Mi preciosa princesita (capitulo 9)
Termina nuestra relación..
Como todas las mañanas desde el jueves, abrí los ojos y noté la cálida presencia de Martina a mi lado. Me puse de lado para verla mejor. Estaba bocarriba y con el bracito izquierdo abrazaba el cocodrilo. Con cuidado para no despertarla terminé de apartar la sabana para verla mejor y reposé la mano sobre su vientre. Al rato, movió la mano derecha, cogió la mía y subiéndola la besó y la dejó asida sobre su pechito.
—¿Qué tal estas mi amor? —la pregunté y se encogió de hombros—. ¿Has dormido bien?
Como respuesta subió la mano que tenía cogida y empezó a chuparme los dedos. No sé muy bien lo que me quería decir, pero os puedo asegurar que se me puso dura. A lo mejor es lo que pretendía porque unos segundos después, me soltó la mano y bajándola me cogió la polla y soltó una risita cuando comprobó su firmeza. La miraba hipnotizado, ¿cómo es posible que esta cría de diez añitos sea tan perversa? Es broma, cada vez tengo más claro que su único deseo es agradarme y obedecerme. Lo que pasa es que todo lo bueno se acaba y en unas horas Martina regresara a su casa y volveré a despertarme solo.
Como si hubiera adivinado mis pensamientos, soltó al cocodrilo y bajándose se metió la polla en la boca. Un rato después, la moví para que me cabalgara la cara y atrapando sus caderas sumergí mis labios en su vagina. Soltó un gemidito y ya no paró. Mientras se retorcía con los orgasmos siguió chupando mientras con la manita me masajeaba las pelotas.
Finalmente, me corrí llenándola la boquita de semen. Como vi que a pesar de la falta de consistencia seguía chupando yo continúe con su chochito del que era imposible que me hartara. Lo dejé, porque en un momento determinado empezó a apetecerme comerla el morrito y se lo comí. Mientras lo hacia seguí estimulándola con la mano y ella continuaba orgasmando. Si hubiera estado un inspector del Récords Guinness a nuestro lado, no tengo la más minima duda de que mi preciosa niña hubiera batido un nuevo récord mundial.
Me entró una notificación en el teléfono e inmediatamente lo cogí. A causa de mi trabajo la mano se me va automáticamente cuando oigo el sonido. Eran las 10 y active el mensaje.
—Es de tu madre, —dije a Martina—. Ya han embarcado, a las 14 horas está previsto que aterricen.
No dijo nada. Se bajó y se acurrucó en mi costado. Me quedó claro que no la hacia gracia el regreso de sus padres.
—La he dicho que comes conmigo porque de que aterricen, recojan las maletas y lleguen a casa serán casi las cuatro.
Siguió sin decir nada. Al rato, se levantó y del carrito cogió las muñequeras de cuero y las tobilleras. Regresó y me las entregó para que se las pusiera. Se tumbó bocabajo y puso las manos en la espalda. Las coloqué y las uní, y a continuación me dedique a los tobillos mientras se los besaba. Con un mosquetón junté tobilleras y muñequeras y la coloqué de lado. Me gustaba mucho tenerla en esa posición forzada, con su cuerpecito un poco curvado hacia atrás. A pesar de que era consciente de que está aventura llegaba a su fin, y que era la última oportunidad que iba a tener de tenerla a mi disposición, la verdad es que me encontraba un poco inapetente, en realidad un poco deprimido. La estuve besuqueando ese cuello que tanto me gusta mientras la olía. Metí el dedo en su ahora cerradita línea vaginal provocando su reacción con ligeros gemidos, pero se dio cuenta de que no me encontraba bien.
—¿Qué te pasa Raúl?
—No pasa nada mi amor: no te preocupes.
—Si te pasa, —insistió con su vocecita.
—Es que no me hago a la idea de no tenerte aquí a todas horas. De poder presenciar en tiempo real como te desarrollas, como te crecen estas tetitas que tanto me gustan, —dije y empecé a succionar sus pezoncitos.
—Los miércoles vamos a seguir viéndonos.
—No es suficiente, —dije mientras mi boca pasaba de sus pezones a sus labios—. No quiero migajas: lo quiero todo.
—A mí también me gustaría estar siempre contigo. Salir a la calle como el otro día con zapatos de tacón y vestidos guay.
—Y sin braguitas, —afirmé riendo.
—Como tu quieras.
—Pues mira, te podía haber puesto el tapón anal.
—¿Y por qué no lo hiciste? —dijo con tono chulito.
—Porque no soy tan listo como tú, —la respondí y empecé a hacerla cosquillas. Empezó a chillar y a intentar patalear, pero no me apiadé y la ataqué los costados sin compasión. Empezó a sudar y otra vez entró en esa risa nerviosa que tanto me gusta. La sujeté del pelo echando la cabeza hacia atrás y dejando al descubierto su cuello y chupé su sudor, la olí otra vez y finalmente se me puso totalmente dura. Solté el mosquetón y poniéndola de rodillas la eche lubricante en el ano y la penetré. Lo hice de golpe y entró sin dificultad hasta el fondo. Con una sonrisa imaginé que ocurriría como en los hentai, que cuando a la chica (generalmente lo son) el alíen o lo que sea se la meten por el culo, la punta sale por la boca. Por supuesto eso solo pasa en los hentai.
Mantenía las manos a la espalda y cogiéndola por los brazos empecé a follarla. Estuvimos un buen rato así, sin estimularla el clítoris, y aunque la costó llegar al orgasmo, al final lo consiguió. Como premio baje la mano y empecé a pellizcárselo para que empezara a encadenarlos y así siguió hasta que me corrí y la di unos fuertes azotes en el trasero mientras lo hacia. La gustaron mucho, pero en un principio me arrepentí porque la había dejado los cinco dedos marcado en su nalguita. Por fortuna, cuando un poco antes de que llegaran sus padres nos vestimos, comprobé que casi habían desaparecido. Los cinco dedos de una mano adulta, en el trasero de una cría de 10 años son difíciles de explicar.
El resto de la mañana seguimos metidos en la cama jugando y amándonos hasta que a eso de las dos, nos duchamos, nos vestimos y preparé algo de comer antes de que sus papas llegaran.
Cuando lo hicieron, no había ni rastro en la casa de nuestras actividades. Todo, cámaras, focos y juguetes estaban guardados en el armario, junto a sus zapatos rosas de tacón. Y oficialmente, acordamos decir que Martina había dormido en mi cama y yo en el sofá cama del despacho por motivos de trabajo. También habíamos preparado una bolsa con su supuesta ropa sucia, principalmente braguitas y calcetines.
Y así es como finalizó nuestra aventura y regresamos a nuestra rutina habitual. Los miércoles, nada más que su madre me la dejaba, ella se desnudaba, se metía en la cama y como una bala yo iba detrás. Follábamos como conejos durante una hora (solo disponíamos de dos) y luego nos duchábamos. Había tenido la precaución de utilizar el mismo gel que Martina tenía en su casa. Después, nos sentábamos y la ayudaba con sus tareas de mates hasta que su madre aparecía y se la llevaba a casa.
La situación no nos satisfacía ni a ella ni a mi. Como ya he dicho disponíamos de una hora y solo pensar en las virguerías sexuales que no podía poner en práctica con ella me ponía enfermo. Además, me cortaba mucho porque lógicamente no podía dejarla marcas de algún tipo que pudieran levantar las sospechas de la madre.
Sobre la información que había en el disco duro, había estado investigando por Internet, algo que la verdad es que se me da bien. Lo único que pude constatar es que los padres no trabajaban en una empresa de gestión de alquileres. Pertenecían a una especie de secta u organización que se dedicaba a servicios sexuales de calidad. En realidad los padres trabajaban en su verdadera afición, en lo que se grababan en video cuando estaban en la intimidad del dormitorio conyugal. Los dos eran sumisos, la madre a tiempo completo y el padre solo en el trabajo. Los miércoles por la tarde trabajaban en otro lugar haciendo lo mismo. Sabía la dirección exacta, que estaba cerca, pero en el Maps o en el Earth no se veía nada exteriormente. Lo que fuera estaba camuflado en alguna de las viviendas.
Sobre los informes de la niña no había conseguido nada de nada, aunque releyendo la información había llegado a la conclusión de que de alguna manera querían comerciar con Martina. ¿Venderla, prostituirla? Ni idea, pero si había llegado a la conclusión de que lo que fuera lo iban a hacer cuando cumpliera los 12 años. ¿Por qué a los 12 años y no a los 10 o a los 14? Ni puta idea, pero ese 12 aparece en varios escritos. A lo mejor la estaban criando como quién cría una vaca para luego venderla. Eso me descomponía, pero por el momento no podía hacer nada. Eso si, preparé toda la documentación para entregársela a las autoridades en el momento en que sintiera que mi amor corría algún peligro. De todo esto no informe a Martina ni ella preguntó.
Nuestra situación mejoró bastante porque pudimos ampliar las dos horas de los miércoles a casi tres. Tengo que decir que todo esto lo ideo la niña cuando un día por la noche, después de cenar, escuchó a su madre decir que los miércoles iban con la hora pegada al culo.
—Puedo venir yo sola desde el cole, —la propuso—. Solo está a diez minutos.
—No digas tonterías, ¿cómo vas a venir tu sola?
—Ya tengo diez años, —y con retintín añadió—, creo que sabré llegar.
—Que no, que no, que todavía eres pequeña.
—Pues dile a Raúl que vaya a por mí, —insistió.
—Si hombre, solo faltaba eso.
—Se lo podemos preguntar, —dijo su padre levantando la vista de su tablet—. Nos vendría bien tener más tiempo los miércoles.
—Pues pregúntale tú que a mi me da vergüenza.
—Yo se lo preguntó, —dijo la niña que a pesar de estar ya descalza y en pijama, salió corriendo.
—¡Martina! —gritó la madre pero la aludida ya había salido al pasillo y estaba aporreando mi puerta.
—¿Qué ocurre cariño? —la pregunté cuando rápidamente abrí.
—¡Hay, perdona, perdona! Pero es que… —dijo la madre que azorada llegaba también rápidamente. En su flequillo reinaba omnipresente un gran rulo para domar esa parte de su peinado.
—Qué si me puedes recoger los miércoles en el cole, —dijo Martina interrumpiéndola—. Al parecer soy pequeña para venir sola.
—¡Martina! —gritó la madre.
—¡Eh! Sí, vale, —respondí cuando me repuse de la sorpresa inicial.
Y así quedó la cosa. Desde el día siguiente, todos los miércoles a las cinco recogía a Martina en el cole y a las cinco y diez estábamos en casa. Por supuesto desde ese día pudimos poner en práctica eventos más elaborados. Volvimos a utilizar tobilleras y muñequeras y en ocasiones el tapón regresó a su precioso ano. Así estuvimos hasta que un mes antes de que cumpliera los 11 añitos, todo saltó por los aires.
Un miércoles a la hora en que sus padres llegaban a recogerla, no lo hicieron. Esperé un rato y me puse a intentar localizarlos por el móvil. Finalmente, a eso de las 11 horas de la noche, en el 112 me informaron de que estaban en el hospital de La Paz. Los dos habían muerto en un accidente de tráfico a escasas cinco manzanas de casa. Esa noche durmió en casa y al día siguiente, los Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid se la llevaron ya que habían comprobado de que en España no parecía tener ningún familiar.
Y así fue como nos separamos.
Es una lastima que se la llevara servicios infantiles, me hubiera encantado que te quedaras con ella, la serie estuvo exelente pero ese final estuvo algo forzado, lo ideal hubiera sido que te quedaras con Martina y tuvieran su final feliz
Me gustó mucho tu relato, me calentó muchísimo. Me encantaría leer de ti una historia con una nenita de tres añitos que sea como Martina. Bonito día.
Muy buena historia! Pensé que la adoptaría al final