Mi marido es mi chulo y yo su puta, pero solo por la comisión que nos ganamos, no porque a mí me guste.
El jefe de relaciones publicas de una empresa lleva a su mujer como dama de compañía cuando sale con los clientes, pero una noche uno de los clientes se antoja de ella, por lo que para no perder al cliente su mujer se acuesta con el cliente y así no pierden la comisión. .
Mi marido es mi chulo y yo su puta, pero solo por la comisión que nos ganamos, no porque a mí me guste.
Por eso mismo, por la comisión que mi marido les pagaba, a las damas de compañía (por no decirles putas) cuando él necesitaba de sus servicios, para algún cliente, fue que
Mi marido, desde hace varios años, es el jefe de relaciones públicas de una empresa financiera, aunque yo estaba al tanto de algunas de sus operaciones especiales, no terminaba de gustarme eso, de que en ciertas ocasiones dependiendo de qué tipo de cliente se tratase.
Mi marido contrataba a un par de dichas, damas de compañía, para llevar a cenar a su cliente, desde luego que lo que mi marido buscaba, era que dicho cliente la pasara fenomenal.
Aunque, me contaba que, al llegar al hotel, su cliente se iba a una habitación con la que le hubiera tocado en suerte, mientras que él, supuestamente entraba en la habitación contigua, acompañado de la que a él le hubiera tocado a él.
Según mi marido, jamás le ponía un dedo encima a esas tipas, porque se trataba de negocios estrictamente, pero cuando me dijo de la jugosa comisión que se llevaba cada una de esas tipas, me quedé sorprendida.
Ya que, según él, si el cierre de ese tipo de negocio le dejaba una magnifica ganancia a la empresa, bien se podía invertir en las damas de compañía.
Como la idea de que él estuviera encerrado con una tipa de esas no terminaba de gustarme, un buen día le propuse que me llevase a mí, como su dama de compañía, y así esa comisión se quedaría en casa.
La idea desde el principio no le agradó para nada, me dijo a manera de advertencia que en ocasiones sus clientes se antojaban de cambiar de pareja, o querían hacer un trío con las dos mujeres.
Por mi parte le dije que de seguro cuando algo así se presentase, podríamos manejarlo de manera inteligente, finalmente y a regañadientes, acepto.
Realmente no era nada del otro mundo, eso sí me debía vestir muy bien, lucir seductora, reírme de los tontos chistes de sus clientes, cenar y en ocasiones salir a bailar para después todos terminar en la habitación de un lujoso hotel.
La mayoría de las veces mi marido y yo nos quedábamos en nuestra habitación, teniendo sexo, pero un día o mejor dicho una de esas noches, desde que nos encontramos con su nuevo cliente, tuve una especie de raro presentimiento.
Ya que el tipo ese, a pesar de que su pareja era una hermosa chica bien formada y simpática, el cliente no hacía otra cosa que clavar sus ojos en mi cuerpo.
La mayor parte del tiempo, cosa que se la hice notar a mi marido, a lo que él me respondió, que no le hiciera el menor caso, y no dijo más nada.
Después de la cena, nos fuimos a bailar, en cierto momento cuando la chica y yo regresábamos del baño, el tipo ese en lugar de sacarla a bailar a ella se levantó me tomó de la mano y me condujo a la pista de baile, mientras que yo con cara de sorpresa no dejaba de mirar a mi esposo, quien me hizo señas de que continuase.
Ya bailando me di cuenta de que el tipo era todo un aprovechado, cada vez que podía deslizaba alguna de sus manos hasta mis nalga y me apretaba con fuerza contra su cuerpo.
Al punto que llegué a sentir su erecto miembro bajo la tela del pantalón que lo presionaba contra mí vientre, a lo que yo simplemente respondía de manera discreta, con una tonta sonrisa.
Mientras que volvía a separarme de él, aunque esas cosas me excitaban mucho, el que mi marido estuviera tan cerca de nosotros, me hacía actuar de manera muy cuidadosa.
Cuando regresamos a la mesa, aprovechando que el tipo ese sacó a bailar a su compañera, le conté casi todo a mi marido, menos el hecho, de que en parte los acercamientos de su cliente me habían gustado.
Mi marido me dijo. “Acuérdate que te advertí que cosas así y peores, podían suceder. Vamos a tratar de que no se repitan, así que ya mismo pago la cuenta y nos vamos al hotel.”
Durante todo el trayecto, mientras íbamos en el auto, el muy desgraciado le comentaba a mi esposo una y otra vez, lo importante que era su firma para que se cerrase el negocio.
Como yo iba sentada al frente al lado de mi marido, sentí una de las manos del tipo ese, tocándome la nuca, por lo que procuré sentarme de manera que no lo pudiera seguir haciendo.
Ya en nuestra habitación contigua a la del tipo ese, de momento alguien comenzó a tocar la puerta, era el cliente de mi marido, quien, tras hablar con mi marido, se retiró.
Fue cuando mi marido me comentó que estaban a punto de perder ese jugoso contrato, ya que la chica que le había tocado al cliente no era de su agrado, que él tipo lo que deseaba era acostarse conmigo.
Tras cerrar la puerta de nuestra habitación, me dijo con tono de voz bien triste. “Perdimos una de las más jugosas comisiones, de nuestra vida.”
Yo no sabía qué hacer, de momento lo escuché decirme, con cierto tono de rencor en su voz. “Te lo advertí, que algún día se nos presentaría una situación como esta, y tú que dijiste. Que lo podríamos manejar de manera inteligente, bueno dime que hacemos.”
Y de inmediato me siguió diciendo. “Si fueras una dama de compañía, yo simplemente te diría acuestas con él, pero lo que nos queda es mandamos todo al carajo.”
Ante tal situación, me sentía como toda una porquería, ya que como decía mi marido si yo no hubiera insistido tanto en que nos ganásemos el dinero de la comisión, no nos encontraríamos en la situación en la que estábamos.
Ya que, si fuera una de las damas de compañía, con él decirme que cambiara de cama bastaba.
Pero de inmediato me dijo. “Pudiera ser si tú estuvieras de acuerdo.” yo por mi parte le dije. “Estoy de acuerdo con todo lo que tu decidas.”
Mi esposo se quedó en silencio y después me dijo. “Siempre y cuando tú también lo quieras hacer, por el bien de los dos.”
Después de eso no se dijo nada más, yo tomé la cartera y me dirigí a la puerta, pero antes de salir le dije. “Después no me lo vallas a echar en cara.” a lo que mi marido respondió. “Te juro que no.” Y de inmediato nos dimos un fuerte beso.
Al entrar en la habitación del cliente, la chica salió, con una gran sonrisa en su rostro, y de inmediato entró en la habitación de mi marido.
Mientras que yo entraba en la habitación del cliente, quien, al verme, esbozó una tremenda sonrisa, tras lo cual me invitó a pasar.
Lo cierto es que en medio de todo tenía ganas de salir corriendo, pero al mismo tiempo también sentía un morboso deseo de acostarme con ese tipo.
Quizás por lo que había pasado también deseaba serle infiel a mi marido, y el consentimiento de mi esposo, me excitaba mucho más.
Una vez que él cerró la puerta de la habitación, sin demora alguna dejé que mi corto vestido, se deslizase por mi cuerpo hasta llegar al piso de la habitación.
Lo recogí con toda mi calma y lo coloqué sobre una de las butacas, mientras que el cliente se me fue acercando hasta quedar justo frente a mí, me tomó en sus brazos y apretándome contra su cuerpo me comenzó a besar y acariciar todo mi cuerpo sin restricción alguna.
A medida que me besaba y acariciaba, terminó por desnudarme completamente, mientras que él continuaba del todo vestido.
Fue cuando me preguntó si yo sabía mamar, la verdad es que si, ya que a mi marido le encanta que le haga eso, y para mí es una de las maneras de conseguir de mi esposo lo que yo quiera.
Así que sin pensarlo mucho me arrodillé frente al cliente, y bajando lentamente la cremallera de su pantalón extraje su miembro, que de por sí ya se encontraba bastante erecto.
Comencé primero a manipular su cosa con mis dedos, lentamente, con calma, para después dedicarme a pasar mi lengua por sobre su colorado y oscuro glande.
Hasta que entendí que era el momento apropiado, de ponerme a mamar como es debido, de cuando en cuando levantaba la vista, y observaba como él me miraba, con ese desagradable aire de superioridad.
Hasta que de momento extrajo su verga de mi boca, al tiempo que me tomaba por el brazo, y me levantaba del piso diciéndome. “Ahora lo que deseo es metértelo, así que lo de la mamada lo dejamos para más tarde.”
Entramos al dormitorio, y de inmediato me acosté sobre la cama con mis piernas bien abiertas, mostrándole, aunque con algo de vergüenza, la totalidad de mi depilado coño.
El tipo ese, se me fue acercando con su verga agarrada entre una de sus manos, sin tan siquiera desvestirse, se fue colocando sobre mí.
Lentamente sentí como su miembro comenzó a penetrarme, era algo que apenas comenzó a suceder, me mojé toda por dentro, a medida que él continuaba, yo comencé a mover mis caderas, hasta tener toda su verga dentro de mi cuerpo.
Sus manos apretaban mis senos, y con su lengua me lamía todo mi rostro, el que ese hombre me hiciera todo eso, me excitaba tanto que comencé a pedirle que me diera más y más duro, lo que él hacía con todo gusto, diciéndome. “Así es que me gustan las putas, no como la pendeja de tu amiga, que se las da de señorita.”
Lejos de sentirme ofendida, me encantó escuchar sus palabras, hasta que después de un rato me dijo. “Antes de que me venga quiero darte por el culo.”
Como también cuando busco que mi marido me compre algo, otra de las cosas que sé que lo vuelven loco, es que yo lo deje que me dé por el culito.
Así que, extrayendo su verga de mi coño, simplemente me tomó por los tobillos, y tras separarla, después levantó mis piernas, dirigió su verga contra mis nalgas y comencé a sentir, como me penetraba.
Ya una vez que me lo había metido todo, tanto él como yo comenzamos a movernos, mientras que enterraba alguno de sus dedos dentro de mi vulva, haciendo de esa manera que alcanzara un tremendo orgasmo.
Para posteriormente venirse dentro de mí, sin sacar su miembro de mi cuerpo, hasta que finalizó, después de eso, se levantó de la cama y regresó con una botella y dos copas.
Tras invitarme un trago, tomó asiento en una butaca y me llamó para que se lo volviera a mamar, pero como dijo él mismo, hasta el final.
Cosa que hice, después de que se lo limpié con una toalla húmeda y bastante jabón, mientras pensaba que realmente no me sentía nada mal, por lo que me estaba haciendo.
Es más hasta el estar mamando lo disfrutaba intensamente, mientras que al mismo tiempo con mis propios dedos me auto satisfacía yo, introduciéndolos y apretando mi clítoris una y otra vez, hasta que nuevamente alcancé otros orgasmos.
De tanto chupar ese mustio miembro, se volvió a tonificar completamente, y a los pocos minutos sentí, el inconfundible sabor a semen en mi boca.
El resto de la noche hasta la mañana del día siguiente, ese hombre se dedicó a que yo me pusiera hacer, cuanta locura se le ocurría, introduciéndome alguna que otra fruta dentro de mi coño y mi culo, mientras que él me observaba hasta que finalmente ya cansado se quedó dormido.
Cuando eso sucedió regresé a la habitación de mi marido, para encontrarlo durmiendo con el coño de la chica en su boca.
Cuando finalmente despertó, no dijimos nada, por lo menos no hasta que llegamos a nuestra casa, donde después de unos cuantos rodeos me preguntó qué había sucedido, entre su cliente y yo, como si él no lo supiera.
Le conté con lujo de detalles todo, mientras que él al principio, parecía algo molesto, pero al poco rato prácticamente me saltó encima y a medida que yo seguía contándole detenidamente, lo que su cliente me había hecho y lo que después me ordenó hacer.
Mi esposo me penetró salvajemente por el culo, mientras que una de sus manos me la enterraba divinamente dentro de mi coño.
Ese día dijimos, que no volvería a hacerme pasar por su dama de compañía, pero a la semana de haber sucedido todo eso, me llamó por teléfono desde la oficina, preguntándome si estaría dispuesta a acompañarlo con un nuevo cliente.
Cuando estaba a punto de decirle que no, me comentó. “Lo que sucede es que este cliente es amigo de aquel otro que se acostó contigo, y lo primero que me preguntó fue por ti.”
Así que en medio de todo me sentí halagada, y de inmediato sin pensarlo mucho le respondí que sí.
A sabiendas de todas las cosas que me tocaba hacer, y de la jugosa comisión que nos ganaríamos mi marido y yo, por hacer el papel de puta, perdón quiero decir de dama de compañía.
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