Mi preciosa princesita (capítulo 2)
Continua mi relación con Martina, mi princesita..
Antes de empezar con este capítulo creo necesario aclarar algunas cosas. Muchos pensaran que he manipulado a está niña y posiblemente tengan razón, de hecho la tienen, pero lo cierto es que ella ya era propensa a ser manipulada. Es decir, que no partí de cero, no cambie su forma de pensar. Desde que furtivamente empezó a visionar las pelis de sus padres ya era proclive a entregarse al sexo y lo único que hice fue aprovechar la ocasión, y como dice el refrán, “acercar el ascua a mi sardina”. No tengo dudas de que con el tiempo, si yo no hubiera intervenido, se habría insinuado al padre o a algún niñato y sinceramente, antes que ellos, yo.
Por otro lado, como ya he dicho en el capítulo anterior, de psicología y sexualidad infantil ni idea, pero no hay nada que no solucione Internet y la Wikipedia. Lo digo porque alguno se habrá sorprendido de que Martina con 10 años haya tenido un orgasmo o que haya lubricado su vagina. Pues es perfectamente posible y los estudios dicen que desde los tres o cuatro años. El primer sorprendido fui yo.
En cuanto a mi, me llamo Raúl y tengo 41 años. Soy soltero y siempre lo he estado. No tengo hijos ni ningún tipo de obligación familiar. Mis padres ya murieron y con el resto de la familia no tengo ningún contacto. Trabajo de asesor y operador bursátil para una multinacional coreana con intereses en la bolsa de Mumbai (Bombay, India) y lo hago desde casa, teletrabajando. Para eso me levanto entre las tres y media o cuatro de la madrugada que allí son las ocho y media más o menos. Sobre las doce del medio día lo dejo y me echo una siesta de un par de horas. Gano mucho dinero y eso me permite tener una vida muy desahogada porque además no tengo grandes gastos. Mis ganancias las tengo colocadas en un fondo personal fuera de la zona del Pacífico y me produce muchos beneficios. Mi hobby es mi trabajo: las finanzas me apasionan. Esa es mi vida, que además es la que me gusta. Y ahora vamos a seguir con el segundo capitulo.
Martina se había quedado recostada en el sillón y desde allí veía lo que yo hacia en la cocina. Mi casa no es muy grande, un par de habitaciones, el salón con cocina y un baño. Para mi solo, es totalmente suficiente. Desde la encimera que separaba la zona de la cocina del salón, la observaba y me extrañaba lo callada que estaba y que me hubiera pedido seguir con las manos atadas. En condiciones normales no paraba de hablar. Tal y como estaba sentada, más que sentada, recostada de lado, la veía todo el costado, el muslo e insinuándose por debajo su línea vaginal.
Dejé los preparativos y me acerqué a ella mientras me seguía con la vista como hipnotizada. La cogí en brazos, me senté en el sillón y la puse encima de las piernas con su carita apoyada en mi pecho.
—¿Qué te pasa mi amor? Estas muy callada.
—Estaba pensando, —contestó con su vocecita.
—¿Y que piensas?
—Me preguntaba que va a pasar ahora, —contestó incorporándose—. Sé lo que papa y mamá hacen, pero no sé lo que vamos a hacer nosotros.
—Saca la lengua, —la dije y cuando me obedeció empecé a morrearla atrapándosela—. ¿Confías en mí, mi amor? —afirmó con la cabeza—. Pues entonces no tienes de que preocuparte. Lo que hemos hecho antes es solo el principio. ¿Te gustaría que te chupase el chochito como hace papa con mamá? —se me ocurrió mientras la veía desde la encimera. Volvió a asentir. La abracé y la morreé otra vez. Está vez sacó la lengua sin que se lo dijera: aprende rápido.
—¿Voy a seguir atada?
—Tú me lo has pedido, ¿quieres que te desate?
—No, no, quiero seguir así: me gusta mucho.
—Voy a terminar de preparar la cena y luego nos podemos sentar en el sofá y mientras reposamos podemos ver una peli.
—¿Qué peli? —dijo frunciendo el ceño.
—La que quieras.
—Una muy guarra.
—¡Joder tía!
—A ver si me vas a decir que soy pequeña para verla cuando me acabas de meter un cacharrito por el culito.
—¡Joder tía! —repetí riendo está vez—. Vale, no te lo digo. Luego miramos algún portal de descargas a ver lo que hay.
—Guay.
—Por cierto, se me está ocurriendo que me gustaría adornarte el culito, —me eché a reír de la cara que puso Martina. Me levanté, la deposité de pies en el suelo y me acerqué al mueble que tengo en el salón. Con las manitas atadas a la espalda me siguió visiblemente interesada. Abrí una de las puertas y saqué una caja de cartón negra con un gran diamante dibujado en la tapa.
—¿Qué es eso Raúl?
—A ti te lo voy a decir, lista, —bromeé riendo mientras ella fruncía el ceño.
—Has dicho que era para mi culito, ¡eh! —dijo muy chulita.
—¿Eso significa que te lo vas a poner? —la pregunté mientras me sentaba en el sillón.
—Ya me estás liando, —dijo dando un golpe con el pie en el suelo.
—Has dicho que me ibas a obedecer en todo. Yo quiero que te lo pongas, pero hay que elegir el color.
—¿Unas braguitas?
—Me gusta verte con el chochito y el culito al aire mi amor: no voy a ponerte unas braguitas. De hecho, es muy posible que no te vistas en estos cuatro días.
—Bueno vale, me lo pongo.
—Ven aquí, —la llamé y se acercó. La cogí la carita y la besé en los labios. Después la senté sobre mis rodillas y abrí la caja.
—¿Qué es eso? —dijo Martina mirando el contenido de la caja.
—Tantas pelis que has visto de adultos ¿y no sabes lo que es esto?
—Pues no, —respondió remedándole.
—Son dilatadores, tapones anales y como ves son de colores distintos, —la dije y cogiendo el más gordo se lo mostré—. Este es el que más me gusta.
—¿Eso va dentro? Ese es muy gordo.
—A ver como te queda: abre la boca, —la dije y se lo metí. Después cogí el móvil y activé la cámara para que se viera.
—Me gusta, pero es muy gordo, —dije cuando se lo saqué. La enseñe el mediano y negó con la cabeza.
—Pues este entonces, —dije cogiendo el pequeño que era de unos tres centímetros y metiéndoselo en la boca para que lo mojara. Guarde los otros y la tumbé bocabajo sobre mis piernas. Cogí un poco de vaselina y con el dedo se lo apliqué metiendo un poco el dedo dentro. Durante unos segundos la estuve estimulando con el dedo y la verdad es que reaccionó bien. La quité el tapón de la boca y se lo metí con cuidado y a continuación empecé a estimularla el clítoris. Rápidamente empezó a gemir, mucho más cuando con la palma de la mano la movía el tapón. Me sorprendió lo rápido que llegó al orgasmo y durante unos segundos estuvo moviendo las piernecitas. Sin esperar a que se recuperara, la arrodillé en el suelo, me puse de pies y la metí la polla en la boca. Estuve casi diez minutos así mientras me la chupaba, pero no me corrí porque hacia poco que lo había hecho. De todas maneras es la hostia lo que se siente cuando tienes a alguien de rodillas comiéndotela y la miras desde arriba.
La ayudé a levantarse y se sentó en el sillón en la misma posición que estaba media hora antes. Me fui a la cocina porque al final se iba a hacer tarde. Preparé unos filetes de salmón a la plancha que su madre me dijo que la gustaba mucho. Comimos en la misma encimera. Me senté en una de las banquetas altas que tenía y a Martina la senté sobre mis piernas. Con mi tenedor la fui dando de comer al mismo tiempo que lo hacia yo. Cuando terminamos la llevé en brazos al sofá y yo recogí todo rápidamente. Me prepare una copa y me senté a su lado.
Con el mando empezamos a buscar y al final encontramos una peli que la llamó la intención. Era infumable y era una mezcla de terror, zombis, sado y las tías se tiraban toda la peli atadas mientras las hacían de todo y luego se las comían. De flipar, pero Martina se reía mucho y lo que más la molaba es que las chicas, como ya he dicho, estaban casi siempre atadas. Cogí la cuerda y volví a atarla los tobillos y con su mirada vi claramente que me lo agradecía. También me di cuenta de que si en ese momento la tocaba el chochito se iba a correr otra vez. Pero no lo hice y como estaba recostada sobre mi pecho me dedique a sobetearla por todas partes salvo por la vagina. Mis manos se deslizaban por sus bracitos, sus pezones, sus muslos y sus pies que por cierto cada vez me gustaban más, en realidad como toda ella.
Cuando la peli terminó eran casi las dos de la madrugada y Martina tenía una cara de sueño impresionante. La levante en brazos y la lleve al dormitorio. Con suavidad la deposité sobre la cama bocabajo y coloque las cámaras y encendí los focos. Había colocado sabanas negras y su cuerpecito se resaltaba con la iluminación. Con una cuerda uní por detrás las ataduras de las muñecas con las de los tobillos.
—¿Tienes sueño mi amor? —la pregunté mientras la movía un poquito el tapón anal.
—Si, —respondió con voz soñolienta y los ojos cerrados porque la debía molestar la luz.
—Pues todavía no puedes dormir, —la dije volteándola y poniéndola de lado. Su cuerpecito se quedó arqueado hacia atrás con una imagen muy potente—. Primero tenemos que jugar y luego me la vas a chupar otra vez hasta que te llene esa boquita tan preciosa de semen.
No respondió nada, no hizo nada, simplemente se dejó hacer. Con el móvil estuve sacando primeros planos de su carita, de su torso, de la rajilla que se vislumbraba entre sus muslos y de sus pies, que me seguían enamorando. Decidí que de alguna manera me tenía que masturbar con ellos: ya lo pensaría al día siguiente. Me tumbe a su lado, la abrace y empecé a morrearla. Sacó la lengua y peleo con la mía. La tiré suavemente de las coletitas y la obligué a mostrarme el cuello. Metí la boca y la nariz y mientras la besaba la olía. Baje hasta sus pezoncitos, y los estuve chupando con fruición. Baje la mano y metí un dedo en su rajita y la fui estimulando hasta que empezó a gemir. La separé un poco las piernas e introduje un poco el dedo en su vagina. Unos minutos después la llegó otro orgasmo que crispó su cuerpecito mientras chillaba de placer e intentaba patalear. Fue tan intenso que durante unos instantes tuvo unos espasmos que recorrieron su cuerpecito. Mientras esto pasaba, la puse bocabajo y lleve su cabecita al borde de la cama. Me arrodille y la penetré la boquita. La estuve follando y la verdad es que tarde bastante. No quise pasarme y aunque sentía unas ganas terribles de metérsela hasta el fondo, me controle. Finalmente, me corrí y un poco de mi semen se escapó por la comisura de los labios. La mantuve dentro un ratito mientras de manera hipnótica la miraba los pies que estaban en alto. La saqué y me entretuve en pasársela por la carita. En ningún momento se quejó y eso que sabía positivamente que seguía despierta.
La desate las manos y los pies y estuve un ratito masajeadola las muñecas y los tobillos. Con una toallita húmeda la lave la carita y las besé otra vez en los labios.
—¿Quieres hacer pis mi amor? —la pregunté. No contestó, se levantó y se fue al baño. Regresó inmediatamente y se metió en la cama que ya había abierto. Me metí yo también y apague la luz después de mirar la hora en el móvil: eran mucho más de las tres—. Mañana despiértate cuando quieras cariño.
—¿Y que vamos a hacer?
—Voy a estar queriéndote y jugando contigo todo el día. ¿Te parece bien mi amor?
—Si, me parece bien.
Me pegué a ella abrazándola y sobando su culito con mi polla. Tardé en dormirme porque me puse a repasar los acontecimientos del día. ¡Joder! Y solo había sido por la tarde. No sé si voy a sobrevivir mañana que es cuando empieza la fiesta escolar. Y después quedan tres días más. Decidido, mañana por la tarde nos vamos al cine.
Hola
Que buena continuación, eso de grabarla y que diga todas esas cosas es muy rico, que ansias de ver que pasa en la fiesta escolar con su uniforme y lueho en el cine, seria muy rico verla tambien en la calle sin sus zapatitos y ensuciando sus calcetitas blancas.
Tomara tambien orines ya que le encanta estar amarrada? Alguna decoracion como rayar le su cuerpito con palanras y dibukos suxios?
Gracias por tu comentario
Muy excitante y con morbo, espero la continuación.
Gracias por tu comentario