No supe hasta ese momento con ella, que yo realmente era un lesbiana sumisa. Siempre viví y pensé todo lo contrario. Ella, me hizo ver la realidad
Teniendo yo ya 50 años, apareció en mi vida una chica 15 años más joven que yo, con cara de inocente, un gran cuerpo, unos pechos enormes y un culo muy grande, latina y de color. Yo nunca había estado con ninguna chica que no fuera de mi país y tampoco que fuera de color. .
os contaré como descubría que en realidad, soy sumisa, y me gusta que me hablen como una perra, nunca lo habría ni imaginado.
Llegó a mi vida, una chica lesbiana como yo, con dulce rostro y un gran cuerpo, hasta aquí todo bien, normal, no pensé que ella me haría mujer siendo mucho más joven que yo.
Siempre me he considerado muy buena en la cama, me encanta hacer correr una y otra vez a mis parejas, hasta que no pueden más. Y a mi me gusta también que me hagan correr, comiendo mi coño, es lo que más me gusta. Y cuando ya estoy muy mojada, que con una mano me penetren y con la otra agarren un pecho. Una vez ya alcanzo el primer orgasmo, me cuesta muy poco tener 6 o 7 más, sin descanso. Aunque como ya lo sé, cuando ya voy a tenerlo, les pido que paren, para que todo duré más. No puedo aguantar, sé que después del primero, solo con notar su lengua, tengo que hacer mucho esfuerzo para no correrme al instante.
Y siempre he manejado yo los tiempos.
Hasta que esta jovencita negra, que yo pensaba que sería igual y que no era verdad todo lo que me había contado, que había tenido mujeres de todas las edades, que había mamado leche de sus pechos, con tres mujeres que habían dado a luz y amamantaban a su bebes.
La primera noche, cuando me decía esas palabras, perra, dame tu leche, yo no daba crédito. Pero no me disgustaba.
Después de pocas noches, quizás 4, ya me encantaba eso y le pedía que me dijera más, que me gustaba sentirme como su perrita, su puta, lo que ella quisiera.
Una noche, me desvirgó, yo aún era virgen a mi edad, si. Ella lo sintió como un trofeo, así me lo confesó, yo no era la primera a la que había desvirgado, aunque si era la de más edad, eso aún fue para ella un mayor logro. Cuando vió mi sangre en sus dedos, gozó y así me lo dijo. Y es cuando me dijo, ves, quien te ha hecho mujer, yo. Ahora siempre estarás marcada por mi y serás mi puta, mi maldita perra y así fue y ha sido.
Llegó un punto de tal sumisión, que ella sabía que podía hacer lo que quisiera y yo no diría que no. Un día se presentaron unos diez hombres en casa, yo no entendía nada, no sé de donde los sacó, porque ella no era de aquí, y no les conocía de nada. La cuestión es que les invitó a follarme y por eso vinieron.
Me dijo, Sara, ve a la cama y desnúdate, y espera con las piernas abiertas y no preguntes ni digas nada.
Así lo hice.
A los 5 minutos, entró y me pregunto, quieres ser mi perra? yo respondí, claro que sí, ya lo sabes.
Ella me dijo entonces vas a obedecer mis órdenes sin bacilar, sin quejarte, ni preguntar nada, las perras no preguntan a sus amos, obedecen y esperan su premio.
Dije, sí, lo sé, yo no me quejo nunca, lo sabes. No sé que tengo que hacer, y porque están esos hombres en casa, confió en mi ama, supongo que es para satisfacerte y sea lo que sea, lo haré para que sientas orgullosa de tu perra, quiero ser la mejor perra que hayas tenido nunca.
Sin decir nada más, empezó la lección de cuan bien adiestrada estaba como perra, si era una perra que servía o no, como los perros pastores.
Mandó al primer hombre, al que en todo momento le dijo que y como hacerlo y seguir sus reglas si quería follarme, el como todos dijeron que si, y lo cumplieron, todo lo que ella decía hacían, sin rechistar.
El primero sin ningún preámbulo, metió su polla dentro de mi vagina, me dolió, pero sabía que no debía gritar, hasta que ella le dijo, ya, déjala.
El segundo se masturbó y se corrió encima de mi cara, como ella le mandó. Mientras otro señor obedeciéndola a ella me metió su polla en mi boca y yo se la comía como sino hubiera comido en meses Y otro señor al mismo tiempo me penetraba una y otra vez, los demás miraban y se reían, llamándome puta, guarra, que rico lo haces, eres muy sucia nena.
Yo no dije nada, duró una hora y media más o menos, a mi se me hizo muy largo, eterno, porque nunca había hecho nada similar, ni pensaba que jamás lo haría.
Después ella me felicitó, y me dijo, muy bien, eres una buena perra, estoy orgullosa de ti y me dio mi premio, me follo ella como solo ella sabe hacerlo.
Ahora ya no está, me abandonó, y tiene otras perras, que son adiestradas por ella. Yo me quedé aquí esperando su regreso.
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