Mi madre y mi medio hermano llegan a un trato
Mi madre le debe dinero a mi medio hermano y ella busca llegar a un acuerdo..
Mi nombre es Cristian, tengo actualmente 25 años. La historia que voy a contar sucedió cuando tenía 18 años. Vivía con mis padres; mi madre, Zaira, tenía entonces 38 años. Es una mujer atractiva, con cabello corto teñido de un café castaño. Tiene un cuerpo natural, no es una supermodelo, pero tiene lo suyo: senos grandes y un trasero bien formado que le gusta lucir con lycras muy ajustadas.
Mi padre era mucho mayor que ella; él tenía 55 años. Mi padre estaba casado cuando conoció a mi madre, por lo cual tengo un medio hermano llamado Roberto, quien entonces tenía 30 años. Mi padre dejó a su anterior familia y se juntó con mi madre, por lo cual mi hermano lo conocía muy poco. Lo había visto y tratado con él, pero muy espontáneamente.
Desafortunadamente, mi padre perdió la vida en un accidente de tráfico. Fue entonces cuando nos enteramos de que la casa donde vivíamos se la había dejado de herencia como sucesión a mi hermano Roberto. Mi hermano tenía una galería de arte y su idea era hacer una extensión de su galería en la casa. Al final, y luego de negociar con mi madre, accedió a rentar la casa a un precio relativamente más bajo de lo que saldría rentarla.
El problema era que, sin mi padre, mi madre era la que se hacía cargo de todos los gastos. La situación económica se volvió difícil, y mi madre tuvo que buscar maneras de mantenernos a flote. La casa, aunque grande, tenía sus gastos de mantenimiento y servicios, y mi madre trabajaba como cajera en un centro comercial, lo que no era suficiente para cubrir todas nuestras necesidades.
Una noche, mientras mi madre estaba en la cocina preparando la cena, la vi más pensativa de lo habitual. Se notaba el peso de la responsabilidad en su rostro. Me acerqué a ella y le pregunté si estaba bien.
«Mamá, ¿estás bien?», le pregunté con preocupación.
Ella me miró con una sonrisa forzada y me dijo: «Sí, todo está bajo control».
Sin embargo, podía ver la preocupación en sus ojos. «Mamá, sé que las cosas están difíciles. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?», insistí.
Ella suspiró y me confesó: «La verdad es que estoy muy preocupada, Cristian. El primer mes pudimos pagar la renta, aunque con dificultad y tomando algo del dinero que había dejado tu padre. Pero ahora, con los gastos de mantenimiento y servicios, es muy difícil».
«¿Y qué vamos a hacer?», pregunté, sintiendo una mezcla de preocupación y determinación.
«Tuve que comenzar a trabajar en dos turnos», dijo ella, con voz cansada. «Pero es muy desgastante. No sé cuánto más podré aguantar así».
«Mamá, no puedes seguir así. Necesitamos encontrar una solución», le dije, tratando de ser lo más comprensivo posible.
«Lo sé, Cristian. He estado pensando en algunas opciones, pero nada parece ser suficiente», respondió ella.
En el segundo mes, mi madre quedó a deberle algo de dinero a mi medio hermano, pero este pareció no importarle la deuda. Para el cuarto mes, mi madre seguía acumulando deuda con mi medio hermano. «Roberto, sé que te debo dinero y lamento mucho la situación», le dijo mi madre con voz temblorosa mientras hablaban en la sala, mi madre llevaba puesto un vestido amarillo y un mandil verde.
Mi hermano miró a mi mamá con una mirada de disgusto. «Lo que veo es que van pasando los meses y me vas debiendo cada vez más», dijo. siendo sincero te la renta muy barata podría ganar más dinero si la rento a otras personas o utilizo la casa como una galeria.
«No pienses eso, Roberto», dijo mi mamá. Se levantó del sillón y se quitó el mandil. Se acercó donde yo estaba. «Hijo, puedes subir un momento a tu habitación. Debo hablar en privado con tu medio hermano».
En cuanto dejé la sala, mi mamá cerró la puerta con seguro. Algo que me pareció muy sospechoso. De inmediato salí al jardín y fui directo a la ventana de la sala. Afortunadamente, las ventanas estaban abiertas y solo tuve que hacer a un lado la cortina con cuidado para saber qué sucedía.
Mi mamá se quedó parada en la puerta de la sala mirando a mi medio hermano. «Oye, Roberto, eres soltero, ¿verdad?», preguntó mi mamá.
Roberto, algo confundido por la pregunta, dijo: «Sí, estoy soltero».
«Qué mal y qué bien», dijo mi mamá. «Tengo una idea que te puede interesar para poder pagarte la deuda».
Mi medio hermano se quedó escuchando con atención.
Mi mamá se desabrochó lentamente los botones de su vestido, dejando al descubierto su piel suave y seductora. Con un movimiento elegante, se desprendió del vestido, permitiendo que este cayera al suelo. Quedó semidesnuda frente a mi medio hermano, llevando un conjunto de encaje rosa que realzaba sus curvas. La luz de la sala resaltaba su figura, haciendo que cada detalle de su cuerpo fuera visible.
Roberto se exaltó. «¿Qué haces?», dijo con una cara de sorprendido.
Mi mamá se rió traviesamente. «Solo estaba pensando que te podría interesar que te pague de otra forma», dijo ella. «No me malinterpretes, tampoco quiero ser una vividora. Te pagaré lo que te he estado pagando, pero ¿qué te parece si el restante que no logré juntar te lo cobro de otra forma?», propuso mi mamá.
Mi madre se acercó a Roberto y se sentó de una forma muy seductora en sus piernas. Lo abrazó de los hombros. «Quítame el brasier», dijo mi mamá.
Roberto tenía una cara como si se estuviera preguntando qué estaba pasando, pero al sentir el contacto con ella, obedeció y le desabrochó el brasier. Roberto lo puso a un lado y mi mamá se tocaba los senos. «¿Te gustan, Roberto? Vamos, puedes tocarlos», dijo ella.
En cuanto escuchó eso, mi medio hermano comenzó a tocarlos. Sus manos recorrieron suavemente sus senos, sintiendo su suavidad y firmeza. Mi mamá cerró los ojos, disfrutando del contacto. «¿Te gustan?», volvió a preguntar mi mamá.
Roberto asintió. «Sí, están muy bien», respondió.
Mi mamá se rió. «Me alegra, cariño. Puedes jugar lo que quieras con ellos», dijo mi mamá.
Mi mamá terminó subiendo sobre él, quedando de frente. Roberto se pegó al respaldo del sillón, mirando los senos de mi mamá. Ella se levantó un poco, dejando sus senos a la altura del rostro de Roberto. «Pruébalos, cariño», dijo mi mamá.
Roberto, sin dudarlo, comenzó a chuparlos. Sus labios y lengua explorando cada centímetro de su piel, haciendo que mi mamá gimiera suavemente. «Así, cariño, lo haces de maravilla», dijo mi mamá, disfrutando del placer que le proporcionaba.
«Como que está haciendo mucho calor por aquí. ¿Por qué no te quitas esto?», dijo mi mamá mientras le desabrochaba la camisa a Roberto.
Roberto se quedó sin camisa. Mi mamá se levantó de él. «Levántate, cariño. Bájate el pantalón. Quiero devorar tu pene», dijo mi mamá con una voz llena de deseo.
Roberto se puso de pie y mi mamá le bajó el pantalón. Le quitó los zapatos y le sacó el pantalón, dejándolo desnudo. «Mira que hermoso pene tienes», dijo mi mamá, admirándolo.
Ella estaba hincada frente a él. «Con tu permiso», dijo mi mamá antes de tomarlo en su boca. Roberto miraba al techo mientras mi mamá lamía y chupaba su pene, haciendo que él gimiera de placer.
«Sí, así. Eso se siente increíble», dijo Roberto, disfrutando del momento.
Mi mamá continuó su trabajo, aumentando el ritmo y la presión, haciendo que Roberto se retorciera de placer. «No pares, por favor. Estoy a punto de explotar», dijo Roberto, con la voz entrecortada.
Mi mamá, con una sonrisa traviesa, continuó hasta que Roberto alcanzó el clímax, dejando escapar un gemido profundo de satisfacción.
«Como que está haciendo mucho calor por aquí. ¿Por qué no te quitas esto?», dijo mi mamá mientras le desabrochaba la camisa a Roberto.
Roberto se quedó sin camisa. Mi mamá se levantó de él. «Levántate, cariño. Bájate el pantalón. Quiero devorar tu pene», dijo mi mamá con una voz llena de deseo.
Roberto se puso de pie y mi mamá le bajó el pantalón. Le quitó los zapatos y le sacó el pantalón, dejándolo desnudo. «Mira que hermoso pene tienes», dijo mi mamá, admirándolo.
Ella estaba hincada frente a él. «Con tu permiso», dijo mi mamá antes de tomarlo en su boca. Roberto miraba al techo mientras mi mamá lamía y chupaba su pene, haciendo que él gimiera de placer.
«Sí, así. Eso se siente increíble», dijo Roberto, disfrutando del momento.
Mi mamá continuó su trabajo, aumentando el ritmo y la presión, haciendo que Roberto se retorciera de placer. «No pares, por favor», dijo Roberto, con la voz entrecortada.
Mi mamá chupaba y succionaba el pene de Roberto con mucha habilidad, lo lamía de la base a la cabeza. Con su mano libre, masajeaba suavemente sus testículos, aumentando el placer de Roberto. Luego, mi mamá se levantó e hizo que Roberto se sentará nuevamente en el sillón. Mi mamá le dio la espalda, se bajó su tanga y se agachó como si tratara de recogerla, dejando que Roberto disfrutara viendo cómo se empinaba frente a él.
«¿Te gusta lo que ves, cariño?», preguntó mi mamá con una voz seductora.
Roberto asintió. «Sí, se ve muy rico», respondió.
De inmediato, Roberto puso sus manos en las nalgas de mi mamá, comenzando a acariciarlas y besarlas. En ocasiones, les daba una nalgada suave, haciendo que mi mamá gimiera de placer.
«Así, cariño», dijo mi mamá al sentir el impacto de las nalgadas que recibía. «Me encanta cómo me tocas».
Roberto continuó explorando su cuerpo, besando y mordisqueando suavemente sus nalgas, mientras mi mamá se movía sensualmente frente a él. La escena era de un erotismo intenso, con cada movimiento y caricia aumentando la tensión sexual entre ellos.
Roberto chupó sus dedos y los metió en la vagina de mi mamá. Ella pegó un gemido. «Cariño, no te enseñaron que a donde quieras que entres debes avisar», dijo mi mamá traviesamente.
Roberto dijo entonces los sacó. «No, cariño, no los saques. Están bien ahí dentro», dijo mi mamá gimiendo.
Roberto continuó hurgando su vagina, moviendo sus dedos con destreza. Mi mamá, agitada, gemía: «Sí, sí, sí, cariño. Vas a hacer que me corra».
Roberto aumentó el ritmo, metiendo y sacando sus dedos rápidamente, haciendo que mi mamá se retorciera de placer. «Así, así», gemía mi mamá, sintiendo cómo el placer crecía dentro de ella.
Finalmente, mi mamá soltó unos chorros entre sus piernas, como si tuviera ganas de ir al baño las junto. Le comenzaron a temblar las piernas y tuvo unos leves espasmos. Se apoyó en un sillón para recuperarse.
«Vaya, cariño, eso se sintió muy rico. Tenía mucho que no me hacían correr así», dijo mi mamá, recuperando el aliento. «Pero basta de jugar con tus dedos. Quiero que me metas tu pene», dijo mi mamá con una voz llena de deseo.
Roberto asintió, pero preguntó: «¿Tienes condones?».
Mi mamá se acercó con una sonrisa traviesa. «No los necesitamos, cariño. Me lo puedes meter sin protección», dijo ella.
«Pero puedes quedar embarazada», dijo Roberto.
Mi mamá sonrió. «No te preocupes. Me tomaré unas pastillas. Quiero sentir tu pene al natural», dijo mi mamá, con una voz llena de deseo.
Mi mamá se apoyó en una vieja cantina de madera que fue de mi padre. Roberto se puso detrás de ella y colocó su pene en la entrada de su vagina. Con un movimiento firme, se lo metió de un solo golpe, haciendo que mi mamá soltara un gemido de placer.
«Me lo metiste hasta el fondo de un solo golpe», dijo mi mamá, disfrutando de la sensación.
Roberto la tomó de la cintura y comenzó a moverse lentamente, aumentando gradualmente el ritmo. Mi mamá, excitada, suplicaba: «Más rápido, cariño. Puedes hacerlo más rápido, por favor».
Roberto obedeció, aumentando la velocidad de sus embestidas. El sonido de sus cuerpos chocando entre sí, junto con los gemidos de mi mamá, llenaba la habitación.
«Así, cariño. Justo así», gemía mi mamá, sintiendo cómo el placer crecía dentro de ella.
Roberto, con el rostro rojo y lleno de deseo, continuaba moviéndose con fuerza, haciendo que mi mamá alcanzará el clímax una y otra vez.
Luego, Roberto sentó a mi mamá en una de las sillas de la cantina. Ella abrió y levantó las piernas, invitándolo a entrar en ella. «Qué cara tan lasciva pones», dijo Roberto.
«Sí, cariño, es por culpa de tu pene. Tenía mucho que no me follaban como lo estás haciendo», respondió mi mamá con una voz llena de deseo.
Roberto la tomó de una pierna y con la otra mano la tomó del cuello. «Te voy a dar una tremenda cogida», dijo Roberto con una voz dominante.
«Sí, sí, cariño, por favor», suplicó mi mamá, disfrutando de la humillación y el placer.
Roberto comenzó a moverse con fuerza, penetrando profundamente a mi mamá. «Eres una puta, ¿verdad?», dijo Roberto, aumentando el ritmo de sus embestidas.
«Sí, soy tu puta, cariño. Fóllame más fuerte», respondió mi mamá, gimiendo de placer.
Roberto continuó moviéndose con fuerza, haciendo que mi mamá se retorciera de placer. «Me encanta cómo me follas, cariño», dijo mi mamá.
Roberto, con una sonrisa malvada, dijo: «Te gusta que te trate como una zorra, ¿verdad?».
«Sí, me encanta. Soy tu zorra, cariño. Usa mi cuerpo como quieras», respondió mi mamá, con la voz llena de lujuria.
Roberto aumentó aún más el ritmo, haciendo que mi mamá gritara de placer. «Así, así, más fuerte. Quiero sentir cómo me rompes», suplicó mi mamá.
Roberto obedeció, moviéndose con una intensidad desenfrenada. «Eres una puta insaciable», dijo Roberto, con la voz llena de deseo.
» Dame más, por favor», respondió mi mamá, con el rostro rojo y lleno de placer.
«Voy a correrme, cariño. Vamos, dame todo lo que tienes», suplicó mi mamá, con la voz entrecortada.
Roberto, con un gemido profundo, alcanzó el clímax, dejando escapar un fluido caliente dentro de mi mamá. «Sí, así, cariño. Dame todo», gemía mi mamá, sintiendo cómo el placer la recorría por completo.
Finalmente, ambos quedaron exhaustos, con el cuerpo lleno de sudor y el corazón latiendo rápidamente. La habitación estaba llena del sonido de sus respiraciones entrecortadas.
Mi mamá miró a Roberto sonrió bueno tenemos un trato, Roberto quien estaba sentado en la mesa aun agitado dijo claro tenemos un trato. vamos a vestidos dijo mi mamá ambos tomaron su ropa y comenzaron a vestirse, crees que nos escuchara tu hermano, roberto dijo puede ser gritabas y gemias muy fuerte, mi mamá puso cara de preocupada me perdí por completo espero y no nos haya escuchado.
Así fue como mi medio hermano y mi madre comenzaron a tener una aventura sexual. Después de ese día, noté que a pesar de que aún había una presión económica, mi mamá tenía una cara de alivio.
El siguiente mes llegó mi hermano. Estábamos en la cocina. «Ya te debió haber caído lo de la renta. En la mañana te transferí el dinero», dijo mi mamá.
Roberto asintió. «Sí, ya llegó. Y bueno, la otra parte ya sabes que te la pagaré con el otro método de pago», dijo mi mamá.
«Hablando de eso, quiero pedirte algo», dijo Roberto.
«Hermano, nos das un momento», me dijo Roberto.
Salí de la cocina, pero me quedé escuchando fuera. «Quiero hacértelo por tu culo», dijo Roberto.
«¿Mi culo?», preguntó mi mamá, sorprendida.
«Sí, por tu ano», respondió Roberto.
Mi mamá, sorprendida, dijo: «No, por ahí no. Y no es negociable».
Roberto dijo: «Bueno, si me lo entregas, te perdono toda la renta del otro mes».
Mi mamá, sorprendida, dijo: «Eso es mucho».
Roberto respondió: «Pero lo vale».
Mi mamá se quedó pensativa. «Déjame pensarlo», respondió mi mamá.
Llegó la noche, estábamos cenando. «Hijo, por cierto, tu hermano se va a quedar a dormir en la sala porque ya es noche», dijo mi mamá.
«Sí, está bien», respondí.
«Pensaste lo que te dije», preguntó mi hermano a mi mamá.
«Sí, bueno, aún lo estoy pensando», respondió mi mamá.
Una vez terminamos de cenar, mi mamá me dijo: «Hijo, ve a lavarte los dientes y ya ve a dormir. Más tarde quiero ver una película».
«No, ya vete a dormir», insistió mi mamá.
Ya sabía por qué de sus insistencia, así que la quise jugar. «No más tarde, mamá», le respondí.
«No, ya es tarde», dijo molesta. Tomó el control de la pantalla y la apagó. «Está bien, ya voy», dije.
Una vez en mi habitación, estaba atento para no perderme de nuevo el show. Pensé que se quedarían en la sala, pero al poco tiempo escuché pasos en el pasillo y susurros de mi mamá y de mi medio hermano. Entre susurros, escuché decir a mi mamá: «Déjame ver si ya se durmió».
En eso, escuché como se acercaba a mi habitación. Me hice el dormido. «Ya te dormiste», preguntó ella una vez, pero no le respondí. Luego, cerró mi puerta y escuché como se fue hacia su habitación. Dejé pasar unos minutos y salí descalzo para no hacer ruido. Escuché como hablaban dentro de la habitación ellos dos.
«Te gusta», dijo mi mamá.
«Sí, te queda muy bien», respondió Roberto.
«Venga, quítate la ropa», dijo mi mamá.
«Tengo muchas ganas», añadió mi mamá.
Afortunadamente, la puerta de la habitación de mis padres no cerraba porque estaba mal la manija de la puerta y mi padre nunca la arregló. «Gracias, papá, por este regalo», dije en ese momento.
La abrí con mucho cuidado, lo suficiente para ver. Mi mamá estaba sentada en la orilla de la cama, mi medio hermano Roberto estaba parado frente a ella desnudo. Mi mamá ya tenía en la boca el pene de Roberto. Ella vestía un baby doll rosa claro con transparencia y encaje, lo que me permitía ver que no tenía brasier debajo. Sus labios carnosos de mi mamá se deslizaban lentamente por el miembro erecto de Roberto, mientras sus manos acariciaban suavemente sus testículos.
«Mmm, así, cariño,» gemía mi mamá, disfrutando del sabor y la textura de su pene. «Me encanta cómo sabes.»
Roberto, con una sonrisa malvada, pasaba sus dedos por el cabello de mi mamá, guiando sus movimientos. «Sí, así. Eres una experta en esto.»
Mi mamá levantó la mirada, sus ojos llenos de lujuria. «Para empezar, en qué posición me quieres coger, cariño,» preguntó con una voz llena de deseo.
Roberto, con una sonrisa perversa, respondió: «Quiero que te pongas a cuatro patas. Así podré ver ese culito tan delicioso que tienes.»
Mi mamá se rió traviesamente y se puso a cuatro patas en la cama, moviendo sensualmente sus caderas. «Así, cariño. ¿Te gusta lo que ves?» preguntó mi mamá, mirando por encima de su hombro con una expresión provocativa.
Roberto asintió, con los ojos fijos en el trasero de mi mamá. «Sí, se ve delicioso,» respondió, acercándose lentamente. «Y huele tan bien.»
Mi mamá se mordió el labio, disfrutando de la anticipación. «Entonces, ¿a qué esperas? Ven y tómame.»
Roberto se colocó detrás de ella, sus manos acariciando sus nalgas con firmeza. «Eres tan puta, Zaira. No puedo esperar para estar dentro de ti.»
Mi mamá gimió suavemente, arqueando su espalda para ofrecerse a él. «Hazlo, Roberto. Métemela ya.»
Roberto se inclinó hacia adelante, su aliento caliente en su oreja. «Con mucho gusto,» susurró, antes de penetrarla. Hizo a un lado la tanga de mi mamá y con un movimiento firme y profundo la penetró.
Mi mamá soltó un gemido de placer, sus manos agarrando las sábanas con fuerza. «Sí, así, cariño. Justo así.» La cama comenzó a rechinar con cada embestida que recibía mi mamá por parte de mi medio hermano.
«Oh, sí, sí, no sabes cuánto extrañaba tu pene, Roberto,» decía mi mamá muy excitada, su voz entrecortada por el placer. «Me vuelve loca cada vez que lo siento como llega hasta el fondo,» gemía, sus ojos cerrados y su cabeza echada hacia atrás.
Los movimientos de Roberto se intensificaron, sus caderas chocando contra las nalgas de mi mamá con un ritmo frenético. El sonido de sus cuerpos unidos llenaba la habitación, mezclándose con los gemidos y jadeos de ambos.
Luego, Roberto se apartó de ella. Mi mamá, con los ojos brillantes de deseo, se quitó lentamente su baby doll, dejando al descubierto su cuerpo desnudo y sudoroso. Se recostó mirando al techo, con las piernas abiertas en una invitación clara y provocativa.
Roberto, con una mirada hambrienta, se puso entre sus piernas y la penetró de golpe. Mi mamá soltó un grito de placer, sus manos volando hacia sus senos para acariciarlos mientras Roberto comenzaba a moverse dentro de ella.
Tomó los tobillos de mi mamá y los levantó, abriéndola aún más y permitiéndole penetrarla más profundamente. Comenzó a embestirla rápidamente, como un perro en celo, con movimientos desesperados y frenéticos. Mi mamá no paraba de gemir, sus senos se movían de un lado a otro con cada embestida, sus pezones estaban erectos.
Roberto, incapaz de contenerse, terminó inclinándose hacia adelante, apoyando sus manos en la cama para mantener el equilibrio. Sin detenerse, continuó penetrándola con fuerza, sus caderas moviéndose en un ritmo implacable. Mi mamá, con el rostro rojo y el cuerpo tembloroso, solo lo tomaba de los hombros, presionando con fuerza, sus uñas clavándose en su piel.
«Más fuerte, Roberto,» suplicaba mi mamá, su voz llena de lujuria. «Dame más, por favor.»
Roberto obedeció, aumentando la intensidad de sus embestidas. El sonido de sus cuerpos chocando se volvía más fuerte, más urgente.
Sí, así, justo así,» gemía mi mamá, sus ojos cerrados y su boca abierta en un grito silencioso de placer. «No pares, no pares.»
Roberto continuó moviéndose dentro de ella, sus embestidas cada vez más rápidas y profundas. Finalmente, con un gemido ahogado, mi mamá se corrió, su cuerpo convulsionando mientras el éxtasis la recorría por completo. Mi mamá estaba muy agitada sobre la cama mientras Roberto recuperaba el aliento.
«Eso fue maravilloso,» dijo mi mamá, su voz entrecortada por la respiración pesada.
Roberto, con una sonrisa perversa, respondió: «Es hora de que me des tu culo.»
Mi mamá se quedó callada por un momento, considerando la propuesta. Finalmente, asintió. «Está bien, pero sé cuidadoso. Nunca lo he hecho por ahí.»
Roberto se inclinó hacia adelante, besando suavemente sus labios. «No te preocupes» dijo
Mi mamá se dio la vuelta y se puso a cuatro patas, ofreciéndole su trasero. Roberto se colocó detrás de ella, sus manos acariciando suavemente sus nalgas. «Relájate. Voy a ir despacio.»
Roberto comenzó a preparar el camino, usando sus dedos para lubricar con una crema para la piel que tenía mi mamá en un mueble comenzó estimular el ano de mi mamá introduciendo su dedo. Ella gimió suavemente, sintiendo una mezcla de nerviosismo y anticipación. «Sí, así, Roberto. Despacio.»
Roberto introdujo lentamente otro dedo, sintiendo la resistencia inicial. Mi mamá soltó un gemido de dolor, pero también de placer. «Está bien, cariño. estoy bien sigue.» dijo mi mamá
Con paciencia, Roberto continuó preparándola, añadiendo más lubricación y moviendo sus dedos con cuidado. Mi mamá comenzó a relajarse, «Sí, así, Roberto. Me gusta.»
Finalmente, Roberto decidió que estaba lista. Se colocó detrás de ella, su pene erecto y listo. «Voy a entrar despacio. Dime si duele demasiado.»
Mi mamá asintió, su cuerpo tenso pero dispuesto. Roberto comenzó a penetrarla lentamente, su pene lubricado y listo. Mi mamá soltó un grito ahogado, sus manos agarrando las sábanas con fuerza. «Duele, carajo, Roberto. Pero sigue,» dijo mi mamá, su voz entrecortada por el dolor y la anticipación.
Roberto continuó moviéndose despacio, dando tiempo a mi mamá para adaptarse. Poco a poco, el dolor comenzó a transformarse en placer. Mi mamá empezó a gemir, sus movimientos se volvieron más fluidos. «Sí, así, Roberto. Me gusta. Me gusta mucho,» dijo, su voz llena de deseo. «Puedes ir moviéndote más rápido.»
Roberto aumentó gradualmente el ritmo, sus embestidas se volvieron más profundas y rítmicas. Mi mamá, con los ojos cerrados y la boca abierta, tomaba aire entre gemidos. «Espera, espera,» decía, tomando aire profundamente. «Ok, sigue,» le decía a Roberto, su voz llena de determinación.
Se notaba que comenzaba a disfrutar del placer intenso que recorría su cuerpo, aunque en ocasiones hacía gestos de dolor. «Más fuerte, Roberto. Dame más,» suplicaba mi mamá, su voz llena de lujuria.
Roberto obedeció, aumentando la intensidad de sus movimientos. El sonido de sus cuerpos chocando entre sí se volvió más fuerte, más urgente. Mi mamá gemía, pero también se quejaba, una mezcla de dolor y placer que la hacía sentir viva. «Sí, así, Roberto. Justo así,» gemía, sus manos apretando las sábanas con fuerza.
Roberto cubierto de sudor, continuó penetrándola con fuerza. Mi mamá, con el rostro contorsionado por el placer y el dolor, se movía al compás de las embestidas de Roberto, disfrutando cada segundo del intenso placer que sentía.
«Sí, sí, Roberto. No pares,» suplicaba mi mamá, su voz llena de desesperación. «Me encanta cómo me coges. es increíble.»
Roberto, con una sonrisa malvada, aumentó aún más el ritmo, sus embestidas se volvieron más rápidas y fuertes. El sonido de sus cuerpos chocando era casi ensordecedor, Mi mamá, con el cuerpo tembloroso y el rostro rojo, se movía al compás de las embestidas de Roberto, disfrutando cada segundo del placer intenso que recorría su cuerpo.
«Voy a correrme, Roberto,» gritó mi mamá, su voz llena de éxtasis. «No pares, por favor. Dame todo lo que tienes.»
Roberto, con un gemido profundo alcanzó el orgasmo liberaba su semen dentro del ano de mi mamá, llenándola por completo. Mi mamá, con un grito ahogado, lo siguió, su cuerpo convulsionando mientras el placer la recorría por completo.
Mi mamá, con una sonrisa satisfecha, se recostó en la cama, mirando a Roberto con ojos llenos de deseo y gratitud.
«Eso fue increíble, Roberto,» dijo mi mamá, su voz llena de satisfacción. «Gracias.»
Roberto, con una sonrisa de satisfacción, se recostó a su lado, acariciando suavemente su cabello. «Fue un placer. Un verdadero placer. haber tomado tu virginidad de tu culo»
Roberto nunca más le cobró la renta a mamá, de hecho se juntaron como pareja así que se volvió mi medio hermano y padrastro, al día de hoy ellos siguen juntos y me dieron una hermanita al año de lo que estoy contando.
Uuufff ke buen relato amigo….me pusiste la verga a millón…imaginando a la puta de tu mamá…cómo le daban por el culo
Espero y cuentes más historias 🔥🔥🔥🔥🔥