No sé qué me pasa, que no puedo ver un interior que me provoca acostarme con su dueño. Segunda parte.
Después de ser iniciada en el sexo por sus familiares, la joven se va a vivir con su novio, y se da cuenta que puede tener lo que ella quiera, con solo abrir las piernas, lo que le sirve para sacar a su marido de la cárcel, y él se lo agradece, sin importarle con quien ella se haya acostado..
A los veinte conocí a mi marido, y claro mucho antes de que me fuera de cas, ya nos estábamos acostando, hasta que un día mi madre se molestó conmigo, y prácticamente me botó de la casa.
Por lo que me fui a vivir con él, la verdad es que no pensaba serle infiel a mi marido, pero como a la semana, mientras lavaba la ropa a mano, pasó el dueño de la tienda de enseres domésticos, y comenzó a charlar conmigo, tratando de venderme una lavadora, y para ver si me convencía me dijo que pasara por la tienda al siguiente día para darme una rápida demostración.
Al día siguiente bajé al pueblo, y apenas entré a la tienda, él cerró las puertas, lo que ya de por si me pareció algo sospechoso, luego me pidió que lo acompañase al fondo de la tienda, y enseñándome una vieja lavadora de rodillo, me dijo. “Aunque es un modelo algo viejo, es completamente nueva, y funciona muy bien.”
Al decir eso ante mi asombro se quitó la camisa, y de inmediato los pantalones, y me dijo présteme su ropa para que vea que bien la lava.
Yo me di cuenta de inmediato de cuáles eran sus intenciones, así que, haciéndome la pendeja, me quité la falda y la blusa que tenía puestas.
Él puso a funcionar la máquina, y parándose a mi lado, se quedó como quien no sabía qué hacer, fue cuando yo tomé la iniciativa, y quitándome el sostén y los pantis le pregunté las puedo meter a lavar también, a lo que él de inmediato respondió que sí, y a la vez le pregunté que si también podía meter sus interiores.
Una vez que los dos nos quedamos completamente desnudos, nos miramos y no hubo necesidad de que dijéramos nada, nos comenzamos a besar, y nos tiramos al piso mientras que la lavadora continuaba funcionando.
Yo desesperadamente abrí mis piernas, agarré su dura y parada verga, y la dirigí directamente a mi peludo coño, sentí como su verga fue deslizándose completamente dentro de mi húmedo coño.
Por un largo rato nuestros cuerpos se movieron de manera ardiente, sudamos, disfrutamos mutuamente hasta que tanto él como yo alcanzamos un tremendo clímax.
Después de eso tuve que esperar a que mi ropa terminase de ser lavada, y secada, y sin más me regresé a mi casa, al siguiente día me sorprendí, al ver que un camión dejaba esa lavadora de rodillos frente a mi casa.
Desde luego que el dueño de la tienda pasó luego por mi casa, y nos pusimos de acuerdo en las condiciones de pago.
Cuando regresó mi marido le explique que como era un modelito viejo, y el dueño de la tienda necesitaba el espacio, me la había vendido a un precio increíblemente bajo, además de que podía pagarlo en cómodas cuotas.
Mi marido, le agrado lo de la lavadora, y luego se puso muy contento, cuando compre el televisor de la misma manera, y otros artículos.
A los pocos meses, mi esposo fue arrestado, primero por emborracharse en la vía pública, y luego por no haberse inscrito en el servicio militar.
Yo fui hablar con el alcalde, y las únicas opciones eran o ir preso por cinco años, o que hiciera el servicio militar por dos años.
En principio su intención era mandarlo preso por cinco años, pero al ir yo hablar con él, me dijo. “Es que no hay nada que me motive a cambiar de idea, además a toda esta gente hay que darle un escarmiento y es necesario que vean un ejemplo de lo que sucede, por no querer servirle a la patria.”
Al decir eso, noté que desvergonzadamente, que mientras se agarraba su gran barriga con una mano con la otra se agarraba su verga por sobre la tela de su pantalón.
Yo no seré muy lista, pero entendí que era lo que el alcalde insinuaba, así que de la misma manera en que él se agarró su verga, al mismo tiempo que yo le pregunté. “¿Qué puedo hacer yo, para que usted cambie de manera de pensar?”
Descaradamente me levanté un poco la corta falda que estaba usando, y agarré mi coño frente al señor alcalde. De inmediato él clavó sus ojos en mi coño, y dijo. “Para empezar, veo que nos estamos entendiendo.”
Luego se dirigió a la puerta de su despacho, y desde ahí le grito a su secretario, diciéndole. “Por la próxima hora a quien venga preguntando por mí, le dices que estoy en por las calles del pueblo supervisando los trabajos de construcción personalmente.”
Al terminar de decir esas palabras el señor alcalde, cerró la puerta con llave, me tomo suavemente por el brazo y me condujo tras una gran cortina que hay en su despacho, al correr la cortina, abrió una puerta que se encontraba oculta, y me hizo pasar a una pequeña habitación en la que había una gran cama, aire acondicionado, bidet, ducha, lavamanos e inodoro.
Ya dentro se me quedó viendo y me dijo. “Bueno mi hija que me ofreces para que tu marido no vaya a ir preso.”
Yo sencillamente dejé que la falda que estaba usando se deslizase hasta el piso de la pequeña habitación, me desabotoné la blusa, y tras quitármela, me desprendí de mi sostén y mis pantis, quedando completamente desnuda ante los ojos del alcalde.
No hizo falta de que dijera más nada, ya que él, aunque de manera algo torpe se quitó sus pantalones, y la camisa.
Me señaló la cama y tras recostarme boca arriba separé mis piernas, en menos de lo que canta un gallo, ya él se encontraba sobre mí, aplastándome con su gran barriga, y enterrándome toda su verga.
A pesar de que el aire acondicionado estaba prendido al máximo, ambos sudamos como locos, y a medida que él continuaba metiendo y sacando su gruesa y gorda verga de mi coño, yo para que se sintiera más macho, al mismo tiempo que gemía profundamente, le fui diciendo las cosas que a los hombres como él les encanta escuchar. “Si papacito dame más duro porfa, que verga más rica y dura tienes papito.”
Y así le fui diciendo cosas, hasta que finalmente se vino dentro de mi coño, después me lavé en el bidet, me di una buena ducha, y tras secarme me vestí.
Mientras que él se quedó tirado en la cama acariciándose su gran barriga, en cosa de pocos segundos se vistió, me abrió la puerta, y ya en su despacho me dijo. “Querida no te preocupes, tu maridito no irá preso por cinco años, solamente hará el servicio militar.”
Al salir con una papeleta que el mismo señor alcalde me había firmado, pasé por la cárcel municipal y liberaron a mi esposo.
Luego antes de ir al cuartel, pasamos por nuestra casita, preparé una pequeña maleta, con algo de ropa y otras cosas, pero antes de que se marchase, los dos nos metimos en la cama.
Y a manera de despedida comencé por darle una buena mamada de verga, después dejé que salvajemente me diera por el culito, para que finalmente me enterrase toda su verga, divinamente dentro de mi coño.
En ese momento, directamente me preguntó. “¿Con quién te acostaste, para que yo no fuera preso por cinco años?”
Yo pensé en decirle que, con nadie, pero viéndolo a los ojos así de cerca, y con todo su cuerpo sobre el mío, no pude menos que decirle la verdad.
Pensé que se encabronaría conmigo por haber hecho eso, pero me dio las gracias, antes de darme un gran beso.
Mi marido entró al ejército, y por los próximos dos años apenas nos veremos una o dos veces al mes, cuando le den permiso para salir de pase.
Y de eso ya me encargué hablando personalmente con el oficial que es su comandante, pero el resto del tiempo como se lo podrán imaginar, pienso estar muy bien acompañada.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!