MI AMIGO LAZARO Penúltimo
Todo comenzó cuando mi amigo Lázaro me contó de la infidelidad de mi padre y sus deseos de follarse a mi madre .
POINT BLANK
Desde mis desvaríos de autocompadecencia, el dolor del culo por llevar casi todo el día en el baño y la profunda tristeza que sentía hice algo que jamás hubiese pensado hacer, levanté el móvil y revisé el mensaje de papá y leí: “hijo, sé que, lo que hice no tiene excusa, soy el peor hombre para tus ojos y los de tus hermanas pero, quiero que sepas que los amo con todo mi corazón y para demostrarlo confiaré en ti, algo raro ocurrió que me obligó a investigar. No sé si tu estas involucrado o no por lo que haré un salto de fe contigo y te contare lo que descubrí.
Rosa, mi amante, en realidad se llama Magenta y es hija de Víctor, nuestro vecino, al que conoces como Lázaro.
Contraté a dos investigadores y a un contador forense para investigarle a él y a sus finanzas y lo que descubrí no fue mucho pero, relevante.
Al parecer es dueño de una inmobiliaria con nexos a una empresa financiera de dueños albaneses, todavía no sé como funciona pero mis peritos están seguros que es el frente de una red de lavado de dinero. Lo importante es que Víctor o Lázaro es un desquiciado obsesivo, se rumorea que hace dos años se obsesionó con la joven esposa de un ejecutivo de su empresa, la acosó hasta poder acostarse con ella, a él le despidió y a la mujer la abandonó una vez que la había usado, la pobre quedó sin esposo y amante.
Hijo, si lo que esta ocurriendo no te gusta, por favor ayúdame, envíame un mail, tengo un plan. Te amo, pequeño.”
Al final mi papá si sabía lo que ocurrió con la mujer, sabía exactamente como inicio, como se desarrollo y como concluyó.
Sabía cual era el momento, cual era su debilidad y como atacar y ahora también yo.
Solo tenía que hacer lo que él dijera y pasar desapercibido, lucir sumiso, continuar con el papel complaciente, encubridor e incluso instigador, continuar apoyando a Lázaro, mantenerme dócil como aquel pasajero que se sienta al fondo del autobús vistiendo una sudadera con capucha. Irrelevante, el que parece no matar una mosca, al que nadie toma en cuenta, aguardando, esperando el momento exacto para correr al medio del autobús, abrir la sudadera y detonar el chaleco explosivo mandando a todos al infierno.
Esperar. Solo esperar y confiar, si.
Confiar en mi padre, confiar en que Lázaro una vez saciada la obsesión por mi familia las desecharía como basura, como lo hizo con las otras mujeres, y cuando mi madre se de cuenta que solo fue un juguete para un pervertido volvería a extrañar a mi padre, y el estaría allí para perdonar y ser perdonado y todo volvería a ser como antes, antes de Lázaro, de su hija de las trampas y maquinaciones.
Ese era el plan, ese era el plan de mi padre y todo comenzaría con un viaje.
VACACIONES.
Y el día llegó, Lázaro llegó anunciando que tenía preparada para nosotros unas largas vacaciones en un lujoso resort en el mediterráneo, más precisamente, en una exclusiva isla en las costas turcas. Mis hermanas saltaron de alegría, sobre todo Verónica que estaba muy entusiasmada con el viaje, mi madre, aunque no se mostraba tan fervorosa, se notaba que quería ir.
No tengo que mencionar que aceptaron al instante, sonreí.
- Mamá, necesito comprar trajes de baño nuevos, los que tengo no…
- Tranquila, Verónica —dijo Lázaro—, tengo preparado todo para las vacaciones, incluso la ropa.
- En serio.
Las niñas se quedaron hablando con mi “amigo” quien, gustoso daba detalles del viaje, el hotel, las playas, el color turquesa de las aguas y lo sabrosa que era la comida.
Tres días después volábamos al encuentro de dicha isla. El avión aterrizó en el aeropuerto Milas-Bodrum desde donde tomamos un pequeño catamarán a quien sabe donde.
Quien sabe donde era una pequeña isla privada que albergaba un fastuoso hotel de veinte pisos, de opulentos y refinados acabados, a simple vista se podía apreciar que solo el vestíbulo era más costoso que nuestro edificio.
Nuestra habitación se encontraba en el piso diecisiete, una extraña suite de tres dormitorios, sin embargo, el principal; una enorme cama matrimonial de tamaño precidential king se ubicaba al centro del cuarto, rodeada de mullidos sillones de terciopelo blancos, frente a un gigantesco ventanal que daba a la terraza, los cristales se hallaban protegidos por delgadas y transparentes cortinas de lino.
Mis hermanas tomaron una habitación cada una y si, adivinaron, donde dormiría yo?
- Lo siento chaval —dijo Lázaro—, tomé las reservaciones cuando todavía estaban disgustados y no tuve oportunidad de cambiarlas.
- Sigo molesta —recalcó mamá—, lo traje porque me dio lastima dejarlo solo.
- Gracias —respondí arrastrando las palabras.
- Puedes dormir en un sillón, a que si —acotó mi amigo— son grandes y cómodos.
Mierda, pensé, si conocen a Lázaro como yo lo estoy conociendo, habrán notado que quiere que duerma frente a la cama matrimonial, frente a ellos, para que vea mientras se folla a mi madre.
El primer día no fue trascendental, el viaje, aunque no recorrimos una cantidad importante de kilómetros, fue agotador, era la primera vez que navegamos y las aguas agitadas no le asentaron muy bien a las niñas. Dormimos gran parte de la mañana hasta la tarde.
Lázaro pidió servicio al cuarto para cenar, comimos, vimos televisión y ya entrada la noche mis hermanas se fueron a duchar y dormir, mi mamá les siguió, sola al principio para sumársele Lázaro pasado uno minutos, ambos salieron al cabo de un rato; mi madre envuelta a una toalla en la cintura y en tetas y Lázaro sin nada, mostrando una polla aun inflada. Follaron en el baño, era obvio.
Ambos se acostaron, yo, en un ataque de rebeldía, no me bañe y me acosté en el sillón acomodado para ello con un cobertor delgado.
El día dos desperté con el revoloteo de las niñas ansiosas por ir a la playa. Lázaro depositó una maleta Louis Vuitton sobre la cama y la abrió, del interior sacó un pequeño bikini, más parecía un diminuto triangulo amarillo que apenas cubría las areola, la parte inferior una tira de tela del ancho justo para cubrir la vulva y el agujero del culo si por alguna razón les separaban las cachas. Las de las niñas eran idénticas con la salvedad que no tenían parte superior, mi amigo llevaba una muy ajustada y ridícula sunga.
Lázaro desvistió a Evolet y luego le cubrió el pubis con la tira azul no sin antes hacerle un buen repaso de su coñito.
- Luís, porque no cambias a Verónica —dijo Lázaro mirándome con una sonrisa.
- No, yo lo hago —espetó mamá.
Me alejé viendo como mamá desvestía a mi hermana, no les di el gusto de verme en un rincón como perro apaleado. Bajé a la playa,
VERANO DE RISAS Y DIVERSIÓN.
En la playa me recosté en una tumbona esperando pacientemente a que la tierra se abriera bajo mis pies y me tragara. Lamentablemente eso no ocurrió, lo que si ocurrió es ver a mi amigo acompañando a las chicas, pasar junto a mí y ubicarse en la arena, tumbados sobre una extensa toalla y protegidos por una enorme sombrilla.
No era mi intención espiarles pero, dado que se encontraban dentro de mi campo visual era difícil no perder detalles.
Ocurrió algunos minutos después de llegar, Lázaro se acercó al oído de mi madre y susurró, haciendo un gesto con su cabeza; indicando alrededor, mi madre miró y sonrió. Titubeo unos segundos y después desanudó la tira del sujetador quitándoselo, lo sostuvo frente al rostro de mi amigo quien veía con expresión de triunfo, pero eso no fue todo, despojó a las niñas de la poca tela que vestían sacando su propia tanga en el proceso.
Así las tres mujeres quedaron desnudas en la playa abarrotada de personas. No sé como convenció a mi madre de desvestirse ya que la playa no era nudista y todo el mundo les veía extrañados pero nadie se atrevió a decirles nada.
Mis hermanas corrían jugando con las olas y la arena, aunque estaba alejado del tumulto apreciaba con claridad como los hombres se deleitaban observando a las crías mostrar prácticamente todo al correr y chapotear con el agua.
Algunos se les aceraban con excusas vagas a mirar de más cerca otros se ofrecían para aplicarles protector solar, Lázaro tan cordial aceptaba las propuestas así los vejetes podían manosear a las niñas a gusto, le acariciaban los pechos, el culo perdiendo los dedos entre las nalgas y más de alguna les penetro el coño con los dedos, si, más de alguno, ya que fueron varios los ofrecidos a asistir con la crema.
No sé si estaba planeado o fue casualidad, conociendo a Lázaro, nada es casualidad.
Tres hombres y una mujer se acomodaron junto a ellos, todos de entre treinta y cuarenta años. La mujer que también estaba desnuda tenía el cabello rubio, su piel tostada por el sol, sus pequeños pezones rosados resaltaban entre el bronce de la tez, su culo macizo y el coño adornado por una fina alfombrilla en forma de triangulo, los hombres, la verdad no me fije mucho el ellos.
La mujer hablaba con mi madre los hombres con Lázaro, reían, hablan, volvían a reír, mi madre se sonrojó, rieron otra vez. La mujer miró a Evolet, dos hombres miraron a mi madre, el tercero a Verónica, hablaron, rieron. La mujer se incorporó, tomó de la mano a Evolet, la levantó y guío de regreso al hotel, giró al costado con dirección a la pileta. Que hago? me pregunté. Uno de los hombres alzó la voz, me distrajo; logré identificar un marcado acento francés.
Me decido y sigo a la mujer, no había estado en esa parte del hotel por lo que me muevo con cuidado. Una enorme pileta ocupaba casi todo el costado del edificio, una hilera de tumbonas ubicadas sobre un cuidado césped verde intenso y del otro lado una serie de casetas privadas similares a yurtas pero más pequeñas, haciendo de puerta una pesada tela, excelente para mirar sin ser notado.
Las dos primeras estaban vacías; la tercera había una chica joven durmiendo sobre una cama de sabanas blancas, realzando su cabello largo y negro como el carbón, me quedé mirándola unos instantes sumido en mis pensamientos. En la cuarta tienda una anciana, de unos setenta años era follada por un crió de mi edad, tal vez menos, la mujer de misionero con las piernas flexionadas se apretaba las tetas con las manos mientras el chico sosteniéndose de los tobillos de la vieja la penetraba con una cadencia salvaje.
Me alejé reanudando la búsqueda; en la quinta un hombre tirado sobre la orilla de la cama, su brazo colgaba lánguido, creí que estaría muerto o desmayado hasta que me percaté de las pequeñas bolsillas de polvo blanco regadas por el suelo, sonreí.
En la siguiente tienda las encontré; la mujer tenía a mi hermana recostada sobre la cama, las piernas entrelazadas y sus coños frotándose delicadamente. Evolet con los ojos apretados soltaba suaves gemidos, por el contrario, la mujer era más bulliciosa al remarcar el momento en que sus clítoris chocaban. Entonces, el cuerpo de la mujer se estremeció soltando una risilla juguetona, el orgasmo alcanzado no basto para saciar a la rubia, la mujer se incorporó, tomó a mi hermana del mentón conduciendo su boca al pezón derecho, Evolet abrió la boca cuanto pudo y engulló la areola y el pezón.
Cerré la cortina y regresé cabizbajo
Ya cerca de mi tumbona puedo distinguir la cabeza de mi madre subiendo y bajando sobre la ingle de uno de los tipos.
No veo a los otros, a verónica ni a Lázaro.
Sin prensarlo me dirigí a recepción y hablé con el encargado, lloré un poco y di algo de lástima, no es que tenga que mentir demasiado ya me doy lástima a mi mismo, me entregó una copia de la lleve.
Me dirigía de vuelta al hall y planear mi próximo movimiento cuando mi madre me tomó del brazo y me jaló contra su cuerpo desnudo, me abrazó con fuerza llevándome a los elevadores, mi corazón latía en el pecho, lo escuchaba retumbar en mis oídos. Giro el cuello examinando el corredor y le veo, el hombre al que mamá le chupaba la polla nos sigue, eso es lo que me mantenía inquieto, mierda, se lo que me esperaba arriba.
Arriba, muy arriba, el elevador se detiene en el penthouse
Gemidos fugases, jadeos y el rechinar de camas es lo que me encontré en el piso. Lázaro salio detrás de una columna, tomó a mi madre y la condujo al centro del salón no sin antes restregarme una de sus sonrisas sardónicas
- Recorre lo que quieras, diviértete— dijo.
Le devolví la sonrisa lo que lo confundió un segundo.
Por un momento me quedé quieto, de pie, como una estatua mirando al salón, mirando a
Verónica montando a un hombre en la esquina de un diván. Una polla gruesa, enhiesta, entraba y salía del coñito de mi hermana.
Otras siluetas de fondo retozaban al compás de gemidos y resuellos pero no les prestaba atención
Mamá me empujó al pasar siendo guiada por un hombre quien la tomaba de la cintura y conducía a la esquina libre del mismo asiento.
- Esto es lo que te gusta ver? Pajero —farfulló mamá.
Se recostó sobre el diván y abrió las piernas, el gilipollas se encaramó sobre ella, la penetró de un golpe y empezó la follarla, un tipo calvo y delgado se arrodilló junto a ella, al principio le acariciaba el pecho derecho pellizcándole el pezón para luego meterse un bocado de teta y mamarla con ahínco.
Ya era suficiente, ya me habían maltratado lo suficiente. Dos cosas pasan cuando apaleas a un perro por mucho tiempo, cuando le rompes los huesos, le laceras la piel y lo dejas solo a que sane al sol. Dos cosas suceden cuando llevas a un animal al límite: o le quebrantas su espíritu y lo encarcelas en su propio cuerpo, o te ataca de vuelta, te muerde la yugular con un hambre de furia, cuando no le importa nada más que verte retorciendo de dolor en el suelo bañado en tus propios fluidos.
Nunca te enfrentes a un hombre que no tiene nada que perder.
Jugaron conmigo, me trataron como un imbécil y saben que… no lo soy, nunca lo he sido.
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