Mi hija, mi esclava
¡Me duele papi! No me importa. Te lo vas a comer todo..
Anónimo
Él la tenía adiestrada. Después de todo, se había vuelto una jovencita muy obediente. Él le explicó que después de que su madre murió, ella debía complacerlo en todo sentido, y debían casarse por supuesto, porque no podían vivir en pecado.
Pero ella se había acostumbrado a sus caricias en su más tierna juventud, cuando él la tocaba despacio, cada noche, en la soledad de su habitación.
Hacían todo juntos esos últimos meses, tras la muerte de su madre. Dormían juntos en la misma cama, se bañaban juntos, él siempre lavaba sus agujeros por ella, y terminaba lamiéndolos para que estuvieran prístinos y listos para ser usados.
Cada noche él le explicaba cómo debían hacer el amor para que cuando realizara la penetración no fuera tanto problema.
-Cuando seas más grande, hacer el amor conmigo es algo que tienes que saber hacer.
-¿Por qué?
-Porque los papis necesitamos tener hijos. Pero sobre todo hijas. Y cuando salen de sus mismas hijas, es algo muy especial para ellos. Entonces, yo te voy a dejar preñada algún día de estos para que tengamos una hija… Y a ella la dejaré preñada para que tenga otra hija mía, y así.
-¿Me lames ahora papi? No puedo dormir si no me lames.
-Claro.
Le abría las piernas y bebía de su pequeña vagina, la lamía despacio y le acercaba la cabeza del glande sin metérsela.
-Mi pene cuando está duro se va a meter en tu vaginita, y luego le va a soltar toda la leche de los papis. Puedes beberla cuando quieras también, sólo tienes que meterte mi verga en la boca y chupar hasta que salga, como si fuera una mamila.
En aquel entonces él sólo acariciaba su clítoris refregándole el pene hasta acabar, donde salpicaba su vulva con el semen para que se acostumbre al calor de esa leche de hombre.
-Anda, usa tus dedos y mete mi leche dentro tuyo.
Luego, le ordenaba frotarse con fuerza la vagina. Se masturbaba furiosa en frente de él, mirándolo a los ojos. Así es como se volvió una viciosa.
Ella se acostumbró a perseguir su pene para beber semen, iba corriendo a su entrepierna para mamarlo como si fuera un biberón, hasta que él no aguantaba más y se corría en su garganta. Ella tragaba todo gustosa.
La boda fue una ceremonia adorable. Se casaron desnudos y al aire libre en el maravilloso jardín que tenía él, y consumaron el matrimonio delante del cura, que también corroboró que ella fuera virgen antes de casarse, como debe ser.
La examinó con dos dedos, y vio su rosado himen con detenimiento, perfecto, sin vellos, apretado y delicioso. Abrió los labios vaginales de ella sin demora frente a su padre, para corroborar que estuviera pura para él.
De esa forma, finalmente la penetró en el suelo duro, y reventó esa cereza prohibida. A ella no le gustó que le doliera, pero mientras las lágrimas salían de sus ojos él estaba extasiado con su virginidad arrebatada:
-¡Papi me duele!
-No me importa. Te lo vas a comer todo. Es tu deber como mi esposa. Luego de recibir mi leche vas a darle tus agujeros al cura. Es lo que corresponde.
Después de continuar el vaivén de caderas finalmente acabó dentro de ella, no había lugar para desperdiciar su semen en otro lugar que no fuera dentro de ella. Luego le prestó su cuerpo al sacerdote, que estaba monitoreando todo el acto sexual.
Ella se había dejado ir para la segunda corrida dentro de su vagina, porque el dolor cambió por placer en muy poco tiempo, sobre todo después de que su padre le diera una bofetada para que se comporte frente a la persona que los había casado. En su vulva podía apreciarse un girón de sangre mezclado con el semen de ambos hombres.
Así su tierna hija pasó a ser su esposa. Estaba crecida y con prematuras caderas fértiles, pero seguía usando pañales porque no había aprendido a controlar los esfínteres. Tampoco usaba ropas, porque él no se lo permitía. Le empezaron a crecer las tetitas, pero su vagina seguía apretada, rosada y perfecta como el primer día que la tocó.
Su padre tenía un morbo muy interesante con ese tema. Con los pañales… Y con los fluidos en general. Amaba lavarla con la boca como un animal, lamerla compulsivamente cuando ella se ensuciaba era algo por lo que podía llegar a castigarla a golpes si se lo ocultaba.
Tenían una propiedad muy grande, eran ricos de alta alcurnia. Vivir en una mansión aislada del mundo no era una complicación cuando los recursos estaban a la vista y eran prácticamente ilimitados.
Todos los días al despertarse, ella debía mostrarle si se había mojado en la noche, para que él pudiera lamerla y lavarla. Él la convenció de que sólo con semen en su vagina estaría realmente limpia por dentro, y de esa forma justificaba hacerle el amor en las mañanas.
Luego, tras deslecharse dentro de ella, ella debía tocarse hasta estar bien mojada nuevamente, porque sus jugos serían parte del desayuno. El tenía instalado un lugar en la mesa donde ella se acostaba con las piernas abiertas, y mojaba piezas de pan en su vulva para comérselas. Él desayunaba con la vagina perfecta de su hija en la cara, cosa que siempre esté dispuesta para ser penetrada.
Esa mañana, él ordenó algo inusual:
-Vas a dejar de usar pañales. Quiero verte desnuda todo el día.
-Pero papi…
-Pero nada. No me importa que te mojes en cualquier parte. Ya no. Ahora vamos al sillón.
En el sillón, él ponía una porno incestuosa también, donde un padre y sus 5 tíos penetraban sin piedad y por todos sus agujeros a la hija más joven, hasta que ella quedaba cubierta en semen.
Ahí, mientras él se masturbaba, ella estaba sentada en su regazo con las piernas abiertas, ofrecida, mientras él le metía los dedos distraído, jugando con sus labios vaginales, con su clítoris, que parecía tener un tamaño voluminoso de tantas veces haber sido estirado, hasta que terminaba la película o él, lo que pasara primero.
Luego ella le hacía sexo oral para limpiarlo, y tragarse todo el semen. En eso mientras continuaba diligente con su tarea, ella se orinó encima sin darse cuenta, lo que empalmó a su padre de nuevo.
-Trágalo.
-Pero…
-Estás contradiciéndome mucho últimamente. Voy a molerte el culo a golpes si no te tragas lo que ensuciaste.
Ella obedeció asustada, porque su padre/esposo tenía mucha fuerza, aunque a veces le daba mucho placer que le diera de nalgadas.
Como ella se inclinó en cuatro patas para lamer el suelo con orines, él pudo ver sus rosados agujeros, siempre rosados por el uso, y sin miramiento alguno le metió el pene otra vez. El juego de meter y sacar que ya conocía comenzó a excitarla y a distraerla de la orden, pero el la encarriló de nuevo con un golpe a los glúteos.
-Mientras te follo sigue lamiendo el suelo. Déjalo sin una gota de lo que soltaste.
Ella continuó sumisa, y se dio cuenta que en realidad el sabor salado de sus orines la estaba excitando. Cuando finalmente volvió a acabar por tercera vez (aunque esta vez de nuevo dentro de ella) La hija quedó desplomada en el suelo, entregada a un placer absoluto que la dejó dormida, como cada mañana. Siempre después de la segunda o tercera corrida quedaba desmayada de sueño.
Él la dejó acostada ahí para que descanse y se fue a atender los negocios que sostenían su lujoso estilo de vida. Cuando ella se quedaba sola salía a los jardines y visitaba a los establos. Ese día, se sorprendió con lo que sus ojos vieron: El semental de su padre estaba alzado, y estaba fecundando a las yeguas.
Ella no pudo contener la excitación al ver la escena y empezó a tocarse, pero los aromas de su vulva atrajeron al Rottweiler del campo, que empezó a olisquear su pierna.
Como si ya supiera lo que iba a pasar ella se recostó en un banco bajo del establo para dejar que el perro lamiera su entrepierna de la misma forma que su papi, pero éste se emocionó más de la cuenta y se alzó para meterle el pene también, a lo que ella no se resistió con temor a que la mordiera.
Aunque tomó algunos intentos que lo hiciera, el animal tuvo una brusquedad al penetrarla que la excitó en sobremanera, sumado a que esos jugos que desprendía eran diferentes, mucho más calientes y ardidos al tacto con su vagina. Su vulva estaba prendida fuego de lo que le picaba.
Se comenzó a babear mientras el perro se la follaba, porque no se sentía como cuando hacía el amor con su papi. Inundada por el morbo y el placer, y al estar inconsciente del entorno, no reparó en que su padre había regresado y la estaba viendo. Cuando ella quiso salirse no pudo, quedó abotonada con el animal que continuaba dejando fluidos dentro de ella.
-Así que esto haces cuando yo no estoy… Veo que estás bastante grandecita ya.
Su padre metió dos dedos en su vagina para zafarla con fuerza, y al quitarse al perro de encima, le metió los dedos en la boca a su hija para que no desperdiciara.
Ella chupó hasta que él la tomó del brazo con violencia, iba a darle una lección que no olvidaría.
-¿A dónde vamos?
-Adentro del establo. El semental tiene otra yegua que preñar. Más te vale que me des una hija, porque sino me voy a encargar de prostituirte hasta que no te puedas parar.
Ella lo siguió hasta que la arrojó al heno del establo, mientras se frotaba la vagina que tenía una comezón atrozmente placentera por haber sido follada por el perro.
Super relato
Relatos como estos me encantan super buen relato ¿abra segunda parte ?
Excitante
Linda papá