Mi preciosa princesita (capitulo 1)
De como inicié mi relación con Martina, mi princesita..
Tal y como había acordado, a las cuatro de la tarde estaba en la puerta del colegio. Cuando salió, la cogí la cartera y sin ninguna muestra especial de cariño, la di la mano y nos encaminamos a casa. Aunque entre ella y yo, se suponía que ya todo estaba claro, durante los diez minutos que se tarda en llegar fuimos hablando.
—Entonces repíteme lo que vamos a hacer está tarde.
—Que pesado, —respondió con su vocecita—. Vamos a grabar un video dónde me vas a hacer preguntas y yo las voy a contestar. Me vas a explicar todo lo que vamos a hacer y yo voy a decir si quiero o no quiero hacerlo.
—Muy bien mi amor.
—¿Y no vamos a follar? —me preguntó de sopetón y me sobresalté. Estábamos en la calle y rápidamente miré a todas direcciones.
—¡Pssss!
—Ya sé que no se puede enterar nadie: estamos solos.
—Vamos a hacer otras cosas. Hoy lo más importante es el video, aunque el resto del finde también te voy a grabar. Si lo de hoy sale bien, te puedo premiar y puedo dejar que me la chupes como le hace mamá a papa, —la dije al oído agachándome—. Pero me tienes que obedecer en todo.
—Entonces va a salir bien, —dijo con una amplia sonrisa.
—¿Tienes ganas de hacer lo que hacen tus papas?
—Sí, pero lo que más quiero es que estés contento conmigo.
—Entonces seguro que lo voy a estar porque voy a estar con una niña súper preciosa y maravillosa, que me va a obedecer en todo, —mi respuesta provocó una amplia sonrisa en ella. Me incorporé y seguimos andando.
Llegamos al portal y subimos al ascensor. No lo pude evitar y cuando se cerraron las puertas con los dedos de la mano empecé a acariciarla los labios. Rápidamente me atrapó uno y se lo metió en la boca. Cuando llegamos saqué el dedo y me miró con una sonrisa picara de niña de diez años que son los que tiene. Por fortuna no nos encontramos con ningún vecino porque el abultamiento de mi bragueta era evidente.
Todo empezó casi un año antes cuando mis vecinos me pidieron, por favor, que si me podía quedar con su hija tres horas por la tarde una vez a la semana. Con ellos tenía la típica relación cordial de vecinos y a la niña la conocía desde que nació. Antes de eso ella ya se había colado alguna vez en casa desde que descubrió mi afición por los tebeos, o cómics como los llaman los modernos. El caso es que no me importó quedarme con ella y eso terminó, como ya he dicho, siendo una vez a la semana con la excusa de que tenían que ir a cursos en el trabajo.
Martina era una preciosa niña de nueve años por entonces. Era más bien bajita para su edad, no pasaría de metro veinte de altura. Claramente había salido a su madre, una atractiva rubia mediando los treinta que no pasaba del metro sesenta que además tenía unas abundantes y artificiales ubres que camuflaba su seguramente poco pecho. Claramente su belleza la había heredado la niña, también rubita de ojos claros y muy delgada fruto de la gimnasia que la madre la obligaba a practicar. En cuanto al padre, era un señor bastante más mayor que la madre. Alto, regordete y peludo como un oso transilvano, era la amabilidad personificada. Los dos, de origen rumano, trabajaban en una empresa de gestión de alquileres y se veía que no tenían penurias económicas.
Martina resultó ser una cría muy dicharachera, y la verdad es que me sorprendió. Lo contaba todo y en poco tiempo me sabía la vida y milagros de su familia. Lo que más me sorprendió y que me dejó con la boca abierta fue cuando me contó con pelos y señales todo lo que sus papas hacían en el dormitorio.
—¿Y como sabes todo eso? —la pregunté flipando cuando con toda naturalidad me contó como su mamá se la chupaba a su papa.
—Porque lo gravan y luego lo veo, —me contestó con toda la tranquilidad del mundo.
—A ver, explícame eso. ¿Cómo que lo ves?
—Ellos tienen un disco duro con pelis de mayores que ven en la tele del dormitorio. También gravan lo que hacen y lo guardan en el mismo sitio.
—¿Y lo tienen a la vista? —pregunté con precaución.
—Nooo, ¿cómo lo van a tener a la vista? Cuando mamá se echa la siesta en el sofá, yo me cuelo en su dormitorio y copio los archivos en un pincho y luego los paso a un ordenador viejo que tengo en el armario de mi habitación, —ahí ya sí que terminé de flipar.
—Pero… ¿sabes hacer todo eso?
—Claro, voy a informática desde los seis. Papi dice que es el futuro; eso y el inglés.
—¡Joder! ¿Cuántos años tienes? —la pregunté aunque lo sabía perfectamente.
—Casi diez, —contestó muy chulita.
—¿Y cuando ves esas pelis que piensas? —Martina me miró largamente y terminó encogiéndose de hombros—. ¿Sientes algo?
—¿Qué si siento algo? Que me gusta verlo, además, siento cosas en el chochito.
—¿Cómo sabes esa palabra?
—Porque se lo dice papa a mamá.
—¿Te gusta ver lo que hacen? —acerté a preguntar cuando me repuse de su contestación.
—Sí.
—¿Te gustaría hacer esas cosas? —pregunté sintiéndome muy audaz. Martina contestó afirmando enérgicamente con la cabeza—. ¿Y con quién?
—Con papa… pero ya sé que no es posible.
—¿Se lo has preguntado?
—Nooo, ¿cómo le voy a preguntar eso? Contigo si lo haría.
Si no hubiera estado sentado en el sillón, al oír las palabras de la niña se me habrían aflojado las piernas—. Cariño, mira, todo esto que me acabas de contar es mejor que no lo hables con nadie más, porque nos podemos meter en un lío muy gordo.
—Ya sé que no, —afirmó.
—Vale, pero quiero aclarártelo para que lo entiendas. Eres menor de edad… muy menor de edad, y si se supiera que ves las pelis guarras de tus papas o que por algún malentendido pensaran que tú y yo hacemos lo mismo que ellos, nos meteríamos todos en un lío muy, pero que muy gordo. ¿Lo entiendes?
—¿En qué lío nos meteríamos?
—Pues yo seguro que iría a la cárcel y tus papas pueden perder tu custodia y tú irías a un centro de acogida. ¿Sabes lo que es eso? —Martina negó con la cabeza—. Es un lugar dónde van todos los niños que no tienen familia o que los maltratan.
—Pero yo si tengo familia y no me maltratan.
—No, si tus papas pierden tu custodia, no tienes familia y además, hay gente que puede pensar que tener sexo con niñas lindas y preciosas de casi 10, es un maltrato.
—¿Qué tontos no? —dijo con voz preocupada—. Pues entonces es mejor que no se entere nadie.
—Eso es lo mejor mi amor. Pero a nadie, ni siquiera a tus compis de clase o tus amigos del barrio.
Este es un resumen de mis conversaciones con ella y tengo que reconocer que empecé a mirarla con otros ojos. Admito que no tengo ni puta idea de psicología infantil y mucho menos de su sexualidad, pero no hay casi nada que Internet no pueda solucionar. Eso sí, hay que hacerlo con cuidado para que las alarmas no salten.
El caso es que un tiempo después de empezar a recibirla por las tardes, Martina llegó con una noticia.
—Mis papas se tienen que ir a un congreso y no encuentran a nadie con quién dejarme.
—¿Cómo que no?
—Es que son cuatro días y coincide con unos días que no hay cole y mis amigos se van de viaje, —me dijo mirándome fijamente. Claramente esperaba que me ofreciera—. Están pensando en llevarme a una residencia.
—¡No jodas! —la exclamación se me escapó—. Perdona mi amor.
—Voy a hacer como que no lo he oído, —dijo riendo.
—¡Qué cabrona eres! ¡Joder! Otras vez. Mejor me calló…
—Si, mejor.
—… pero ahora cuando llegue mamá hablo con ella.
Y así fue como durante cuatro días iba a vivir con Martina.
Entramos en el piso y la llevé a la habitación que había preparado para ella aunque solo la iba a utilizar para dejar sus cosas y un cocodrilo verde de más de un metro de largo sin el que no podía dormir. Además, esa habitación era dónde yo trabajaba: sobre eso ya hablaré más adelante.
—Mientras preparo las cosas, date una ducha, —la dije de manera un poco tajante. Desde el principio la hice creer que ella tenía el control de todo, pero la realidad es que todo iba encaminado a que me obedeciera siempre—. Después ponte el pijama, las braguitas, las zapas, péinate con un par coletas y sal al salón.
No dijo nada, se quitó el abrigo, se empezó a desnudar y me fui al salón a hacer una última inspección: lo tenía todo preparado. Al cuarto de hora llegó al salón con un bonito pijama de color rosa con unicornios con un poco de brilli brilli. Debajo del brazo traía el cocodrilo.
—Por favor mi amor, siéntate en el sillón, —dije y lo hizo mientras miraba interesada las tres cámaras web con trípode y los tres focos que iluminaban la escena que eran del tipo anillo y que rodeaban las cámaras—. Vamos a empezar y no te pongas nerviosa: ya sabes que esto va a durar lo que tu quieras.
—Vale.
—Dime tu nombre y apellidos completos, —dije después de sentarme en una silla frente a ella y de poner las cámaras a grabar. Una estaba centrada en ella y solo recogía el sillón. La otra cogía más ángulo y la última estaba de lateral y la cogía de perfil. El cocodrilo reposaba placidamente sobre sus piernecitas.
—Luminita Martina Kovaci Zamosteanu.
—¿Luminita?
—Si, por la abuela de mi papa, pero ellos nunca lo usan.
—¿Eres española?
—Sí claro, nací en Madrid.
—Tendrás la doble nacionalidad.
—No, en Rumania eso no existía antes: ahora no sé. Solo soy española. Mis papas dicen que no van a volver nunca a allí.
—¿Cuántos años tienes?
—Casi 10.
—¿Estas aquí por voluntad propia? Es decir, ¿te estoy obligando de alguna manera?
—No me estás obligando, estoy porque quiero.
—Y dime, ¿qué quieras que pase? —Martina se encogió de hombros—. Me refiero a si quieres hacer lo que hacen tus papas.
—Si, si, lo mismo y lo que tú quieras.
—¿Y como sabes que es lo que hacen tus papas?
—Porque lo gravan en video y yo los veo. Además, tienen muchas pelis y siempre ven alguna antes, cuando están solos en su habitación.
—¿Y como las puedes ver?
—Porque sé las claves del disco duro dónde las tienen.
—Pero ellos no saben que las ves, —afirmé.
—¡Nooo! Se cabrearían mucho si se enteraran.
—Pues tranquila que yo no se lo voy a decir, —dije riendo—. Por favor, ¿quieres quitarte la parte de arriba del pijama? —no contestó y se la quitó después de dejar el cocodrilo a un lado. Con diez añitos no tenía pecho, pero ya se la notaban los pezones gordos, muestra de que estaban a punto de empezar a florecer—. Muy bien mi amor: gracias. Y dime, ¿qué le hace tu mamá a papa?
—Le hace muchas cosas: todas las que él dice.
—¿Y quieres hacérmelas a mí? —Martina asintió vigorosamente—. Por ejemplo, ¿le chupa la colita a papa?
—Sí, y el culo también. Y papa a mamá también: la chupa todo. Yo creo que les gusta mucho.
—¿Y que más mi amor?
—La mete la cola en su chochito y en el culo.
—Y además de eso, ¿juegan a algo? —pregunté—. Por favor ¿te quitas el pantalón?
—Papa ata a mamá con cuerdas y con unas esposas de esas que llevan los polis en las pelis, —respondió mientras se quitaba los pantalones y las zapas. Por primera vez la vi las piernecitas y los pies. Siempre la vi con los leotardos del cole o con mallas deportivas—. También la pega con un látigo.
—¿Con un látigo? —asintió con su preciosa cabecita—. ¿Y a ti te parece bien lo que hacen?
Primero se encogió de hombros, pero a continuación dijo—: creo que si lo hacen no será malo.
—¿Te gustaría que te lo hiciera yo?
—Si quieres hacerlo vale… pero lo del látigo no lo tengo claro.
—Pues por ahora descartamos el látigo, ¿no te parece? Quítate las braguitas por favor.
—Vale, por ahora lo descartamos, —repitió sin titubear mientras se las quitaba.
La miré detenidamente y lo que vi me gustó muchísimo. La polla la tenía a reventar pero tenía preparado un guión que iba a cumplir a rajatabla o al menos lo iba a intentar. No quería saltar sobre ella y que se asustara. Antes de ir al cole a recogerla me había masturbado. No quería que cuando me la chupara, si todo iba según lo previsto, me corriera a las primeras de cambio: quería durar algún segundo más.
—Cariño, sube las piernas y sepáralas, —rápidamente lo hizo y en esa posición me percate que la respiración la empezaba a tener un poco agitada—. ¿Te quieres tocar el chochito?
Sin contestar, se lo empezó a tocar. Me levanté y acerqué la cámara frontal para tenerla en primer plano—. Mete la mano izquierda en el hueco del sillón y saca lo que hay, —la ordené unos minutos después. inmediatamente obedeció y después de apartar el cocodrilo sacó un vibrador fino que terminaba en punta—. ¿Sabes lo que es?
—Sí, mamá y papa tienen muchos.
—¿Quieres usarlo? —la dije y como asintió con la cabeza añadí—: dale al botón, pero no te lo metas en el chochito: solo por fuera. Y por favor, mira siempre a la cámara: quiero ver esa carita tan maravillosa que tienes.
Mientras me obedecía con una amplia sonrisa, me acerqué y con cuidado para no estorbar el plano de la cámara me arrodillé junto a ella. Con cariño la acaricie el cabello, sus coletitas y pasé a recorrer sus labios con los dedos. Cerró los ojos y entreabrió la boca y miré su precioso rostro y los dientecitos que se vislumbraban entre los labios. La respiración ya la tenía definitivamente agitada muestra de que el vibrador la hacia efecto. Bajé la mano hacia sus inexistentes tetillas, pero me agradó pasar los dedos por los pezones. Después llegué a su ombligo, su vientre y por fin alcance su vagina que noté húmeda. Acerqué los labios al oído y la susurré una orden que cumplió de inmediato. Bajó un poco la mano y colocó la punta del vibrador en el ano mientras yo la acariciaba la vagina. Su respiración se hizo más agitada y me sorprendió que se la empezaran a marcar un poco las costillas. No era raro porque estaba muy delgada. La volví a susurrar al oído—. Métete el vibrador un poco en el culito.
—No entra, —dijo con voz entrecortada después de intentarlo.
—¿Me dejas que te ayude? —Martina asintió—. Pero me haría muy feliz que lo hicieras tú misma, —volvió a asentir mientras yo la acariciaba la vagina más suavemente. Cogí un tuvo de lubricante y poniéndome un poco en el dedo la lubrique el ano e incluso metí mínimamente el dedo dentro sin que se resistiera. También puse un poco en el vibrador y la conduje la mano hasta que estuvo en posición. Entonces volví a susurrarla al oído—. Ahora entrara mejor, pero cuando aprietes quiero que hagas un poco de fuerza hacia afuera con el culito como cuando vas a hacer caca.
Sin pensarlo me obedeció y por la pantalla de televisión dónde se veía lo que las cámaras grababan vi como el vibrador entró incluso más de lo que había previsto. En ese momento la acaricié el chochito con más energía y empezó a gemir mientras la mano se me mojaba definitivamente y ella intentaba pararla con las suyas. Empezó a gemir y deje de estimularla y la ordené que metiera más el vibrador y así lo hizo. Cuando vi que estaba a punto la paré la mano para que no siguiera.
—¿Quieres correrte como hace mamá? —afirmó vigorosamente con los ojos cerrados mientras seguía respirando agitadamente—. Voy a hacer que lo hagas, pero primero te lo tienes que ganar. ¿Te parece bien? —y volvió a asentir con la cabeza.
La hice levantarse, pero la ordené que no se sacara el vibrador. Aparte un poco el sillón y la puse de perfil. Coloqué un almohadón en el suelo y la ayude a arrodillarse mientras sujetaba el vibrador con su manita. Cogí un trozo de cuerda de color rosa que había comprado para este evento, la rodee la cadera y lo ate al vibrador. La idea era que no se saliera de su culito, además, antes de hacerlo se lo metí un poco más. Después la hice separar las piernas y con otro trozo de cuerda la até los tobillos: nada muy elaborado. Lo mismo hice con sus manitas que quedaron cruzadas por la espalda. Martina asistía a los preparativos mirando todo lo que hacia pero no ofreció la más mínima resistencia o la más mínima queja: la verdad es que estaba como en trance. Recoloqué rápidamente las cámaras para que gravaran sin perder detalle y poniéndome delante de ella la puse la punta de la polla a un par de centímetros de la boca. No podía chuparla porque la tenía sujeta por las coletas. Miré la tele y la imagen fue tan sugerente que aparte la vista. Miré a Martina y vi que miraba la punta de la polla con atención: estaba segregando liquido.
—Es liquido seminal mi amor. A todos los hombres nos sale. Si mamá sé la chupa a papa es porque la gusta. ¿Quieres probarla a ver si te gusta a ti también? Estoy seguro de que si, —no la veía muy decidida, pero finalmente mojó la punta de la lengua y lo probó. A continuación se metió el glande y empezó a chupar como seguramente había visto hacer a su mama—. Me la vas a chupar muy despacio mi amor, como mamá hace con papa, —insistí y asintió— y cuando me corra, ya sabes que va a salir un líquido blanco. ¿Qué hace mamá?
—Si lo tiene en la boca se lo traga, pero hay veces que papi se lo echa en la cara, —respondió con su vocecita.
—Yo te lo voy a echar en la boquita y ya sabes lo que tienes que hacer. Lo vas a pasar muy bien y después mucho más: te lo prometo.
Empecé a pasarla la polla por los labios y la carita hasta que finalmente se la fui metiendo lentamente. Durante unos minutos me la estuvo chupando. Incluso saqué primeros planos con mi móvil de su carita y su boquita tragando mi polla. Después, me senté en el sillón con ella entre las piernas y después de morrearla vigorosamente se la volví a meter en la boca. Al rato, me recosté elevando las piernas y conduje su boca a mi ano. Estaba forzando la situación para ver sus limites y parecía que por el momento no tenía—. Saca la lengua y muévela, —la ordené y obedeció de inmediato. Después volví a sentarme bien y siguió chupando. Me incline sobre ella y alargando la mano le di más potencia al vibrador y empecé a sacarlo y meterlo. Reaccionó rápidamente y a pesar de tener la boca llena con mi polla noté que gemía. Finalmente me corrí y mientras lo hacia se lo fue tragando. La mantuve un par de minutos dentro de su boquita y después la acaricie la mejilla—. Buena chica mi amor, —ella me devolvió una amplia sonrisa con algún resto de semen en los labios.
Me levanté y me coloqué de rodillas al lado contrario al de la cámara. A ella la deje en la misma posición. Pasé la mano derecha por delante y alcance su vagina con facilidad mientras con la izquierda manejaba en vibrador. Empezó a jadear y a gemir y se recostó en mi brazo derecho—. Si tienes ganas de gritar hazlo mi amor, —la susurré al oído y a los pocos segundos se crispó y mientras chillaba tuvo su primer orgasmo. Durante unos segundos más estuvo gimiendo mientras se recuperaba. Después me puse delante de ella y la morree la boca—. Muy bien mi amor, muy bien. ¿Descansamos un poco? —afirmó con la cabeza y la desaté los pies. La ayude a levantarse y la quité con cuidado el vibrador. Mientras su respiración se normalizaba la fui a desatar las manos, pero me dijo que no.
—No me lo quites, me gusta.
—Pero cariño, tenemos que cenar que es la hora.
Martina me miró y dijo con coquetería—: dame tú de comer.
—Como quieras, —la dije. La miré detenidamente y la vi cansada. Decidí tomármelo con más calma, aunque con lo fácil que había resultado todo empecé a no descartar el follármela.
Deseando ver cómo sigue y ver qué le harás a la nenita. Es muy curiosa así da gusto
Gracias por tu comentario.
Verdad que si así me encantas ese tipo de nenas
Hola que rico relato me gustan que sus protagonistas sean niñas iniciadas por un adulto y que ellas mismas lo pidan continua
Gracias por tu comentario.
Si fueras mi papá te la habría lamido cómo nadie en la vida
Gracias por tu comentario
bien podría serlo yo
Súper sigue , comparte exp teleg Lb9791v
Esta bien tu teleg? No te encuentro
Se convirtió en umo de mis favoritos por amarrarla y grabarla diciendo esas cosas, me encantaria algo de sexo en baños publicos o vestidores, humillarla quizas un poco.
TG @calcetitassucias
Gracias por tu comentario