Mi tia es una puta que se deja follar por unos borrachos pandilleros
Mi tía invito a uno borrachos drogadictos a su departamento y se la terminaron follando toda la noche.
Soy Armando tengo 20, esta es la historia de lo que sucedió cuando fui a visitar a mi tía. Mi madre me había pedido que le entregara unos papeles, pero mi tía vivía en otro estado. Tomé un autobús y planeé mi viaje cuidadosamente, pero desafortunadamente, hubo un accidente en el camino que me retrasó.
Cuando llegué a la casa de mi tía, ya era tarde. Mi tía era una mujer hermosa, pero también tenía reputación de ser un poco promiscua. Cuando ella y mi madre eran jóvenes, mi tía siempre fue el dolor de cabeza de mis abuelos y varias veces se fue de casa. Mi tía vivía en un departamento pequeño, que consistía en tres habitaciones: una grande donde estaban la sala y el comedor, una habitación y un pequeño baño ambos sin puertas solo unas cortinas.
Ella salió a recibirme y me preguntó cómo estaba y cómo me iba en la escuela. Mi tía es una mujer que llama la atención por donde pasa. Es alta y esbelta, pero con curvas en todos los lugares correctos. Su cabello era largo y oscuro, y siempre lo llevaba suelto y ondulado. Sus ojos son grandes y expresivos, y su sonrisa es siempre coqueta y llena de promesas.
Ese día, estaba vestida de una manera que dejaba muy poco a la imaginación. Llevaba un top ajustado que resaltaba sus senos generosos y un short corto que apenas cubría sus curvas. Sus piernas, largas y torneadas, parecían interminables gracias a los tacones altos que llevaba. Sus uñas estaban pintadas de un rojo brillante, igual que sus labios, y cada movimiento suyo estaba lleno de sensualidad y confianza. Era la clase de mujer que sabía lo que quería y no tenía miedo de ir por ello, se veía que ya había tomado unos tragos, pero me pidió que la acompañara a comprar más alcohol y le dije que debía regresar a casa, pero ella insistió en que me quedara porque ya era muy tarde.
Llamó a mi madre y le explicó la situación, y mi madre aceptó que me quedara con ella. Fuimos a comprar más bebida, compramos un pack de 24 cervezas y dos botellas de whisky. Le pregunté por qué tanto, y ella dijo que era para tener sus reservas.
De camino de regreso, pasamos por un parque que se veía muy tétrico y peligroso. De repente, salieron cuatro tipos jóvenes, malandrines que apestaban a marihuana y traían latas de pintura en aerosol que inhalaban. Hablaban de una manera muy extraña y se acercaron a nosotros.
Pero mi tía, sin miedo alguno, les preguntó qué hacían. Parecía que los tipos la conocían, pero no era así. «¿Qué pasa, doña?», dijo uno de ellos, «¿No nos alivianas o qué?» «Primero invítame de lo que estás fumando», dijo mi tía. El tipo le pasó el porro y mi tía lo fumó como toda una experta. «Vaya, está buena. Me caíste bien», dijo. «¿A dónde van o qué?», preguntó mi tía. «Pues aquí, dando la vuelta», dijo el tipo. «Va, no se vienen a mi depa con mi sobrino.
Miren, andamos bien cargados», dijo mi tía, mostrando el alcohol que compramos.
A pesar de mi miedo, mi tía insistió en que no pasaba nada y que antes ella andaba igual. Los seis fuimos al departamento. Los invitó a sentarse en los sillones, abrió las ventanas por el humo de la marihuana y les pasó cerveza a todos. Pusieron música y al principio todo estaba bien. Mi tía comenzó a platicar con ellos. Yo era el único callado. Mientras más avanzaba la noche, más borrachos estaban todos. Mi tía les dijo: «Ya saben, cuando quieran armar algo, aquí ando». Todos brindaron y el tipo de antes dijo: «A huevo, doña, igual cuando necesite un paro, nos dice».
Mi tía, con una sonrisa coqueta en su rostro, se quitó las zapatillas y se puso de pie para bailar un reggaeton con uno de esos tipos. El tipo, viendo la oportunidad, no dudó en agarrarla por las caderas y jalarla hacia él. Mientras bailaban, sus cuerpos se movían al ritmo de la música, sus caderas se rozaban, sus pechos se apretaban contra el pecho del tipo.
Mi tía, siempre tan atrevida, movía sus nalgas de una manera que hacía que el tipo no pudiera quitarle los ojos de encima. Sus manos no tardaron en comenzar a explorar el cuerpo de mi tía. Él la agarraba por las nalgas, apretándolas, masajeándolas, mientras ella se frotaba contra él, provocándolo. Sus manos subieron por su espalda, rozando la piel expuesta por su top ajustado.
Fue entonces cuando otro de los tipos se levantó y se unió a ellos. Mi tía quedó entre los dos, su cuerpo atrapado entre sus cuerpos sudorosos. Sus manos comenzaron a explorarla, tocándola por todas partes. Ella se movía al ritmo de la música, sus caderas se movían de una manera provocativa, sus pechos se apretaban contra el pecho de uno de los tipos, mientras el otro se pegaba a su espalda. Sus manos acariciaban su estómago, subían por su espalda, se deslizaban por sus muslos. Los dos tipos la manoseaban como si fuera un juguete sexual, sus manos recorrían su cuerpo como si la estuvieran reclamando. Ella se dejaba hacer, disfrutando de la sensación de ser deseada, de ser tocada de esa manera. Mientras bailaban, sus cuerpos se frotaban, sudorosos y pegajosos. Era una escena extremadamente erótica, llena de lujuria y suciedad. Era como si no les importara nada más que el placer que estaban experimentando en ese momento.
Todos los demás tipos y yo no podíamos quitar la mirada del espectáculo que nos daba mi tía bailando. Estábamos hipnotizados por los movimientos de su trasero, moviéndose al ritmo de sus caderas. Fue entonces cuando el tipo que estaba detrás de ella metió su mano por debajo de su ropa y mi tía, al sentir esto, dio un brinco. «Hey, para eso son, pero se piden», dijo, luego se rió y se dio vuelta, cambiando de posición y quedando de frente al que trató de meterle mano. No sabía en ese momento si así era mi tía o era por el alcohol que ya llevaba encima. Para mi sorpresa, ella se quitó el top y lo comenzó a mover en el aire, dejando sus senos hermosos a la vista de todos. De inmediato, los tipos que estaban bailando con ella se los comenzaron a agarrar, manoseándolos y apretándolos como si fueran su propiedad. Ella no parecía molestarse, de hecho, parecía disfrutar de la atención. Sus pezones se endurecieron por la excitación y el aire fresco, y los tipos no tardaron en notarlo. Comenzaron a jugar con ellos, pellizcándolos y tirando de ellos, haciendo que mi tía se estremeciera de placer.
Llegó el momento en que lo menos que estaban haciendo era bailar. Mi tía se estaba excitando tanto que no le importó que yo estuviera presente. Comenzó a besar a uno de los tipos mientras el otro seguía jugando con sus tetas. En eso, mi tía los tomó de las manos a los dos y los metió sin pensar en su habitación. Yo me quedé con los otros dos tipos, que comenzaron a decir cosas sucias sobre mi tía. «Mira esa zorra, está deseando que le demos una buena follada», dijo uno de ellos, riendo. «Apuesto a que está mojada como el río», añadió el otro, con una sonrisa lasciva en su rostro. Vi cómo se encendió la luz a través de la cortina. Pasaron como 20 minutos cuando los otros dos que estaban conmigo se levantaron y entraron igual a la habitación de mi tía. El ruido de la música no me permitía saber qué pasaba.
Seguí a los tipos después de un par de minutos y miré adentro. Vi a mi tía, completamente desnuda, recostada en la cama con las piernas abiertas. Podía ver cómo su sexo lo tenía lleno de vellos. Uno de los tipos la tomaba de las piernas mientras la follaba al lado de la cama. Otro tipo acercaba su pene a la boca de mi tía y, del otro lado, mi tía sostenía el pene de otro tercer tipo en su mano, masturbándolo, mientras el cuarto se la estaba jalando mirando cómo yo observaba el espectáculo. «Vamos, zorra, chúpamela», dijo el tipo que tenía su pene en la boca de mi tía, empujándolo más adentro de su boca. Mi tía gimió, su boca llena de su pene, sus ojos llenos de lujuria. «¡Sí, así!», dijo el tipo que la estaba follando, empujando más fuerte, su pene desapareciendo dentro de ella. «Toma esa polla, puta. Toma esa polla como la perra que eres.» Los otros tipos también gemían, sus penes siendo masturbados por mi tía y por ellos mismos. El cuarto tipo, miraba hacia mí, una sonrisa sucia en su rostro. «¿Te gusta lo que ves, carnal?», preguntó, riendo. «Tu tía es una zorra de primera, ¿no?»
Uno de los tipos se puso detrás de mi tía, su pene erecto en la mano. «Vamos, zorra, quiero ese culo,» dijo, empujando su pene contra su ano. Mi tía gimió, sus ojos llenos de lujuria y dolor mientras el tipo la penetraba. «¡Sí, así!», exclamó otro tipo, su pene desapareciendo dentro de la vagina de mi tía. «Toma esa polla, puta. Toma esa polla como la perra que eres.»
El tercer tipo se acercó a mi tía, su pene en la mano. «Abre la boca, zorra,» dijo, empujando su pene en su boca. Mi tía lo chupó con ganas, su cabeza moviéndose hacia adelante y hacia atrás. Los tipos la follaban brutalmente, sus cuerpos golpeando contra el de mi tía. Le daban cachetadas, jalaban su cabello, y le daban nalgadas que dejaban marcas rojas en su piel. «Eres una puta,» le decían, «nuestra puta.» Mi tía gemía y lloraba, su maquillaje corrido por las lágrimas. Pero no les pedía que se detuvieran. Parecía disfrutar de la brutalidad, de la degradación.
Los tipos follaron a mi tía en todas las posiciones imaginables. «Vamos, perra, a cuatro patas,» dijo uno de ellos, empujándola hacia abajo en la cama. La folló como a un perro, su pene desapareciendo dentro de su vagina. «¡Sí, así!», exclamó. «Ahora, échate en la cama, zorra,» dijo otro, empujándola hacia abajo. La folló profundamente, con sus piernas sobre sus hombros, su pene golpeando contra su útero. «Toma esa polla, puta. Toma esa polla como la perra que eres.» La sentaron en sus penes, uno en su vagina y otro en su culo. «¡Vamos, muévete, puta!», le ordenaron, balanceándola de adelante hacia atrás. Su cuerpo rebotaba en sus penes, sus pechos saltando arriba y abajo. La pusieron de pie, doblando su cuerpo en dos. «Así, zorra, te voy a follar desde atrás,» dijo uno de ellos, su pene entrando y saliendo de su vagina. «Eres una puta,» le dijo, «nuestra puta.» La acostaron de lado, con un tipo follando su vagina y otro su culo. «¡Jódela, carnal!», se animaban entre sí, sus cuerpos moviéndose en perfecta sincronía. Sus penes desaparecían dentro de ella al mismo tiempo, llenándola completamente. La pusieron en una silla, con sus piernas abiertas. «Vamos, zorra, siéntate en mi polla,» dijo uno de ellos, su pene entrando profundamente dentro de ella. «¡Sí, así!»,. Fue una noche de puro sexo, de puro placer. Mi tía fue follada en todas las posiciones posibles, sus agujeros llenos de pene. Era como si los tipos estuvieran compitiendo para ver quién podía follársela de la manera más creativa y depravada. Sus gemidos y gruñidos llenaban la habitación, mezclándose con el sonido de la carne golpeando contra la carne. Era una escena extremadamente morbosa y depravada, llena de detalles sucios y brutales.
Después de lo que pareció una eternidad, los tipos finalmente se corrieron. El semen salía de la vagina y el culo de mi tía, y también estaba regado por todo su cuerpo. Pero no estaban satisfechos. A lo largo de lo que quedó de la noche y la mañana, uno a uno, cuando volvían a tener ganas, se metían de nuevo en la habitación para follársela otra vez. Y mi tía, a pesar de estar exhausta y dolorida, los dejaba. Era como si no pudiera saciarse, como si siempre quisiera más.
Mi tía salió de su habitación, caminando con dolor. Buscaba la botella de whisky para darle un trago directo de la botella. Me miró, yo sin haber podido dormir, estaba todo desvelado. «Oye, Armando, no digas nada de esto a tus padres ni a nadie, entendiste,» me dijo, sentándose desnuda a mi lado, sin apartar de vista sus tetas y su cuerpo de mi vista. Solo asentí. Armándose de valor, le dije: «Tía, ¿puedo cojer contigo?» Ella, sorprendida, con voz ronca se rió y volvió a tomar de la botella. «¿En verdad quieres acostarte con una puta como yo? No, tú mereces algo mejor,» dijo mi tía. Pero insistí: «Sí, quiero.» Mi tía, viendo mi determinación, accedió. «Ok, pero hoy no va a ser, estoy adolorida por todos lados, pero puedo hacerte un favor. Vamos, bájate el pantalón,» me dijo al ver que estaba excitado. «Vaya, ya estás más que listo,» comentó, tomó mi pene con su mano y se agachó a él, comenzando a succionar con su boca.
Mi tía comenzó a chuparme con gusto, su boca moviéndose hacia arriba y hacia abajo en mi pene. Sus ojos se cerraban de placer mientras me saboreaba, su lengua giraba alrededor de mi glande, lamiendo cada gota de precum que salía de él. Gemía suavemente, sus pechos rozaban contra mi pierna mientras se movía. Sus manos no estaban quietas tampoco. Mientras su boca trabajaba en mi pene, sus manos acariciaban mis testículos, masajeándolos suavemente, sintiendo su peso en su palma.
También jugaban con mi perineo, frotándolo con sus dedos, enviando oleadas de placer a través de mi cuerpo. Era una escena increíblemente erótica, ver a mi tía, una mujer tan hermosa y sexual, arrodillada frente a mí, chupando mi pene con tanto entusiasmo. los sonidos húmedos de su boca en mi pene llenaban la habitación.
No tardé mucho en llegar al borde. «Tía, me voy a venir,» dije, mi voz temblorosa de placer. Pero ella no se detuvo. En cambio, me chupó con más fuerza, su boca moviéndose más rápido, su lengua trabajando más duro. Cuando me vino, fue como una explosión. Mi semen salió de mi pene, llenando la boca de mi tía. Ella lo tragó todo, su garganta trabajando mientras se tragaba cada gota. Luego, se levantó, limpiándose la boca con el dorso de la mano, una sonrisa de satisfacción en su rostro, me daré un baño amor dijo mi tía, trata de dormir lo cual en cuanto cerré los ojos hice.
Cuando desperté vi la hora y pegué un brinco al ver que ya era tarde. «Hey, tranquilo,» me dijo mi tía, ya le avisé a tu mamá que nos quedamos jugando videojuegos. Me lo dijo mientras me cerraba el ojo. Ella llevaba una bata de dormir, se acercó a mí y me dijo gustosa, ofreciéndome un pedazo de naranja. Lo tomé y me dijo: «Mañana te vas temprano, no pasa nada, primero, quiero que comas algo.» Pasamos a la mesa a comer y una vez que terminamos, me dijo: «Bueno, date un baño.»
Así que obedecí. En lo que mi tía recogía la mesa, pero cuando me estaba enjabonando el cabello, ella entró, dejando caer su bata al suelo, me abrazó y me dijo: «Deja, te ayudo.» Y comenzó a enjabonar cada parte de mi cuerpo, hasta llegar a mi pene, el cual comenzó a masturbar.
«Ah, tía, eso se siente tan bien,» gemí, mi pene creciendo en su mano. Ella sonrió, su mano moviéndose hacia arriba y hacia abajo, su pulgar frotando mi glande. Luego, me empujó contra la pared de la ducha, su cuerpo presionado contra el mío. «Fóllame, Armando,» me susurró, su aliento caliente contra mi oreja. «Pero ten cuidado, mi vagina todavía está resentida.»
La penetré lentamente, mi pene deslizándose dentro de ella. Ambos gemimos, nuestros cuerpos moviéndose juntos bajo el agua. «Sí, así,» gimió mi tía, «fóllame, Armando, fóllame duro lo puedo aguantar.»
Después de un rato, nos trasladamos a la habitación de ella y continuamos follando. Pero aquí, mi tía sacó un lubricante, el cual cubrió mi pene. «Así espero que no me duela tanto,» dijo, ofreciendo su ano. La penetré cuidadosamente, mi pene deslizándose dentro de su ano. Era increíblemente apretado y cálido, y ambos gemimos de placer. Pero no duramos mucho, ya que lo tenía muy adolorido. Así que regresamos a su vagina, follando hasta que me vine dentro de ella.
Ambos nos derrumbamos en la cama, exhaustos pero satisfechos. Nos dormimos juntos, nuestros cuerpos entrelazados. Al día siguiente, me despedí de mi tía y regresé a casa con mi madre, a la fecha no he podido ir a verla pero espero en vacaciones visitarla.
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