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Dominación Mujeres, Infidelidad, Voyeur / Exhibicionismo

Mi cuñada me desea

Todo empezó con miradas, chistes y provocaciones disfrazadas. Pero detrás de cada palabra suya hay una tensión que se corta con el cuerpo. Lo tengo claro, no debería pasar nada entre nosotros, es mi cuñada. Pero ya empezamos a jugar… y no pienso frenar.
Hay juegos que no deberían empezar. Pero una vez que lo hacen, es imposible detenerlos.
No se trata solo de sexo. Se trata del deseo que se cuela en lo cotidiano, de las miradas que duran un segundo más, de las palabras que se dicen con una sonrisa y esconden algo más. Se trata de lo prohibido, de lo que no debe tocarse… y sin embargo, se toca.
Mi nombre es Ricardo, y nunca fui un santo. Pero tampoco pensé que terminaría atrapado en una red de tensión sexual con la persona menos indicada: la hermana de mi pareja.
Todo comenzó como una broma, un juego inocente. Una foto, un comentario, una mirada. Nada que no pudiera explicarse. Nada que tuviera consecuencias. Hasta que dejó de ser un juego.
Esta es una historia de deseo contenido, de palabras disfrazadas y encuentros cargados de electricidad.
Una historia donde lo prohibido no solo tienta… también se disfruta.
Bienvenidos a este juego. Pero cuidado: algunos placeres, una vez que se prueban, no se olvidan.
Capítulo 1: Juegos Prohibidos
Mi nombre es Ricardo, tengo 30 años. Siempre fui un hombre atlético, juego al fútbol desde chico y voy al gimnasio habitualmente. Estoy en pareja desde hace 5 años con una mujer hermosa de 27 años, que se llama Cinthia.
Cinthia es una chica de contextura pequeña, de pechos pequeños, cinturita de avispa y un culo enorme, evidentemente, herencia familiar. Además, entrena bastante conmigo, por lo que tiene unas piernas firmes y abdomen definido. Es una mujer hermosa. Vive con sus padres, que ya son personas mayores.
Cinthia tiene una hermana mayor, de 40 años, llamada Patricia. Patricia está casada y es madre de dos nenas, una de 5 y otra de 7 años. A diferencia de su hermana menor, Patricia no tiene un cuerpo de gimnasio. En su juventud tuvo un buen cuerpo natural, pero con el paso del tiempo y las dos hijas, fue perdiendo tonicidad. A pesar de no ser gorda, es algo más rellenita. Su culo, aunque muy grande —mucho más que el de Cinthia— se nota que es más blandito y caído.
Con Cinthia llevamos 5 años en pareja, ya me integré y soy prácticamente parte de la familia. Comemos juntos los fines de semana con sus padres y la familia de su hermana. Hace algún tiempo comenzaron a pasar cosas “raras” con Patricia…
Ella tiene un humor irreverente y fama de haber sido bastante “puta” en su juventud, según ella misma. Le gusta llamar la atención y se comporta muy distinto cuando está con su marido que cuando está sola.
Siempre me hace bromas sobre cómo me visto: que mi remera es muy ajustada, que mis pantalones son demasiado ceñidos, que si no hay ropa para hombres de mi talle, etc. Nunca me deja pasar una, siempre está atenta para soltar un comentario nuevo.
Esta situación me comenzó a llamar la atención y a calentar. Por eso decidí subir fotos después de entrenar, semi desnudo, visibles solo para Patricia. Como era esperado, no tardó en contestar con emojis vomitando o gifs de gente horrorizada, como insinuando que le doy asco.
En una ocasión le respondí:
—Bien que miras.
—No hay nada que mirar.
—¿A qué te referís?
—Dicen que los que van al gimnasio la tienen chiquita, así que no hay nada que mirar.
—Jajaja, ¿y vos qué sabes? Vos a mí no me viste nada.
—No, pero se nota todo, con cómo te vestís no dejas nada a la imaginación.
—Ves que me mirás todo, jaja.
—Bah.
Tuvimos varias charlas así, ella admitiendo que me mira pero diciendo que no le gusto o que le doy asco, siempre queriendo bajarme el precio.
Esta clase de charlas me habilitó a opinar sobre su cuerpo también, y comenzó una especie de histeria sexual entre los dos. Ninguno quería dar el paso, aparentemente. Realmente no me atraía Patricia físicamente, lo que me calentaba era la situación: gustarle a la hermana de mi pareja, que ella me deseara a mí.

________________________________________
Capítulo 2: Miradas que Provocan
La primera vez que quedamos solos fue casualidad. Un sábado, después de almorzar con toda la familia, Cinthia fue con su mamá a comprar helado. Me quedé en la casa, sentado en el patio con el celular en la mano. Patricia apareció con un vaso de vino y una sonrisa difícil de leer.
—¿Cinthia se fue? —preguntó, como si no lo supiera. Invitándome de su vaso.
—Sí. Vuelven en un rato.
Se sentó frente a mí, con shorts de jean y una remera holgada que debaja sus hombros al descubierto. El calor era sofocante, pero había algo más que comenzaba a subir la temperatura.
—¿Subiste foto hoy? —dijo sin mirarme, tomando un sorbo.
—No sé, decime vos que siempre sos la primera en ver.
Sonrió, sin decir nada. El silencio duró más de lo necesario.
—Te juro que no entiendo cómo mi hermana te banca, mira esos pantalones, pareces re puto. —Sus ojos bajaron por un instante, recorriendo mi cuerpo, justo para que yo lo notara.
Me reí, intentando restarle importancia.
—Vos nomas estás muy pendiente de mis pantalones.
—Bah, no te creas tan importante. —Lo dijo sin convicción. Esa vez no usó ningún emoji para disimular.
Me levanté para buscar algo adentro y, al pasar cerca, sentí cómo me miraba de reojo. Lo sentí en la espalda, en el cuello. Esa mirada que uno aprende a detectar aunque no la vea.
El juego estaba avanzando. Pero ninguno de los dos lo admitía.

55 Lecturas/26 mayo, 2025/0 Comentarios/por MicaPaiva
Etiquetas: culo, cuñada, hermana, madre, mayor, mayores, puta, sexo
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