Mi mujer y yo hemos desarrollado un gusto especial.
Un joven joven esposo descubre el placer de ver a su mujer teniendo sexo con otros hombres, mientras que ella también descubre el placer de mantener sexo frente a su esposo con otros hombres, por lo que por mutuo acuerdo y consentimiento ambos disfrutan de la situación..
Mi mujer y yo hemos desarrollado un gusto especial.
Lo que les voy a contar nos sucedió cuando apenas teníamos un par de meses de casados, habíamos salido de parranda ella y yo, y como de costumbre, se vistió como dice ella, con el último grito de la moda, lo que para mí juicio era una ropa demasiado provocativa y desvergonzada, cosa que le he criticado en todo momento.
Lo que en el fondo es una paradoja, ya que mientras más provocativa y desvergonzada se viste mi mujer, aunque le digo que no debe vestirse así, para que salgamos a cenar fuera de la casa, en el fondo más me gusta que lo haga, lo que eventualmente por lo general, nos trae algún tipo de situación.
En esa ocasión se puso un vestido de licra, cuya falda, era pero que bien mini, además de lo ajustado que le quedaba sobre su cuerpo.
Eso sin contar que el condenado vestido, no tenía ni mangas, ni cuello, ni pechera, sencillamente terminaba justo por encima de sus pezones.
Cuando se terminó de poner sus zapatos de tacón, quedó impresionante, tanto que de inmediato le dije que no saldríamos ni a la esquina, si insistía en vestirse así.
Pero como de costumbre, me dijo. “Amorcito, yo sé de sobra, que te encanta verme vestida de esta manera, y no te pongas aguafiestas.”
Terminamos saliendo a cenar, desde que entramos al restaurante, no hubo quien no se fijase en ella, ya que apenas daba dos pasos, y de inmediato o se templaba la falda hacía abajo, o se subía el vestido.
Ya que cuando no eran las nalgas que se le veían claramente, eran sus pezones que sobre salían del vestido, cosa que en realidad me excita mucho.
Esa noche yo comí y bebí como un verdadero cerdo, mientras que ella, como de costumbre no comió mucho, pero si bebió tanto o más que yo.
Como en el restaurante había un show, después de cenar, nos quedamos viéndolo, bebiendo, y bailando.
Todo iba de maravilla, en cierto momento a mi mujer le dieron ganas de ir al baño, y como era de esperar, todas las miradas, incluso las de algunas mujeres, se clavaron en sus apenas cubiertas nalgas.
Cuando regresó del baño, mientras nuevamente nos pusimos a bailar, acercó sus labios a mi oído derecho, y en un tono bien sensual y con mucha picardía me dijo. “Sabes mi amor, dejé los pantis en el baño.”
Al escucharla decir eso la cara de asombro que puse debió ser tremenda, ya que de inmediato continuó diciéndome. “Mi amor no lo hice por nada malo, es que mientras esperaba en la fila para entrar al baño, se me mojaron con orine, y comprenderás que así no las puedo seguir usando, además pensé que te iba a gustar el saberlo.”
A mi desde luego que eso me encantaba, así que deslicé mis manos hasta sus firmes nalgas, y sin preocuparme por quien le viera el culo a mi mujer, corroboré que lo que ella me decía era totalmente cierto.
Al regresar a nuestra mesa, deslicé mi mano derecha desde su rodilla, hasta su desnudo coño, y mientras tanto ella como yo nos dábamos otro trago, con mis dedos comencé a acariciar su depilado coño, a medida que lentamente fui introduciéndole mis dedos, hasta su clítoris.
Nada más de ver su encendido rostro, sabía que estaba tremendamente caliente y deseosa de que se lo metiera, por lo que con la prisa que tenía de llegar a nuestro auto, pedí la cuenta.
Realmente no es que fuera mucho, yo entiendo que nos cobraron lo apropiado, pero al momento de pagar, cuando fui a sacar mi cartera, me llevé tremenda sorpresa, no la cargaba encima.
Aunque algo molesto conmigo mismo, por semejante descuido, pedí hablar con el gerente, quien muy amablemente y sin llamar la atención, nos condujo a su oficina, donde le expliqué lo sucedido, y le propuse que si me lo permitía podíamos ir a nuestra casa, y al siguiente día pasaría a pagarle la cuenta, sin falta, además que éramos clientes regulares del restaurante.
Por un momento al ver su cara, pensé que nos iba a decir que sí, pero de momento cuando mi esposa se puso de pie, y él la observó detenidamente, todo cambió.
Simplemente dijo. “Lo siento en el alma, pero me veo en la obligación de llamar a la policía. Ya estoy cansado de este tipo de vividores, que le ven a uno la cara de pendejo.”
Aunque yo insistí en que le pagaría, y aparte de ofrecerle que le dejaba mi costoso reloj de colección marca Bulova, el gerente lo único que dijo al respecto fue que él no era relojero, y bien podía ser una imitación.
Hasta le propuse que dejase que mi esposa o yo fuéramos a la casa a buscar mi cartera, el gerente más reacio se mostraba, pero eso sí, sin dejar de observar descaradamente el torneado cuerpo de mi esposa.
Cosa que aparte de mí, ella también se dio cuenta, fue cuando de manera sobre actuada, me dijo. “Mi amor, no podemos darnos el lujo de que llamen a la policía, ya que imagínate si eso se llega a saber, vamos a quedar como un par de delincuentes antes nuestras amistades, y además como te afectaría eso en la posición que ocupas en el banco.”
Siguiendo la corriente a lo que había dicho mi esposa como si fuera era algo cierto, en un tono mucho más conciliador, le pregunté al gerente que podíamos hacer, a fin de que no llamase a la policía.
Él se me quedó viendo, y colocando su mano sobre mi hombro, mientras me fue llevando aparte, me dijo en un tono de vos bajo. “La única manera de que yo no llame a la policía es que yo, el mesero, y chef y su ayudante, nos acostemos con esa mujer, ahora. De lo contrario no tan solo la policía, sino que también los de la prensa se van a enterar.”
Mientras que el gerente hablaba conmigo, me di cuenta de que mi esposa no dejaba de coquetearles, tanto a él, como al resto de los hombres presentes.
Yo estuve a punto de irme a los puños con el gerente, de no ser porque el tipo mide casi como dos metros de alto, y es tan grueso como una nevera.
Indignado con la propuesta que me hizo el gerente del restaurante, pero no soy pendejo, seguramente no habría yo terminado de darle el primer golpe, cuando él seguramente ya me hubiera dado como cien.
Sin decir palabra, me dirigí a ella, que descaradamente aun coqueteaba con todos los presentes, y llevándomela aparte le dije. “El hijo de la gran puta del gerente se quiere acostar contigo.”
Fue cuando noté que sus ojos brillaron de alegría, pero de inmediato para disimular me dijo, con cara de yo no fui. “¿Y tú qué dices, mi amor?”
Tras escucharla continué diciéndole. “Es que eso no es todo, también quieres que te acuestes con el mesero, con el chef y su ayudante.”
Mi esposa, no pudo ocultar su excitación, por lo que yo terminaba de decirle, y nuevamente con cara de quien no ha roto un plato, me volvió a preguntar. “¿Mi amor y tú qué dices?”
Pero de inmediato continuó diciéndome. “La verdad no sé qué hacer, yo hago lo que tú me ordenes, pero acuérdate que tú puesto en el banco peligraría si aparecemos en la prensa como un par de vulgares estafadores, aunque después se aclare todo.”
En el fondo yo sabía lo que ella iba a decirme, y nada más de visualizarla en mi mente siendo penetrada por todos esos hombres, lejos de incomodarme, me sentí sumamente excitado, cosa que yo no esperaba que me sucediera.
Mientras que ella y yo hablábamos, el gerente nos sirvió, como él dijo, un trago de cortesía a nosotros.
Por unos instantes me detuve a pensar, en realidad yo sabía que de llegar la policía y yo explicarle todo detalladamente, y decirles que podía ir a mi casa a buscar la cartera, seguramente presionarían al gerente para que aceptasen mi oferta, además a nadie meten preso por deuda.
Aparte de eso, dudo mucho que la prensa se interesase en reportar o ni tan siquiera escribir un mísero párrafo, sobre algo que a todas luces no tenía la menor relevancia noticiosa.
Pero aun y así al ver la manera tan coquetamente puta en que ella se estaba comportando, y lo excitado que yo me estaba sintiendo, nada más de pensar que cuatro tipos se clavasen a mi mujer.
Haciéndome el pendejo, le dije. “Mi amor sé que lo que te voy a pedir, es algo sumamente difícil, es más comprendería si dices que no. Pero antes de que decidas algo, piensa en que aparte de la vergüenza de salir arrestados por la policía, y llevados al cuartel como si fuéramos vulgares delincuentes, que en los titulares de las noticias salga nuestra foto, en la edición vespertina, atrapan pareja de estafadores.”
“Eso significaría que de seguro perdería prácticamente de manera automática mi empleo, aunque luego se llegué aclarar todo.”
“Pero no te sientas presionada por lo que te digo, pero antes de que tomes una decisión, piensa en lo que dirían todas nuestras amistades.”
“Además, te juro por Dios y todos los Santos, que jamás te echaré en cara lo que decidas hacer.”
Esas sencillas palabras bastaron para que ella, se sintiera liberada de todo sentimiento de culpa que pudiera haber albergado en su mente, y decidiera hacer lo que ella tantas ganas tenía.
Tanto el gerente como el resto de los otros tres hombres escucharon claramente nuestra conversación.
Por lo que apenas terminamos, él me dijo. “Si gusta puede irse a la barra y tomar lo que quiera o si lo prefiere se puede quedar aquí, sentado tras mi escritorio, eso sí sin decir o hacer nada, que nos interrumpa.”
Yo con cara de resignación, opté por tomar asiento tras su escritorio, y mientras vi como mi mujer ante todos nosotros, en un dos por tres se despojó de su apretado y corto vestido de licra, quedando completamente desnuda.
No bien ella se quedó sin nada puesto encima aparte de sus zapatos de tacón, caminó sugestivamente alrededor de la oficina, hasta que tomó asiento en un sofá de color rojo, que se encontraba frente al escritorio.
De inmediato el gerente les dijo a sus compañeros. “Cabrones, que esperan quítense toda la ropa,”
Al tiempo que él hacía lo mismo, en cosa de pocos minutos, los cuatro se encontraban completamente desnudos, y uno a uno se fue acercando a mi mujer, comenzando por el gerente.
Los cuatro la rodearon en el sofá, y comenzaron a besarla y acariciar todo su cuerpo, ella no disimulaba para nada, lo mucho que todo eso le estaba gustando.
Mientras que yo me sentía tremendamente excitado, tanta era mi excitación que disimuladamente y sin que nadie se diera cuenta de ello, bajé la cremallera de mi pantalón, y casi de inmediato extraje me verga, la que suave y lentamente comencé a manipular entre mis dedos, a medida que fui viendo como el gerente comenzó a penetrarla, frente a mí.
El chef se las arregló para no sé de dónde sacar una pequeña botella de aceite de oliva, y con su contenido comenzó a embadurnar las nalgas de mi mujer.
Claramente pude ver como al principio, él se limitó a tan solo pasar su mano, sobre sus nalgas, pero a medida que el gerente continuaba metiendo y sacando su verga del coño de ella, y ella continuaba gimiendo profundamente, y restregando su desnudo cuerpo contra el de él, el chef comenzó a ir introduciendo varios de sus dedos llenos de ese aceite, dentro del culo de ella.
No bien hubo pasado unos cuantos minutos, cuando el mismo chef, se las arregló para que su verga penetrase el esfínter de ella, la que al sentir como se lo estaban metiendo por el culo, se quejó ligeramente de dolor, pero por un corto instante, ya que después de eso, continuó disfrutando de lo que el gerente y el chef al mismo tiempo le estaban haciendo.
El mesero que se le iban los ojos tras el culo de mi mujer agarró su verga y una vez que el gerente y el chef se encontraban en pleno apogeo, la colocó frente a su rostro, quien de manera golosa, se dedicó a mamarla.
El ayudante del chef, por su parte no dejó de acariciar y chupar las tetas de mi mujer, hasta que ella agarró el miembro de él entre sus dedos y comenzó a masturbarlo suavemente.
En esos momentos yo estaba tan excitado viendo como esos cuatro hombres, le daban tremenda redoblona a mi mujer, y lo mucho que ella lo estaba disfrutando, que continué masturbándome, oculto tras el escritorio del gerente.
El resto de la noche, perdí la cuenta de las veces que la penetraron, y la cantidad de veces que ella disfrutó abiertamente de múltiples orgasmos.
Aunque no lo crean, me sentía sumamente orgulloso de mi mujer, el ver como todos y cada uno de ellos, la penetraba ya fuera por la boca, el coño, o su culo, para mí en esos instantes real algo que me causaba tremenda satisfacción, al punto que en cierto momento no pude contenerme más y me vine.
Cuando nosotros entramos a la oficina del gerente, recién en el reloj, habían dado las doce de la noche, cuando finalmente salimos, ya eran cerca de las tres de la madrugada.
A pesar de haberme masturbado y venido, viendo como mi mujer disfrutaba de todos esos machos, no pude esperar el llegar a nuestra casa, y en el mismo estacionamiento, lo primero que hice fue quitarle el vestido, lo segundo fue que la puse a mamar mi verga, y cuando ya se había vuelto a tonificar lo suficiente, en el asiento trasero de nuestro Lexus, se lo clavé por el culo, sin misericordia alguna.
Ya a eso de las cinco de la tarde, se levantó con una cara de alegría tremenda, entró al baño y comenzó a ducharse, yo no pensaba decirle nada, pero fue ella al salir del baño completamente desnuda, la que abordó de inmediato el tema preguntándome. “¿Te gusto, lo de anoche?”
Yo pensaba decirle que no, pero la verdad sea dicha, y es que si me gusto y mucho todo lo que sucedió.
Por lo que así se lo hice saber, mientras ella se me fue acercando, y arrodillándose frente a mí sin que yo le dijera más nada, extrajo mi verga del pantalón y se dedicó a mamarla por un buen rato.
Después me preguntó qué fue lo que más me había gustado, y no le pude negar que fue el ver como el chef, se lo introducía por el culo.
De inmediato ella se colocó en cuatro patas, frente a mí, y sin necesidad de que me dijera más nada, comencé nuevamente a meterle mi verga por su ya abierto culo.
Ocasionalmente salimos, no hemos regresado al mismo restaurante, pero si nos las hemos arreglado, para que por lo menos en cuatro o cinco ocasiones más, consigamos varios hombres que se lo metan frente a mí.
Cosa que a ella le encanta y a mí me fascina el ver como se lo meten a mi mujer.
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