Mi esclava Vera (esclavoMadrid)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por esclavoMadrid.
Sus ojos verdes cargados de deseo una vez que se trasformaba en Vera, su nombre de esclava, me trasportaban a un mundo de perversiones.
Era invierno y estaba lloviendo. Justo antes de llegar a su portal, realicé una llamada perdida para que supiera que había llegado. No puede evitar sonreír al verla, el vestido negro ceñido elegido por mí, que se podía ver ya que no se había abotonado el abrigo, me hacía saber que iba con medias y sin bragas, como le había ordenado. Supuse que el aire frío, debía estar acariciando su pubis al correr al coche para no mojarse, colándose entre sus piernas.
Salí del vehículo para abrir la puerta. Cuando llegó a mí altura, me besó en los labios apresuradamente.
– Corre, que me empapo. Gritó.
Sin dejarla entrar en el coche y con una sonrisa en mis labios, me repitió de nuevo la misma frase. Pero mis ojos entusiasmados por la escena de ver como empezaba a mojarse al igual que yo, le hicieron comprender que la deseaba. No fue algo premeditado lo que pasó a continuación.
– Vamos Robert, que estamos enfrente de mí casa.
– Vera… bésame. Le dije atravesándola con la mirada.
Al oír su nombre de sumisa, empezó a dudar.
Una risa nerviosa se apoderó de Laura, su rostro reflejaba su incertidumbre y el brillo de sus ojos, el morbo de lo que sabes que no debes hacer. Sus labios sellaron los míos y su lengua recorrió el interior de mí boca. Mientras, recorrí el contorno de su cintura a través del abrigo, mis manos calientes se clavaron en su culo helado. La sensación de su piel fría, al contacto con mis manos hizo que su vello se erizara y un escalofrío recorriera su cuerpo. Todo esto empezó a ponerme muy “caliente”, saber que estaba dispuesta a ser follada en plena calle disparó mí libido.
Rechacé sus caricias, empujándola contra el coche. Haciendo caso omiso a sus súplicas por detener aquella locura.
Su pelo ya empapado y pegado a su cara, dibujaba pequeños riachuelos en su rostro, formando una imagen completamente seductora.
Hipnotizado por el espectáculo que componía la escena, no frené mis instintos. Su abrigo acabó dentro del coche, mientras ella se mantenía a la expectativa apoyada contra el vehículo, como si de un arresto se tratara. Abrí sus piernas aún más de una patada y subí su vestido hasta dejar expuesto los cachetes de su culo, apretándolos con fuerza, separé sus glúteos después de sacarme la polla, ya dura de excitación. Mi boca mordió su oreja a la vez que le susurraba.
– Te voy a follar Vera, aquí mismo.
– Amo, por favor no lo hagas.
– ¿Qué has dicho perra?
Agarré su pelo empapado, girando su cara, clavé mis ojos negros en los suyos.
– Dímelo de nuevo, Vera.
– No Amo, perdón.
Justo cuando estaba acabando la frase, mordí con rabia su labio inferior, y permanecí unos segundos manteniendo una presión constante, hasta que su garganta empezó a emitir gemidos de dolor y súplicas. Cosa, todo hay que decirlo, me ponía aún más cachondo.
El agua de la lluvia se introducía en nuestras bocas y recorría ya nuestros cuerpos, ciñendo la ropa. El contorno de todo su cuerpo se perfilaba y exponía sus senos y pezones duros, como si estuviera desnuda. Nos besamos y pegué mí cuerpo contra el suyo. Notó enseguida mí miembro clavarse hasta el fondo de su ser, su boca se abrió por completo, apreté con fuerza y a la vez que mis manos estrujaron sus pechos, susurré:
– Joder, como me gusta. Mmmmm.
– Dime lo mucho que te gusta Vera. ¡Vamos zorra¡
Volví a fijar mis ojos en los suyos, su deseo junto con un atisbo de rabia, me fueron trasmitidos por sus bellos ojos, hasta que su conciencia de esclava la hizo apartar la mirada.
– Sí Amo fólleme. Me encanta.
– Muy bien, así me gusta, ves como no es tan difícil.
– Mmmmm, síiiii Robert, mí Amo sigue.
La situación, era tremendamente excitante, y supuse, por ser su primera vez en público y por como reaccionaba su coño, que para Laura estaba siendo un puñetero placer. Su tono de voz había cambiado por completo, ya no era irónico y había desaparecido cualquier atisbo de orgullo y rebeldía irreverente.
Sujeté sus manos entrelazando mis dedos con los suyos, abrí más sus brazos obligándola a pegarse al coche, hasta que sus pechos acabaron aplastados contra la ventanilla, pegado a su cuerpo empujé con determinación. Una y otra vez, mí cadera clavó muy adentro mí polla.
– Como me estás poniendo, perra.
– Síiiiii. Gracias Amo.
La expresión de sus ojos, la entrega que trasforma a mí querida esclava en esos momentos, me cautiva por completo. Es algo que me fascina, como pasa de su carácter indómito como Laura, a su entrega absoluta como Vera.
Empezó a restregarse como podía contra mí cuerpo, y su boca buscando con frenesí mis labios, comenzó a pedirme más.
– Fóllame Amo, más fuerte por favor.
– Me voy a correr Amo, ¿puedo?, mmmmmmm me corro.
Susurró melosa.
– Claro que puedes, es más, date prisa por que tú vecino no sale de su asombro, y creo que puede llamar a la policía.
Me reí con ganas, al ver su… ¿Cómo decirlo? ¿Histerismo?
Empezó a darme golpes en el pecho, que hacían que saltaran despedidas un montón de gotas de agua. Estábamos calados hasta los huesos.
.
– Joder no tiene gracia Robert, ni puta gracia.
– Jajajajajaja. No podía parar de reírme.
Acabamos abrazados riéndonos a carcajadas los dos, por la pequeña broma. No había nadie en toda la calle. Cerré el coche y subimos a su piso con celeridad.
El frío comenzó a apoderarse de nosotros, pero las risas seguían constantes. Un beso sucedió a otro beso, la noté tremendamente alterada, se pegaba a mí besándome, frotando su cuerpo mojado contra el mío, sus besos largos y profundos, me excitaban sobremanera. Abrazados entramos en el piso de Vera.
– ¿Dónde vas Vera?
– A quitarme la ro…perdón Amo.
– ¿Has olvidado cual es tú sitio?
– No mí Amo.
Se puso al instante de rodillas, con calma, agachó la cabeza y apoyó las manos en el suelo. Me encanta verla así, a mis píes.
– Ve, sécate pero quédate desnuda, date prisa.
– Gracias.
Me quedé inmóvil de píe en medio del salón, esperando su regreso. A los pocos minutos, cruzó el umbral y se postró ante mí.
Sus pechos firmes con los pezones erectos, su melena larga y morena recorriendo sus hombros y con algún mechón aún empapado y pegado a su cuerpo desnudo, componían una imagen arrebatadoramente sensual.
– Muy bien Vera. Desnúdame.
Poco a poco y tratándome con toda delicadeza, como había aprendido, me fue desnudando y tendiendo la ropa al lado de la calefacción. Cuando terminó, me dio su collar ofreciéndomelo con ambas manos. Coloqué el collar y cogí la correa del cajón del recibidor, dónde siempre debía estar. Mientras enganchaba la cadena a su correa, susurré al oído de mí esclava;
– Hoy tengo preparada una sorpresa para ti.
– ¿Sí?, que es mí Señor. Una sonrisa se dibujo en su cara.
– Todo a su tiempo mí querida esclava, ¿Sabrás estar a la altura?
– Lo intentaré.
Me fui al armario y saqué un juego de cuerdas blancas de un grosor medio, cogí también una mordaza de bola y algunas cosas más que guardé en una bolsa. Cuando regresé al salón, Vera estaba exactamente en la misma posición que la dejé. Empezaba a estar bien entrenada. Acaricié su pelo y la besé en el cuello, mi lengua dibujó un reguero de saliva y terminé mordiendo su cuello. Los gemidos ahogados y la piel de mí querida sumisa me demostraron su deleite.
– Ponte de pie y pon las manos a la espalda.
Até despacio sin presiones excesivas sus muñecas, mientras la preguntaba si estaba bien, ya que le advertí que iba a permanecer atada mucho tiempo. Cogí una de las cuerdas largas y empezando por la nuca, terminé atándola sus brazos y pechos. Estaba realmente sexy. La ordené que de nuevo se pusiera de rodillas.
Fui a la calefacción me vestí, aunque mí ropa aún estaba húmeda. Y entré en el dormitorio, abrí su cómoda y su armario de nuevo y cogí una braguita, medias, zapatos de tacón y un abrigo largo de Laura y regresé al salón.
Agarré su pelo, sin tener que decir nada, supo que debía levantarse. Me puse detrás, la abracé y la pregunté como estaba su coño. Deslicé mí mano por su cadera y aún sabiendo lo que me iba a encontrar, me sorprendí al notar su sexo empapado y no precisamente de la lluvia.
– Mmmmm, como está mí perrita. ¿Estás caliente?
– Síiiiiiii.
– Toma, chupa tus jugos.
Mis dedos se perdieron en su boca, sin soltar el pelo, la obligué a chuparlos, moviendo su cabeza para ejercer más presión, follé durante un rato su boca, hasta que mis dedos quedaron bien empapados de su saliva que restregué por su boca y cara, además de alguna que otra torta. Tiré hacía atrás de su melena con fuerza. Y pude ver la expresión de su cara, cuando de un solo golpe penetré con fuerza su sexo. Su boca se abrió al instante, escapando un gemido largo y profundo cargado del deseo que emanaba de su cuerpo.
Me situé a continuación delante de Vera, cogí las bragas y las deslicé por sus piernas hasta colocárselas. De rodillas, apoyó su pie en mí muslo y suavemente introduje la media, que despacio recreándome en ello coloqué perfectamente, realicé la misma operación con la otra pierna, y por último coloqué en sus bonitos pies, los zapatos de tacón más alto que había encontrado.
No hay que decir que después de todo esto sabía perfectamente que estaba como loca por ser follada, y aunque intentaba contenerse, Vera irradiaba todo el deseo que en esos momentos se había apoderado por completo de su cuerpo y mente. Y mí paciencia era algo que la excitaba, unido al poder de la incertidumbre, había formado un cóctel perfecto. Cuando la puse su abrigo tapándola y apagué las luces cogiendo las llaves de casa y el coche. No pudo remediar soltarlo.
– ¿Qué haces?, ¿No pensarás sacarme así atada?, por favor Amo.
Sonriéndola, la torta que se estampo en su cara, la cual hizo girar su rostro, acalló todas sus dudas. Volvió a mirarme despacio, como a cámara lenta y su mirada se clavo en el suelo.
– ¡Qué estúpida soy¡ perdona.
Bajamos en el ascensor hasta el garaje sin encontrarnos a nadie y una vez en el coche, tapé sus ojos con un pañuelo de seda que la había regalado, su boca con la mordaza y sus oídos con unos tapones. La puse el cinturón y noté palpitar su corazón, estaba completamente indefensa, pero terriblemente excitada. A pesar de estar casi desnuda empezaba a sudar. No pude evitarlo y palpé su coño, un gemido de sorpresa escapo de su boca y la mía, se abrió de admiración, ella me buscaba y sabía perfectamente que se sentía completamente embargada por aquella situación que había aceptado.
Tarde una media hora en llegar a la casa. Por el camino fui callado y no puse música, lo que sé, debió ponerla aún más nerviosa.
Cuando solté su cinturón no se sobresalto, casi no podía oír, pero la adrenalina y excitación, combinado con el misterio que había conseguido recrear, la mantenía en alerta, y creo que era capaz de olerme y sentirme sin apenas acercarme.
Una vez dentro acompañados ya por Marco y Eva, claro que Vera no podía verlos, ni oírlos, ya que no hablamos, sólo sintió sus manos, quitándole el abrigo y recorriendo su cuerpo, luego notó sus bocas y las caricias de ambos mientras se deleitaban recorriendo su figura, senos, y culo, pero sin tocar su sexo. Fuimos llevados al salón, donde Cecilia nos esperaba. Me acomodé en el sofá frente a la chimenea y contemplé a los tres poseer a mí esclava. No era una sesión lo que había acordado con Marco, sino todo lo contrario, una noche de sexo y lo que surgiera, no había nada preconcebido.
Vera inmóvil, tumbada sobre una gran alfombra y despojada de sus ataduras, se dejó llevar. La mordaza empapada de saliva la cual había mojado sus pechos fue cambiada por las lenguas de nuestros anfitriones, las bocas se abrían completamente cerrándose de nuevo en todas las partes posibles del cuerpo, era como los mordiscos que vemos en las películas de vampiros, sólo que en vez de succionar la sangre, arrebataban la razón. Verla allí en su primera relación lésbica, junto a Ceci, Eva, y el cabrón de mi amigo Marco, el cual llevaba dos meses dándome la murga por que le cediera a Laura, hicieron que rompiera mí propio juego de no intervenir y que mí imaginación empezara a volar. Aún así me mantuve en el sillón un buen rato, viendo como Vera sucumbía al placer y a la lujuria. Ellas jugaban con sus lenguas y recorrían el cuello de Vera, bajaban hasta sus pechos y dibujaban pequeños círculos alrededor de sus pezones, para volver a su boca. Marco la estaba comiendo el coño salvajemente sin descanso, supuse por las ganas que tenía de follársela. Ver las lenguas estiradas fuera de las bocas de mis queridas amigas, jugando entre sí y a Vera gemir de placer, me hizo perder el control y sin darme cuenta empecé a masturbarme.
Eva se sentó sujetando la cabeza de Vera entre sus piernas mirando hacía su coño y regalándome alguna mirada de complicidad. Sujetó las muñecas de mí esclava, a la vez que Ceci lamía sus pezones y apretaba ambas tetas con sus manos o bajaba hasta su coño masturbando su clítoris, mientras Marco la follaba. Ya no se podía saber de quién eran los jadeos y gritos que recorrían la estancia. Hasta de mi boca se escapaban algunos sin control, mientras me masturbaba ya carente de ropa alguna.
Eva se corrió y sus jugos, y sin querer su orina llenaron la boca de Vera, que para su sorpresa no hizo ascos y bebió todo lo que pudo. Marco gritaba ya, supongo que las contracciones de Vera estallando en un orgasmo brutal, hicieron que fuera imposible para él, no sucumbir al placer.
Agarré a Ceci del pelo, sabiendo que estaba deseosa de sexo viendo el frenesí de los demás, incluido yo y la tumbé al lado de mí esclava. Besando ambos a la vez a Vera, jugamos con nuestras lenguas, lamí su rostro entero, su cuello y me perdí en las bocas de mis amantes, mientras notaba como Eva lamía mí culo. El olor a saliva y sexo era abrumador.
Tumbé a Ceci me senté en su cara para que me lamiera los huevos y el culo, y ordené a Vera que se pusiera a cuatro patas mirando hacía nosotros con Eva debajo y comiendo el coño de Ceci. Pude ver la cara de mí esclava, ya sin el pañuelo, mirándome a los ojos y dándome las gracias con ellos, mientras mi amigo de nuevo se la follaba.
Eva se encargo de succionar todo el semen que salió de la polla de él y mi querida esclava supo agradecer, que mí semen inundara su boca mientras Ceci lamía y lamía mis huevos. Las tres se pusieron a jugar besándose e intentando que ni una sola gota de esperma fuese derramada cuando pasaba de una boca a otra.
Marco y yo nos tumbamos a ver el espectáculo y a reponer fuerzas.
Jugamos con la cena y la bebida los cinco y pasado un buen rato. Mi verga ya dura de nuevo, reclamó su coño predilecto. Marco follaba su boca, así que entre los dos la teníamos entre un mar de vaivenes y las chicas se encargaban de ella, de nosotros y de sí mismas. Cuando estuve cerca de mí orgasmo, me tumbé y ordené a Vera tumbarse encima mió boca arriba, con ayuda de las manos expertas de las chicas mi polla se perdió en el culo de mí esclava, sodomizándola. La abracé y marco intuyendo lo que quería, se sentó y comenzó a follarla mientras las chicas nos besaban y lamían. Pude ver, sentir y disfrutar del orgasmo que se apodero de Vera trasportándome al paraíso.
No se cuantas horas pasamos jugando, follando y disfrutando de los placeres terrenales, pero digamos que la noche fue muy larga y provechosa, que quedamos exhaustos y que a día de hoy, sigo cerrando los ojos y viendo cientos de escenas de aquella noche imborrables en mí memoria.
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