Mi pobre culito
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Fue mi primer año de carrera, tenía diciocho años,llegaba tarde el primer día de clase. Cuando por fin consigo encontrar el aula, entré sin hacer ruido y me senté al final de la sala, sigilosa y un poco avergonzada. Me quedé quieta, sin hacer ruido, intentando entender las palabras del profesor que hablaba sobre el programa de la asignatura. Al cabo de unos segundos entró por la puerta un chico con la misma actitud que yo; muy silencioso se dirigió al final del aula y se sentó en la misma fila que yo, tres banquetas más a la izquierda.
Se notaba que este chico tenía más edad que yo, unos veinticinco o veintiséis años, más o menos. Era muy atractivo, moreno, de piel oscura, muy masculino y con mirada sugerente y canalla.
El profesor empezó a hablar de una propuesta práctica en la que debíamos trabajar en grupos de dos o tres personas y la gente empezó de forma espontánea a hacer grupos. Yo no conocía a nadie en la facultad y no sabía a dónde dirigirme para empezar a socilizarme en aquel grupo. Deseaba con todas mis fuerzas hacer la práctica con ese chico, pero mi vergúenza me impedía acercarme y proponerle trabajar junto a él. No hizo falta mucho tiempo para que él, decididamente, se acercara y se presentara.
"- Hola, soy Joaquín, Te parece bien que trabajemos juntos y hagamos la práctica entre los dos?".
-Por supuesto, contesté.
Al terminar la jornada de clases, ya habíamos conectado bastante bien. Nos habíamos sentado juntos y acordamos trabajar conjuntamente en las prácticas de grupo que propusieran. Cuando acabaron las clases del primer día, me despedí de él en la puerta de la facultad, pero él me dijo que iba en la misma dirección que yo. Resultó que eramos casi vecinos y durante el trayecto hablamos de cosas tri***s y superficiales.
Al llegar a su bloque nos despedimos muy cordialmente hasta el día siguiente.
Estuvimos así una semana, de vez en cuando quedabamos en la biblioteca de la facultada para hacer el trabajo en común, hasta que un día…
Sentada en la biblioteca lo ví entrar, se acercó a mí muy diligente y se sentó a mi lado.
Con voz baja y entrecortada me dijo que tenía que decirme algo. Se acercó a mi oído y me dijo que había decidido no volver a trabajar conmigo. "Llevo toda la semana obsesionado contigo, me vuelves loco, te imagino desnuda a cuatro patitas en mi cama, con tu culito estrecho hacia arriba esperando ser sodomizado como una perrita". Me caes bien y no quiero obsesionarme con la posibilidad de follar contigo; me encantaría someterte a una penetración anal, tienes cara de no haber tomado por el culo nunca y el hecho de tenerte todos los días tan cerca me obsesiona muchísimo.
Me quedé paralizada, lo miré a los ojos como si sus palabras me hubieran sodomizado, mi respiración se agitaba y lo único que pude articular fue un gemido que negaba con la cabeza.
Qué te pasa?, preguntó. -No quiero dejar de trabajar contigo. Si tanto deseas hacerme eso, estoy dispuesta a ello.
Un gesto de sorpresa y satisfacción se dibujó en su rostro, cerró el libro que tenía abierto antes de que él llegara y lo metió en mi mochila, me agarró de una mano, con la mochila en la otra y dijo: "Ven conmigo".
Caminábamos muy rápido, agitados, sin mediar palabra alguna. De vez en cuando me miraba y me brindaba una sonrisa canalla y morbosa que me hacía flaquear. Nos dirigiamos a su casa.
Subimos en el ascensor e incluso en esa situación de intimidad y soledad, él siguió callado mirándome fijamente a los ojos. Cuando llegamos a su casa, me dijo que entrara en su habitación, mientras él iba al baño un momento. Se lavó las manos e inmediatamente entró en la habitación en la que me encontraba yo tímida, asustada y deseosa de satisfacer esos deseos confesados que, en muchos momentos, yo también soñé desde que lo conocí.
Se acercó a mi, me quitó la camiseta blanca que llevaba puesta y me giró poniéndome de espaldas a él. Me desabrochó el sujetador y… por la espalda, me bajó el pantalón con energía, como si le estorbara. Me dijo que me quitara todo cuanto llevaba puesto, pero que me dejara ese tanga blanco. Me dijo que quería que fuese una chica buena, sumisa y obediente. Me advirtió que si no hacía todo lo que él quería recibiría mi castigo, me amenazó con azotarme el culito y ponermelo rojo.
Sus palabras me ponían a mil. Dios, iba a cumplir esa fantasía que tanto me gustaba! Iba a ser la putita de ese chico que tanto me gustaba!
Desnuda, con mi tanguita puesto, me quedé quieta esperando a que él dispusiera todo.
-"Échate en la cama, ponte de rodillas y saca tu culito todo lo que puedas" Obedecí inmediatamente, fue entonces cuando se acercó a mi culito, retiró la tira de mi trasero y empezó a acariciar mi ojete con la yema de su dedo. Acercó su dedo índice a mi boca y me dijo que lo chupara. Después de lubricar su dedo lo acercó de nuevo a mi culo y jugó con su dedo en mi ojete haciendo pequeños movimientos giratorios.
Muy bien, putita, así me gusta, que seas obediente…
Azotó mi ano con la yema de sus dedos y de repente paró. Se puso frente mi, de rodillas con su enorme polla frente a mi cara, la sujetó con su mano y me pidió que abriera la boca. Empezó a follarme la boca efusivamente. "Saca tu lengua, perrita" "Eso es…., muy bien, eres una perrita obediente"
Azotó mi lengua, lamí la punta de su polla con mi lengua, se la lubriqué bien y me pidió que escupiese en ella. Sabia que ese era el paso previo a mi sometimiento anal, por eso intenté que su enorme polla estuviera lo suficientemente empapada. Me daba miedo sentir dolor.
Pero me equivoqué, se volvió a dirigir a mi culo de perra y con sus dedos separó mis labios y me introdujo su polla hasta el fondo en mi coño. Empujó una y otra vez, me estaba follando muy rico, pero sabía que nuestro juego no había hecho más que empezar.
Paró un momento y puso saliva en mi ojete, con su dedo pulgar me la untó, mientras me follaba mi coño lubricado. Introducía su dedo despacio en mi ojete y lo hacía vibrar. Cuando hacía eso me volvía loca, pero sólo podía manifestar mi placer, mediante pequeños gemidos.
Él paró y me pidió que me sentara en una banqueta que había en su habitación. Reguló la altura de la banqueta hasta que mi culito quedara bien ubicado para ser sodimizado. Me pidíó que sacara el culo hacia fuera y me inclinara hacia adelante. Obedecí, me agarré a la pared de su cuarto y pusé mi estrecho agujerito dispuesto a ser taladrado por ese hombre. En pompa, a punto de ser sodomizada, él se dirigió a la mesita y sacó una vaselina del cajón. Me aplicó la vaselina en mi estrecho ojete y me introdujo su dedo corazón, lo vibraba enérgicamente, lo dilató, mi culito confiado se abría ante ese hombre que no dudó más en clavarme la punta de su polla.
Ahh!Duele!, exclamé.
-"Shhhh, quieta, putita, ya no hay marcha atrás, te quiero ver bien quieta".
Progresivamente fue penetrándome más y más hondo.
Notaba sus venas hinchadas dentro de mi estrecho culo, dolía.
Dejó a un lado las contemplaciones y usó mi culo a su antojo, me folló el ojete con todas sus ganas y yo… impávida y serena me dejé hacer todo lo que él quiso. Me gustaba la situación que estaba viviendo, me volvía loca que sacara su polla y abriera mi culo con sus manos para ver la dilatación de mi ano.
Escupía sobre mi culo, lo azotaba mientras me lo jodía con todas sus ganas.
Notaba su excitación y sabía que estaba a punto de correrse. "Me voy, me voy, putita!
Se corrió dentro de mi ano, sacó su polla y puso su dedo dentro rápidamente. Una vez sereno, sacó su dedo de mi culo y observó como su leche salía de mi culito dilatado y adolorido.
Ohh, has sido una chica muy buena! Por eso, mereces un premio, no te muevas. Limpió mi ano con una toalla húmeda y me dejó sentada en la banqueta, en pompa. Salió de la habitación y de repente… entran en la habitación sus dos compañeros de piso que me mandaron a guardar silencio y me advirtieron sobre las consecuencias si no me portaba bien. Mi culito no descansaba aún.
Es una historia real
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