Mi esposo tenía razón, nadie tenía porque saber que yo no estaba usando pantis.
Debido a que la esposa estaba a punto de no ir a una fiesta, ya que se dio cuenta que se le marcaba su ropa intima, el esposo le dijo que se los quitase, ya que nadie se daría cuenta de que no los estaba usando, pero no fue así alguien si se dio cuenta y se aprovechó de eso. .
Mi esposo tenía razón, nadie tenía por qué saber que yo no estaba usando pantis.
Antes de salir de casa le escuché decir a mi marido. “Del uno al diez, tienes un nueve.” mientras le modelaba el traje que finalmente decidí llevar a la fiesta a la que nos invitaron.
Me le quedé viendo, pidiéndole una explicación, ya que desde mi punto de vista por lo menos tenía un diez de diez, modestia aparte.
Sin quitarme los ojos de encima, en ese momento mi esposo me dijo. “El traje te queda de maravilla, querida. Pero tiene un pequeño defecto que te pone en nueve en lugar de diez.”
Realmente, y no porque lo diga yo, se trata de un traje, en satén rojo, que se ajusta a mi cuerpo como una segunda piel, con un escote frontal, que no deja nada a la imaginación de quien me observa.
Mis pezones y apenas quedan ocultos tras la tela y la parte superior de mis aureolas se hacen notar, además de una abertura del lado derecho que me llega al medio muslo, en fin, una belleza.
Mi esposo sin quitarme la vista de encima, continuó diciéndome. “Todo está perfecto, incluso hasta la marca de tus pezones te queda bien regia, excepto que se te nota la liga o goma de tus pantis y se te marcan completamente, y eso lo daña todo.”
Asombrada me vi nuevamente en el espejo, yo había notado la línea que se formaba sobre mi bajo vientre, y parte de mis muslos, pero no les puse atención, hasta que mi marido me las hizo notar.
Estuve a punto de decirle que no iba a ir con ese vestido a la fiesta, cuando él mismo me dio la solución más simple y sencilla, al decirme. “¿Por qué no te las quitas? al fin y al cabo, nadie tiene que saber que no llevas nada puesto.”
Por un instante pensé en preguntarle si se había vuelto loco, pero de inmediato reflexioné, y me dije a mi misma. “En medio de todo, tiene razón, nadie tiene por qué saber que no estoy usando pantis.”
Así que frente a él me subí la apretada falda de mi vestido rojo de satén, y de inmediato frente a sus ojos, me quité mis pantis, luego me acomodé el vestido y definitivamente era un diez de diez.
Realmente durante la fiesta la pasamos de lo mejor, bailé un sin número de veces, con cuanto tipo me sacaba a bailar, ya que mi esposo se encontraba hablando de negocios con varios de sus socios.
Hasta que de momento el tipo con quien estaba bailando, me dijo. “Lo cierto es que ese traje parece una segunda piel sobre tu cuerpo.”
Lo escuché y hasta pensé que era una linda atención hacia mi persona que me dijera eso, pero de inmediato continuó diciéndome. “Me atrevería apostar que no llevas más nada bajo el vestido.”
Al escucharlo me sonrojé, no pensé que nadie se llegase a dar cuenta de eso, pero tratando de no ser tan evidente, a medida que continuamos bailando, le dije que seguramente lo que apostase lo perdería.
En esos momentos cambió la música y comenzaron a tocar un bolero, yo pensé retirarme, pero él me agarró con tanta seguridad, que continuamos bailando.
Sentí sus manos sobre mis nalgas, y fue cuando me dijo, que definitivamente la que perdería sería yo si apostábamos algo.
Todo eso sin dejar de bailar y disimuladamente retirándonos del bullicio de la mayoría de la gente presente.
En ese instante le di una mirada a mi esposo, que continuaba habla que habla con sus socios, mientras que mi compañero de baile suavemente me fue llevando de la mano, hasta que nos desaparecimos dentro de la casona donde se realizaba la fiesta.
Yo lo seguí hasta una habitación en el segundo piso, una especie de gimnasio, donde tras cerrar la puerta comenzó a besarme, mientras que yo sin oponer la más mínima resistencia lo dejé que lo hiciera, hasta que sentí una de sus manos subiendo por mis piernas, directamente hasta mi coño.
La habilidad con que comenzó a acariciar mi clítoris, provocó que casi de inmediato yo misma me subiera el vestido hasta mis caderas y abriese mis piernas.
En cosa de segundos sentí un duro y caliente miembro masculino, penetrando mi vulva, yo misma terminé de quitarme el vestido, quedando toda desnuda entre sus brazos.
Ambos estábamos recostados en una especie de camilla para masajes, donde por un largo rato sentí el embate de su verga contra mi coño.
En mi vida le había sido infiel a mi marido, por lo menos hasta esos momentos, y la verdad es que nunca pensé hacerlo con un perfecto desconocido, pero algo en él hizo que yo respondiera de esa forma y manera.
En medio de nuestro ardiente encuentro, cambiamos de posición en par de ocasiones, hasta que finalmente yo disfruté de una serie de múltiples orgasmos como nunca antes los había disfrutado.
Cuando finalmente extrajo su miembro de mi coño, se quedó de pie frente a mí, yo estaba aún recostada sobre esa camilla, y su verga quedó a la altura de mi boca, y bueno una cosa me llevó a otra, por lo que, aunque no soy una experta en eso, pero terminé mamándole su verga a mi desconocido amante.
Al terminar aparte de casi tragarme casi todo su semen, el resto lo regó sobre mis pechos, tras lo cual, se acomodó el pantalón y me señaló donde se encontraba un pequeño baño donde había lo necesario para asearme y hasta un espejo para arreglar mi ropa y peinado.
Cuando regresamos a la fiesta, disimuladamente nos separamos, y sin más ni más cada uno agarró por su lado, hasta que nuevamente me encontré con mi esposo habla que habla, con sus socios.
Yo me moría por dentro, y hasta me preguntaba a mí misma como pude hacerle eso a mi marido, y en ese lugar.
Cuando de repente Mauricio mi esposo me llama para presentarme al nuevo presidente de la firma y socio mayoritario.
Si lo adivinaron se trataba de mi reciente compañero de infidelidad, lo demás creo que fue cosa del destino.
Ocasionalmente no encontramos y tenemos nuestros candentes encuentros, pero eso si siempre que nos vamos a ver, asisto a nuestras citas, sin nada de ropa íntima.
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