Nadie sabe para quien trabaja.*
Unos chicos intentan hacer de las suyas con una amiga y el beneficiario fui yo. .
Tengo una amiga llamada Judith.
Ella mide 1.68, piel trigueña, cabello claro y largo, pechos medianos, trasero mediano y respingon en forma de corazón, labios carnosos, carita más juvenil de lo que es. Tiene 25 años, le gusta el ejercicio, por lo que está buena.
La conocí en el trabajo donde actualmente laboramos.
Judith solía juntarse con dos chicos de mala reputación. Hasta se llegó a decir que además de drogarse asaltaban en otras colonias al transporte público.
Ellos invitaron a Judith a una fiesta.
Fiesta a la que luego me enteré era privada, donde mi amiga seria la atracción principal.
Bien. Le habían ofrecido una cerveza , la cual, pasados cinco minutos hizo que mi amiga tuviese mareos, algo de sueño y alucinaciones.
Esto me lo contó ella misma.
Era raro, porque Judith, a pesar de ser muy reservada, también era de buen tomar y lo que le ocurría era muy sospechoso.
El muchacho que la había invitado se negaba a llevarla a su casa poniendo mil y un excusas.
Judith salió enfadada de la casa de él, me llamó y prontamente fui por ella.
En el camino iba diciendo incoherencias, sus palabras apenas se le entendían, no sabía que hacer para que se repusiera.
La lleve a mi casa para darle algo que la reanimara, aunque no sabía que.
La recoste en mi cama, averiguando en ese famoso buscador ¿como contra restar los efectos de alguna droga?
Estaba en eso cuando me abrazo por atrás, dándome unos besos en el cuello, jugando y hurgando con su lengua en mi oreja.
Me levante para hacerla a un lado y veo que se había quitado su playera, quedando en puro sostén.
La contemplé por unos segundos. Su brasier transparentaba los pezones, Despertando en mi una fuerte erección.
– ¿Te gusta lo que ves?
Preguntó.
Fue a abrazarme, dándome un beso muy cachondo diría yo.
Le correspondía al beso y luego le pregunté si estaba segura.
Ella me dijo que si y pues ya no aguante y la bese con muchas ganas.
Sus manos y las mías ya estaban tocando zonas privadas, pero yo ya no podía más.
– Quiero hacerlo: Dijo.
– ¿Estas loca?
– Anda. Ven.
Déjenme aclarar que apenas podía entender lo que decía.
Fue para mi cama, se acostó invitándome a ir con ella.
Fui hacia ella, me puse encima y le besaba el cuello, le quite el sostén, para comer esos pechos.
Baje por su estómago, quitando sus tenis, su pantalón de mezclilla azul, contemplando sus panties rosas, oliendo su vagina por encima de este y ya cuando las quite, observé su pubis peludo.
Me lance a darle de mamadas sintiendo su sabor, su olor que me ponían más cachondo.
Ella gemia muy bajo, con los ojos cerrados. Eso me hacía pensar que estaba haciendo bien mi trabajo.
Era genial jalar sus labios inferiores con los míos.
El calor en mi verga era casi indescriptible al momento de penetrarla.
Sus manos torpemente recorrían mi espalda y yo ya estaba al cien por hora.
Besé de nuevo su cuello, sus pechos, su boca.
Al no corresponderme, la observé y estaba total y profundamente inconsciente.
Por un instante entré en una encrucijada. No podía seguir abusando de su estado; por el otro, me encantaba esa mujer.
El calor y lo mojado de su vagina y mi lujuria me alentaron a seguir.
La puse boca abajo. Bese sus tobillos, sus piernas, hasta llegar a su vagina.
Mi nariz quedaba a la entrada de su culo. Tal vez hasta me hubiera comido su escremento por tanta lujuria y morbo del momento.
Solo me anime a dar lo que sería mi primer beso negro.
Con mis manos machacaba sus nalgas, al tiempo que las abría de par en par para penetrar su ano, con mi lengua.
No se como paso, pero su ano estaba dilatado, como haciendo la invitación de meter mi pedazo de carne.
Uuuyy. No había sentido algo tan apretado como ese hueco.
– ¡Ay no, ay no, ayyyynnnnoooooo!
Ese había sido mi grito por haber tenido un orgasmo como ese.
Sin sacar el trozo de ella, me acoste encima besando su cuello.
Al sentir que me palpitaba el pito, me limpie y acomode a Judith de lado.
Su pierna izquierda abajo de mi y la otra en mi hombro.
Que rico era tener asi a la mujer que había sido mi mejor amiga.
Me levante para contemplarla.
Que hermosa imagen. La chica que les describí esraba desnuda, su vagina belluda, con sus tines blancos.
Ahora le abrí la boca para darme lujo con mi verga en ella.
Un rato después volvía a su vagina. Esta vez no dure tanto, pero me llegó otro rico orgasmo. ¡Uuufff!
Fui por toallitas húmedas y otros instrumentos para borrar mis huellas.
Todo listo. La fui a dejar a su casa, explicando lo sucedido en casa del tipo este. Ellos indignados levantaron una denuncia por intento de violación, pero como saben nuestras leyes son tan eficientes. No hicieron nada.
Finalmente los encarcelaron porque le hicieron lo mismo a otra chica que por desgracia no corrió con suerte.
Yo por mi parte le confesé mi crimen a Judith, quien de dos bofetadas me pidió contarle con lujo de detalle.
Ya pasó un año de eso y ahora tenemos una relación.
¿Habrá sido que estando drogada confesó su gusto por mi?
Tal vez nunca lo sepa.
Vladimir escritor.
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