Mi sobrinita Melody
Mi hermana me dejó sola con mi sobrinita y yo aprovecho para abusar de ella.
La vereda del jardín estaba llena de padres. Todos salían, menos el grupo de mi sobrina Melody. Miré mi reloj, ya me tenía que ir q trabajar.
Pasados unos minutos, Melody sale con su grupo. Sonríe ni bien me ve y le dice algo a la maestra después de que me señala. Alzo la mano en un saludo, la maestra hace lo mismo y deja que Melody venga corriendo hacia donde estoy. Me agacho y la recibo con un abrazo.
—Hola, peque, ¿cómo estás? —le pregunto a la vez que le agarro la mochilita.
—Bien —dice nomás.
Me alegra que Melody esté avanzando con la psicopedagoga. Hace unos meses no se le entendía nada cuando hablaba y ahora es capaz de responder bien. Le sigue costando obvio, todo a su tiempo, pero lo está haciendo muy bien. Por más que no entiende lo que le decís y solo sabe algunas palabras, me enorgullece.
Nos subimos a mi auto y nos vamos derechito a su casa. Mi hermana me invitó a desayunar con ella hoy, y como se quedó a limpiar la casa, me preguntó si no era mucha molestia que retirara a Melody del jardín hoy.
En quince minutos estamos entrando a la casa.
—Llegamos —grito ni bien entramos.
—¡Estoy en la cocina! —me devuelve el grito mi hermana.
Lucia estaba pasando un trapo a la mesa de vidrio. Mesa que le regalé yo el día de su cumpleaños.
Miré mi reloj, en diez minutos tengo que estar en el hospital. Mi turno de enfermera es a las doce y media del mediodía. Son las doce y veinte, no llegaba.
—¿Pido empanadas y pizza para comer? —sugerió Lucia.
—No, me tengo que ir ya a trabajar.
Le di un beso a las dos y me encaminé a la puerta. Mi celular vibró en un mensaje, era Martina, una compañera de trabajo. «No hace falta que vengas, Naiara te cubre » decía el mensaje. Necesitaba la plata, obvio que la necesitaba y si seguía faltando al trabajo seguro me echarían. Pero no paso tanto tiempo con mi sobrina y hermana como me gustaría y justamente es por el trabajo. Así que voy a aprovechar esto. Después me aguantaré las puteadas.
Volví a la cocina con una sonrisa.
—¿Llamo yo a la roticería?? —pregunto al entrar.
Después de comer cuatro pedazos de pizza y cinco empanadas, me acosté en el sillón que había en el pequeño living. Lucia estaba bañando a Melody.
Me estaba quedando dormida cuando mi hermana pegó un grito llamándome. Pensé que había pasado algo malo, así que fui lo más rápido que pude y abrí la puerta del baño desesperada.
—¿Qué pasa, Luci?
—Ay, nena, cambia esa cara —Se empezó a reír —. Me acordé que tenía que buscar un conjunto de ropa que le había encargado a la chica de en frente. Si no lo hago ahora, se lo va a vender a otro. ¿Podés bañar a Melody?
Melody me miró con miedo, como su supiera lo que su madre habia dicho. Yo la quería y ella me quería a mi, soy su tía favorita, pero las dos guardamos un secreto, un secreto oscuro. Mi concha se contrajo con ese pensamiento. A Melody no le gustaba ese oscuro secreto.
—Obvio, andá, dale —la animé.
—Gracias.
Salió rápido del baño y cuando escuché la puerta de casa cerrarse, me fijé mejor en Melody, ella ya no me miraba. Estaba en el medio de la bañera, jugando con una botellita de plástico.
Eran en estos momentos cuando la desventaja de entender y hablar de Melody me enloquecía, porque ella no sabía hablar, no sabía interpretar lo que le decías, solo algunas palabras. Y eso me ayuda en lo que le hago cada vez que la veo y nos quedamos solas. A ella no le gusta, a mí sí.
Era muy arriesgado lo que iba a hacer, pero cuando escuche la puerta de casa abrirse, sabré que Lucia volvió. Tardaría en entrar al baño, primero iría a la habitación y dejaría la ropa. Así que tengo unos cuantos minutos, mi hermana es muy charlata, así que puede que se entretenga con la chica que le vende ropa. Perfecto.
Me saqué la remerita que llevo puesta y después el corpiño. Quedando en tetas. Tengo unas tetas re grandes, me encanta. Melody seguía sin mirarme. Procedí a quitarme el short y la tanga rosa. Listo, estaba toda desnuda. Miré mi figura en el espejo grande que había. Mis tetas firmes, mi abdomen plano y mi culo grande y redondo. Que buena estoy a pesar de mis cuarenta años.
—Melody movete —le ordené, no me miró pero ahora en vez de estar en el medio de la bañera, estaba en una punta. Me metí y senté al frente de ella, en la otra punta—. Mirame.
No lo hizo, siguió jugando con la botella. Supongo no me entendió. Odio cuando no entiende, me enferma. Pero solo con algunas palabras.
Melody tiene cuatro años, pero ella parece de menos, es muy chiquita, todo su cuerpo lo es. Tiene una carita tan hermosa que dan ganas de comerle la boca siempre.
La bañera solo tenía un poco de agua, por lo cual a Melody le llegaba hasta la pancita y a mí no me cubría nada.
Verle ahí, abierta de piernas, mostrando lo más tranquila su conchita chiquita y sin pelos, hicieron que suelte un grito de enojo. Me estaba calentando, y cuando me caliento, nadie quiere tenerme cerca.
Me recosté en la bañera y abrí mis piernas a más no poder y me empecé a pajear mirando a mi sobrinita de cuatro años.
Ella seguía sin mirarme, en cambio yo, me estaba frotando la concha con todos mis dedos. Me estaba haciendo daño, pero no me importó, me gusta el dolor. Seguí frotando mi clítoris y metiéndome la mano entera en mi concha. Aceleré mis dedos, haciendo mucho ruido, gimiendo, Melody no decía nada, estaba acostumbrada a esto cada vez que estábamos las dos solas.
Estaba a mil y Melody no me prestaba atención. Seguía jugando. Me apoderó el enojo y dejé de pajearme. Me incorporé y le saqué la botella de una. Ahora sí me miró.
Recorrió mi cuerpo. Miró mis tetas, que tenían los pezones re duros. Siguió por mi abdomen y después a mi concha. Se quedó ahí, mirando mi concha toda roja por el maltratado que estaba sufriendo hace unos segundos.
—¿Te gusta, nena, te gusta la concha de la tía? —le pregunté exitada. Volvió a mirarme la cara. No respondió, solo se quedó quita y mirando. Ni me habrá entendido .
—Mirá lo que voy a hacer con tu juguete —me acosté otra vez en la bañera. Agarré fuerte la botella y la llevé a mi concha, empecé a frotarme con ella. La botella subía y bajaba por mi concha. Gemí fuerte, muy fuerte, tanto que Melody se asustó y saltó en su lugar. Pero no dejó de mirar como me pajeaba.
—Te gusta ver cómo la tía se pajea, yo lo sé.
La tapa de la botella me hacia mal, pero yo seguí frotando, mirando a los ojos de mi sobrinita, sus tetitas y conchita. Mi calentura aumentó. Quería más.
—Date la vuelta —ordené. Obvio, no me entendió.
Dejé la botella y me incorporé otra vez. Melody empezó a llorar. Sabía lo que iba a venir..
La agarré fuerte de las muñecas y la di vuelta. Apoyó sus manos en la bañera y tiró todo su cuerpo hacia atrás, dandome la vista de esa cola de nena. Le pegué, le pegué tan fuerte en el culo que sonó por todo el baño. Sus nalgas se pusieron rojas al instante. Empezó a llorar más. Le pegué otra vez. Seguía llorando, así que agarré su poco pelo y tiré de él haciendo que su cabeza se eche hacia atrás. Ahora estaba mirando su carita al revés.
—Me tenés que hacer caso, por eso te pego… Cierto que no entendés —Me reí.
Dejé su pelo y la empecé a ahorcar. Yo sé que a la puta le gustaba por más que su llanto aumentó. Le apreté tan fuerte el cuello que su cara estaba roja. Se lo seguí apretando a la vez que acerqué mis labios a los suyos y la besé. Le metí la lengua, mordí cada uno de sus labios y se la escupí. Apreté con poco más su cuello y la dejé.
—Quedate como estás —le dije a la vez que me volvía a acostar en la bañera, sonreí cuando Melody se quedó en su lugar, dada vuelta, mostrandome su cola. Seguía llorando.
Me empecé a pajear otra vez, mirando ese culo y esa conchita. Así estuve unos minutos hasta que decidí que era hora de que Melody cambie de postura.
La senté y la dejé como estaba antes, abierta de piernas y mirándome. Me acosté otra vez yo y con el dedo índice le indiqué que se acerque. No lo hizo.
No estaba tan lejos de mi así que estiré mi brazo y la agarre del cuello, haciendo que su carita quede a la altura de mi concha. Y sin decirle nada, hundí su cara en mi concha. Ella seguía llorando. Apreté más su cabeza y me empecé a frotar. Me estaba frotando con la cara de mi sobrinita de cuatro años. No me importó si se estaba ahogando. Alcé mis caderas y seguí frotando mi concha en su carita.
—Ay si putita si, me encanta, me encanta —gemí.
Después de unos minutos, la empujé hacia atrás con una pierna y se quedó sentada. Su cara estaba llena de mis fluidos.
Estiré más mi pierna y alcancé su conchita. O si, puta, te voy a pajear con mi pie. Mientras me metía la botella en el culo hasta el fondo acostada en la bañera, empecé a masturbar a Melody con mi pie.
Ella lloraba, por qué no disfrutaba? Si le estaba haciendo lo más rico del mundo. Le seguí frotando el pie en su conchita. Aumenté la botella en mi culo y gemi más fuerte.
—Sí sì sí sí, puta puta—le decía. La puta lloraba en vez de disfrutar. Estaba por venirme, pero no me quería venir así. Me saqué la botella, y dejé de masturbar a Melody.
La senté arriba mío, de costado, su conchita arriba de mi concha. Se venía la tijereta. Le pellizque esos pezones inexistentes, le tire el pelo, le pegue cachetadas en la espalda, cola, cara.
—Soltá —ordene. Y ella llorando, empezó a saltar. Eso sí entendía.
Abrí más mis piernas para sentir sus sentones más fuertes. Saltaba y saltaba, mi clítoris estaba en la gloría.
—Si Melody, si puta, trola, salta en la concha de la tía dale.
De repente dejó de llorar. Pude ver cómo sus ojos se cerraban y sus labios quedaban entreabiertos. Si, empezó a disfrutar. Y aumentó sus saltos, más fuertes más rápido. La ayudé moviendo mis caderas hacia arriba.
—Tiá —gimió.
—Ahora no saltes. —Dejó de moverse. Me miró. Pero se quedó quieta no hizo más nada.
Empecé a frotar mi concha con la suya, le guíe una de sus manos a mis tetas y las apretó.
—Sí apreta, más fuerte.
Pude ver en sus ojos la lujuria. Claro que una nena de cuatro años podía sentir placer. Seguí frotando nuestras conchas.
Me estaba sintiendo incomoda en la bañera. Así que salimos, la sequé con su toalla y nos fuimos desnudas a su cuarto. Me sorprende que mi hermana todavía no haya vuelto y si soy sincera, no me daba miedo que nos descubriera así.
Por más que haya abusado de mi sobrina más de diez veces, nunca la había penetrado. Pero lo estoy tendiendo en cuenta cuando veo que se acuesta en su cama con las piernas bien abiertas.
—Vos querés que te coja —le dije acercándome como una bestia. Se estaba quedando dormida, bañarse siempre le daba sueño. Me subí a la cama y para que abra los ojos le pegué una piña en la conchita. Se despertó con ganas, llorando otra vez.
—¿Pensaste que no te iba a maltratar? —Le pegué otra piña en la conchita. Estaba llorando más que antes.
—Tia basta —logró decir con su voz de nenita. Le pegué en la cara. Dos cachetadas que le hicieron dar vuelta el rostro. La lujuria que Melody sentía antes ya no estaba.
En su mesita de luz estaba el control de su tele. Lo miré dos veces, y después a ella. Lo agarré.
—Abrí la boca —No quiso, así que se la abrí yo.
El control media unos diez centímetros. Era muy grande para la boquita de Melody, como les dije ella es muy pequeña. Se lo fui metiendo de a poco. Melody abrió mucho los ojos y negaba con la cabeza. Se lo metí más a fondo. La estaba ahogando, pero no me importó. Empecé a moverlo, se lo sacaba y metía lo más rápido que podía.
—Que rico como chupas el control.
Cuando se lo saqué por completo estaba lleno de saliva. Me acosté al lado de ella e hice que el control me cojiera la concha, pensando que era una pija.Melody no me miraba así que le ordene que lo hiciera. Quería que viera como me estaba cojiendo el control que ella tenía antes en la boquita.
De repente escuché como la puerta de entrada se cerró.
—¡Llegué! —gritó mi hermana.
Justo como siempre en el mejor momento llega alguien y te baja del cielo