Mi preciosa princesita (capitulo 5)
Mi princesita y yo seguimos con nuestra aventura particular..
Mientras lo preparaba todo, la mandé al baño para que se duchara después de que la ayudara a quitarse el tapón anal. Cuando salió envuelta en la toalla, la observé mientras se secaba y comprobé que el enrojecimiento del trasero había remitido considerablemente. Como la vez anterior había salido con el tapón de la mano y me lo entregó.
—Luego te lo pongo mi amor, ahora hazte una coleta, —la dije.
—Siempre me dices que me ponga coletas.
—Es que te queda mejor que con el pelo suelto. Por supuesto es mi opinión.
—Pues entonces siempre con coletas, —dijo dejando la toalla y subiéndose a la cama. Ya estaba todo preparado. Una cámara estaba situada en el lateral de la cama y la otra a un lado de los pies de la misma. También había preparado un trípode con un brazo extensible que iba por encima de la cama y que iba a enfocar directamente su rostro. Quería, que cuando estuviera situada, gravar todas las expresiones de su carita. Todas las cámaras estaban conectadas a un ordenador y la imagen se veía en la pantalla de la tele que tenía en el dormitorio. A los pies de la cama estaban las madejas de cuerda y también sobre ella la tablet con el tutorial. El carrito con los juguetes al lado.
Siguiendo mis indicaciones se situó en el centro de la cama y extendió los brazos hacia los lados. Siguiendo las instrucciones del tutoriál hice los nudos de las muñecas que eran los más fáciles y quedó con los brazos en esa posición. Ajuste fuerte la cuerda porque no quería que tuviera posibilidad de movimiento. Después empecé con las piernas que era lo más complicado, pero al final lo conseguí y quedó con las piernas flexionadas hacia arriba y muy separadas. Su maravilloso chochito se mostraba esplendido dónde reinaba en todo su esplendor el clítoris.
Antes de ponerla la mordaza, que ella no lo sabía, pero era especial, me tumbe sobre ella y durante un buen rato la estuve morreando. La verdad es que era incapaz de cansarme de besarla en la boca. Martina reaccionaba bien y me correspondía con sus besos. Fui bajando hasta su cuello que también fue fruto de mi atención, pero con cuidado para no dejarla algún chupetón difícil de explicar. Antes de seguir hacia abajo, cogí la nueva mordaza de bola que llevaba acoplado un pequeño dildo de cuatro centímetros de largo. Había comprado un juego completo y este era el más pequeño. Cuando se lo coloqué, dio una pequeña arcada, pero fue una falsa alarma. Entonces presté atención a sus pezoncitos. ¡Qué ricos me sabían! No echaba de menos el resto de la mama, que como ya he contado varias veces, por el momento eran inexistentes. Nuevamente me entretuve con ellos hasta que seguí mi camino y por fin llegué a la zona vaginal. Para entonces tenía la polla que podría salir disparada como un misil. Activé el temporizador del Iphone para que descontara desde una hora y dejé a mano una libreta y un lápiz para apuntar. Quería saber cuantos orgasmos la iba a forzar. Al principio empecé con suavidad, centrándome solo en la vagina, pero fui ampliando mi radio de acción y finalmente recorría desde el ano al clítoris. Como ya supondréis, Martina estaba como loca. Empezó a encadenar orgasmos y observe en la pantalla de la tele que cuando se producían, encogía los dedos de los pies. Cuando sonó la alarma del temporizador, me asusto un poco porque estaba tan concentrado en su chochito que se me había olvidado. Hice un poco de trampas porque la tenía a punto de otro e insistí hasta que lo conseguí. Con ese fuera de plazo llegó a 13. Cogí el tapón anal más grande y decidí ir a por el 14 y cuando llegó al clímax se lo introduje, Ya eran palabras mayores porque tenía un diámetro de cuatro centímetros. Se quejó un poco cuando pasó la zona más ancha, pero poco más.
Llegó definitivamente el momento. La unté el chochito bien de vaselina y abrí el envoltorio de un preservativo. Me lo coloqué y me apliqué también lubricante. A estos preparativos, Martina asistía mirándome sin perder detalle: era consciente de lo que iba a ocurrir. Me sitúe sobre ella y coloque la punta de la polla en la entrada de su vagina. Apreté ligeramente y entró un poco sin dificultad. Estaba terriblemente lubricada por la vaselina y por lo que ella misma había segregado. Lentamente fue entrando hasta que entró más o menos la mitad. Esperé unos segundos para disfrutar el momento y observando sus reacciones. Había cerrado los ojos y gimoteaba ligeramente. Estaba medio incorporado y finalmente me apoye sobre los codos, ligeramente echado hacia un lado para no cubrirla con mi cuerpo por lo pequeña que es. Quería que las cámaras lo recogieran todo. Empecé a bombear exasperantemente lento y mi amor, con los ojos cerrados empezó a reaccionar con más intensidad. Estuve así unos minutos y la fui introduciendo más y más sin que ella mostrara oposición o quejas. Sentí como mi pelvis entraba en contacto con la suya y entonces se desató. Empezó a gemir a lo bestia encadenando orgasmos por la acción de mi polla en su interior y el roce de mi pelvis sobre tu clítoris. Noté que estaba próximo a eyacular y acelere mis movimientos para provocarla otro rápidamente. Como no era difícil lo conseguí al tiempo que lo hacia yo y me corrí mientras gruñía como un cerdo.
Estuve unos minutos apoyado sobre los codos, manteniéndola penetrada mientras su cuerpecito era recorrido por ligeros espasmos. Se había quedado como en trance. La quité la mordaza y la estuve besando incansablemente. De sus labios pasaba al cuello y regresaba. Finalmente, con cuidado, salí de su interior y fui bajando llenándola de besos. Creo que no quedo un solo centímetro sin besar de su precioso cuerpecito.
Empecé a quitarla las cuerdas de las muñecas y mi actividad besuqueadora no cesó e incluso chupaba el sudor que empapa su piel. Martina ya estaba saliendo del trance y reía complacida con su risa infantil. Cuando la liberé las piernas, las estuve masajeando para reactivarlas: había estado casi tres horas inmovilizadas.
Cuando estuvo libre, se incorporó y poniéndose de rodillas se inclinó y se puso a chuparme la polla. Creo que como sabe que me encanta, de alguna manera quería recompensarme. La deje hacerlo unos minutos y ahí, de rodillas veía su cuerpecito inclinado, su espaldita y como mi morcillona polla (no había para más) desaparecía en su boquita.
En ese momento sentí mi poder sobre ella y una enorme oleada de ternura me invadió. Mientras chupaba la acaricié la espalda y el trasero. Después, la agarre por la coleta con suavidad y subiéndola la estuve besando mientras ella abrazaba mi torso.
—¿Estás cansada mi amor? —la pregunté aunque sabía la respuesta porque ya había aprendido a interpretar sus reacciones. Afirmó con la cabeza y dándola un azotito en el culito, dije—: Pues hala cariño, a la camita.
Aparté la sabana y se metió dentro apoyando la cabecita en la almohada. Puse el cocodrilo de peluche a su lado y lo abrazó rápidamente pasando su piernecita por encima y la arropé.
—No te vayas porfi, —me dijo mirándome con sus inmensos ojos.
—Tengo algunas cosas que hacer mi amor, pero te prometo que me quedo aquí hasta que te duermas. ¿Te parece bien?
Asintió con la cabeza, pero no tuve que esperar mucho: a los pocos segundos estaba dormida. La mire unos segundos desnudita sobre la cama, la arropé y dándola un beso, apague la luz y salí del dormitorio cerrando la puerta.
Rápidamente entré al salón desconecté el disco duro de la tele grande y me prepare una copa. No me eché el normal, saqué una botella de Macallan de 12 años y me serví un poco. Todo había salido tan bien que tenía que celebrarlo con algo muy especial.
Con el disco y el vaso de la mano, entré al despacho y me senté ante el ordenador. Mientras saboreaba el whisky estuve revisando las grabaciones y guardándolas organizadas para posteriormente editarlas. Finalmente, entré en el disco duro para revisar una carpeta que en el primer visionado casi no había abierto porque rápidamente había visto que eran de texto. Efectivamente lo eran. Había un par de docenas de PDF y tres o cuatro en Word. Estos últimos habían sido escritos por el padre y en ellos hablaba de aspectos de la conducta de su hija ofreciendo información sobre ella al menos desconcertante. De los PDF, más de la mitad estaban redactados por un psicólogo infantil, o así decía el membrete de los informes. Hablaban de aspectos psicológicos de Martina, pero no fui capaz de descubrir la descripción de algún tipo de patología en ella. Más bien parecían estudios psicológicos encaminados a encauzar a la niña en algún tipo de comportamiento y en aleccionar a los padres.
“En la mujer desde un punto de vista fisiológico, el orgasmo es el resultado de contracciones miotónicas y vasocongestión acumulada en la fase de excitación y meseta en forma de pulsos de entre 8 a 12 segundos de duración. Desde el punto de vista psicológico, es la percepción altamente placentera del clímax de respuesta física. En algunas mujeres se ha observado la emisión de un líquido llamado “pseudoeyaculado” durante el orgasmo proveniente de las glándulas uretrales, parauretrales y conductos de Skene (denominado próstata femenina). Éste hecho fue descrito por primera vez en el siglo IV antes de Cristo por Hipócrates como “semen femenino” y luego Galeno en el siglo II confirmó su existencia. Un nuevo aporte en relación al orgasmo lo realizó Grafemberg en el año 1944 describiendo “una zona de sensación erógena localizada a lo largo de la superficie suburetral en la pared anterior de la vagina”, área específica cuya estimulación produciría la emisión de un líquido durante el orgasmo. En honor a este descubrimiento de Grafemberg, en el año 1982 otros investigadores norteamericanos, lo denominaron definitivamente Punto G.
¿Qué pinta esto en un informe personal sobre la sexualidad de una cría de siete años que son los que Martina tenía en la fecha de redacción del mismo? O por ejemplo: “a una edad muy temprana, los niños empiezan a explorar sus cuerpos y para ello tocan, hurgan, frotan y tiran de partes de su cuerpo, incluidos sus genitales. A medida que los niños crecen, necesitarán orientación para aprender acerca de estas partes del cuerpo y sus funciones y ahí es dónde podeis actuar, en especial la figura materna, que desde la cercanía y la confianza puede influir decisivamente en ella y que la edad idónea seria los 12 años”.
En algún PDF había respuestas a dudas de los padres expresadas en los documentos de word. En uno de ellos preguntan al psicólogo que posibilidad había de que la niña fuera ninfómana. Por la respuesta del psicólogo presumí que estuvo a punto de soltar la carcajada. Resumiendo, afirmó que la niña era totalmente sana y que no se observaba en ella ninguna disfunción encaminada a la aparición de hipersexualidad. En la respuesta, muy extensa, en ningún momento cita la palabra ninfomanía.
Daba la impresión de que los padres la estaban preparando para algo. Aunque sospechaba algo, la respuesta llegó al revisar los PDF que quedaban y que estaban en una carpeta titulada “Fundación”. Todos eran documentos administrativos y la razón social estaba a menos de quinientos metros de casa. Lo miré en Google Maps y era una antigua nave industrial de principios del siglo XX. Casi todos eran de facturación, y principalmente se referían a la madre que al parecer prestaba servicio todas las mañanas unas cuatro horas y también al padre pero este solo trabajaba bajo demanda. Los dos eran sumisos, y la tal Fundación era un club de sado de alto nivel.
En definitiva, la conclusión que saqué no era que los padres tenían una doble vida, o secreta o como se quiera decir, que me importaba francamente poco, lo importante es que estaban criando a mi amor para venderla en un par de años. Yo sé, porque ella de lo dijo en nuestras conversaciones, que hablaba mucho con su mamá. Es posible que con el asesoramiento del psicólogo la madre ya la estaba influenciado y luego llegué yo y por una casualidad me aproveché de su trabajo.
Creyéndome un nuevo Pigmalión y resulta que nada de nada. Me da igual, me sigue gustando y lo que ha aprendido en este día y medio lo ha aprendido de mi.
Deliciosa esa primera vez de ella, me encantó, debes relatar muchas más aventuras con ella de los siguientes días, apenas van 2 jeje
Estoy definitivamente enganchado con esta serie de relatos, estoy a la espectativa sobre el futuro de Martina y lo que haras con ella, saludos