MI BARRIO FUE UN AREN
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi nombre es Juan tengo 40 Años y siempre he sido bastante reservado con mi vida y mi intimidad pero no me he resistido a contar mi experiencia después de tantos años leyendo por aquí.
Aquel día parecía ser uno como cualquier otro, sonó el despertador a las 7:30, lentamente me gire e intente dormir unos minutos más, pero sé que no debo hacerlo y termino levantándome y me fui a la ducha y antes me miro mi figura en el espejo del baño parece que últimamente he perdido algo de peso, logro distinguir las costillas marcándose en mi abdomen, vivo solo y últimamente no he comido muy bien, me faltan horas para todo me gustaría hacer.
Me doy una ducha rápida para recuperar energía y paso a vestirme, bajo al bar allí esta como siempre Carlota una chica de unos 25 años que me prepara el desayuno, suelo comer bastante en las mañanas ya que no sé cuándo volveré a comer y salgo del bar hacia el trabajo les diré que trabajo de fotógrafo, les diré que mi trabajo lo tengo a la vuelta de la esquina, pero siempre voy imputo para abrir.
Abro la puerta y suelo salir a barrer la puerta y saludar a mis compañeras de otros comercios, entonces poco a poco van entrando las caras conocidas, pero al cabo del día entra una cara diferente que no había visto antes, se trata de una chica de aproximadamente unos 30 años, bastante alta y guapa y se nota le gusta cuidarse, a lo mejor trabaja por aquí cerca, se acerca al mostrador y me dice
Rosa – Hola mi nombre es Rosa y vengo a rebelar estar fotos las quiero 20 X 25 y otras dina 4.
Yo saco un sobre y apunto las que desea 20 X 25 y las que desea en dina 4, escribo su nombre en el sobre y le pido la dirección y ella me dice
Rosa – Me he mudado hace poco y aun no me conozco bien el nombre de la calle pero si quieres te doy mi móvil
Juan – Ok lo veo bien, así cuando estén te aviso y mi nombre es Juan soy el dueño de esta pequeña tienda, así que si te gusta la fotografía nos veremos bastante seguido.
Rosa se fue y yo entre en el laboratorio a ver lo que me dio entonces me encontré con 30 fotos de estudio, pero claro esta estaban hechas en una casa, y era ella semi desnuda y desnuda y mirando las fotos vi que en realidad habían 15 buenas ya que las otras estaban desenfocadas o mal y me daba no sé qué hacérselas y cobrárselas, yo la llame y le dije que viniera y cuando vino a la tienda le dije
Juan – tenemos que hablar sobre las fotos es hora de cerrar te parece que vayamos a la terraza de ese bar es de Carlota una amiga mía y hablamos de tus fotos.
Rosa – Vale Yo cerré la tienda y me fui con ella y en mi mano llevaba una carpeta con fotos de 6 x 9 al llegar al bar nos sentamos en la terraza y pedimos un café con leche cada uno y entonces enseñándole la carpeta le dije
Juan – he sacado todas las fotos en el formato 6 x 9, para explicarte las fotos que están bien y las que no, pero dime quien las a echo
Rosa – Bueno me las echo yo pero fue un día de mal humor, en realidad mi novio me dejo y yo deseaba mandarle alguna foto para que viera lo que se ha perdido.
Juan – bueno se pueden aprovechar unas 15 fotos pero yo creo que sería mejor hacerte ese favor para tu novio y te las aria yo sin cobrarte las primeras
Rosa – Acabo de comprar el piso y no tengo mucho dinero para gastar.
Juan – Ya te he dicho que serían gratis si quieres las hacemos en tu casa te pones guapa y voy este fin de semana que no tengo que hacer nada.
Rosa – Vale yo de momento no tengo que hacer nada que te parece sobre las 12 Y dándome la dirección yo le dije
Juan – Ok, allí estaré cuando salga de casa te mandara un WhatsApp Terminamos el café con leche y cada uno se fue a su casa, yo al llegar prepare la cámara para el siguiente día.
Y me puse la cena y a ver la tv Según Rosa cuando llego a su casa se desvistió cuando entro por la puerta y fue caminando hacia el baño, abrió el agua y se dio una ducha rápida, luego salió del baño y fue al armario y escogió un vestido rojo, muy ajustado con un escote en forma de V, y otros vestidos y según ella luego durmio regular al siguiente día yo le puse un WhatsApp
Juan – Creo que lo mejor sería venir al estudio y hacer las fotos aquí
Rosa – Ok me llevo unos vestidos y voy para allá Cuando vino Rosa y entro en la tienda llevaba una falda vaquera y una camiseta cómoda entonces le dije
Juan – has desayunado
Rosa – No, he dormido poco y no he desayunado
Juan – Deja todo hay y vamos al bar de Carlota Al llegar allí Carlota ya sabía que tenía que ponerme, y Rosa dijo que quería ir al baño y cuando vino le dije
Juan – He pedido algo para ti, el mismo plato de desayuno que el mío te veo algo cansada
Rosa – Me muero de hambre Empezamos a comer y a hablar sin parar hasta que perdimos la noción del tiempo y yo le dije
Juan – Y tú qué? Tienes novio?
Rosa – Que va, lo he intentado con un montón de veces y el último me dejo hace 2 semanas al final nada, siempre se han acabado aburriendo todos de mi demasiado.
Juan – Puede que no hayas estado con los hombres adecuados, yo soy un tanto peculiar respecto a mis amigas, no me gusta lo común ni mucho menos lo aburrido.
Rosa – Mmm pareces bastante convincente Rosa se echó a reír para quitarle importancia al tema, pero de repente me puse muy serio.
Juan – Yo me lo tomo en serio.
No es ninguna broma, prueba a estar conmigo
Rosa – Oh vaya es una invitación?
Juan – Por supuesto que no, te estoy ordenando que estés conmigo este fin de semana Note como Rosa se ponía muy nerviosa, pensando como debería tomarme eso? Según me dijo luego su cabeza decía que echara a ese hombre inmediatamente de la mesa, pero había algo dentro de ella que empujaba a hacer lo que yo decía.
Entonces la manda levantarse y dije
Juan – Vamos al estudio voy a hacerte las mejores fotos que te han hecho en tu vida.
Y levantándome pague y fuimos hacia la tienda cuando llegamos allí entre en el estudio y vi como ella se estaba desnudando y poniendo el vestido rojo, no me pregunto dónde se podía cambiar directamente en una esquina del estudio se desnudó y se cambió y después de dos horas fotografiándola tomamos un descanso y dije
Juan – Vas a seguir mirándome o me vas a acompañar a tu dormitorio? Yo tenía en la tienda tres habitaciones más por si salía alguna foto más caliente.
Rosa – .
bueno.
nunca me había pasado nada así y no sé si debería.
Juan – Ven conmigo y agarrándola de la muñeca, le tire con fuerza y me la lleve a la habitación.
Juan – Muy bien, ahora acuéstate boca abajo Y puse la cámara para que cada 20 segundos se disparara sola automáticamente.
Por algún motivo note que a Rosa le gustaba mucho y notaba como si esperara que yo le dijera algo.
Me acerque a ella y le quite su falda de un tirón, pase mis manos por sus piernas desnudas rozando suavemente su piel, de repente le di un azote, aquello vi yo que le estaba gustando demasiado, a los pocos segundos le di otro, su culo estaba dolorido y cada vez le dolía mas, pero me notaba que le gustaba demasiado como para decirme ella para.
Le quite su camiseta sin mucho problema y su ropa interior, y entonces yo me desnude y me coloque en su espalda y ella noto mi piel en toda su espalda, me acerque a su oído
Juan – Te estas aburriendo ahora?
Rosa – No, por favor continua Mis dedos rozaban cada centímetro de su espalda y tocando suavemente todo su cuerpo, se le escaparon varios gemidos y cada vez notaba ella el bulto duro que crecía en su espalda.
Juan – Veo que te lo estás pasando bien.
Muy bien, te mereces un premio.
De repente me introduje dentro de ella, mientras apretaba sus pechos con mis manos, entonces ya no pudo evitar a gemir cada vez más fuerte al mismo ritmo que marcaba su cuerpo, hasta que se desvaneció creo que era la mejor sensación que había sentido en su vida, a los pocos segundos noto como a mi me ocurría lo mismo y un líquido caliente le recorría por su interior.
Se quedó abrazada a mi cuerpo mientras notaba mi mirada clavada en ella.
lo último que escucho fue.
Juan – no te acostumbres, a partir de ahora las cosas serán muy diferentes y tú pasaras a ser de mi propiedad.
Ella quedo un poco inmóvil como sin saber que decir la mande vestirse y se fuera a su casa y la cite para el domingo a la misma hora en el bar de Carlota, cuando vino yo ya tenía unas cuarenta fotos en la Tablet, en realidad había más pero yo solo deseaba enseñarle cuarenta.
Cuando llego al bar pedí el mismo desayuno de siempre y otro para ella entonces dándole la Tablet a Rosa dije
Juan – Mira tú sesión de ayer Ella vio las fotos de estudio y las fotos que luego fueron disparándose poco a poco durante 20 segundos, ella cada foto que veía la notaba más caliente y entonces dije
Juan – Ya pensaste en que vas hacer sobre lo que te dije de pasar a mi propiedad.
Rosa levanto la vista de la Tablet y dijo
Rosa – Tenía miedo a esa pregunta, he estado toda la noche sin dormir dándole vueltas a lo que paso ayer y creo que yo nunca buscaba un novio, sino que buscaba a alguien que me tratara como una sumisa, una perra o como se diga.
Estas fotos están muy bien hechas y no deseo mandarle ninguna a mi ex – novio, he cambiado de idea.
Y sobre tu pregunta si deseo quedarme contigo.
Juan – A veces te hare llorar y gritar y espero te sientas feliz y sonriente y a veces te pondré la cara o el culo enrojecido, y desde hoy no quiero que lleves ropa interior, y como dije antes mis golpes te dejaran un rojo brillante.
Y cuando estés a solas conmigo en mi casa o yo en la tuya iras totalmente desnuda.
Y dicho esto la lleve otra vez a la tienda pero esta vez la lleve a otra habitación y nada más entrar le mande desnudarse y ponerse de rodillas junto a una pequeña cama, y tenía el cuerpo sobre la cama, yo me desnude y me puse detrás de su culo, y con mi mano en alza le decía que era una puta y una mujer desagradable porque deseaba follar conmigo.
Con cada palabra que decía bajaba mi mano y le daba una palmada, Rosa se encogía pero aceptaba mi palmada.
Luego puse el culo sobre la cama y pronto estuvo rojo brillante por las palmadas que le había dado… Hacerle todo esto hizo que mi polla creciera y se me pusiera muy tiesa… Entonces se la metí al estilo perro.
Realmente me sorprendió que ella pudiera tragar toda mi polla, profundamente en su coño… Cuando yo me corrí, vi como Rosa se volvió loca teniendo un gran orgasmo.
Cuando termine, la dejaba con un semen goteando en su coño.
Pasaron unos minutos y ¡Empecé a hacer planes! Rosa había entrado a la tienda guapa y sexy con una camiseta delgada que mostraba sus grandes y duros pezones a través de ella.
Esto fue antes de decirle que se desnudara
Rosa se excusó para ir al baño y, mientras se alejaba, le dije
Juan – desde hoy me darás tu lindo culo sexy… Y me dejaras follarte siempre que quiera… ¿Podre correrme dentro de ti o fuera de ti?.
Cuando Rosa volvió, me levanté y traje algunas cervezas… Después mientras bebía una, le cogí por sorpresa un pezón en cada mano y los hice rodar entre mis dedos.
Rosa en ese momento dijo
Rosa – "¿Por qué me estás haciendo eso?" Mientras me miraba a los ojos.
Mi respuesta fue clara estirándole más fuerte.
Juan – Porque quiero y desde este instante serás mi sumisa y nada de por qué, si no me dirás Amo, hablaras lo que quieras cortamente y luego Amo.
Rosa – Si Amo Y mientras la empujaba hacia mí y la besaba metiéndole la lengua profundamente en su boca.
Después de unos segundos, la puse de pie y la envolví entre mis brazos mientras continuaba besándola… Dejé caer mi mano sobre su dulce culo apretado y lo froté… Luego deslice mis manos y acaricié sus nalgas desnudas.
Y levantándola de la pequeña cama la lleve a otra habitación vacía y la tire en el suelo y acercándome a ella me puse cerca y luego Rosa subió la boca y comenzó a besar la cabeza de mi polla… Lentamente empujé su cabeza hasta que la mayor parte de mi polla estuvo dentro de su boca.
Rompí el hielo y ella se sometió a mi primer deseo… vi sus tetas… Eran más bonitas de lo que había visto en las fotos… La atraje hacia mí y pasé mi lengua por sus pezones.
Ella era una sumisa para mí en todos los sentidos.
Estuvo muy entregada para proporcionarme el mayor placer posible y no nos dimos cuenta de lo tarde que era entonces la puse sobre mi regazo y le di un par de fuertes palmadas.
Sin decirle nada, la giré y la puse a cuatro patas… Se abrió muy bien de piernas y se la metí hasta el fondo… La oía jadear mientras mi polla entraba y salía de su coño… Al cabo de unos minutos descargue todo mi semen dentro de ella y le dije no te duches quiero que lleves mi semen en ti y la próxima vez que nos veamos te hare fotos de pose desnuda.
Hare un catálogo tuyo Rosa se vistió y se fue a su casa.
Yo fui hacia la mía pero antes pase por el bar de Carlota y pidiendo una cerveza fresca.
Dije
Juan – Carlota tengo una nueva sumisa.
Carlota me miro y dijo
Carlota – Eso me gusta Amo….
Termine mi cerveza y me fui a casa.
El lunes me levante e hice lo mismo de siempre ducharme, ir al bar desayunar y abrir mi tienda de fotografía así seguí durante dos semanas, de vez en cuando venía Rosa alguna tarde y le hacía alguna sesión fotográfica desnuda y nada más.
Quería tenerla a prueba a ver si resistía ya que dijo que si deseaba ser mi sumisa y yo la tenía a prueba, expuse alguna foto de Rosa en la cristalera de la tienda semi desnuda y los vecinos pasaban y veian las dos fotos grandes de ella semi desnuda, y entonces esa mañana Rosa paso por allí y entro a la tienda venía con minifalda y blusa note que casi se le salían los pechos, unos zapatos de tacón y muy pintada, venia como una puta.
Al verla así la lleve a la parte trasera y puse el cartel de que me había ido a almorzar y le dije
Juan – Ponte de rodillas y chúpamela Rosa sin decir nada se puso de rodillas y bajándome la bragueta y se la metió en la boca y empezó a chupar y en ese momento le di un bofetón y la empuje y dije
Juan – Quiero que me pidas permiso para empezar a chuparla
Rosa – Si Amo, ¿por favor me deja que se la chupe?
Juan – ¿Ten han dado muchas veces por culo zorra?, ¿Quero te trages todas mis corridas?.
Notaba que según la humillaba a un se ponía más caliente y se abalanzo y empezó a chupármela y bajando su mano a su coño empezó a masturbarse
Juan – ¿Estas caliente he perra quieres que te folle?
Rosa – Si amo glub aaaaa me voy a correr folleme por favor
Juan – Puta ponte de pie
Rosa – Amo no me llame puta, y Plas le di otro bofetón
Juan – Te llamó puta y zorra por qué es lo que eres, llevas aquí media hora y me las as chupado y pedido por favor que te folle
Rosa – Si amo soy su puta perdone
Juan – Estas caliente verdad
Rosa – Si amo tengo mi coño chorreando
La mande al wáter a lavarse un momento y cuando vino ella me vio sentado en un sillón cuando llego a la puerta dije
Juan – Quédate hay en la puerta debo decirte una cosa ¿Si te dijera que no eres la única sumisa que harías?
Y mandándola viniera hacia mí se encontró debajo la mesa a Carlota que estaba de rodillas chupándome la polla y yo dije
Juan Pasa esta es Carlota es la dueña del bar y ya la conoces y es mi zorra y mi puta
Carlota – aaaaa siiiii amo soy su puta su zorra siiiiiiiiii aaaaaaa
Rosa se quedó callada y volvió a ponerse caliente, de nuevo, no sé lo que le pasó se puso de rodillas y empezó a chupar el coño a Carlota, Rosa dijo que nunca había chupado un coño solo en fantasías pero le encantaba aaaaaaah.
Yo le di un empujón y la tire al suelo
Juan – No aprendes sumisa, está guarra es mía si quieres chuparle el coño pide permiso Yo notaba como ser humillada le encantaba y estaba de nuevo su coño chorreando y Rosa dijo
Rosa – Amo por favor déjeme chupar el coño a su zorra
Yo le di permiso y de nuevo se abalanzo sobre el coño de Carlota y se calentaba más y empezó a masturbarse
Carlota – Amo esta zorra chupa genial me puedo correr en su cara
Juan – Que te lo pida por favor
Rosa – Carlota córrete en cara de esta puta por favor aaaaaaah Carlota parecía una regadera le salían chorros enormes de su coño y Rosa intento tragar pero que empapo hasta su blusa
Carlota – aaaaaaah amo me corro aaaaaaaaaaaa como la chupa esta zorra Desde mi posición no dejaba de verlas y yo también me corrí, puse a las dos de rodilla y me corrí en las caras de las dos, eso hacía que Rosa se pusiera a mil y empezó a tocarse y después Rosa dijo
Rosa – Amo ¿amo por favor me deja que limpie la cara de Carlota?
Juan – Así me gusta perra que pidas permiso
Rosa se puso delante de Carlota y cogiéndola por la cara y empezó a chuparle su cara que estaba chorreando de semen mío mientras Rosa se masturbaba
Carlota – Amo parece que tienes una nueva zorra para tu tienda y chupa muy bien el coño.
Juan – Ya pero es muy novata
Carlota – Déjame ya puta que me vas a desgastar mi cara Y levantándose Carlota me dio un beso y se fue al bar, mientras Rosa todas esas humillaciones lo que le hacían era calentarla más y sin poder evitarlo se corrió.
Dejando un charco en el suelo y yo le pegue un bofetón
Juan – Quien te ha dado permiso para correrte zorra creo que no serás mi sumisa
Rosa – Perdón amo, aré lo que sea pero no me eche y empezó a llorar y yo retorciendo su pezón y metiendo mi mano en su coño dije
Juan – Ven al estudio voy a fotografiarte con estas corridas en la cara y luego las pondré en la cristalera para que la gente que pase vea la foto y saldrás luego a la calle sin limpiarte ¿entendido zorra? Rosa no podía hablar ya que se le escaparía la leche, pero vi su cara de placer, yo tome unas diez fotos suyas y luego Rosa salió de la tienda echa un cuadro con la falda y la blusa y sus corridas por sus piernas y la leche mía por su cara y pelo, esas humillaciones la ponían a mil y se dirigió al bar de Carlota y poniéndose en la barra pidió un zumo y antes le dio un beso a Carlota en la boca y descargo parte del semen en la cara de Carlota.
Carlota se fue a la cocina y se lavó la cara y volviendo a la barra le dio el zumo a Rosa y Carlota dijo
Carlota – Creo que ya eres una puta y una zorra y falta que seas una buena sumisa y deberás dirigirte a mi Amo como Amo entendido
Rosa – Si Carlota
Rosa se fue a su casa y se pegó una ducha, a los pocos días vino de nuevo por el bar y vio como las mesas de al lado estaban murmurando yo estaba desayunando y ella se sentó conmigo y pidió el mismo desayuno que yo, y me dijo
Rosa – A qué viene tanto murmullo Amo
Juan – Sera que hace dos días puse dos fotos tuyas en él están de cristal y al pasar la gente ve esas fotos
Rosa – Hace días que no he pasado por la cera de la tienda me gustaría ver las fotos Eran las nueve menos cuarto de la mañana y yo abro la tienda a las nueve así que di un sorbo a la taza del café con leche y sin apartar la mirada de Rosa me levante y dije
Juan – Si deberías ver las fotos del escaparate y darme tu impresión.
Y levantado como estaba advertí que la blusa de Rosa estaba muy abierta y que sus pechos parecían mucho más grande y yéndome hacia la tienda comencé a acariciarme mi polla por encima del pantalón, mientras pensaba en las posibilidades que tendría con ella, seguí tocándome mientras llegaba a la tienda, cuando llegue fui a la parte del escaparate y viendo la foto de Rosa deje escapar un suspiro de satisfacción y como había terminado subí la persiana y entre en la tienda y entonces entre en la tienda y al poco llamaron al timbre y al abrir era Esther y abrí con mi mejor sonrisa y dije
Juan – Hola vecina ¿Qué se te ofrece?
Esther – Hortensia mi hija se ha dejado las llaves en casa de nuevo y yo debo salir Ella me lo decía consternada y casi pidiéndome disculpas y me dijo
Esther – ¿Te importaría tenerlas tú y dárselas tu yo he de irme? , y otra cosa ¿esa foto está dando un revuelo en el barrio?
Juan – Sera un placer Dije servicial al tiempo que le tendía la mano y le cogía las llaves y entonces dijo Esther
Esther – No sé qué haría sin ti, ¿Por qué no vienes esta noche a casa a cenar? Deja que te invite por tantas molestias
Juan – No tienes por qué mujer.
No es nada
Esther – Anda vente, no es molestia te espero a las ocho así hablamos también de fotografía
Juan – de acuerdo Esther a las ocho, llevare vino
Esther – Como quieras, te dejo, se me hace tarde ¡hasta la noche ¡
Juan – Adiós que tengas un buen día Entre de nuevo a la tienda y me puse hacer cosas.
Así se hicieron las cinco y treinta y abriéndose la puerta de la tienda entro Hortensia, su madre la aviso que yo tenía sus llaves, vestía una falda azul con una raja en la pierna izquierda y una camisa blanca que le daba casi un aspecto infantil aunque ya tenía 25 años.
Yo la deseaba desde hace tiempo sin embargo todavía no podía hacerla mía, yo entonces le dije ven y la lleve hacia la parte del mostrador, ella vino de inmediato, y note que empezaba a mostrar una actitud sumisa y obediente conmigo, le acerque las llaves y las deje caer al suelo al dárselas y me acerque a ella Hortensia dijo
Hortensia – ¿Qué pasa? Y dije yo
Juan – Pon las manos detrás de la cabeza y guarda silencio Y cogiendo las llaves del suelo vi como obedeció de inmediato y le subí la camisa de tal manera que vi que sus pechos quedaron al descubierto, entonces apartándome y observe como reaccionaba, note su respiración como se aceleró y se sonrojo pero no hizo nada, ni tan solo parpadeo fijando sus ojos en mí.
Entonces le desabroche la falda que cayó al suelo junto a sus pies y dejo a la vista sus bragas y dijo
Hortensia – Señor Juan Le agarre del pelo y de un empujón la lleve a entrar en el estudio y antes que protestara me coloque detrás de ella y bese su cuello y cogiendo la cámara de fotos dije
Juan – Pon las manos en la pared, e inclínate hacia delante Me pareció sentir una duda en ella, pero un rápido azote en el trasero hizo que se decidiese de inmediato y pude ver satisfecho como obedecía.
Entonces cogí la cámara y empecé a hacerle fotos y después de quince minutos le mande quitarse su sujetador, lo que quedo sus pechos libres para poderlos fotografiar bien, y luego le mande quitarse las bragas ella dijo
Hortensia – Pero… Yo la agarre del pelo y le obligue a mirarme note como sus ojos se empañaban de lágrimas como reflejando un deseo y una lujuria por más que tratase ella de ocultarlo, y también mostraba algo de miedo.
Entonces cogí la cámara y empecé a fotografiarla de nuevo y en un acto seguido vi cómo se tumbaba en el suelo, abrió bien sus piernas para exhibirse ante mí y metiendo sus dedos en su coño y a los pocos segundos seguía aumentando la intensidad todo ello sin apartar la mirada de mí.
Y sin darme cuenta se corrió dándole temblores descontrolados, entonces la hice se levantase y vistiera y dándole las llaves se fue a casa, yo cerré la tienda y fui al laboratorio a ver las fotos y hice unas cuantas a papel entonces escuche el reloj de la tienda como daban las siete treinta, cerré la tienda y me fui a una bodega y compre una botella de vino y me fui a casa allí me duche y me vestí y a las ocho y siete minutos era cuando llamé al timbre de mis vecinas.
Estaba duchado y arreglado aunque informal, lucía vaqueros y camiseta negra.
Llevaba, además, una bolsa con una botella de vino tinto y una tarta helada para la cena y una carpeta con varias fotos.
La puerta se abrió al fin.
Advertí divertido que se trataba de Hortensia, sonrojada y vestida con un vestido amarillo bastante ceñido.
Tras ella se asomó Esther, con vestido azul de falda larga y sonrisa encantadora.
Esther – ¡Pasa, vecino! No me hice de rogar.
Haciendo caso omiso a Hortensia, me dirigí hacia el salón y entregué la bolsa a Esther.
Juan – Toma, para acompañar la cena dije, sonriendo mientras ella la cogía y miraba lo que había dentro.
Esther – ¡Pero cómo eres! ¡No tenías que traer nada, esta cena es para darte las gracias por todo!
Juan – No es molestia, Esther.
Deberías guardar la tarta en la nevera, si se derrite no valdrá nada.
Esther – Sí, tienes razón.
Pero pasa y siéntate, por favor.
¡Hortensia, ponle algo de beber! Esther se marchó hacia la cocina, presurosa.
A buen seguro quería asegurarse de que todo estuviese como debía para la cena.
Por mi parte me senté en el sofá y miré a Hortensia.
Hortensia – ¿Qué te apetece? Lo dijo con un hilo de voz, la cabeza gacha y roja hasta las orejas.
Juan – Me apetece que te quites las bragas y me las des ahora mismo.
Me miró como si acabase de golpearla.
Abrió la boca para protestar pero volvió a cerrarla sin encontrar las palabras que buscaba, lanzó un presuroso vistazo por encima del hombro para comprobar que su madre seguía en la cocina, me miró de nuevo y metió las manos por debajo de su vestido para deslizar hasta los tobillos un pequeño tanga blanco.
Cuando me lo entregó, tras retenerlo unos segundos en las manos, lo guardé en uno de mis bolsillos.
Hortensia – ¿Y de beber?
Juan – Una cerveza.
Se marchó de inmediato hacia la cocina, justo cuando su madre regresaba al salón.
Esther – ¿Todavía no le has sacado nada de beber? ¡Pero Hortensia, espabila! La regañó.
¿Qué tendrá en la cabeza esta niña últimamente?
Juan – No te preocupes, ahora me trae una cerveza dije yo sin darle mayor importancia.
Además, ¿qué prisa hay hoy es viernes y mañana no se trabaja? Esther me sonrió de nuevo y se sentó a mi lado, sin saber que en uno de mis bolsillos guardaba las bragas de su querida hija.
Esther – ¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí, Juan? Preguntó justo cuando Hortensia regresaba al salón con una cerveza y me la daba.
Después se sentó a mi lado, en el único sitio disponible en el sillón, lo que me dejó entre las dos mujeres.
Juan – Veinte años.
Desde que compre el bar y luego se lo pase a Carlota y compre la planta baja y monte la tienda de fotografía y yo pregunte
Juan – ¿Qué hay de vosotras? ¿Por qué os mudasteis aquí?
Esther – Trato de poner distancia con mi ex Asentí, comprensivo.
Eché otro trago de cerveza, la dejé en la mesita que había junto al sofá y me levanté y dije.
Juan – Hortensia, ¿me enseñas dónde está el baño? Quiero lavarme las manos antes de que cenemos.
Hortensia se puso en pie dócilmente y echó a andar, por lo que me apresuré a ir tras ella.
Esther, por su parte, regresó a la cocina, de la que salía un olor delicioso.
En cuanto llegamos a la puerta del baño, la cogí por el brazo para obligarla a mirarme.
Hortensia – Por favor, con mi madre aquí no suplicó con un hilo de voz.
Juan – Obedecerás le susurré al oído Podría chantajearte con las fotos que tengo de ti, pero estoy seguro de que no hará falta.
Te gusta cómo te hago sentirte con todo esto, y por eso obedecerás.
Ahora ponte de rodillas.
Obedeció al instante, para mi satisfacción.
Era mucho más complaciente de lo que era Rosa, aunque temía que no tuviese su fuego.
Pero dadas las circunstancias no podía quejarme.
Me bajé la bragueta del pantalón, saqué mi polla y coloqué mi mano sobre la cabeza de Hortensia, como si fuese un perro.
No fue preciso que le diese instrucciones, pues de inmediato se introdujo mi miembro en la boca y comenzó a lamer con ansia, como un niño que teme que alguien le quite su dulce.
La mantuve así durante varios minutos, pendiente siempre de Esther, que continuaba en la cocina mientras canturreaba una canción.
Los labios de Hortensia apretaban mi polla y su lengua no dejaba de jugar con el capullo.
Dejé escapar un suspiro de placer y, finalmente, saqué la polla de su boca.
Hilos de baba chorrearon sobre el suelo mientras me la guardaba.
Juan – Limpia eso y vuelve al sofá.
Voy a lavarme las manos, nos vemos en el salón.
Agachó la mirada y obedeció, aplicando la lengua a los goterones de baba.
Esa iba a ser una gran noche.
Podía sentir su respiración agitada en el cuello mientras mi mano chapoteaba en su coño mojado.
A juzgar por su estado y por lo fácil que me había resultado seducirla, daba la impresión de que Hortensia llevaba mucho tiempo sin echar un polvo.
Entonces salimos del cuarto de baño y Esther nos esperaba en el comedor sentada en la esquina como presidiendo la cena yo me senté a la izquierda de la mesa y Hortensia a la derecha, estuvimos hablando de varios temas y de repente salió el tema que esa tarde me dijo Esther en la tienda.
Esther – E visto en el escaparate las dos fotos grandes que tienes en blanco y negro de una mujer con manchas en su cara y creo haberla visto por el barrio.
Juan – Si es una chica que se mundo ara seis meses al barrio y hoy en día la tengo como modelo, y lo que hay en su cara no son manchas sino semen.
Entonces Esther y Hortensia se quedaron como tontas, y dijo Hortensia
Hortensia – Yo le dije a mi madre que era Yogur
Juan – No es semen y mío, y además os traigo unas fotos que hice a Hortensia esta tarde Y levantándome fui hacia la mesita y volviendo a la mesa entregue a Esther las fotos en una carpeta, Esther abrió la carpeta y se puso a mirar y dijo
Esther – Esto cuando ha sido
Juan – Esta tarde al venir Hortensia por las llaves
Esther – Como fotografía me parecen bien, pero no sé si estoy de acuerdo se expongan estas fotos como están la de la mujer esa Rosa creo que has dicho se llama.
Juan – Si se llama Rosa.
Entonces Hortensia se levantó y retirando todo de la mesa lo llevo a la cocina y Esther dijo
Esther – Hortensia cariño mételo en el friegaplatos y ponlo en marcha y mañana lo sacare yo
Hortensia – Vale mama Y saliendo Hortensia de la cocina dijo
Hortensia – Voy a hacer cosas en el ordenador mama y luego igual me acuesto.
Esther – lo veo bien hija En cuanto Hortensia se fue Esther se levantó y dijo sentémonos en el sofá y se fue a la cocina y trajo dos cervezas y se sentó a mi lado, nos pusimos a hablar y sobre quince minutos después vi por su entrepierna como unos hilos, yo levante la falda y vi como tenía sus bragas mojadas y me dijo
Esther – Esas fotos que has traído de mi hija me han puesto caliente y al decirme que las fotos del escaparate eran semen y no una mancha estoy que quemo.
Juan – A ver Esther no soy un hombre que me caso, pero si me gusta tener un aren me entiendes, no soy en el sexo como otros.
Esther – Y que quieres decirme con eso Me dijo mientras yo estaba tocando su coño por dencima de sus bragas.
Y le respondí
Juan – Soy un Amo, y tengo mis mujeres o sea mis sumisas.
Esther – E escuchado eso y he visto algún video, pero nunca creí que tú te gustara eso y entonces Esther dijo
Esther – Tus dedos me van a volver loca Susurró mordiéndose los labios.
Métemela, Juan.
Métemela ya.
Juan – ¿Qué prisa tenemos? Le dije al oído.
Hortensia se ha ido a su habitación y si se ha acostado y tenemos toda la noche por delante.
Esther – Estoy muy cachonda confesó avergonzada
Esther – Hace mucho que no tengo sexo.
Juan – Vamos a la cama le dije, satisfecho con haber acertado en mis suposiciones.
Juan – Pero quiero atarte las manos y vendarte los ojos.
Su mirada se clavó en mí y me mostró la lucha interna de la mujer.
Una parte de ella no quería ceder ante eso, pero otra parte, la parte con más fuerza en ese momento, estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de conseguir un orgasmo.
No me sorprendió cuando finalmente asintió y se rindió ante mí.
Me condujo por el pasillo llevándome de la mano.
En cuanto llegamos a su habitación me besó con ansia y trató de desabrocharme el cinturón con una mano, llevada por la lujuria.
Con calma le devolví el beso, dejé que me bajase los pantalones y me senté en la cama.
No tardó en meterse mi polla en la boca y comenzar a hacerme una mamada de infarto, sin saber que su propia hija me había comido la polla un rato antes.
Sonriendo dejé que comiese hasta que se hartase, pero entonces vi algo que me hizo agarrar su cabeza del pelo para evitar que la levantase; solo entonces clave mis ojos en los dos lagos azules que nos miraban desde la puerta, lagos que reflejaban una gran excitación y una gran vergüenza.
Rápidamente me quité la camiseta y la usé para vendarle los ojos a Esther, quien seguía comiendo polla mientras se metía los dedos en el coño.
Entonces me quité el pantalón, liberé el cinturón y lo usé para atar las manos de la mujer a su espalda.
Solo cuando estuvo así volví a mirar a Hortensia y le hice un gesto para que se acercase.
Vestida solo con un tanga y una camiseta ajustada, obedeció de inmediato.
Nos había estado espiando todo el tiempo.
Con Hortensia junto a nosotros volví a agarrar por el pelo a Esther y la obligué a parar.
Me esperaba una gran noche y tenía que reservarme, pues no quería correrme tan pronto.
La hice ponerse de pie y solté el cinturón para liberar sus brazos.
La tumbé entonces en la cama, pasé el cinturón por alrededor de uno de los barrotes del cabecero de la cama y volví a atarla, esta vez más fuerte que la anterior.
Esther – Fóllame, Juan decía ella, fóllame.
No puedo más.
Me dirigí al fin a Hortensia y la obligué a ponerse de rodillas ante su madre.
La joven me miró aterrorizada y negó con la cabeza, pero no sirvió de nada.
Su voluntad me pertenecía.
La agarré del pelo como había hecho con su madre momentos antes y le hundí la cara en el coño mojado que la había visto nacer.
Esther – ¡Oh, sí, Juan! ¡Cómeme el coño! Dijo Esther.
Esther – ¡Haré lo que quieras, pero haz que me corra! Su hija, reacia hasta ese momento, me miró con un brillo de excitación en sus ojos azules y comenzó a devorar el coño de su madre como si se hubiese tratado de mi propia polla.
Fascinado observé el espectáculo con el miembro erecto, incapaz de estar más excitado de lo que ya lo estaba.
Había llegado el momento.
Me coloqué detrás de la joven y le bajé las bragas empapadas.
Lejos de protestar o de tratar de apartarse de mí, Hortensia se colocó a cuatro patas y sacó culo para ofrecerme sus agujeros.
Empecé a frotar la polla por su coño que creo que era virgen y, al fin, se la metí.
Noté que hundía la boca en el coño de su madre para evitar gritar y empecé a follármela.
No tardó en moverse para acompañar mis embestidas, completamente entregada.
Esther – Me voy a correr Juan, Métemela, quiero correrme con tu polla dentro.
Saque mi polla de Hortensia, quien me miró con expresión lastimera.
Sin hacerle caso alguno me coloqué sobre su madre y comencé a follármela mientras esta gemía tan alto que me provocó una sonrisa pensar que habría podido despertar a su hija, de no ser porque ya estaba despierta.
Hortensia, por su parte, se sentó en una silla y comenzó a meterse los dedos sin perderse detalle de cómo me follaba a su madre.
La mujer se corrió solo cuatro embestidas después, prueba del nivel de excitación que había alcanzado con la comida de coño con que la obsequió su hija, y quedó desmadejada en la cama, con la respiración agitada y los jugos de su sexo mojado las sábanas.
Le quité entonces las bragas, también mojadas, y se las metí en la boca, pese a que protestó ligeramente.
Entonces recoloqué la camiseta con que le cubría los ojos para usarla de mordaza, junto a la prenda de ropa interior.
Esther me lanzó una mirada juguetona, pero entonces vio a su hija, quien seguía metiéndose los dedos en la silla con los ojos cerrados a causa del placer, y su expresión mudó en sorpresa, incomprensión y miedo.
Su mirada fue de la joven a mí una y otra vez mientras luchaba contra el cinturón que la mantenía atada, pero no consiguió nada.
Fui hacia Hortensia, la cogí en brazos y la llevé hasta la cama.
Solo entonces advirtió aterrorizada que su madre la miraba.
Trató de huir, pero con un tirón del pelo la obligué a mirarme y le dije.
Juan – ¿Se te ha olvidado ya a quién perteneces, perra? Su madre aumentó la intensidad de los tirones, histérica por lo que estaba presenciando.
Sin embargo Hortensia se limitó a negar con la cabeza y a bajar los ojos, rendida a mi voluntad.
La hice ponerse de nuevo a cuatro patas, junto a su madre, y volví a meter la polla.
Hortensia, consciente de que ya no tenía sentido que tratase de guardar silencio, comenzó a gemir con fuerza.
Bajé la intensidad con que la follaba, pues no quería que su primera vez terminase demasiado pronto, y le pellizqué las tetas desde atrás, lo que aumentó su excitación.
Miré a Esther y nuestras miradas se encontraron, aunque fui incapaz de descifrar la suya.
No importaba.
Continué follándome a su hija.
Hortensia – Me corro.
¡Me corro! Los gemidos de Hortensia llegaron entre convulsiones.
Aumenté la intensidad de las embestidas mientras ella se corría y, cuando sentí que yo me iba a correr también, saqué la polla y sin necesidad de que le dijese nada se abalanzó sobre ella para devorarla y beberse toda mi corrida.
Cuando acabó me senté en la cama, miré a Esther y sonreí.
Juan – Tienes una hija muy especial, ¿sabes? Sus ojos se clavaron en mí como dos ascuas de fuego, lo que me hizo reír.
Solo tuve que hacer un gesto para que Hortensia comenzase a comerme la polla otra vez, para horror de su madre.
Juan – Esto es lo que va a pasar.
Tu hija ha decidido someterse a mí por voluntad propia, y no puedes hacer nada al respecto.
Puedes aceptarlo.
Tu hija seguirá siendo mi sumisa Le quité la mordaza y saqué las bragas de su boca.
Esther se quedó sin palabras.
Atónita por todo lo que estaba pasando no pudo evitar que su mirada fuese hacia Hortensia, quien continuaba lamiendo y engullendo mi polla con devoción.
Esther – Déjala en paz y dejaré que hagas conmigo lo que quieras.
Su hija, al escucharlo, dejó de comerme la polla y me miró con ojos suplicantes.
Juan – Hortensia, ¿qué te parece la idea de tu madre?
Hortensia ¡No! Soy tuya.
Después siguió chupándome.
Juan – Bien, Esther, ya la has oído.
¿Qué va a ser entonces? Y terminando de chuparme y yo vistiéndome subí a mi piso y me dirigí a la ducha.
Sobre las cinco de la madrugada sonó el timbre de la casa.
Con fastidio me dirigí a la puerta, molesto por la interrupción.
Abrí sin siquiera mirar quién era y me encontré con que se trataba de Esther.
Juan – Buenas noches, vecina.
¿En qué puedo ayudarte?
Esther – Verás, Hortensia se fue con una amiga después que te subiste tú, no ha regresado a casa.
Volvió a olvidarse las llaves y me acabo de levantar y no la he visto en su cuarto.
¿No tengo idea de dónde puede estar? Con un gesto la invité a pasar y cerré la puerta.
La conduje hasta el salón, donde estaba su hija.
Hortensia, desnuda y con una correa de perro en torno al cuello, llevaba un plug anal del que sobresalía una cola y jadeaba con la lengua como haría un animal.
Estaba sentada en medio del salón, aguardando mi regreso como lo haría un perro de verdad.
Al verme sacudió el culo para que se moviese la cola.
Juan – Ahí la tienes.
Esther suspiró más tranquila y me miró agradecida.
Esther – De verdad que no sé qué haría sin ti, Juan.
¿Puedo esperar hasta que acabéis?
Juan – Claro, ponte cómoda.
Esther se sentó en el sofá mientras yo me acercaba a su hija.
Sin mediar palabra agarré la correa que colgaba de su collar de perra, me coloqué tras ella y saqué la polla del pantalón.
Pronto los gemidos de Hortensia se mezclaron con los de su madre, quien se masturbaba sin perder detalle de cómo me follaba a su hija mi sumisa.
Después de un rato me corrí en su cara y deje a mi perra descansara, le puse algo de comida en un plato y en otro algo de agua y se lo puse en el suelo al lado de donde se quedó tumbada
Me fui hacia Esther y le hice mi primera pregunta
Juan – Que edad tienes
Esther – cincuenta y tres años Veo que con cincuenta y tres años, a un tiene un buen tipo, sobre todo destacaría sus pechos, grandes y bien enseñados ya que siempre va con escotes y le pregunte
Juan – ¿Lo que has visto te ha gustado?
Esther – Si
Juan – Tu hija veo que tiene una mente muy abierta en cuanto al sexo se refiere, veo le atrae el BDSM.
A mí me gusta la parte dominante es la que voy tentando y tanteando para sobrepasar esos límites flexibles.
Juan – ¿veo que has bajado en falda?, ¿Llevas bragas?
Esther – Si un tanga pero ya está muy usado.
Lo que más me llamo la atención es que llevaba sujetador pero muy apretado y un escote impresionante, que dejaba ver la curva exuberante de sus pechos en el canalillo.
Al llegar a ella la cogí del cuello y la bese en un largo beso.
Y llendo a un armario de la habitación saque un collar de cuero con una arandela, una correa, cuatro cuerdas, unas tijeras, todo esto lo vio ella y entonces dije
Juan – voy a acerté preguntas y tú me dirás sí o no solo quiero esa respuesta
Esther – vale
Juan – Bien ponte de rodillas, sentada sobre tus talones y mi 1º pregunta es quieres que te ponga el collar sobre tu cuello Esther titubeo y su respuesta fue
Esther – Si Cogí su pelo y lo aparte de su nuca, cogí el collar y se lo abroche alrededor de su cuello, mientras su respiración se aceleraba, tenía el cuello muy sensible.
La até con la correa y tire de ella para acercarla y besarla, esta vez mordiéndole el labio inferior.
Juan – 2º pregunta Quiero atarte.
Esther – Si Cogí una de las cuerdas y la desenrolle delante de ella, dejando caer las ásperas fibras sobre la suave piel de sus muslos.
Cruza los brazos en tu espalda y te agarraras los antebrazos y obedeciendo mis órdenes mientras vi se mordía el labio inferior y cogiendo la cuerda la ate sus muñecas en su espalda, una contra otra, su respiración se aceleraba y soltó un profundo suspiro y luego dije
Juan – Ponte de pie y mira hacia la pared de la ventana.
Obedeció servicialmente y se colocó donde le dije.
Yo me acerque por un lado hasta su cuello, mientras tiraba de la correa.
Acerque mi boca hasta estar a un par de centímetros de su piel, ella notaba mi respiración caliente y su vello se erizó.
Me acerque hasta su oreja y le susurre:
Juan – Voy a comprobar si eres una buena sumisa y haces caso a tu amo.
La palabra sumisa y amo era la primera vez que se lo decía con un píe separe sus piernas un poco, y mientras agarraba la correa subí con mi mano por su muslo, acariciándolo por encima de sus piernas, muy lentamente, disfrutando del momento.
Tocando la piel suave y caliente de sus muslos hasta llegar a su entrepierna, rocé su suave ingle y deje mi mano apoyada encima de su sexo.
Juan – Estas mojada, así me gusta.
Pero vas a tener que portarte bien si quieres que te baje ese calentón.
Su coño desprendía mucho calor y el tanga estaba mojado con el viscoso jugo que producía.
Le cerré las piernas y le bajé la falda de golpe.
Ahí estaba, un tanga gris, sin más.
Ella según dijo no solía llevar tangas de encaje.
Me miró excitada desde arriba.
Le rocé la piel por encima de su tanga, es una zona sensible y se volvía loca.
Bajé la parte de delante de su tanga un poco.
La miré y vi que ella me miraba de vuelta, nerviosa y desafiante.
Juan – Deseo castigarte ahora Metí mi mano en su escote entre las cuerdas, y le saqué las tetas, estaban enormes, enrojecidas por la presión y con los pezones erectos y rositas.
Ella no paraba de suspirar.
Le di la vuelta y le apoye la cara contra la pared, el tanga dejaba ver la parte de abajo de su culo un poco.
Le azoté con fuerza una nalga y le deje una marca roja de mi mano.
Ella jadeo y me miró con actitud sumisa.
Desenrollé otra cuerda y le rocé sus piernas con su aspereza.
Le até la nueva cuerda a la que ya tenía en sus muñecas, y até esta cuerda a la ventana, dejándola en la misma posición que estaba antes pero atada al pomo de la ventana.
Me acerqué a ella de frente, puse mi polla, que estaba enorme dentro de los pantalones rozando con su coño y me acerque a sus tetas.
Muy cerca de sus pezones como antes, acariciándola con mi respiración, ella respiraba cada vez más rápido.
Rocé con mi lengua en sus pezones tiesos mientras ella se estremecía.
Le volví a separar las piernas con brusquedad, cogí otras dos cuerdas y le até las piernas, dejándolas abiertas.
La miré y me miró de vuelta, aceptando lo que fuera a pasar sumisamente.
Me agaché y pase mi mano por los objetos del suelo, llegando a las tijeras.
Cogí las tijeras y las sujeté abiertas, rozando la piel de sus muslos hacia arriba, arañándola suavemente con el frío metal.
Ella no podía más.
Iba lentamente, haciéndola sufrir y disfrutar con la expectativa.
Introduje mis manos entre el borde del tanga y su piel.
Introduje las frías tijeras y le corte un triángulo de tela en la parte de delante.
El tanga seguía sujeto a su culo pero ahora exponían su pubis y el inicio de su raja.
Ella suspiraba y movía sus caderas por la excitación.
Cogí la correa, la tense y le comí la boca, nos fundimos en un beso muy lascivo con nuestras lenguas jugando en su boca.
Le metí un dedo en la boca y ella me miró con cara de guarra mientras lo chupaba como si fuera mi polla.
Deslice el dedo por su escote, rozando sus pechos.
Pasando por encima de la camiseta por su tripa, llegué al pequeño arbusto de vello que tenía en el coño, lo acaricié y llegué a su raja, a su clítoris, lo pase como si nada mientras ella suspiraba hasta llegar a la entrada de su vagina, donde lo introduje sin mucho problema ya que se encontraba empapado, lleno de jugo y muy caliente.
Ella suspiro y dijo:
Esther – Por dios cómemelo
Juan – No, vienes sin depilar, no te lo has ganado, no vienes lo suficientemente arreglada como para que te coma tu coño.
Cogí la maquinilla de afeitar y ella se tensó.
Encendí la máquina y la acerque a su pubis, lentamente.
Ella me miraba nerviosa.
Le rasuré todo el pelo dejando su coño calvo, y lo repasé con la cuchilla hasta dejarlo bien suave y ella excitada lo contemplaba todo desde arriba, atada sin poder moverse, medio desnuda.
Su coño brillaba por la excitación y por el afeitado.
Estaba enrojecido e hinchado.
Juan – ¿Te gusta?
Esther – Si, me gusta.
¿Ahora me he ganado que me comas el coño? ¿Me lo merezco?
Juan – No, todavía no.
Eres una guarrilla, y todavía no tienes derecho.
De hecho no tienes ni derecho a la intimidad.
La moví, exponiéndola a la ventana, que daba al patio de vecinos.
La ventana era de cristal esmerilado, era translucida pero no transparente.
La abrí de golpe y le dije:
Juan – Ahora todos los vecinos van a ver lo guarra que eres.
Y ahí estaba ella, expuesta, atada con sus pechos al aire y su coño, apenas tapado por un tanga medio roto expuesto, rasurado a la fuerza y húmedo, muy húmedo.
Cogí las tijeras y las rocé, por su escote, por sus muslos y por su culo.
Ella jadeaba y a la mínima que me acercaba intentaba besarme, estaba muy cachonda.
Se intentaba acercar al bulto que dejaba mi dura polla en los pantalones cuando me acercaba.
Le corte lo que quedaba de tanga y se lo quite tirando hacia arriba, pasándolo por su coño.
Estaba empapada.
Hice el tanga una pelota, tiré de la correa y se las metí en la boca.
Ella me miraba con cara de guarra, pidiéndome más con la mirada.
Me puse de rodillas delante de ella, me miraba y miraba la ventana nerviosa.
Me giré y ahí estaba la vecina de enfrente, Una chica que tendría mi edad más o menos, en su ventana, había salido a tender la ropa y se había quedado a medias con el espectáculo que estábamos dando.
Cruzamos las miradas y me sonrió mientras se mordía el labio y repasaba a Esther de arriba a abajo.
Me volví a girar y miré a Esther a los ojos, veía su cara entre sus pechos
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