento.
Su mamá le daba pequeños golpecitos. Merce retiró sus brazos y ofreció sus tetitas a su mamá.
-
Bien hija, lo haces bien. Eso es lo que debes hacer siempre. Muy bien.
Mientras tomaban el desayuno y comían, hablaron de todo lo que habían hecho. Ramona quería saber todo lo que ella había experimentado y su grado de placer al hacerlo.
Le dijo que irían a almorzar a un restaurante. Ella se merecía una salida. Luego la llevaría a una sala de juegos. De todos modos, no dejaba de ser una niña. En unas semanas, comenzaría el penúltimo año de la primaria.
La vistió elegantemente, con un vestido cortito, con detalles con flores delicadas. Una tanga pequeña y sin brasier. La maquilló bien. Hizo que usara los tacones primeros, los negros. Así se acostumbraba a caminar con ellos. Cuando estuvo lista, la miró y ya no parecía una nena de 11 años, aparentaba al menos dos o tres años más, si no fuera por sus tetas planas aún.
Antes de salir de la casa y subir al taxi que ya llegaba a buscarlas, le pellizcó los pezones para que se le pusieran bien duritos y erectos.
Merce dejó sus tetitas libres, para que lo haga. Se dieron un beso, con cuidado de no correr el labial rojo que ambas se habían puesto en los labios.
Cuando regresaron, Mercedes estaba muy feliz. Se había divertido. También se había dejado pellizcar los pezones, siempre que su mamá quiso hacerlo. Y no se contuvo de gemir cuando lo hacía.
Ya se estaba convirtiendo en una buena putita.
Ramona hizo que se sacara el vestido y se quedara en tanga y con los tacones. Y se pusiera los broches de madera, previo ponerse la crema.
Verla así, en tanga y tacones y con sus pezoncitos apretados por esos broches para la ropa, la hacía ver como una hermosa putita.
Una putita con una carita de niña angelical.
Se sentaron frente al televisor a ver una película. Ramona había preparado abierto una cerveza, que tomaron entre las dos y le dio un cigarrillo para que ella fumara. Le enseñó como tenía que hacerlo.
La cerveza y el cigarrillo marearon un poco a Mercedes. Se lo dijo a su mamá.
-
No va a pasar mucho tiempo que ya podrás tomar un poco más sin marearte. Recuerda que debes hacerlo. Te ayudará a entregarte para que te cojan como quieran. Mañana van a venir 4 o 5 hombres. Te van a desvirgar. Para cuando lleguen vas a haber tomado un poco de alcohol. Te entregarás a todos. Vienen a cogerte y a disfrutarte. Te dejarás hacer de todo Merce. No importa lo que ellos te pidan que hagas o lo que quieran hacerte. Si te ofrecen droga, la aceptas. Es seguro que te harán tomar más alcohol. Tienes permito emborracharte mañana. Si quieren hacerte lo mismo que yo en tus tetitas, te dejas hacerlo. Recuerda en que debes ofrecerlas. Tal vez te duela cuando te desvirguen. No importa, deja que lo hagan. No te resistas. Luego, cuando lo repitan, vas a disfrutarlo. Uno te desvirgará y los otros seguirán cogiéndote luego. Uno tras otro. También te la meterán por el culo.
Mercedes ya estaba preparada para su debut con los hombres. Su mamá le ocultó que iban a violarla entre todos. Solamente sabía que iban a quitarle la virginidad. No imaginaba la forma en que lo harían.
Uff llevo mucho tiempo esperando ese gran día, creo que estoy más ansiosa que la putita de Mercedes, no tardes en subir la siguiente parte
Nos tiene esperando, jaja