Mi preciosa princesita (capitulo 3)
Sigo forzando la situacion con Martina..
Abrí pesadamente los ojos en la penumbra del dormitorio solo iluminada por los esporádicos hilos de sol que se colaban por las rendijas de la persiana. Sabía que no era muy tarde porque el sol solo daba en esa ventana desde que amanecía hasta las diez más o menos. Moví la mano y palpé su cálida presencia a mi lado.
Me giré, me puse de costado y miré su rostro profundamente dormido. Estaba bocabajo y debajo del brazo derecho sobresalía el cocodrilo. Por debajo de las sabanas la acaricie la espalda. Fui bajando hasta su traserito y noté la presencia del botón anal, tal vez grande para ella, pero si no se queja no iba a ser yo el que se lo quitara. Decidí dejarla tranquila porque su mamá me había dicho que era muy dormilona y solo llevaba haciéndolo escasamente cuatro o cinco horas. Me levanté con cuidado y cogiendo el móvil active la cámara y la gradué para poca luz. Después me puse a los pies de la cama y mientras la gravaba empecé a tirar lentamente de la sabana. Su cuerpecito se fue descubriendo y cuando estuvo totalmente expuesto la saque primeros planos del traserito, su adorno y de sus pies: maravillosos. Después, y con la polla con un tamaño considerable, deje de grabar, la arropé y salí de la habitación.
Me tomé un café y me puse a hacer las cosas de la casa. Pasé la aspiradora, pasé un poco el trapo del polvo y fregué los cacharros. No me llevo mucho tiempo porque la casa es pequeña y estoy acostumbrado. Como tenía un botellero con ruedas que había comprado en wallapop, lo vacié de botellas y coloque los juguetes encima para poder moverlos por la casa y tenerlos a mano. Puse las cuerdas, los dos tapones que estaban sin estrenar, los vibradores, las esposas metálicas (para muñecas y tobillos), muñequeras y tobilleras de cuero, el lubricante, mordazas de bola (sí, ya sé lo que estáis pensando, pero cuando hice el pedido en una conocida plataforma china me vine arriba. Y eso que no he sacado todavía el corsé, el látigo, pinzas para pezones y clítoris que tenían una graciosa campanita y los zapatos de baile latino -los únicos que encontré con tacón y de su talla- y las ligas que siguen guardadas dónde estaban los tapones anales). También quería ver como reaccionaba Martina al tenerlos a la vista y si despertaban su interés. Después, aunque había pedido estos días libres de los muchos que me debían en la empresa en la que trabajo, me conecté y me puse a adelantar trabajo.
Pasado ampliamente el medio día, Martina apareció en la habitación dónde trabajaba con el cocodrilo debajo del brazo. La casa solo tenía dos, el dormitorio y está que era mi despacho. Se acercó y me abrazó. Yo lo hice con mi brazo derecho estrujándola un poquito mientras la besaba. Después se tumbó sobre mis piernas y señaló el tapón anal.
—¿Quieres que te lo quite? —y como afirmó con su cabecita lo cogí y empecé a moverlo con cuidado. Noté como su cuerpecito reaccionaba favorablemente y empecé a sacarlo. Vi nítidamente como lentamente su ano se expandía para dejar salir la zona más gruesa del tapón. Cuando salió, se incorporó, lo cogió con la mano, dejó sobre mis piernas el cocodrilo y se metió en el baño cerrando la puerta. No tengo que decir que la polla me había dado un salto de cojones. Al cabo del rato salió envuelta en una toalla de baño y junto a mí terminó de secarse el pelo, después de entregarme otra vez el tapón—. ¿Quieres que te lo ponga otra vez mi amor?
—Pues claro, —contestó, y soltando la toalla se tumbó sobre mis piernas. Me llegó el olor a gel de baño y aunque era el mío no me gusto porque no era su olor. Con los dedos la ahuequé el culillo, deje caer saliva en el ano y procedí a la inserción. Me tomé mi tiempo y una vez que estuvo dentro, empecé a moverlo y a sacarlo mientras mi mano libre se alojaba en su vagina. A los pocos segundos estaba jadeando y al momento gimiendo. Echó las manos hacia atrás sujetando las mías pero deje el tapón y la agarré por las muñecas insistiendo en su chochito hasta que empezó a gritar y se corrió. Me dejó la mano chorreando. La dí un par de azotitos en el trasero, pero sin pasarme, y la verdad es que reaccionó bien. Después se lo acaricie y se mostró complacida.
Se levantó y se fue al baño a mirarse por el espejo como la quedaba en un arranque de coquetería que la verdad es que no conocía. De todas maneras no era de extrañar porque su mamá lo era y mucho. Tengo que decir que siempre la había visto con el uniforme del colegio o desde ayer, desnuda.
—¿Raúl, dónde dejamos la cuerda? —preguntó entrando en el despacho dónde estaba terminando de cerrar los programas del trabajo.
—Lo he puesto todo en un carrito que hay en el salón, —contesté y sin decir nada se fue. Espere expectante su reacción al ver todo el arsenal.
—¿¡Y esto!? —la oí preguntar—. Como mola.
¿A qué se referiría con esa expresión? Como ya había terminado, salí del despacho y me la encontré poniéndose la mordaza de bola que era muy mona de color rosa—. Ya veo que sabes lo que es.
—Magggmagggg, —balbuceó sin que se la entendiera nada. Se lo quitó y respondió está vez con su vocecita—. Mamá tiene uno. Yo creo que se lo pone para no hacer mucho ruido.
—Pues entonces tenemos un problema, —dije acercándome y arrodillándome. La cogí la mordaza, se la coloqué y lo abroché por detrás—, porque me gusta como te queda mi amor, pero también oírte gritar.
Al oírlo se abrazó a mí y después cogió las esposas y me las entregó. La levanté en brazos y la senté en una de las banquetas altas de la cocina y la puse las esposas por detrás. Después cogí el segundo juego que tenía una cadena más larga y se las puse en los tobillos.
Me separé para mirarla, activé la cámara del móvil y la gravé—. Preciosa, —afirmé. Veía que la molaba que la gravara. Mientras la miraba, mis pensamientos empezaron a divagar. Soy un hombre metódico y me gusta tenerlo todo previsto y organizado. Eso me ayuda en mi trabajo porque si no lo eres estas muerto. Por eso había preparado una especie de guion, una escaleta dónde tenía pensado todos los pasos a dar y que conducirían a que en un par de días me la chuparía y con un poco de suerte la follaría el sábado. Ni por asomo preví que en menos de 24 horas, la tendría sentada en una banqueta de la cocina, desnuda, con una mordaza de bola en la boca, un tapón en el culo y esposada. Que ya me la había chupado varias veces y que ya se había corrido varias más y lo mejor, que la veía totalmente receptiva y dispuesta y deseosa de cumplir mis deseos. Mientras gravaba, la quité la mordaza, la incliné hacia delante y la puse la punta de la polla en los labios. Inmediatamente se la tragó y empezó a chupar lentamente, como ya sabe que me gusta. Unos minutos después, la sujete por la coletas con la mano libre, la incorporé un poco y sacándola la polla me corrí en su precioso rostro. El primer disparo la dio en los labios y los siguientes en la nariz y los ojos. Después se la metí otra vez para que me la dejara bien limpia. Mientras lo hacia pensé que a partir de ahora lo haría con la gorra, porque estaba ideando algo que podría ser muy fuerte.
—¿Tienes hambre? —pregunté sacándola la polla y poniéndola otra vez la bola y afirmó con la cabeza. Me llamaba mucho la atención que se dejaba hacer todo, al menos por ahora. Si no había problema con lo acababa de idear, entonces si que podría hacer con ella todo lo que quisiera. La arrime a la encimera y me puse a prepararlo todo. Saqué unas chuletitas de la nevera las prepare para los dos. Como la noche anterior. La senté sobre mi y la di de comer después de quitarla la mordaza. Mientras lo hacia, en varias ocasiones metí la mano y la acariciaba el chochito. Cuando terminamos la volví a poner la mordaza y así la tuve mientras recogía y limpiaba la cocina. Mientras lo hacia la empecé a decir—. Había pensado que está tarde íbamos a ir al cine para distraernos un poco, pero ¿sabes una cosa? Que si vanos al cine te tienes que vestir y eso no me gusta porque quiero tenerte todos estos días así, desnudita y a mi disposición lo máximo posible. Por supuesto si tu estas de acuerdo, —Martina afirmó vigorosamente con la cabeza y yo la recompense acariciándola la mejilla—. Por lo tanto lo vamos a hacer aquí y vamos a pasar a tu casa a por el disco duro de tus padres y así entre los dos vemos que es lo que hacen y que es lo que podemos hacer nosotros. ¿Te parece bien? —y afirmó con la cabeza lo que provocó que más babas cayeran sobre su pecho que ya de por si estaba empapado—. No te preocupes por las babas. Una de las gracias de eso que llevas en la boca es que no puedes evitar que caigan. ¿A mamá le pasa lo mismo? —volvió a afirmar con la cabeza y me acerqué a ella y la abracé mientras la besaba el pelo—. Ahora vamos a hacer una cosa que no debería hacer: vamos a entrar en tu casa. Ya sé que tu si puedes, pero no está bien que lo haga yo. Vamos a buscar el disco duro, lo traemos, lo copiamos en otro y lo dejamos en su sitio. Luego nos sentamos en el sofá y nos tiramos hasta la hora de cenar viendo a tus papas. Si eres buena y todo sale como he planeado, como premio está noche te voy a chupar el chochito… y a lo mejor algo más. ¿De acuerdo? ¿confías en mí? —las últimas frases las dije con la mano alojada en su chochito acariciándolo. Se notaba que estaba otra vez muy excitada y nuevamente afirmó con la cabeza. La ayudé a bajarse de la banqueta y la lleve al centro del salón. La miré detenidamente y cogiendo una cuerda, con el extremo la rodeé el cuello e hice un nudo dejando el resto colgando. Las esposas de los tobillos tenían una cadena larga y la deje al máximo de longitud. La hice andar y comprobé que la arrastraba con un ligero sonido metálico.
Cogí las llaves y tiré de la cuerda para hacerla andar en dirección a la puerta y me miró con cara de pánico. La miré y soltando la cuerda me acerque al carrito y de una cajita saque tres pinzas para pezones que llevaban una simpática y sonora campanita. Regresé a su lado, la miré y mientras las colocaba la dije con una sonrisa—: que tonto estoy, tienes razón, te faltaba algo.
Se miró los pezones y me miró supongo que intentando entender el humor adulto y reparó que tenía otra pinza en la mano. La di la vuelta y con una cuerdecita lo sujeté al tapón anal colgando casi entre las piernas—. Ahora sí que estás espectacular, —la dije con una sonrisa. Tiré suavemente de la cuerda y empezó a andar. Mientras la llevaba hacia la puerta de la casa, iba pensando: »¡Joder! Si esto sale bien, y vamos por buen camino, voy a poder hacer con ella todo lo que quiera«.
En el andar arrastraba un poco los pies y el tintineo de las campanitas se acompasaba. Abrí la puerta y la saqué al pasillo. El sonido de las campanas resonaba más que en casa. La miré y estaba aterrada. Recorrimos los tres metros escasos que separaba mi puerta de la de sus pares y antes de abrir la metí un dedo en el chochito y su cara de pánico aumentó, pero apretó la vagina contra mi dedo. Con una sonrisa la bese en la mejilla y abrí la puerta haciéndola pasar. Nada más cerrar la puerta, la arrodillé, la quite la mordaza y la metí la polla en la boca. Gimoteaba de puro placer y era la primera vez que lo hacia sin tocarla el chochito. Aunque casi siempre la daba la opción de decidir, lo cierto es que parecía que empezaba a sentirse sumisa. Me corrí fuera, disparándola a la cara y se la dejé con restos evidentes de semen.
—¿Cuál es el dormitorio de tus padres? —la pregunté ayudándola a levantarse. Empezó a andar y parecía que iba en una nube. Entró al dormitorio y con un gesto señaló el último cajón de la parte inferior de la cómoda. Lo abrí y debajo de la ropa vi una caja metálica. Levanté la tapa y vi el disco duro. Lo saqué, lo dejé todo como estaba y regresamos a casa. Cuando abrí la puerta y salimos al pasillo, oímos voces en la zona de las escaleras y Martina entró en pánico. Intentó volver a casa, pero cerré la puerta y con parsimonia me acerque a la mía. La abrí y por fin se encontró a salvo.
—¿Sabes que es lo mejor de todo esto? —la pregunté abrazándola. Negó con la cabeza y riendo dije—. Que tenemos que volver a devolver el disco , —y me eché a reír.
Me declaro fanática de esta saga, felicitaciones Cleversex !!
gracias por tu comentario
Pregunta ¿ Va haber una 4 parte ??
Delicioso, esos cascabeles sonando en todo el pasillo y ella con ataque de panico descubriendo que le encantaba eso y mas aun ser una sumisa en probar todo lo que le hicieran.
Me quedo aun con las ganas de saber que paso al devolver el disco y de saber cuando la llevaras a cine a disfrutar de ella en esos lugares públicos.
Gracias por tu comentario