Mi casera y su sobrina — Cap. 1
Pase toda la carrera viviendo en casa de una amiga de mi tía y la sobrina de esta amiga. María y Elisa fueron mi compañía por 5 años. Una compañía que, poco a poco, se volvió carnal, este primer relato es mi primera vez teniendo sexo con María, espero les guste y disfruten como yo disfruté esa noch..
En mi adolescencia escuchaba la frase: «Tus mejores experiencias las vivirás en la universidad», razón jamás les faltó a aquellos que decían tal frase. Sin dudar, mis mejores experiencias las disfruté como universitario, desde las estudiantiles hasta las amistosas, pasando, como no, por las sexuales.
En esa etapa de tu vida, la sociedad ya te considera un adulto y, aquellas fantasías que solo imaginabas en tu mente puberta mientras veías videos porno a escondidas, ahora se podían hacer realidad.
Cuando supe que pase el examen de admisión a la universidad, inmediatamente empecé a buscar casa, departamento o cuarto que rentar para empezar mi vida independiente, en una tarde, mientras una tía (Hermana de mi madre) nos visitaba, salió a colación ese tema y ella nos recomendó una amiga suya, que vive en la misma ciudad donde está la universidad. Nos dio su número telefónico, nos pusimos en contacto, nos enseñó la casa y terminamos rentando uno de sus cuartos.
María, nombre que le pondré a esta amiga de mi tía, es una mujer divorciada, en aquel momento tenía 41 años, mide 1.72, de piernas largas, piel blanca, cabello castaño (Aunque se lo teñia de rubio en esa época) y largo, labios carnosos, unos pechos de buen tamaño, un trasero de burbuja grande y muslos gruesos. Vivía en una casa de dos pisos y cuatro habitaciones, estaba divorciada desde hacia 3 años debido a que su ex marido, un tipo que tenía 46 años en ese entonces, la había engañado con una compañera de oficina unos 15 años menor que él. María tiene una condición médica que la hizo estéril, motivo que, cuando ella y su ex supieron, provocó la frustración del ex y su posterior infidelidad. En esa casa, Maria vivía con Elisa, una de sus sobrinas, ella es la única hija de su hermana mayor. Elisa era una mujer de unos 20 años, mide 1.69, igual de piel blanca, pelo castaño pero ondulado, labios carnosos, pechos algo pequeños pero, así como su tía, un gran trasero de burbuja y piernas gruesas.
Durante mi primer año en la universidad, vivir con ellas dos fue muy agradable. María me recibió de buena manera, siempre me hacía plática en las tardes, me acompañaba en el almuerzo, me preparaba comida para llevarme a la universidad antes de ella irse a su trabajo, tenía una costumbre de irse, una vez al mes, con Elisa a cenar, costumbre en la cuál me incluyo cuando me uní a ellas. (Aunque se que a Elisa, eso no le gustaba en aquel entonces)
También fui de gran ayuda para María, le ayudaba con las compras, a hacer mantenimiento en la casa, cuando necesitaba un mandado pero ella no podía, iba yo en su auto, le ayudaba en la cocina a la hora de hacer la cena y con el aseo. Eso nos hizo muy cercanos ese primer año.
María era muy liberal de mente, apesar de su divorcio y el motivo de este, en mis primeros días me hizo el siguiente comentario:
— Si quieres traer a tus amiguitas, por mi no hay problema, total, eres hombre y debes disfrutar.
Si bien, mi vida sexual ya era activa en aquel entonces y, cuando entre a la universidad, me había creado un perfil en Tinder donde, como la gran mayoría en esa app, conseguía chicas con las cuáles follar. Obvio, por respeto a María, Elisa y su casa, no le tome la palabra a María y prefería pasar esas noches de sexo en un motel cercano que era bastante económico.
Pase mi primer año con ellas y la noche de mi cumpleaños número 19 la pasé con ellas, o más bien con María. Desde que tengo memoria, jamás me gustó celebrar mis cumpleaños con una gran fiesta, solo con una cena sencilla, sin embargo, este fue mi primer cumpleaños dónde mis padres y mis hermanos no pudieron estar presentes. María había organizado una pequeña cena donde estuviéramos ella, Elisa y yo pero, Elisa declinó estar con nosotros tres días antes debido a una cita con su entonces novio.
Esa noche, al llegar de la universidad, vi a María en el comedor tomando una copa de vino, lucía un vestido de noche color rojo y escotado, se levantó, camino hacia mí para abrazarme deseando un feliz cumpleaños para mi. Al separarse me dijo:
— Vete a bañar, ponte tu mejor ropa y te espero en la mesa, hoy es una noche muy especial.
Yo le sonreí y asentí con la cabeza, no podía crear como se veía más joven, más radiante y muy sensual. Me fui a duchar rápido, me puse mi mejor camisa con mi mejor pantalón y zapatos. Al salir, la vi sirviendo una deliciosa pasta, me miró, sonrió y me volvió a felicitar por mi cumpleaños. Le abrí la silla para que se sentará y yo me senté en la silla continúa, mientras comíamos, no dejaba de mirarme con esos ojos oscuros tan penetrantes, jugaba con su pelo y, de vez en cuanto, pasaba su mano por mi pecho o mi pierna. Me agradecía por todo el trabajo que había hecho con y para ella esté último año, que no se había dado cuenta en tres años de divorcio lo mucho que necesitaba de un hombre en la casa.
Yo solo asentía y decía que no era para agradecer, que solo hacia mi trabajo y mi deber como hombre, ella se reía y decía que era mi deber de macho.
Era evidente, la tensión se sentía en el aire, nuestros ojos no dejaban de verse a si mismos y ver al cuerpo ajeno. Después de la pasta, me iba a levantar a servir el siguiente plato pero, ella me detuvo.
— Siéntate cariño, eres el hombre y yo la mujer, mi deber es servirte.
— Pero Maria, no me quita nada ayudarte con la mesa
— Shhh — Mientras me ponía el dedo en los labios — Ya me haz ayudado mucho este último año, déjame hoy consentir al hombre de la casa.
Esa última frase hizo que mi espalda sintiera una corriente eléctrica atravesar mi columna de la cabeza al trasero. Esas palabras — Hombre de la casa — De algún modo me excitaron, tanto que mi pene empezaba a erectarse.
Cuando llegó, puso un plato con un delicioso y jugoso corte de carne frente a mi, lo acepte y empecé a comer. Sin embargo, ella ya no comía, solo se dedicaba a servirme. Se me acababa el vino, ella tomaba la botella y llenaba mi copa. Me ensuciaba la comisura de los labios con la carne, ella tomaba la servilleta y me limpiaba. Tenía que cortar más trozos, ella lo hacía y solo me dedicaba a comer.
Cuando terminé, con una gran sonrisa, se levantó, tomo mis trastes y se los llevó, nuevamente argumente que le ayudaría pero ella solo me miró fulminante y dijo:
— El hombre de la casa debe tomar su lugar en el sofá mientras la mujer limpia
Yo solo asentí, excitado ya, me levanté y me fui al sofá, sentía mi pene a punto de explotar. Las palabras que ella decía sobre mi rol en su casa hacían eco en mi cabeza, sentía mucho calor, quería desnudarme pero, sobretodo, sacar mi pene y calmarme. No me di cuenta cuando pero ella ya estaba de frente a mi después de un rato. Se sentó en mis piernas, tomándome de los hombros mientras se acercaba a mi oído para susurrar:
— ¿Qué necesita el hombre de la casa? ¿Un masaje en los pies, un masaje de hombros o una buena chupada de verga?
Mis ojos se abrieron como platos en ese momento, la posibilidad de tener sexo con ella estaba en la mesa, no se si era por el alcohol, el calor del momento o un deseo reprimido de ambos pero, sin dudar, dije:
— Que me chupes la verga con tu boquita
Ella se levantó, se puso entre mis piernas, poniéndose de rodillas mientras se hacía una cola de caballo. Al estar inclinada, tomo mi cinturón, lo desabrochó, abrió la cremallera del pantalón, sacando mi enorme bulto que estaba por reventar debajo del boxer, el olor a semen era fuerte, ella se acercó a la tela y respiro hondo
— Hace tiempo que está casa no había el aroma de un macho — Bajó mi boxer lentamente sacando mi pene totalmente erecto y grande, se acercó aún más, lamiendo desde la base hasta el glande, y una vez ahí, con ayuda de su mano y boca, bajo el prepucio hasta descubrir mi glande rosado y brillante por el presemen.
Mis gemidos de placer se escuchaban en toda la sala de la casa, ella metió mi pene en su boca y, lentamente, lo fue introduciendo en su garganta, veía como mi pene desaparecía dentro de sus labios, sentía la presión y succión que hacía con su boca, su lengua haciendo círculos alrededor de mi pene, su mano masajeando mis testículos que estaban hinchados de placer.
Sin pensar, excitado, levanté levemente mis caderas, sujetandola de su cola de caballo, empecé a embestir su boca, la miré a los ojos jadeando, sintiendo un placer que jamás había sentido en mis otras noches de cabrón. Después de un par de minutos, mi cuerpo cedió y expulse toda mi carga en su boca, escuchaba como le costaba trabajo tragar mi semen mientras mi pene seguía en su boca, lentamente lo fui sacando, sintiendo el cambio de temperatura entre el calor de su boca y el frío de la sala. Cuando mi pene estuvo fuera, y viéndola a su rostro algo sonrojado y con unas lágrimas escurriendo de sus ojos, mi instinto me ganó y me di una fuerte bofetada con mi pene aún duro.
Ella se sorprendió, se levantó del suelo, aventandome de vuelta al sofá. Dio unos pasos hacia atrás y, frente a mi, empezó a bailar, mientras lentamente se retiraba el vestido y ahí, descubrí que ella había estado toda la noche sin ropa interior, ni sostén ni tanga tenía debajo de ese vestido. Desnuda para mí, se sentó en la mesa de centro, acostándose mientras levantaba y separaba sus piernas, dándose un par de palmadas en su vagina me miró de forma traviesa.
— Ya haz visto lo que puedo hacer con mi boca — Decia mientras abría sus labios vaginales — Es hora de que tu me muestres que esa boca no solo sirve para hablar
Me levanté del sofá y me puse en cuatro, caminando como cachorro, me acerqué a María, cuando el calor de su sexo era palpable en mi piel, saqué la lengua y empecé a lamer tus labios y su ano. Chupaba sus labios, tratando de beber el néctar que salía de su interior, cuando podía, metía mi lengua en su vagina, lamiendo por dentro mientras mi nariz respiraba hondo sobre su clítoris, haciendo que gimiera aún más, y mi pulgar hacia círculos en su ano, metiéndolo levemente en un par de ocasiones.
— Metemela — Exclamó en un grito casi orgásmico — Estoy por venirme y necesito sentirte dentro
Deje de comerle la vagina, me levanté mientras me quitaba por completo el pantalón y boxer. Al subirme a su torso, ella tomo mi pene y lo guío a su vagina, entre un gemido de ambos, sentí como se corría un poco sobre mi pene. Estando dentro, ella desabrochó mi camisa y empezó a besar mi pecho, mis caderas se empezaron a mover lentamente pero, sentí una nalgada en ese momento
— Quiero correrme — Me volvió a nalguear — Sé hombre y dame con fuerza ya
Mis caderas la obedecieron, empezaron a moverse más y más duro, sus pechos rebotaban contra el mío, sus gemidos pasaron a gritos de placer, sus piernas abrazaban mis caderas, sus manos jugaban con mi pelo y nuestros labios se cruzaron en un beso de lujuria. Nuestras lenguas se entrelazaban dentro de nuestras bocas, al separarse, jadeabamos el uno para el otro.
— Extrañaba esto.
— Podría ser una costumbre de los dos.
— Esa es la idea cariño.
— ¿Así que planeaste todo esto?
— Por supuesto, hace semanas que deje de verte como mi invitado y más como mi hombre.
— ¿Tu hombre? Es decir ¿Osea que debo ser exclusivo para ti?
— Tu sigue con tus amiguitas pero, cuando yo te diga que me debes coger, lo harás.
— ¿Y si ya tenía cita con alguna amiguita?
— Cariño ¿Habló chino? Cuando yo diga, tu me debes coger, si tenías cita, ni modo, la matriarca soy yo y mi voz es ley para ti.
Eso último lo dijo mientras lamía mi oreja. En ese momento, ella grito en mi oído, había llegado al climax, yo seguía moviendo mis caderas porque aún me faltaba un poco para llegar, y cuando estuve listo, me corrí dentro de ella.
— Si, lléname de tu leche, vacía tus huevos en mi.
Decía casi gritando y en un tono muy lascivo.
— Esa leche tuya es mía desde hoy, con las otras usas condón, a mi, me riegas entera
Mientras me corría, me beso, un beso llenó de deseo, pasión y lujuria. Sin darnos cuenta, ambos nos quedamos dormidos en la sala. Para nuestra fortuna, Elisa había enviado en la noche, que no llegaría hasta en la tarde del día siguiente. Nos despertamos en medio de la madrugada, desnudos, con frío. Nos miraba y nos volvimos a besar, está vez de piquito. Me levanté de ella y la ayude a levantarse. Recogimos nuestras ropas del piso y las llevamos al cuarto de lavado. Ahí estaba el calentador de agua, Maria lo encendió y nos metimos a la ducha. Ella lavó mi cuerpo mientras yo el suyo, de rato en rato, nos dábamos besos, yo la manoseaban y nalgueaba, ella me lo regresaba con nalgadas y apretando mi escroto.
Cuando terminamos, me dirigí a mi cuarto pero su mano me detuvo.
— ¿A dónde crees que vas?
— A mi cuarto para dormir, mañana hay clases
— ¿Tu crees que dejaré que mi hombre duerma solo? — Me decía mientras jugaba con mi pelo — Vas a dormir conmigo y cada que estemos solos, tendremos nuestra intimidad cariño.
Desde ese día, me volví en el amante de María. Obvio, lo ocultabamos, sobretodo a Elisa, pero cada que María y yo estamos solos, esa casa se volvía en testiga de nuestros encuentros y ahora, ustedes serán testigos en mis relatos. Este es el primero de unos cuantos que tuve con María en mis años universitarios.
Excitante y con lujuria espero la continuación