METAMORFOSIS 268
Consolidación.
Los cuerpos desnudos así unidos se daban vuelta sobre la tina que estaba a medio llenar de agua, todo era sonrisa entre ambos, el niño quedó arrimado de espaldas a la tina mientras que Dagoberto abría las piernas rozándole las mejillas y los hombros con cada pie descalzo y así haciendo que después los pies se ubiquen alzados a los bordes de esa tina de baño, lo cristalino del agua mostraba la raya del culo y aquel pene depilado muy erecto que tenía en ese momento, las manitos de su sobrino Heriberto se introducían en el agua y de esa forma tocaban con suavidad ese pene grueso y venoso al que lo miraba con micha atención, los deditos recorrían ese tronco de pene, el nene sonreía, para Dagoberto familiarmente aquel el niño era hijo de Lucrecia su hermana y de Heriberto su cuñado que ya había cumplido los nueve años el pasado febrero de 1966, encima de ellos estaba un calendario con marca que estaba sobre el día jueves 5 y había la lado un escrito, “juego y baño”, las manitos se deslizaban sobre ese pene erecto al que Dagoberto lo miraba con gusto y mucho placer, el inquieto sobrino lo tocaba con sutileza, le hacía suspirar de gusto al tío, se entendía una marcada complicidad entre los dos, de los labios del niño salió el “¡ya está!”, “¡ya está!”, vieron ese pene bien erecto rosadito y grueso depilado para la ocasión, Dagoberto manifiesta “¡bien!”, “¡bien!”, “¡ven acá!” el sobrino de nueve años se sentaba sobre el pene tomándole del tronco, lentamente bajaba sus caderas sostenidas por las manos de su tío, las manitos de Heriberto se sostenían de los muslos del tío, de repente sintió que el pene entraba en su culito, “¡quieto!”, “¡ya casi!”, “¡ya casi!” el nene cerraba los ojos, fruncía el ceño y mordía los labios, su piel cambiaba de tono, Dagoberto sentía que las manos del sobrino apretaban los muslos con intensidad y eso era el resultado de que el pene entraba en ese culito roto por Luis Izaguirre, su tío lo pensaba así, de solo recordar aquello hizo un temple llegando a meterse todo el pene, a ojos cerrados el tío exclamaba “¡ya!” “¡ya!” “¡ya está!” “¡ya está!”, a ojos cerrados muy complaciente exclamaba, “¡no te muevas!” “¡quietecito!” “¡quietecito!”, “¡quiero sentirte tu culito!” “¡deja sentirlo!” “¡deja!” “¡deja!” le acariciaba las costillas en señal de estímulo y relajación, por unos cuantos segundos lo tuvo así prendido, “¡ahora muévete de espacio!” el cuerpo del niño se alzaba y bajaba todo ello sin que el pene se salga del culito, el tío tragaba saliva muy emocionado “¡así!” “¡así!”, se movía el sobrino sin dejar de soltar las manos de los muslos, “¡que no se salga!” “¡que no se salga!”, el nene seguía con los ojos cerrados mordiendo los labios “¡qué rico culito tienes!” “¡qué rico!”, el nene seguía moviéndose, Dagoberto en parte miraba el tronco del pene dentro del culo que se deslizaba, estaba feliz sintiendo ese deslizamiento, le besaba la espalda en señal de gusto y agrado, lo sostuvo de las caderas con seguridad, “¡que rico cajón que tienes!” le dijo con ironía y satisfacción, el nene seguía moviéndose lentamente, el pene le daba mucho de gusto a su culito, se alzaba y bajaba, se alzaba y bajaba, en cada movimiento no paraba de besarle la espalda como estimulándole a seguir haciendo, le dio unas palmaditas en los glúteos en señal de que se aparte, los dos suspiraban extendidamente, con amplia sonrisa Dagoberto salía de la tina de baño, el nene lo esperaba arrimado a la pared de esa fría mampostería de cerámica, se rascaba el culito, sentía su latir tras haber sido sodomizado por su tío que le acariciaba el pelo haciéndole gestos de que se encorve sobre el borde de la tina, así lo hizo lentamente, del gabinete sacaba una crema que se la ponía en el glande que por cierto era brillosa, la calma daba para hacer eso y más ya que su madre, hermana y cuñado habían salido a un compromiso y retornarían en altas horas de la noche, le habían dejado dinero para que fuese a comer a la calle con el niño, lo harían después de tomar el pene erecto y rozarle en la separación de los glúteos, metía el dedo untado de crema que lo hacía gemir al pequeño “¡quieto!”, “¡esto hará que sea mejor el jueguito!”, “¡quédate quietito mi precioso!”, entraba hasta dos dedos por el culo, el índice y el medio, ya para ese entonces estaba dilatado, la crema era el medio para sentir placer mutuo tanto el que da como el que recibe, “¡ahora!”, Heriberto sintió ese glande que de nuevo entraba, “¡así te gusta que lo meta!” le decía mientras el pequeño de nueve años sentía que ese pene entraba más y más en su culito, lo hacía bufar, el tío lenta y plenamente se recostaba sobre ese cuerpecito suave desnudo al tacto, unieron sus mejillas mientras lo estaba penetrando, la tibieza de sus pieles se sentían plenamente “¡me gusta tenerte siempre así!”, “¡no lo olvides!”, recordaba aquellas frases que le habían dicho de pequeño y que ahora se las decía a su sobrino “¡cuando defeques acuérdate de este momento!”, movía las caderas un poco metiendo más el pene “¡recuerda que te lo meto!”, “¡no lo olvides!”, la lengua pasaba por el cuello en la piel de ese niño que se iba incrementando, ambos escuchaban sus pujes, “¡al pujar siempre piensa en que te tuve así!” “¡tu culo es delicioso!”, empezó a mover más las caderas “¡me gusta!” “¡me gusta!” el pene humedecido se deslizaba más y más, los pujes y gemidos se incrementaban más y más, sintió que los dedos de sus manitos de nueve años se entrelazaban con las férreas manos de su tío, la pelvis rozaba los glúteos, la intensidad de los movimientos de los cuerpos era notoria a efecto de que el tío se movía mucho con su caderas y pelvis sobre el cuerpo de su sobrino, su sensibilidad siempre estuvo a prueba así como su silencio, era secreto lo que hacían, desde muy pequeño su tío lo inició, pero sorprendentemente él fue preparando el camino ya que fue Luis Izaguirre quien lo desvirgó plenamente, cuando supo aquello fue en ese lugar apartado de la cancha deportiva del parque y también estando en casa haciendo un gran hueco en ese culo con el pene, tenía cierto descontento pero se limitaba a manifestarlo, a fin de cuentas Luis Izaguirre era ahora su patrón y lo “trataba muy bien” en cada encuentro que tenían y además lo llevaba a su sobrino para “mejorar el pasarlo bien”, de pronto se detuvo, el semen ya se regaba dentro del culo, el latente culito, muy apreciado por el tío, suspiraba lleno de encanto y placer, el pene lanzaba el semen dentro, el nene lo sentía, se quedaba quietecito, era señal de que todo había terminado, ahora se preparaba para lo que se viene, se agarró de las manos entrelazadas de su tío, vendría el movimiento acelerado de pelvis, con fuerza le empujaba hacia adelante y reaccionaba hacia atrás, eso lo gustaba mucho a su tío, ese movimiento brusco era señal de dominio, el pene humedecido de semen seguía deslizándose sin salir del culo, se cuidaba de aquello con la idea de sentir prolongadamente esa dicha de haberle penetrado otra y otra vez, “¡me gustas!”, “¡me gustas!”, acaloradamente le besaba el cuello y el pelo a ese niño bonito que era su sobrino “¡mi pequeño!”, “¡mi pequeño!”, “¡me haces muy feliz!”, “¡muy feliz!” de a poco le fue sacando el pene hasta verlo suspendido en el aire aún erecto con restos de semen que deslizaba por el glande y caía al piso, “¡no te muevas!” le dijo, “¡quiero verte así como estás!” el nene se encontraba su cuerpecito doblado sobre la tina de baño, de sus labios rosáceos salía saliva, su piel estaba aumentada de temperatura, el tío se arrimaba al borde de la puerta, Heriberto pensativo olía ese aroma a tabaco que el tío producía al fumar, de su culo se deslizaba el semen y esa vista gustaba mucho de apreciar en Dagoberto, estaba satisfecho de haber sodomizado a su único y tierno sobrino de nueve años, masticaba una goma de mascar muy de moda en esos tiempos, el nene de a poco se fue moviendo y al no escuchar orden alguna se puso en pie delante de su tío, se notaba esos humedecidos pies descalzos, “¡quédate quieto!” “¡deseo verte así de bien!” el nene quedó casi en posición firme, el tío le vio la espalda de pies a cabeza, su mirada recorría la figura desnuda de la espalda, cintura y trasero de niño precioso, “¡date media vuelta!”, así lo hizo mostrándose su musculatura, asimismo le miraba de pies a cabeza y ahora se deleitaba contemplando ese hermoso rostro muy parecido al de su madre, ese pene junto a esos voluminosos testículos, se acercaba a lamerlos y así al pequeño Heriberto le hacía suspirar, “¡mm!” “¡mm!” “¡ah!” “¡que delicioso hueles!”, “¡ah!”, “¡ah!”, las mejillas del tío las deslizaba sobre los descubiertos testículos lampiños, “¡qué delicia!”, “¡Heriberto!” “¡oh!”, “¡Heriberto!” “¡que suavidad de tu pene!” besaba en repetidas ocasiones los testículos, le pasaba la lengua, “¡las bolitas están preciosas!” “¡me gustan!”, “¡me gustan!”, así es como ya seguía lamiendo y chupando “¡ahora da una media vuelta!” se mostraba el culo al que lo tomaba con las manos masajeándole, acercaba la nariz oliéndolo con restos de semen salido, “¡me gusta verte así!”, “¡te ves precioso!” “¡único!”, “¡único!”, le daba besos en el trasero, pasó las mejillas por el culito y no importaba que se manchen de semen, “¡ven!” “¡te voy a limpiar el culito!” le llevaba de la mano hacia la tina, le puso de cara al agua y pasaba la mano por el culo, la mancha de semen desaparecía en el agua, luego abrió la rejilla evacuando toda el agua de la tina, quedaba al descubierto ese hermoso cuerpo, “¡sale para irnos!”, obediente ese cuerpo desnudo se dejaba frotar con una humedecida toalla, mientras el tío se secaba con otra, salieron del baño, el niño siguió su camino hacia su cuarto a vestirse, mientras el tío se recostaba plácidamente en le cama, tomó un cigarrillo, lo encendió y fumaba pausadamente, recordaba la vez que Wilson le desvirgó sobre la roca camino al río llevando la comida a su hermana Lucrecia que de casualidad también en ese momento en la espesura del río el humilde campesino Aparicio lograba desvirgaba, esa tarde ambos hermanos eran desvirgados al mismo tiempo, daba cuenta del rostro de su sobrino en el que el parecido a la madre se iba diluyendo mostrándose más rasgos de su padre Heriberto Alpizar, aquel hijo del asesinado militar, Dagoberto guardaba cierto disimulado apego y gusto por su cuñado, no se atrevía a declararse pues tenía ser rechazado, sabía la chapa de virilidad de aquel hombre hijo de militar, por eso su deseo lo desfogaba con el niño hijo de su cuñado, se acostaba sobre la cama abriéndose la toalla mostrándose el pijama, el humo de tabaco expulsado por su boca delante de su cara le invitaba a meditar profundamente todo lo que hasta ahora había vivido, pensaba en sus intereses de ser independiente, tenía uno que otro dinerito ahorrado pero no era suficiente con lo que recibía de su amante Luis Izaguirre, cada vez pensaba que Luis se hacía el más entusiasta cuando llevaba a su sobrino, le mostraba mucho más interés que a él cuando estaban en la intimidad y mucho más ahora que tenía a su protegido Bruno Sebastián, sin embargo su felicidad no se eclipsaba al tocarse el pene y pensar que lo tuvo a su sobrino sometido sexualmente a sus deseos, era con él con quien mayormente desfogaba sus pasiones, pensaba que llegará el momento de ya no seguir pues estaba creciendo y podría haber alguna indiscreción, decidió apartarse de él gradualmente, de pronto tocan a la puerta, dice que pase, era su sobrino ya vestido para salir a comer cerca, lentamente lo ve vestirse estando arrimado a la pared, sonríen, seguramente recordando cada uno en lo que hicieron, “¡vamos campeón!”, salieron a la calle, caminaron pausadamente hasta llegar al lugar de comida, el ocaso se hacía predecible, se sentaron pidiendo la orden, al girar un poco Dagoberto mostraba inquietud y sorpresa al ver a unas mesas cercanas a la esposa de Heriberto Alpizar comiendo con su hijo, de reojo miraba a su sobrino, irónico, se dijo, el destino quiso que en ese lugar se encontrasen los dos hermanos de padre, aunque ellos no se reconocían, la mirada de Dagoberto se centraba en el muchacho de doce años, hijo de Marcelo Heriberto Alpizar y de Amarilis Rodríguez, el sobrino dio cuenta de lo distraído de su tío, quedó en silencio, pensativo, esperando la comida, Dagoberto miraba el parecido de ese muchacho con el padre, lo miraba con mucha atención, se fijaba en las manos tomando el cristal de la bebida gaseosa, podía apreciar que esas manos eran similares a las de su sobrino asi su mirada estaba fija ahora en los dedos entrelazados de su sobrino, sonrió levemente, a lo que su sobrino respondía de igual forma, en ese momento llegaba la comida, empezaron a comer, de pronto se escuchaba el sonido de algunas monedas cayendo al piso, algunas rodaron llegando a los pies del sobrino, presuroso el muchacho se arrodilla a tomar las monedas, al levantar el rostro el rostro de los dos niños se vieron fijamente, Dagoberto se quedó quieto sin reacción alguna, la mujer se acercó tocándole el hombro a su hijo para que se ponga en pie, sonrieron y fuero a la mesa de forma cortés, luego la mujer toma el bolso y se retira del lugar abrazando a su hijo, Dagoberto había presenciado el encuentro de los dos hermanos, al terminar de comer Dagoberto desliza la silla, disimuladamente hace gestos para que su sobrino observe la entrepierna que se manoseaba, en voz baja le hablaba, “¡mira!” “¡acá!” sus manos hacían amoldar la tela mostrándose un bulto, era el pene erecto de Dagoberto que era visto vestido por los ojos del sobrino que sonreía, “¿quieres ver cómo está?”, el nene sonriente miraba a los lados, daba muestras de su interés por verlo, “¡está como te gusta… hecho lanza!” sonreía al decir aquello, lentamente se fue deslizando al disimulo el calentador mostrándose la punta del glande del pene de Dagoberto, “¡después de pagar nos vamos a casa!” “¡a seguir jugando!” “¿quieres?”, el sobrino se limitaba a sonreír picaronamente, seguía viendo ese glande rozando el elástico del calentador, “¡te gusta mucho!” “¿verdad?” a lo que el sobrino le respondía haciendo una leve sonrisa, “¡míra bien!”, “¡quiere tu culo!” sonrieron viendo ese glande grueso rozando el elástico apenas mostrándose entre la tela, más sonrieron cuando discretamente lo deslizó mostrándose hasta los testículos velludos “¡quiere cogerte de nuevo!” “¡sin duda!”, el travieso niño pasó rápidamente el dedo pulgar por el pene, “¡está suavecito!” “¿verdad?” el nene sonreía “¡sí!”, “¡está muy suave!” decía sin dejar de sonreír, el tío le dijo al sobrino “¡imagínate metido en tu culo!” deslizó el cuero del prepucio mostrándose el glande “¡mira qué preciosura que te comes!” “¡mira esta delicia!” “¡todo esto va para dentro!” y levemente agitándose el glande le dijo “¡todo esto te lo guardas en tu culo!” miraron a los lados viendo gente entrar, rápidamente cubrió al pene dentro de la tela, el tío entrelazó los dedos con los de su sobrino, “¡cuando lleguemos a casa!”, hizo una corta pausa de silencio viendo a las personas llegar, bajó el tono de voz acercando sus labios a la oreja de su sobrino “¡ me lo vuelves a dar!” “¿verdad que sí?” el nene sonreía con mezcla de discreción y recelo, “¡voy a pagar!” “¡espérame afuera!”, a manera de estímulo le pasó la mano con discreción por la espalda bajando hasta el coxis, “¡ya quiero llegar a jugar en casa!” “¡a comerme esto!” el dedo rozaba el culito vestido del niño sacándole un suspiro, de eso dio cuenta de que el travieso sobrino deseaba tener el pene grueso de su tío dentro de su voluminoso culito, salió y a lo lejos vio sentados a ese muchacho de las monedas junto a su madre que miraban dentro de la cartera, se cruzaron la mirada Abner Heriberto Alpizar Rodríguez de doce años y Ricardo Heriberto Alpizar de nueve años, no sabían que eran hermanos pero el llamado de sangre hizo que mostrasen una amplia sonrisa, la mujer se puso en pie ignorando las miradas de los niños, toma de la mano a su hijo y siguen su camino, alcanza a escuchar diciendo “¡vamos hijo!”, “¡tu padre llegará pronto a casa!” se vieron y amanera de venia se despidieron a la distancia, Dagoberto que en ese momento salía vio el semblante de su sobrino, le abrazaba por detrás “¡vamos!” deslizaba la nariz en la oreja susurrándole “¡quiero disfrutar tu cuevita preciosa!” en sentido contrario sobrino y tío iban abrazados en camino hacia la felicidad.
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La puerta de la bodega de vinos se abre entrando gran cantidad de luz, se escucha un chirrido a causa del empuje de unas manos envejecidas, la luz da con un una amplia fotografía de La Rioja, Sajazarra, un pueblo oriundo de los Peñalba, data de finales del siglo XIX, es un grabado muy apreciado por la anciana, detrás estaba el atento Daniel Adrián, el niño pasaba la manito por ese grabado la altiva anciana se dirigió al atento niño que tenía una canasta, “¡parte de aquello es tu herencia!” el niño puso una expresión de extrañeza, como que no comprendía, le sostuvo de la cintura acariciándole el pelo viendo ese grabado, “¡de allí proviene parte de tu sangre!”, el niño no comprendía, seguía sin entender, le miró a los ojos y sentenció “¡eres un Peñalba!” “¡cruzado!”, le llevó a un espejo “¡mírate!” “¡mírate bien!” en verdad que ciertas facciones eran parecidas a su difunto tío, aquel tío que la desvirgó en aquella noche de bodas, aquel tío con el que engendró a su hijo Fulgencio Arichabala, aquel tío del cual el niño es descendiente, le tomó de los hombros “¡eres un Peñalba!” “¡aunque tu apellido sea Macay!” “¡pero el verdadero apellido de tu padre debe ser Peñalba!” “¡Peñalba!” el niño iba entendiendo con asombro asimilaba esa verdad confesada ahora “¡mira ese grabado!” “¡de allí también desciendes!” “¡de esos viñedos se trajo el fresno!” “¡las plantas que ahora las cultivamos acá!” “¡es nuestro orgullo!” “¡y… con el tiempo!” “¡tú lo administrarás!” “¡porque eres un Peñalba!” “¡te voy a ayudar mi pequeño!” el atento Adrián Daniel miraba atento a cada movimiento de la anciana y escuchaba con seriedad lo que decía, a sus once años ya asimilaba tamaña declaración, era el momento que lo sepa, comentaba así la anciana, “¡parte de lo que yo tengo será tuyo a mi muerte!”, “¡sólo te pido una cosa!” al niño le vino el asombro, “¡sólo deseo que me ames!” le tomó de los hombros, acercaron los labios para besarse, el niño sintió recelo pero se dejó llevar, “¡todo será tuyo si me dejas amarte!” “¡sí!” “¡tuyo!” le toma de los hombros y le sienta, sorprendentemente mira que su cremallera se desliza por las manos de la mujer, “¡déjame ver!” hurga y saca el pene flácido, para sorpresa del muchacho de once años se ve agitar el pene de manos de ella, “¡qué bonito está!” “¡sí!” “¡es muy parecido!” “¡sí!” “¡sí!” era demencial en lo que pensaba, se sentía feliz tocando ese pene, “¡anda!” “¡recuéstate un poco!” “¡déjame verlo bien!” voluntariamente se deslizó la ropa mostrándose la pelvis, se dejaba hacer pues a cambio tendría muchas cosas, de por si ya estaba bien vestido y comía bien, era el protegido de la anciana y ese era su coste, el dejarse tocar sus partes íntimas, con sorpresa vio que las mejillas de la mujer rozaban el cada vez más erecto pene, “¡lo tienes bonito!” “¡grande!” “¡como él lo tenía!” “¡sí!” “¡es igual!” “¡igual!”, pasaba la nariz por ese pene, por esos suaves testículos, por esa pelvis venosa, todo era maravilloso para ella el tenerle así, a veces el niño pensaba que la anciana fantaseaba con esas historias, no lo tomaba en serio pero cuando se trataba de sus intereses se dejaba llevar como ahora, en él crecía cada vez el egoísmo y tenía un recelo con Daniel Nicolás el nieto de la anciana, para su sorpresa vio que la mujer se deslizaba la ropa mostrándose lo arrugada de la piel de la vagina que la deslizaba sobre el pene del niño, “¡oh!”, “¡qué delicia el poder sentirte!” “¡así!” “¡así!” “¡házmelo tío!” “¡házmelo como aquella vez!” “¡sé que estás aquí con él!” “¡eres tú, tío amado!” “¡hazme sentir!” “¡hazme sentir!”, el inquieto Daniel se limitaba a dejarse tocar el pene por aquella lúgubre mujer, algunas cosas que decía no las entendía, seguramente era ya su edad, aunque le sorprendía la vitalidad con la que aún se desarrollaba, muerto su hijo ahora el centro de atención era él, sí, de forma completa, era su protegido y lo atendía de mejor forma que su nieto Daniel Nicolás, sólo que en los últimos meses había un gélido trato creciente entre ambos, mayormente pasaba con su abuelo el ex senador, quizá al mes la visitaba una ve mientras que a Adrián Daniel lo tenía todo el día, así en cada encuentro se iba acostumbrado a la idea de que la anciana hiciera aquello, como cierta vez que lo llevó a su cuarto a lamerle y chuparle el pene, ahora iba más allá, él estaba acostado encima de ella pidiéndole que roce el pene en la vagina, con cuidado de no dañar el cuerpo de la anciana movía suavemente su pelvis, sabía que luego de aquello por dejarse recibiría bien premio, el pene humedecido se separaba de la vagina, “¡espera!” “¡siéntate!” le besaba el pecho yendo a la pelvis “¡abre las piernas!” así el pene estaba bien descubierto lo tocaba sutilmente, acercó a rozar sus labios, abrió la boca cerrando los ojos volviendo a delirar, “¡oh!” “¡tío!” “¡tío!” “¡qué rico que está!”, “¡es mío!” “¡sólo mío!”, lo chupaba con gusto, estaba muy emocionada con lo que hacía, la mujer muy animada lamia y chupaba el tronco y los testículos ensalivando ese pene humedecido, le miraba “¡estoy muy feliz!” “¡es maravilloso lo que tienes!” “¡dime que es mío!” “¡dime!” “¡lo quiero escuchar de tí!”, “¡dime que siempre va a ser mío!” “¡dímelo!” “¡dímelo!” algo contrariado con sorpresa Adrián Daniel asintió diciendo “¡sí!” “¡es tuyo!” “¡como usted lo dice!” “¡siempre será suyo!”, la mujer negaba con su cabeza “¡no, no me trates de usted!”, “¡trátame de tú!” “¡tú!”, “¡nos amamos!” “¡porque sé que tú me quieres!” “¿verdad?” “¿verdad?” el niño sorprendido asentía, “¡sí… es verdad!” lo dijo por interés, para asegurarse beneficios y estar a la moda de aquella época, sin duda a la anciana la tenía en sus manos, marcaba cierta timidez disimulada, así quedó por unos instantes con su rostro sobre el pene del muchacho que le acariciaba el pelo suave, de corte de época, ella sabía que era vital el contacto con ese niño, sentía fortalecer su vitalidad, evitaba envejecer, los dedos mostraban el recorrido por la piel suave del niño, “¡pídeme lo que quieras que te lo daré!”, el niño sonrió, pero marcaba su timidez y recelo, era estrategia, “¡es que… no sé!”, “¡mis padres pueden enojarse!” ella se vestía “¡al cuerno con eso!” “¡dime y te lo doy!”, “¡yo me encargo de tus padres!”, “¡es mi voluntad regalarte lo que pidas!”, “¡ellos no manejan mi voluntad!”, “¡yo doy las órdenes!”, “¡tendrás lo que te doy sin criticas!” “¡faltaba más!”, le abrazaba con pasión, el niño de once años se dejaba, estaba muy feliz y complacido escuchando aquello, se sentía protegido, siempre deseaba escuchar eso de la matrona de los Arichabala, demostraba vitalidad a su avanzada edad que a sus visitas les causaba extrañeza, antes de salir se dieron un corto beso, el niño llevaba la canasta de vinos, ella iba detrás, a su encuentro llegaba la dama de compañía, le informaba que una mujer la esperaba de nombre “Débora” decía que era muy urgente, Matilde respiraba hondo hasta llegar a la gran sala donde una humilde mujer se puso en pie en cuanto la vio, no se saludaron, la mujer dueña de casa simplemente le hizo un gesto para que la acompañase a la biblioteca, estando allí cerraron las puertas, era íntimo lo que tenían que decirse, “¡sé breve!” “¡estoy ocupada!”, la mujer respira hondo y antes de articular palabra Matilde le hace gestos de silencio, la puerta estaba siendo tocada, tras la hoja de la puerta se escuchaba la voz de Adrián Daniel preguntando por si deseaba algo, a lo que Matilde responde que no y que deseaba estar sola, hubo un corto silencio en la que Matilde pide que se inicie la conversación, “¡vine a pedirte lo que te dije por el teléfono!”, “¡le pido por favor que deje en paz a Agustín!”, agregó, “¡es todo lo que tengo!”, Matilde sonrió irónicamente “¿está segura?”, Débora palideció un poco ante la pregunta, Matilde refutaba “¿crees que no lo sé?” “¿crees que no vi el padecimiento de la deshonra de mi hijo Fulgencio?” Débora se expresa contundente “¡Bueno… sí, efectivamente!” “¡sé a lo que se refiere!” “¡Agustín ya pagó el castigo impuesto por usted y su difunto hijo!”, Matilde agitando las manos expresaba “¡tú bien sabes que se aprovechó de la confianza nuestra para hacer cosas reprochables e irresponsables!”, Débora expresaba “¡esa noche su hijo quiso matarlo!”, “¡fue otro el que cayó en desgracia!”, Matilde hizo un puño y quiso hablar pero Débora le interrumpe, “¡agradezco lo que usted hizo por mí!” respiró hondo Matilde “¡celebro que lo reconozcas… prostituta!”, los ojos se abrieron en Débora “¡sí… lo reconozco!” “¡serví para usted pese a todo con decoro!”, Matilde pregunta “¿por qué tanta defensa, acaso es tu amante?” “¿tuviste alguna relación sexual con él?” Débora la ex ama de llaves de la mansión Arichabala sonrió irónicamente “¡Agustín era un niño cuando vino aquí¡” “¡vino con la verdad de que era un huérfano en compañía de su padre jardinero!” “¡usted bien sabe que era un muchacho trabajador y a la muerte de su padre logra seguir trabajando en ambas mansiones cuidando los jardines!”, “¡su padre!” “¡bendito sea mi amigo!”, “¡recuerde que le pedí que diera el trabajo a mi amigo que lo necesitaba!” Matilde el interrumpe “¡en desafortunada hora se lo di, mira las consecuencias!”, Débora retoma el diálogo “¡mi vida ha sido muy fuerte!” “¡he pasado por malos momentos!” “¡he tenido equivocaciones!”, “¡pero dos bendiciones!” “¡una de ellas era… Nicolás!” Matilde agitaba airosa las manos “¡calla… insensata!” estaba a punto de agredirla, Débora con calma y lágrimas en los ojos “¡Nicolás!” “¡Nicolás!” “¡mi amado hijo!” Matilde con ira exclamaba “¡basta… no lo digas!”, “¡no lo repitas!”, “¡no es verdad!” Débora refutaba “¡es verdad!”, “¡es mi hijo!” “¡un hijo al que se lo regalé a usted y a su hijo Fulgencio!” “¡guardar las apariencias!” “¡usted creó la historia!” “¡la madre murió al parir!” “¡eso convenimos!” “¡a los pocos meses de nacido tuve que dárselo en el momento más turbulento de mi vida, era una prostituta borracha, lo acepto!” “¡por eso se lo di para que tenga una mejor vida!” “¡a cambio me dieron el puesto de ama de llaves para estar muy cerca de él!” “¡sé que usted lo quiso mucho!” Matilde airada dijo “¡y así es como pagas a tu hijo defendiendo a ese hombre que abusó de su confianza engendrando un hijo en la esposa la difunta Justin!” “¡así es como lo idealizas… con traición!”, Débora se puso cabizbaja “¡Sé que tengo mucho que ver en eso porque yo le traje a trabajar a Agustín!”, “¡me di cuenta de aquello, de ese lamentable error en las consecuencias que fueron esos dos niños que él tuvo!” Matilde inquieta exclamaba “¿niños?” “¡explícate!” Débora manifestaba “¡Tuve muchas veces de bañarles siendo muy niños a Daniel Nicolás y Cayetana y me di cuenta de que tienen un lunar a la misma altura de la ingle derecha!” Matilde inquieta preguntaba “¿a qué te refieres?” Débora suspirante decía “¡tienen la herencia genética del padre de Agustín!” “¡el lunar es herencia genética del padre de Agustín… tienen la herencia de sus ancestros por parte de padre!”, Matilde la toma de los hombros agitándola, “¡mentira!” “¡mentira!” “¡no puede ser!” “¡son primos!” Débora refuta “¡son hermanos de padre!” “¡Daniel y Cayetana son hermanos, los escuché de la confesión de las mismas madres!” Matilde volvió a sentarse, Débora continuaba “¡Por eso quiero que lo dejes en paz a mi hijo!” esa aseveración fue fulminante para Matilde que rápidamente se puso en pie de nuevo, “¿qué dices?” Débora reiteraba “¡Daniel y Agustín son hermanos de padre y madre!” Matilde no podía soportar lo que escuchaba “¿pero… cómo es posible?”, Débora nacida en 1896 se sentó diciéndole a la matrona de los Arichabala que a sus cumplidos setenta era el momento de que se sepa la verdad y sin con ello justificase la vida de su hijo Agustín, Débora le dijo que había nacido de familia humilde, nunca supo quién era su padre, vivía de necesidades, cuando tenía seis años acompañaba a realizar lavados de ropa o aseos de casa, ella había sobrevivido a dos hermanos que eran mayores que ella y habían muerto por tifoidea y tisis, recordaba cuando iba a esa hermosa mansión que le llamaba la atención de un cuadro muy grande con la figura de la reina de Inglaterra con un listón negro, la madre siempre la llevaba en horas de la tarde cuando caía el ocaso, a veces era raro que tuviese que esperarle en una sala donde quedaba viendo ese cuadro, supo que esa majestad había fallecido un año antes, luego de un rato salía su madre un poco despeinada arreglándose la ropa, detrás estaba el dueño de casa con respiración acelerada que se sacaba billetes de mediana denominación los cuales lees extendía pasándole a sus manos, el hombre bien vestido con apariencia aristocrática se aceraba a la pequeña Débora acariciándole el pelo y dándole unas monedas de baja denominación sacadas de bolsillo, era feliz pues tras a aquellas periódicas visitas a esa mansión podían comer a gusto, tiempo después casi a mediados de 1902 la esposa de aquel hombre prestante pidió a la madre de Débora que cuidase de su hijo recién nacido, tuvieron un cuartucho de empleados y sirvientes anexo a la casona bajo la aprobación del padre del niño, así ese pequeño hijo de patrones se criaba con cuidados exclusivos junto a Débora que a sus siete años le daba mucho cuidado a ese niño de meses de nacido junto a su atenta madre, de a poco la patrona iba confiando en ellas, le llamaba la atención de aquel lunar en la altura de la ingle derecha, la madre del niño decía que era la marca hereditaria de los varones de la familia de su esposo, el afecto que Débora tenía hacia ese niño trascendía del intenso cuidado a la necesidad de estar junto a él, ese niño crecía en porte y en belleza, era bien cuidado por ser el único hijo de la pareja, una noche mientras dormía fue despertada por un golpe en la ventana, iba a reaccionar cuando escucha una voz susurrante que era la de su madre que se apegaba a la puerta, del otro lado una voz autoritaria pedía que le abran, la madre suplicaba que baje la voz pues su hija lo podía escuchar, Débora vio la figura de ese hombre borracho, era el patrón que impetuosamente la agarra de la cintura para tratar de desvestirle, su madre lo permitía, para la pequeña Débora fue la primera vez que ve un pene erecto velludo, venoso y humedecido que al abrir las piernas su madre vio que entraba en esa parte velluda que para ese momento ella sólo sabía que servía para micciar, atenta desde ese lugar miraba esos movimientos de pelvis que el patrón le daba, escuchaba esos gemidos progresivos, ambos jadeaban, le llamaba la atención esos besos en los que la lengua salía y entraba en sus bocas, le sorprendió ver a su madre ponerse de cara al colchón y ver al patrón agitando el pene erecto chocándolo con cada glúteo voluminoso, luego vio ese pene que se movía como bola de campana cuyo glande se deslizaba entre los glúteos iba entrando y miraba el rostro inquieto y luego satisfecho en el que se transformaba de cada uno de los amantes, el pene entraba y salí por el culo de su madre, Débora experimentaba el deleite del rostro de su madre, ese rostro de satisfacción le quedó fijo en la mente de la niña, luego la acuesta de espaldas al colchón y le hace abrir de nuevo de piernas, las caderas se movía, volvían a gemir y jadear, de pronto e´l se queda quieto y ve salir del pene específicamente del glande que sale una babita blanca que queda pegada en la piel de su madre y luego se va deslizando, ve al hombre que agita y aprieta el glande saliéndole unas gotas de esa babita blanca, era la primera vez que veía hacer el amor, precisamente a su madre y al patrón de la casa en donde vivían, le hizo sentar a su amante abriéndole las piernas poniendo debajo un recipiente con agua que era recogida por las manos de su madre pasándole por el pene, luego enjabonaba y lo secaba con una toalla, el hombre se puso en pie siendo ayudado en vestirse por su amante, vio a su madre con cabello alborotado, el patrón del bolsillo sacó unos billetes dándoselos a la mujer, se dieron un beso apasionado prolongado y salió del cuarto como si nada, ella fue a acostarse mientras que Débora escondida en el rincón ahora entendía lo de por qué de esa relación del patrón con su madre, conoció esa noche el idilio, el sexo, la lujuria, el pecado, la infidelidad y la tormentosa forma del deseo, el tiempo transcurría y eran seguidas las noches de aquellos encuentros, ella escuchaba los gemidos de los amantes y simplemente desde la penumbra miraba cuando había la ocasión en que su madre no iba a su cama a comprobar que estaba dormida en donde disimulaba, en otras ocasiones se limitaba a correr sus sábanas y se cubría la cara, la confianza del patrón con en la pequeña Débora se incrementaba y eso daba cuenta cuando estando en la sala de juegos del niño el patrón llegaba a jugar con ellos, los hacía de caballito montándoles en la espalda, ya para ese tiempo de 1903 el niño había cumplido un año y unos cuantos meses más, ya caminaba satisfactoriamente anunciando que sería un niño inteligente, de ello se sentía orgulloso su padre y madre, Débora por ese tiempo tenía cumplidos sus siete años era un niña muy desarrollada, todo hacía suponer que era hija de extranjero, su madre por ese tiempo no se refería al padre de su hija por discreción, sólo importaba sus interese pese a ser una mujer humilde medía sus escrúpulos en base a sus intereses, la confianza dio para que la madre de Débora se encuentre más apegada a la patrona, eso les daba a los amantes luz verde para verse con frecuencia de forma intima en las habitaciones, tal es así que sabiendo que la patrona estaba de compras en el centro aprovecha el patrón para ingresar furtivamente en el cuarto infantil donde la madre de Débora se encontraba arreglando la cama –cuna de época, ella estaba inclinada con las sabanas en sus manos y de atrás siente que unos brazos la rodean, al oler el perfume sabe de quién se trata y se queda relajada, la ropa se desliza tanto de ella como de él, ella siente el desliz del pene en su trasero voluminoso aún juvenil, siente el pene dentro del esfínter y empieza a gemir, “¡así me gusta cogerte!” “¡así!” “¡así!” empujaba cada vez más y más, lo hacía sintiéndose plenamente a solas, se creía el dominante de la acción, “¡uno de estos días… te preño!” “¡te preño!” la mujer abría la boca a la vez que cerraba los ojos, “¡ah!”, “¡ah!”, “¡ah!”, exclamaban armónicamente, el frío del ambiente los ponía más cachondos, “¡sí!” “¡me gustaría hacerte un hijo!” “¡juntos, mi amor!”, de súbito quita el pene del culo y le encorva viéndose cara a cara “¿lo deseas?”, “¡dime!”, “¿lo quieres?” “¡dime!” “¿quieres que te haga un hijo?” mientras le hacía la pregunta el pene rozaba los labios vaginales, ella exclamaba, “¡no!” “¡aquí, no!” “¡en la noche!” “¡allá… con calma!”, el hombre dijo “¡no ahora!”, “¡hace días que no te tengo y no le he hecho!” “¡tengo leche para tí!” “¡mucha!”, “¡quiero un varón!” “¡con esta leche dentro de ti tendremos un varón!”, “¡un varón!”, “¡quiero otro!” “¡otro!” “¡que sea tuyo y mío!” “¡tuyo y mío!”, “¡debes saber que te quiero!”, “¡te quiero!” “¡más que la fría de mi esposa!” “¡estando contigo soy muy feliz!”, “¡tú lo sabes!” “¡lo sabes!” “¡tú me das vida!” “¡eres mi mujer!” “¡mi mujer!” fue en ese instante que se escucha gemidos, ella con sus manos aferradas a la cintura de su amante da señales de aprobación, se einclina bien para penetrarle la vagina, estaba en todo su apogeo cuando inesperadamente esas manos que estaban aferradas a las caderas de su amante lo apartan, ella miró con susto a la puerta, el patrón con algo de pelo despeinado miró en dirección a la mirada de su amante, se trataba de Débora que tenía marcado al pequeño hijo de los patrones, su mirada era a esos amantes, instantes después había visto ese pene dentro de la vagina de su madre como en noches anteriores, el patrón de inmediato sin decir palabra se arreglaba la ropa, no pudo evitar que Débora viese ese pene erecto, que días antes en muchas ocasiones a propósito el patrón se dejaba ver de ella al momento de salir del baño cuando estaba cuidando al niño, en esta ocasión vio que rápidamente al disimulo la madre se arreglaba la ropa, el patrón pidió en brazos a su hijo saliendo de la habitación, la madre esquiva la mirada de su hija, le habla de tareas que tiene que hacer como ir a barrer, temblorosa queda la madre dentro del cuarto, para ella era la primera vez que su hija la miraba en ese acto, cuan alejada estaba de la verdad, desde aquel hecho pasaron varias semanas, en ellas Débora se daba cuenta que el patrón ya no “visitaba” a su madre en el cuarto, es más, ultimadamente el patrón trataba con indiferencia a su madre y ella a la vez estaba muy estricta con la hija, aquella avanzada tarde del martes 3 de noviembre de 1903, Débora caminaba descalza teniendo puesto su camisón de dormir, había despertado de la siesta con mucha hambre yendo a la cocina por pan y jalea, mientras se servía escuchaba el rumor entre los sirvientes con su madre, se aproximaba a escuchar y se enteraba de aquellas reuniones entre los líderes del movimiento separatista, civiles y militares, el país de la canela se había desangrado mil días antes, un convoy de militares había sido engañado, estaban atentos a lo que esporádicamente las noticias llegaban de los batallones, la comunicación era irregular, patrióticamente actuaba la patrona descendiente de militares de carrera, altiva era ella lo que en cierta forma ese autoritarismo inquietaba a su esposo, meses antes había hecho donaciones, ahora iba a la plaza central a saber de lo acontecido, se preparaba a ir junto con su esposo y con la madre de Débora, dejaban en encargo al niño de la pequeña Débora, partieron aquella tarde nubosa y con aparente neblina, con lluvias ligeras que se hacían intermitentes posibles, y una temperatura fresca en torno de 10 a 15 °C, había pasado algún tiempo en que se fueron, Débora jugaba en el cuarto infantil hecho exclusivamente para el pequeño hijo de los patrones, de pronto la puerta se abre y observa la presencia del patrón, va por su hijo a marcarle haciéndole mimos y girando hasta caer en la cama con él haciéndole cosquillas, lo deja en la cama lleno de risas y va a donde se encuentra Débora quien la marca y la acuesta en la cama haciéndole cosquillas, dio cuenta un tufo de alcohol del patrón, estaba algo entonado, a ambos estando acostados les hacía cosquillas, parecía todo natural, inclusive estaba tranquila y feliz sabiendo del trato adecuado que le daba el patrón, le dijo que vaya a poner seguro a la puerta, agenciosa fue a hacerlo, le abría la camisa al niño y le soplaba en el ombligo haciéndole reír grandemente, ella parada agitaba las manos deseosa de poder participar, estaba muy feliz viendo al patrón cómo mimaba a su tierno hijo, le daba de besos en la frente y en la mejilla y el niño le hacía que corresponda de igual forma, estaban felices, “¡mi esposa no quiso que siguiese bebiendo!” “¡me dijo que viniese a cuidarle!” seguidamente hipaba el patrón, “¡y eso hago!”, vio los pies descalzos de la pequeña, “¡ve a lavártelos!” le dijo en tono suave mientras tanto a su hijo le seguía dando cosquillas, las risas del pequeño eran intensas y traspasaban el cuarto infantil llegando a donde estaban los criados quienes reían sabiendo que el patrón jugaba con su tierno hijo, les complacía escuchar aquello sin bajar la incertidumbre por lo que estaba pasando en el país de la canela, ya vio que salía con pies y manos limpias, se quedó en pie viéndoles jugar, “¿te gusta vernos así?” la niña asentía ante la pregunta, el hombre sonrió ampliamente diciéndole “¡ven!”, “¡juguemos con él!” “¡no tengas pena!”, ella correspondió a la mano estirada que le hizo el patrón “¡verás que bien la vas a pasar!”, “¡acuéstate!” “¡eso… así, bien!”, empezó con los dedos a hacerle cosquillas en la planta de los pies, ella reía, de pronto el patrón empezó a besarle los pies limpios con admiración le decía “¡los tienes como los de tu madre!”, sintió que la mano se deslizaba por debajo del camisón de dormir, se extrañó al sentir el dedo punteando la entrada de la vagina, el dedo índice le hacía círculos en la cuevita, lentamente fue sacando para llevárselo a la nariz “¡huele igual que tu madre!” reía ampliamente, “¡huele!”, le pasaba el dedo a la nariz, se jactaba de ser el activo en esas acciones, “¡tienes una piel suavecita!”, “¡me encanta!”, le volvió a puntera el dedo haciéndola sentir raro, era la primera vez que a su vaginita le pasaba el dedo un hombre, esto aparte del dedo de su madre que alguna vez le había pasado para curaciones de irritaciones por mal aseo, le besaba las piernas alzándolas y terminaba besando los pies descalzos “¡los tienes muy hermosos!” “¡me gustan mucho!” para ese momento el pequeño de año y meses estaba acostado de perfil y miraba esa escena entre su padre y Débora en la que le hacía abrir las piernas recogiéndole al pecho el camisón de dormir, Débora siempre recordará ese momento en que las manos del patrón iba alzando lentamente el camisón mostrándose que no tenía ropa interior, se veía esos labios vaginales carnosos por donde entes los había punteado, contemplaba maravillado viendo esa rojiza vagina, la tela del camisón cubría en parte los ojos de la pequeña, el dedo del patrón se deslizaba entre los labios vaginales y de nuevo punteaba con suavidad, el frío de la tarde le hizo que se ponga erecto el pene¸“¡qué rico biscocho tienes mi pequeña!” ella a su edad inocente no sabía de lo que se trataba, estaba experimentado como ese tierno niño que estaba junto a ella y vio que su padre rápidamente se quitaba el pantalón y el calzoncillo, le preguntó “¿nenita preciosa, cerraste con seguro la puerta?” ella lentamente deslizó la tela que cubría en parte su rostro y movió tímidamente la carita, “¡muy bien!”, “¡buena chica!”, “¡te daré un premio!” reía con seguridad y confianza, la tela del camisón de dormir se deslizaba completamente de la cara y así quedaba viendo ese pene erecto al descubierto que con las manos el patrón lo movía “¡mira!” “¡te va a gustar jugar con él!”, “¡mira!” “¡te va a gustar!” su estado etílico en parte le daba estímulo para decir esas sobriedades que él consideraba decirle a la pequeña, el niño miraba acercarse el pene a rozar la vagina. “¡vamos!”, “¡ábrete!”, “¡ábrete!”, el niño vio que se abrían las piernas de Débora mostrándose los pies descalzos algo levantados y así la pelvis del hombre rozaba con la tierna pelvis de esa niña que experimentaba por vez primera el roce de un glande de pene erecto, el niño se acercó más por la curiosidad inocente de ver que le vello púbico de su padre rozaba con la pelvis lampiña de esa niña, ese vello era una barrera contra bacterias, sudor y fricción, y ayuda a regular la temperatura corporal que ahora se incrementaba por sentir placer de rozar el glande en esos labios vaginales, de pronto se escucha un gemido “¡ah!”, seguido de un corto “¡ah!”, “¡está cerradita!” “¡pero es cuestión de seguir!” el glande punteaba más “¡ah!”, “¡ah!”, “¡ah!”, con suavidad iba punteando, la estaba disfrutando, tenía todo el tiempo para sentirla así, a su poder y voluntad, el niño estaba sentado viendo inocentemente cómo el glande punteaba la entrada de la vagina, el rostro extrañado de la niña al sentirse punteada por ese glande en la vagina mostraba inquietud en el niño, el pene se deslizaba por la pelvis de ella llegando a su ombligo, ya para ese momento el glande tenía un brillo en la punta a causa del líquido preseminal, el tierno niño miraba esos movimientos del pene de su padre haciendo círculos en la vaginita y no entendía de qué se trataba aquello, para él también era la primera vez igual que a la pequeña Débora, miraba atento y a ratos sonreía y también se ponía serio, alzó la pelvis quedando erecto en el aire el pene, eso vio el niño a lo que su padre le preguntaba “¡mira hijo!” “¡estamos jugando!” “¡la estoy haciendo mi mujer!” “¡segura que te gusta lo que miras!” el nene seguía con su expresión de extrañeza “¿te gusta?” “¡dime!” “¿quieres jugar con ella?” “¿quieres jugar como yo?” “¿eh?”, “¡ven!” “¡hazla tu mujer!” le hizo sacar la ropa de la cintura para abajo, lo acostaba sobre ella haciendo que la pelvis lampiña se roce, “¡así!” “¡juega con ella mi cachorro!” “¡juega!” “¡juega!” se notaba que ele penecito instintivamente se ponía erecto ante ese contacto, al ver ese penecito rozando erecto la vagina de la nena el patrón exclamaba “¡ese es mi cachorro!”, “¡hazlo!” “¡monta!” “¡monta!” “¡encímala!” “¡encímala!” mientras le estimulaba a su hijo se manoseaba el pene erecto, miraba el culo del niño alzando y bajando, ella debajo del cuerpo del niño seguía algo extrañada mientras que el pequeño alzaba y bajaba sus caderas, ella seguía abriendo sus piernas las pelvis se rozaban, ambas eran lampiñas, de súbito lo alzó a marcarle, las piernas rodeaban las caderas de su padre, “¡qué bien juegas!”, “¡estoy orgulloso de mi cachorro!” “¡mi cachorro!” lo levantaba por los aires y el niño reía, varias veces lo hizo “¡mi cachorro!”, “¡mi cachorro!”, lo acostaba en la cama haciéndole cosquillas en los pies y en el abdomen, luego quedó acostado, “¡ven tú!”, la alzó a la pequeña “¡eres muy valiente!” “¡me siento orgulloso de ti!” “¡mi pequeña amazona!” las piernitas de Débora rodeaban las caderas de ese iniciador, solo que la alzaba y bajaba haciendo que el pene roce y punteaba la vaginita, “¡ah!” “¡ah!” “¡mira!”, “¡mira!”, los ojos de Débora miraban el deslizamiento del pene y punteadas en su vaginita, la pelvis lampiña rozaba con los vellos púbicos del patrón que la sostenía con los pies rozando las caderas y las manos apoyadas en el culo sostenido, sin soltarle así abrazada la fue acostando en la cama, “¡abre tus piernas mi pequeña!”, el pequeño se acercó a ver el pene de su padre que punteaba la humedecida vagina, la dejó acostada a piernas abiertas, “¡ahora sentirás algo bueno!” “¡te va a gustar ese juego!”, “¡ya verás!”, ella sintió raro cuando la lengua pasaba por labios vaginales, le vino estremecimientos, era la primera vez que sentía aquello, la piel se le ponía de gallina, el patrón reía, “¡ves!” “¿qué te dije?” “¡te va a gustar!” le miraba el rostro a la pequeña cuya mirada seguía extrañada pero aceptaba tímidamente todo lo que su iniciador en ese momento le decía, estaba inquieta, la lengua hacía círculos en sus pezones infantiles, los dientes rozaban las puntitas, le pasaba la lengua por el cuello haciéndole suspirar, él sabía cómo dominarla desde esa primera vez, le dio un beso que le pareció raro recibirlo por primera vez, “¡veo que no sabes besar!”, “¡te voy a enseñar!”, “¡abre la boca!”, los labios se unieron y para sorpresa de ella sintió la lengua en su paladar, el hombre estaba feliz iniciando a esa pequeña en su metamorfosis, le besaba la garganta, bajaba con sus labios deslizando por el pecho, la lengua rozaba el ombligo sacándole suspiros a los que hasta ella se asombraba, chupaba la pelvis, le rozaba la lengua, dejaba rastros de saliva, la nariz rozaba los labios vaginales, “¡qué rico huele!”, “¡deja!” “¡deja!” la lengua rozaba el clítoris haciéndole retorcer, le besaba la pelvis y volvía a chupar y lamer los labios vaginales, con los dientes suavemente les rozaba la piel, “¡ábrete más!” le abrió los labios vaginales poniéndole abundante saliva salida de su boca adulta, respiró hondo “¡te gustó!” “¿verdad?”, ella respiraba hondo, le vio con recelo, “¡tranquila mi pequeña!”, le dio un beso en la frente “¡tranquila!” le dio otro beso en la mejilla y le dio varios besos en la vagina, volvió a abrir los labios vaginales poniéndole saliva, vio que se metía el dedo índice en la boca lleno saliva iba a puntear la vagina, ella se retorcía algo extrañada, “¡tranquila!” el dedo entraba milímetros “¡tranquila!” entraba otros milímetros “¡tranquila!” el niño estaba sentado tocándose el pene desnudo que por sorpresa seguía erecto, Débora vio coincidentemente que padre e hijo tenían ese lunar a la altura de la pelvis, esa pelvis que nuevamente rozaba con ese pene bien humedecido puesto saliva en el glande que hacía contacto con la saliva de la vaginita, “¡ábrete ya!” ella abrió lo que más pudo sus piernas, ahora los gemidos se iban incrementando así el sonido aumentaba, rápidamente le puso parte de una sábana en la boca, el niño seguía sentado con las piernas abiertas imitándole a ella tocándose el penecito, viendo cómo ella abría extrañada los ojos, el sonido se ahogaba en el trapo, el hombre con un gusto elevado exclamaba “¡espera!” “¡quieta!” “¡ya casi!”, “¡ya casi!” “¡ya!” “¡ya!” las caderas se movían, se escuchaba el ruido de los resortes de la cama, los pies de ella caían en la cama, la sujetaba con fuerza de las caderas, ambas pelvis se iban rozando, el pene entraba, ya rozaba el himen ahí fue que ella trataba de gritar pero el trapo en la boca lo ahogaba, más cuando el glande iba milímetro a milímetro entrando en el orificio vaginal, por ser grueso hacía estragos causando dolor en el pequeña, “¡ya casi!” “¡ya casi!” “¡ya!” el glande se deslizaba más hacia adentro de la vagina “¡ya casi!” y más “¡ya casi!” y más “¡ya casi!” hasta que todo entró, las manos de la niña hicieron puños en la sábana con mosaicos de encajes infantiles, “¡yaa!” “¡estáááá!” el grito era ahogado por el trapo, el hombre aferrado al cuerpo de la pequeña sentía complacencia, la experiencia de su sexualidad le indicaba que lo había logrado, la había desvirgado nada más ni nada menos que delante de su hijo, el pene estaba adentro, rozaba la fosa navicular, eso la daba a ella cierta extrañeza sumada al dolor, lo fue sacando al pene lentamente, la nena movía su cabeza a los costados de las almohadas en señal de un profundo miedo con dolor, el niño ve que el pene sale de la vagina de Débora, le sorprendió la sangre con saliva pegada en la piel del pene latiendo todavía erecto, el vello púbico también tenía restos de sangre, la miró y estaba temblorosa, aún tenía parte de la sábana en la boca manchada con saliva y que lentamente se deslizaba de los labios, empezó a llorar, el hombre la besaba tratando de calmarle, “¡tranquila!” “¡eres muy valiente!”, “¡tendrás un premio!” “¡el que desees!” “¡ya verás!” vio el rostro del pequeño “¿verdad hijo que le compraremos lo que ella desee?”, “¡te lo mereces por jugar bien!”, la nena lentamente paraba de llorar, ahora constipaba por efectos de sentir dolor, el niño le vio la sangre salida de su vagina, ella estaba inmóvil con las piernas abiertas sobre la cama, el patrón miraba su pene ensangrentado y miraba la vagina de ella, sin lugar a dudas, le puso el trapo en la boca, ella se puso temblorosa, unieron las frentes, “¡aún no termina nuestro juego!” el pene rozaba los labios superiores e inferiores, entraba por ese himen ya roto, “¡aguanta un poco!” “¡verás que rico lo sientes desde ahora!” “¡aguanta!” “¡aguanta!” la niña movía negativamente la cabeza, era señal de que no deseaba continuar pero estaba bien sujeta por el cuerpo de quien la había desvirgado, cerraba los ojos de gusto diciendo “¡primera vez que me como una cuevita de esa edad!” mientras la penetraba con fuerza le decía “¡Débora… recuerda que es mía!” “¡este juego es nuestro secreto!” le besaba y le penetraba “¡mi amor!”, le besaba y le penetraba “¡mi amor!” la sentía suya y se lo recordaba desde este preciso momento “¡eres mía!” “¡sólo mía!”, el niño escuchaba atento, su inocencia hacía que se limitase a ver los movimientos de su padre sobre la pequeña y a escuchar el chillido de los resortes en su cama infantil “¡quiero dejarte bien abierto tu huequito!” “¡quiero que me extrañes!” “¡quiero que me pidas jugar!” “¡que me pidas que juguemos!” “¡siempre!” “¡siempre!” así tras decir eso las embestidas fueron más intensas hasta que sintió el pene bien metido dentro de esa vagina, así segundos después lograba detenerse dejando dentro el pene bien profundo metido en esa vaginita, tras el dolor sufrido Débora sintió un líquido dentro de su vagina, era que por vez primera probaba sentir dentro el depósito del semen de un macho domador, “¡ya está!”, “¡eres completamente mía!” “¡soy el primero!” unió la frente a la de la pequeña “¡no lo olvides!” para ese entonces el cuerpo sudoroso del patrón se apartaba de la pequeña con un beso, vio su vagina humedecida de sangre, saliva y ahora de semen, allí quedó abierta de piernas, el niño pasaba el dedito por la vaginita, olía ese líquido mientras el orgulloso padre decía “¡ese es el líquido que preña!” “¡es el que hace bebés!” “¡por ese están aquí!” reía mientras Débora no paraba de llorar con la sábana en la boca, se acercaba a consolarla, la marcó “¡ya!”, “¡ya!”, “¡mi pequeña!”, “¡no es para tanto!”, “¡ven, vamos a curarla!”, entraron al gabinete del baño, allí le pasaba trapos humedecidos, tratando de calmarle el dolor, la hora de cuando fue desvirgada había sido a las 17h00, ella perdía su virginidad y el país de la canela en ese momento perdía territorio, el destino así lo había querido, tras escuchar esa historia Matilde la toma de los hombros “¡todo lo que me dices es impactante!” “¡es muy fuerte lo que me has confesado!” “¡pero …dime!” “¿quién es ese hombre?” “¡cómo se llama!” “¿conozco al padre de tus hijos?” “¡dime!” “¿acaso lo conozco?” “¿es alguien de mi familia?” “¡dime!” Débora logra apartarse “¡celebro que reconozca la verdad!” “¡Nicolás y Agustín son hermanos!” “¡hijos del mismo padre!” Matilde la interrumpe “¿te refieres a que ese hombre que te desvirgó es el padre de ambos?” Débora hace una mueca de gesto, “¡no!”, “¡no es así!” ella continúa diciéndole que tras esa experiencia siguió callando delante de los demás, pasaba por los rincones escondiéndose del patrón, pese a sentir vergüenza de él, paradójicamente y sin poder explicárselo le nació una atracción ante ese adulto, en las noches se tocaba la vagina que la humedecía con los dedos, se sentía rara, su madre apenas daba cuenta de su cambio de actitud, continuaba cuidando al pequeño hijo de los patrones, solo que de ahora de forma diferente, se encerraban en el cuarto, ella se bajaba la ropa y lo mismo le hacía l niño que ya para ese entonces había cumplido dos años, le tomaba abrazado del as caderas y hacía que vaginita y penecito lampiños se rocen, hubo una ocasión en que fueron vistos correr por el corredor de la parte alta, ella lo atrapaba, lo abrazaba levantándole un poco dándose un piquito de beso, lo fue marcando hasta entrar en el cuarto del niño, le bajaba el pantaloncito corto y el calzoncillo y se veía el pene desnudo aun flácido, ella en su delante se bajaba el calzoncito, daba unos pasos atrás y se recostaba delante del niño y se levantaba el vestidito, él a continuación ya sabía que debía acercarse y acostarse sobre ella, el pene rozaba, ambos niños aprendieron a “jugar” aquello, el culito se levantaba y se movía en círculos, ella estaba ansiosa, gustaba el sentir el pene rozando su vaginita, de repente aparecía el patrón, se escuchaba el seguro de la puerta, “¡traviesos!”, rápidamente se quitaba le pantalón y el calzoncillo mostrándose el pene erecto con bastante vello púbico, marcaba al niño haciéndole cosquillas, luego le decía a la nena que se abra de piernas y allí en ese instante es que le mandaba a guardar al pene dentro de su vaginita, le tapaba la boca evitando que sean escuchados los gemidos, para ese momento ya la vagina bien lubricada de la pequeña Débora sentía mucho placer, así dejaba el semen dentro, se retiraba al baño a asearse y allí quedaba el tierno niño con su inocencia acostado encima de ella, a veces se iba sin limpiarle la vaginita confiado en que ella lo haría pero a veces el niño se acostaba encima de ella y su pene se humedecía del semen dejado, tiempo después se veía el cambio de la pequeña, era colmada de obsequios del patrón quien argumentaba que veía en la pequeña a la hija que no pudo tener, pasaron los años, ya para ese entonces aquel niño cumplía los ocho años, estaban a principios de la segunda década del siglo XX, ella era una desarrollada niña, la desgracia llegaba a la vida de Débora, su madre cae mortalmente enferma, duró semanas su agonía, los familiares del interior se la llevaron, así con cierta tristeza dejaba a su compañero de “juegos”, la vida se desarrollaba en el pueblo rural, allí en la escuela conoció a chicos mayores y pronto era descubierta desnuda con uno de esos chicos detrás del cerco rústico, la maestra la castigaba, así se iba desarrollando la pobre fama de Débora, los familiares a su cuidado se empezaron a decepcionar al nivel de repudiarla y la dejaron sola cuando cumplía la mayoría de edad, conoció amistades de dudosa reputación, “animaba” las fiestas, eran ·”chicas alegres” una noche fueron invitadas a cierta fiesta con máscaras de jóvenes solteros no tan adolescentes, sin saber con detenimiento entró a un cuarto con un personaje agradable, al sacarse las máscaras levemente le reconoció, se trataba del hijo de aquel patrón que la desvirgó, no cabe duda que así era, siete años después lo tuvo entre sus brazos, fue amor a primera vista, él estaba mareado, estaba caliente del deseo, era el tormentoso año de 1926, aparecía ese guapo hombre en su lecho, Débora simplemente quería sentirlo, se vieron muchas veces a petición de ella que le daba el cuerpo gratis, en una noche fresca de luna llena se dejó preñar, se enteró que era un “afortunado” padre de dos niños, el mayor de tres años nacido en 1923 y el pequeño de un año nacido en 1925, llegaba a desfogar el desamor sufrido por le indiferencia de su esposa, pasaba el tiempo y ya no lo vio, ella quedó desolada, decidió irse al interior con su barriga, no deseaba ser reconocida así en ese “negocio”, padeció de hambre, recordó ir a un lugar donde podría darle auxilio, era 1927, año en que iba a nacer Nicolás, su hijo concebido con amor por parte de ella, pero estaba pobre, no deseaba ese destino para su hijo, en un arrebato pensó presentarlo a su hijo a su padre biológico pero los tiempos de moralidad conservadora se lo impidieron siendo cruelmente rechazada, su hijo nació con complicaciones, fue una fortuna haber llegado a pedir ayuda de los Arichabala, en secreto decidieron adoptar al pequeño, le dieron unos cuantos centenares de pesos de la época y así ella continuó con su vida alejada del hijo que había regalado, la edad iba pasando factura con el tiempo, era una borracha que se entregaba al mejor postor, tenía en su alma una mezcla de poca vergüenza y desamor, sólo un fiel y humilde amigo le cuidaba en su cavilaciones, a veces la protegía de los peligros y los excesos con los hombres que le tocaba lidiar sexualmente, allí lo vio de nuevo, ahora envejecido y desencajado, era el año de 1936, supo que había perdido a su segundo hijo culpando a su esposa por el descuido, sin identificarse mucho como es normal en ese tipo de mujer de dudosa reputación, para él era un nuevo encuentro y para ella ilusoriamente era su segunda oportunidad, volvieron a entregarse y aquel hombre volvió a marcharse sin decir a donde ni cuando, otra vez quedó esperando un hijo de él, se sabe entonces que él no era para ella, nuca le reveló su verdadera identidad y supo en conciencia que siendo una simple prostituta de pueblo por vergüenza no se haría de ella sumado a que tenía su matrimonio, cayó en profunda depresión y casi pierde a su hijo que nace con complicaciones, sus devaneos se incrementaron con el post parto llegando a apartarse del niño, su amigo cuidó del bebé, fue en esa época de 1949 cuando su amigo fue a la mansión Arichabala a pedir trabajo, el destino quiso que se encuentren, y cuando el niño cumplió los once años llegó a la mansión Arichabala en compañía de su padre sin saber que la tenía muy cerca, Débora discretamente rogaba a su amigo que no confiese su secreto, sería un caos que se sepa de que Agustín y Nicolás son hermanos, aunque ella en secreto se sentía feliz de tener a sus dos hijos muy cerca, no duró mucho esa paz cuando se supo de los amoríos de su hijo Agustín con las dos esposas de los hermanos Arichabala, al nacer esos niños para ella fue una bendición saber que eran sus nietos, eran producto de una mentira pero nacidos de entrega de amor, Matilde le interrumpe el relato “¿Agustín sabe que eres la madre?” “¿sabe quién es el padre?” Débora dio una mueca risible forzosa, “¡no lo diré!”, “confórmese con saber que Daniel Nicolás y Cayetana provienen de un linaje identificado con un lugar alto con espinas” Matilde murmulló “¿lugar alto con espinas?” “¡algo sé de aquello!”, “¡lo voy a investigar!” Débora manifestó que ellos tienen sangre vasca colonizadora, el semblante de Matilde brilló, Débora le dijo contundentemente, “¡debes dejar tranquilo a mi hijo!” Matilde forma altiva como era característico de su personalidad “¿y qué pasa si me niego?” Débora dijo “¡me he confesado ante usted!” “¡estamos a la par con lo de su secreto!” Matilde con altivez le dijo “¿secreto?” “¡cual secreto!” Débora dijo con determinación, “¡aquel secreto del nacimiento de Mateo!” “¡del pobre Mateo!” “¡al que usted y su hijo convirtieron una nulidad de persona!” “¡si se atreve a hacer daño a mi hijo la prensa y demás noticiarios del país sabrán sobre su origen!” “¡creo que no conviene que el público del lumpen lo sepan!” giró sobre sus tobillos y se fue cerrando la puerta, Matilde se dejó sentar sobre el sillón dando puños en el espaldar “¡sabes a donde golpearme!” “¿Por qué lo permitimos?” “¿Por qué?”, daba golpes con las manos en señal de furia, “¿por qué?” “¡me tiene en sus manos!” bufaba de cólera la prestante mujer “¡pero no durará mucho tiempo!” estaba colérica “¡maldita mujer!”, “¡en mala hora le di cobijo!” “¡en mala hora me compadecí de esta mujer despreciable!” “¡maldita!”, “¡mil veces maldita!”.
FIN DEL DUCENTÉSIMO SEXAGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
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