No te extrañe que, si actúas como una puta, te traten como a una puta.
Un viejo que tiene una mujer muchísimo mas joven que él, decide darle una lección, por lo que decide dejar que ella se emborrache y haga y deshaga con su cuerpo todo lo que ella quiera, para al dia siguiente al reclamarle su conducta, él se da cuenta de lo mucho que eso lo excita y se la coje..
No te extrañe que, si actúas como una puta, te traten como a una puta.
Desde antes de convivir con mi actual mujer, sabía lo coqueta que era ella, y si tan solo fuera eso, no me hubiera molestado en darle una lección, pero aparte de coqueta, es algo atrevida y bastante desvergonzada, no tan solo en su manera de vestir, sino que también por su forma de actuar.
Sé de sobra que eso me pasa por vivir con una mujer muchísimo más joven que yo, ya que todavía no ha llegado a cumplir los veinticinco, mientras que yo fácilmente le llevó mucho más de cuarenta y cinco años.
Pero a sabiendas a lo que me exponía, lo hice, y como no me chupo el dedo, estoy bien consciente de que seguramente, me ha llegado a ser infiel, en más de una ocasión, pero sin mayores consecuencias.
Pero con el pasar del tiempo, ella en lugar de ir adquiriendo un poco de más madures, ha pasado todo lo contrario, ya que a las últimas salidas a fiestas o bares a los que hemos asistido, se comportaba de manera más coqueta, por no decir que de la manera más puta.
Al punto que me vi en la necesidad de llamarle la atención de manera discreta, al principio nada más me bastaba con decírselo calladamente, luego pasé a darle un pequeño pellizco, en una de sus bien formadas nalgas, lo que hacía que ella se diera cuenta de lo que estaba haciendo, y entrase en razón rápidamente.
Pero al parecer, los pellizcos perdieron su efectividad, y ella coqueteaba con todo aquel que se le atravesaba, además, dejaba ver sus muslos y algo más sin vergüenza alguna.
Cuando no era que sus senos prácticamente brotaban de su ropa, o gracias a las muy pequeñas y cortas minifaldas que acostumbraba a usar en todo momento.
Cuando ella por alguna razón se inclinaba claramente se le podía ver sin mucho esfuerzo gran parte de su apretado culito, y en ocasiones incluso hasta su coño, apenas cubierto por una de esas costosas prendas íntimas, que no son más que un hilo dental.
Por lo que llegó el día, en que me cansé de su exceso de coquetería y desvergüenza, fue cuando decidí darle una lección, le dije que pasaríamos el siguiente fin de semana en mi hacienda, y después de llegar, bañarnos y cambiarnos de ropa, y comer algo.
Cuando llegó la noche le dije que tenía una pequeña reunión, con el personal de la hacienda, esa noche, invité a varios peones personalmente, todos ellos bastante jóvenes, y fuertes.
Mi mujer por su parte al escucharme decir que habría una reunión, sin tener la menor idea de que se trataba, volvió a cambiarse de ropa, poniéndose seguramente lo más provocativo que encontró.
A medida que los peones fueron llegando, nos reunimos en el patio frente a la casa de la hacienda, donde había preparado un par de mesas con bebida y algo de comida.
Les indiqué que se podían servir lo que gustasen, y después de un buen rato apareció ella, haciendo su espectacular entrada, apenas vestida como de costumbre, con una muy corta minifalda, de color roja.
Estando yo de pie en la base de la escalera, así como varios de los peones, sin mucho esfuerzo podíamos ver su coño, apenas cubierto por la fina tela de sus pantis, y una corta blusa semitransparente que, para completar, dejaba ver tanto su lindo ombligo como su plano y llamativo vientre, así como gran parte de sus parados senos.
La muy puta además tenía puestos unos zapatos de tacos extra altos, con finas medias negras, seguramente sujetas por un liguero, lo que, junto a sus zapatos, hacía que sus largas y bien torneadas piernas resaltasen aún más, y se vieran más llamativas.
Eso sin contar que dejó su larga cabellera castaña clara completamente suelta, la cual caía sobre sus descubiertos hombros, y ocasionalmente ocultaba de manera bien seductora parte de su rostro.
En fin, en pocas palabras parecía una puta cara, claro que ella misma, no veía que andaba vestida como toda una puta.
Desde que bajó las escaleras, que da a unos pocos pasos de donde nos encontrábamos bebiendo los peones y yo, de inmediato llamó la atención de todos, pero apenas abrió la boca y dijo. “Señores, espero que mi marido los esté tratando bien.”
Seguidamente se me acercó para plantarme un provocativo y seductor beso en la boca, para luego voltearse a ver a todos los presentes, de manera sensual.
Los peones, seguramente por respeto de inmediato dejaron de verla como si fuera una presa de caza.
De manera discreta, siguieron bebiendo, tratando de ignorar a la tremenda hembra que había llegado.
Yo me di cuenta de que, por respeto a mi persona, ellos apenas e intercambiaban algunas palabras con ella, y de inmediato se retiraban.
Lo que bien podía dañar mi plan, de darle una lección a mi mujer, así que, en cierto momento, mientras le servía un fuerte trago, sabiendo la poca tolerancia que le tiene al alcohol, le pedí a que subiera a la casa y pusiera algo de música.
Si cuando llegó llamó toda la atención de los presentes, cuando se retiró a poner algo de música, más de uno se quedó babeando a medida que ella, moviendo provocativa y cadenciosamente su hermoso y parado culo cuando subía las escaleras.
En esos momentos aproveché para aclararles a los muchachos, que realmente no era del todo mi mujer, que ella dice eso tan solo porque llevamos viviendo juntos, apenas un par de semanas.
Les dije, que se dieran cuenta que apenas yo me retirase a dormir, en lugar de seguirme, ella se quedaría con ellos para continuar coqueteándoles, y que probablemente no descansaría hasta acostarse con todos y cada uno de ellos.
En los rostros de todos ellos, vi algo de incredulidad, es más algunos lo tomaron como una broma de parte mía hacía ellos, pero a los pocos minutos después de que comenzó a sonar la música, ella regresó, aún más maquillada y perfumada, que cuando se marchó a poner la música.
Por aquello de asegurarme y de no levantar sospechas, me quedé un rato, bebiendo y compartiendo con todos, mientras que ella no tan solo les coqueteaba a todos abiertamente, sino que como continuó bebiendo.
Así que después de que le di unos cuantos pellizcos en sus paradas nalgas, ella continuaba actuando como si nada pasara, o peor aún, como si yo no existiera.
Decidí dejar que lo que iba a suceder sucediera, así que, al principio, discretamente le dije que nos retirábamos a nuestro dormitorio, pero ella pareció no haberme escuchado, así que, levantando un poco la voz, se lo volví a decir, y ella continuó actuando coquetamente, como si no me hubiera escuchado, hasta que uno de los peones le indicó que yo le hablaba.
Ella se dio vuelta, me vio de pies a cabeza, se sonrió y me dijo frente a todos los invitados, no te preocupes mi amor, que te alcanzo dentro de un rato.
Tras decir eso, se dio la vuelta, continuó hablando y coqueteándole abiertamente a los que se encontraban a su lado, como si yo hubiera dejado de existir.
Yo como si ese no fuera problema mío, me retiré y a medida que subía las escaleras, comencé a sentir un raro morboso sentimiento, ya que el solo pensar que seguramente, terminaría acostándose con alguno de los peones, y aunque me costó trabajo aceptarlo, me comencé a sentir algo excitado.
Pero diciéndome a mí mismo que eso se me pasaría, entré a la casa, pero en lugar de irme a dormir, me quedé en la sala observando a mi mujer por uno de los ventanales, sin que ella o cualquiera de los peones, se diera cuenta de mí presencia.
Ya que dejé apagadas las luces de la sala y no se podía ver mi figura, mientras que yo si podía ver claramente todo lo que sucedía fuera.
A medida que mi mujer continuaba bebiendo y coqueteándoles a todos, yo comencé a imaginarme lo que iba a ir sucediendo.
Ella continuó bebiendo y coqueteando con todos abiertamente, hasta que poco a poco los muchachos comenzaron a ganar confianza, y varios de ellos la invitaron a bailar, y a medida que fue bailando con uno y otro, el atrevimiento de ellos fue creciendo.
Desde mi punto de observación vi claramente como alguno de los que bailaban con ella, habían comenzado a acariciar su cuerpo, sin que ella opusiera la menor resistencia.
Es más, se reía de manera bien indiscreta, lo que en cierta manera contrario a lo que yo pensaba, continué sintiéndome más excitado, apenas alguno de los peones le hacía algún comentario al oído.
Poco a poco la cosa se fue poniendo más y más caliente, ya que, de manera desvergonzada, seguía bebiendo y actuando ante todos ellos de forma o manera más y más coqueta, sensual, y provocativa, era como si los retase a que actuasen, lo que por un buen rato no parecieron entender.
En ciento momentos agarró una de las salchichas tipo polacas, que había en uno de los mesones de madera, y no con la intención de comérsela precisamente, jugueteaba con ella entre sus dedos, metiéndosela casi por completo dentro de su boca, pero sin llegar a morderla.
Fue en esos momentos en que algunos de ellos, se dieron cuenta de cuáles eran las reales intenciones de mi mujer.
Uno de los peones más jóvenes, mientras bailaba bien pegado al cuerpo de ella, yo comencé a sentir una tremenda erección, el joven peón le levantó el frente de la falda descaradamente, rápidamente introdujo su mano dentro de los pantis de ella, y por lo que observé, él debió haber agarrado su depilado coño.
Por un instante hasta llegué a pensar que ella le daría una cachetada o por lo menos un empujón, o algo parecido, pero no que va, simplemente al tiempo que el chico hacía eso, ella comenzó a besarlo de manera desesperada, hasta que ante la vista del resto de los presentes.
Ella lo tomó de la mano y lo condujo a uno de los bancos de madera que se encuentran en ese lugar, en el que obligó a sentar al joven peón.
Después descaradamente ella misma se quitó los pantis, frente a todos los presentes, para después de que él tomo asiento.
Ella con sus manos extrajo el erecto miembro del peón, y como si no le importase que el resto de los presentes la vieran, abriendo sus piernas y subiéndose la falda se sentó, mientras que dejaba que la verga la penetrase.
Al tiempo que ella lenta y sensualmente comenzaba a mover sus caderas, en ese momento en lugar de darme rabia o incomodarme por lo que mi mujer hacía, y de la manera en que lo estaba haciendo, sin vergüenza alguna.
Me encontré tremendamente excitado, poco me faltó para en ese mismo lugar ponerme a masturbarme.
Ante el asombro de todos, mientras ella movía su cuerpo, también se despojó de la pequeña blusa que cargaba puesta, de momento él le debió decir algo, ya que se detuvo y mientras se levantaba claramente se podía ver cómo salía de su depilado coño la verga del joven peón.
Ella se puso de pie y de inmediato recostó ligeramente su cuerpo sobre uno de los mesones de madera, llenos de comida y bebida, seguidamente el mismo joven continuó penetrándola, mientras que el resto del grupo, bebiendo celebraba lo sucedido.
Después de un rato, evidentemente el joven debió venirse, y tras separarse, mi mujer tomó una manguera en una mano y un trago en la otra, y tras abrir la llave del agua, al tiempo que se daba un buen trago de lo que estaba bebiendo, colocó la punta manguera dentro de su coño, y al cabo de unos minutos, la retiró.
Sin el menor ápice de vergüenza, después de eso, terminó por arrancarse la pequeña falda roja, quedando desnuda frente al resto de los presentes, únicamente se había quedado con las medias negras puestas, y el liguero rojo y negro que las sujetaban.
Todos ellos de inmediato la rodearon, y hubo uno que otro que comenzaron a discutir, por quien sería el próximo en acostarse con la puta del jefe, refiriéndose a mi mujer.
Debido a que todos estaban aglomerados alrededor de ella, muerto de curiosidad por lo que mi mujer podía seguir haciendo, decidí bajar al patio, sin llamar la atención.
Mientras que, sugestivamente ella caminaba entre ellos, hasta que uno de los peones, sin perder tiempo en discusiones, la tomó por la cintura y atrayéndola contra su cuerpo, hizo que ella se separase del grupo.
Casi de inmediato se bajó los pantalones, y mostrándole a ella su gruesa y erecta verga, mientras él permanecía de pie en medio del patio, ella con sus brazos se le colgó del cuello, lo sujetó con ambas piernas quedando prácticamente colgada, al tiempo en que comenzó a penetrarla, ante la sorprendida vista del resto de los presentes.
Por un buen rato la pareja se mantuvo de pie, hasta que finalmente ambos fueron a dar al piso, de manera lenta, donde él continuó metiendo y sacando su verga del coño de ella, mientras que continuaba moviendo sus caderas hasta que seguramente ella alcanzó un orgasmo y él retiró su verga aun chorreando semen.
Casi de inmediato, nuevamente ella buscó y se dio otro trago, para de la misma manera que lo hizo la primera vez se agachó, y agarrando el pistero de la manguera tras abrir la llave se dedicó a lavar profusamente todo su coño, introduciendo casi por completo el pistero de la manguera, frente al resto de los presentes.
Hasta que un par de ellos se le acercaron y tras quitarse los pantalones, a un mismo tiempo se le fueron encima, sobre la misma tierra empantanada por el agua que ella había usado.
Mientras uno con algo de dificultad se lo enterró por el culo, el otro hizo lo propio por el coño, no pensé nunca llegar a verla teniendo sexo con dos hombres a la vez, pero más me sorprendí cuando ella misma le hizo señas a un tercero, que se babeaba por ella, y apenas se acercó al grupo ella misma agarró la verga de ese tipo y la dirigió a su boca.
Los peones el resto de la noche se la pasaron clavándosela por todos lados, mientras que ella ya estaba tan excitada que claramente la escuchaba decir que le dieran más y más duro, ya fuera por el coño o por el culo.
Ya estaba tan y tan borracha que finalmente y apenas se movía, cuando comenzó a amanecer, los peones abandonaron a mi mujer, en el centro del patio, completamente desnuda, sin sentido y llena de semen por todas partes.
Cuando la muy puta se vino despertando de la gran borrachera que había agarrado, cerca de las tres de la tarde, yo me encontraba de pie frente a ella al momento en que se despertó.
Al darse cuenta de su estado, y seguramente recordar todo lo que había hecho, se puso y que, a llorar, pero la detuve de inmediato diciéndole. “No te extrañe que, si actúas y te comportas como una puta, te traten como a una puta.”
Mi mujer se quedó en silencio, por lo que le seguí diciendo. “Si quieres regresar a la ciudad, conmigo, anda y date un buen baño que parto en par de horas.”
Después de que se bañó, por espacio de casi una hora, aun desnuda me buscó conversación, pidiéndome perdón, y diciéndome que ella me entendía, si yo no la quería ver más.
Yo la dejé que siguiera pidiendo disculpas y confesándose, hasta que, a una pregunta mía, de cómo se había sentido, cuando estaba rodeada por todos esos hombres.
Aunque en principio casi no dijo nada, finalmente cuando insistí en que hablase de cómo se había sentido, poco a poco no tan solo me comenzó a decir como se había sentido, sino que también comenzó a describirme, desde su punto de vista todo lo sucedido.
Yo a medida que la fui escuchando, no les niego que me fui excitando, al punto que cuando ella con mucha más confianza continuó narrándome todo, yo me le fui encima, y sobre la cama separé sus hermosas piernas, y sin quitarme la ropa ni perder tiempo, apenas saqué mi verga del pantalón se la clave por el culo.
Al principio se quejó ligeramente, pero al poco rato gemía de placer como una loca, al tiempo que continuaba diciéndome, lo mucho que disfruto del sin número de vergas que le metieron.
Hoy por hoy, aún sigue viviendo conmigo, pero estoy más que convencido que lo que nos mantiene juntos es su manera de ser tan y tan puta.
Me encanta escucharla, cuando me cuenta como determinado tipo se acostó con ella, y lo mucho que lo disfrutó, mientras que yo la tengo clavada ya sea por su hermoso culo o por su sabroso coño.
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