Mi dulce hijita
Somos padres modernos y decidimos educar a nuestra hija desde muy temprano .
Mi nombre es Rolando, tengo 36 años. Estoy casado con mi esposa María de 31 y tenemos una hijita de 7 años y un nene de 5. Siempre fuimos muy de mente abierta con el sexo. Mi esposa me contó cómo descubrió todo lo que su vagina ale podía hacer sentir desde muy pequeña. Yo también tuve experiencias desde muy temprano. Pero nunca tuvimos con quién compartir lo que hacíamos. Decidimos que si nuestros hijos necesitaban nuestra ayuda ahí estaríamos para ellos sin tabúes ni juicios.
Esa mañana es estaba en el trabajo y recibí la mejor llamada que podía llegar. Mi esposa me dijo que descubrió a nuestra hija masturbándose, bueno intentandolo lo mejor que podía. Le había hablado algo de eso y le había prometido que en la noche cuando yo llegara le enseñariamos muchas cosas. Le dije que me daría prisa y que bañé bien a Carlita para que todo esté listo cuando llegara.
Todo el día es estuve caliente imaginando lo que pasaría. Cuando al fin pude llegar a casa mi nena me recibió con un abrazo y un beso.
—papi mamá dice que esta noche vamos a jugar.
—si mi vida, vamos a jugar y aprenderas muchas cosas que te van a gustar.
Cenamos rápido y mi esposa me dijo que me llevará a la niña al cuarto mientras ella acostaba a nuestro hijo.
Me lleve cargando a Carlita y aproveché para sentir su cuerpo, sus dimensiones, su peso. Mi niña mide poco más un metro veinte, es pequeña para su edad y algo rellenita de piernas, tiene la piel suavecita y un cabello que le llega a media espalda. Sentí sus nalguitas, firmes y redonditas. La puse en la cama me arrodille para estar a su altura y la mire a los ojos.
—mi vida, tu mami me dijo que estabas haciendo algo en tu cuarto. Que estabas haciendo amor?
Mi hijita se puso nerviosa y como que quería llorar.
—ni mi amor, no estabas haciendo nada malo, es normal. Sólo quiero que me cuentes.
—es que me gusta frotarme ahí.
—donde amor?
—ahi, en mi cosa de abajo.
—ya te enseñamos como se llama esa parte de tu cuerpo.
—es que ninguna de mis amigas le dice así. Suena feo.
—como le dicen entonces?
—le decimos, cosa, raya, papo. Yo le digo cosita.
Mi esposa entro y cerró la puerta. Traía algo que después me haría gozar.
—carlita hija dile a tu papá lo que quieres aprender.
—quiero saber cómo tocarme y como me gustaría que me toquen.
Mi esposa ya le había estado enseñando cosas. Llamó a mi hija y se metieron al baño juntas. Me pidió que espere un rato.
Me cambié y me puse cómodo solo con una camiseta y boxer. Mi esposa salió primero. Traía un conjunto de lencería roja. Me prendió bastante pero al ver que mi hija salió después con un atuendo similar fue hermoso.
La nena dio vueltas y pude ver cómo la tanga se le metía entre sus nalguitas.
—comienza mi amor —le dijo mis esposa y la niña empezó a bailar y a quitarse la ropa.
Primero ese brasier que le quedaba todo plano pero se le veía genial y luego se fue bajando poco a poco la tanga hasta dejar libre su cosita, como ella le decía. No había visto desnuda a mi hija en años, desde que era bebé y al ver lo hermosa y rosadita que tenía su puchita por poco y termino ahí mismo. Mi esposa se había quitado el sostén y me puso una mano en sus tetas. Mientras se las frotaba me acaricio la verga por debajo del boxer.
—se la quieres meter? —me susurro al oído.
—pero María, es muy pequeña todavía.
—pervertido, tenías que negarte rotundamente, pero se nota que se la quieres meter a tu hijita linda. Yo hubiera querido tener un papá como tú.
—tu empezaste a los cinco, hubiera sido más difícil todavía.
—entonces que dices? Se la metes?
—es lo que más quiero hacer.
Llamamos a la niña y la acostamos en medio de los dos. Mi esposa le dio uno de sus pechos para que Carlita mamara y yo comencé a acariciar su vaginita.
—espera —me dijo mi esposa y me hecho un poco de lubricante en la mano— a esta edad todavía no tenemos juguitos.
Mi hijita comenzó a retorcerse de placer mientras le metía un dedo en medio de sus labios solo pasando de arriba a abajo sin intentar meterlo todavía. Cerraba sus piernitas y mi esposa me ayudó a abrirla y así pude encontrar su tesorito. Sentí un puntito más o menos duro en la unión superior de sus labios. Era su diminuto clitoris que salía a saludar. Le hice círculos y pequeños golpecitos y mi nena se puso a gemir. No sólo quería sentirlo, quería verlo así que puse muy cara en medio de sus muslos y la abrí al máximo separando sus tiernos labios con mis dedos. Que espectáculo. Sus tiernas carnecitas rosadas, ese hoyito apretadito sin estrenar y ese botoncito rojito que se asomaba tímido desde entre sus labios.
—dale —me dijo mi esposa y le empece a chupar a mi hija su panochita.
La nena casi se vuelve loca, se retórcia, gemia y arqueaba la espalda.
—papi papi me pica me pica, sigue me gusta, que rico.
Sus dos manitas agarraron mi cabeza y apreto lo más que pudo, su cuerpo de puso rígido y luego como que se desmayó. Me aleje un poco y vi como mi nena parecía estar dormida con los ojos medio cerrados pero sonreía y le daban como espasmos ligeros.
—ya es hora —me dijo mi esposa.
Acomodo a Carlita, correo un poco más de lubricante, la puso en su regazo y le abrió las piernas al máximo.
—dale, poco a poco. Yo te iré ayudando.
Todavía saboreaba el delicioso sabor de mi nena así que me quite los boxers y mi verga estaba durísima.
—ya sabes poco a poco.
La punta de mi pene tocó la entradita de mi nena y sabía que esto era el principio de un mundo de placer para ella, para mí esposa, para mí y muy pronto también para mi hijo.
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