Nuestra primera grabación con su atuendo de sumisa
Sabía que tuvo un sex shop virtual y que se había quedado con algunos productos que no pudo vender. Desconocía que eran los implementos para saciar su fantasía de sumisión.
Mi ex pareja, Karen, era una chica curvy de bellos senos y un trasero enorme. Sus kilos de más daban lo mismo, tenía buena elongación y podía resistir jornadas intensas de sexo duro. Hasta el día de hoy me masturbo pensando en todo lo que hicimos juntos y las cosas que nos quedaron por experimentar. A su antigua pareja, debe haberle pasado lo mismo, porque durante meses la acosó por las noches, probablemente, para revivir la delicia que era follar con ella. Pero estaba bien atendida: sexo oral, introducción de dedos y penetración en distintas posiciones eran orgasmos seguros acompañados de chorros descomunales de squirt. Todo eso se complementaba con su vibrador de varios ritmos y velocidades que usaba para que viera cómo acababa sola y porqué luego de terminar no había necesitado de hombres, mucho menos su pareja que ya había agotado su paciencia con sus celos enfermizos, pese a que en algún momento, consintió no ser su pareja exclusiva.
Su fijación por ella se debía a lo pornográfico que podía ser el sexo con ella, pues contaba con un set de sumisión que la ponía extremadamente caliente. Esos juguetes también deben haberlos ocupado juntos y supuse que eso quería volver a repetir. El set se componía de un juego de esposas para manos y pies, un collar, una mordaza de bola, un antifaz y un látigo, el cual sustituí siempre por sesiones de spank, mis manos son grandes y eran capaces de enrojecer todas sus nalgas.
Nunca sentí celos por el hecho de haberlos ocupado con otros hombres, al contrario, me excitaba saber que la mujer a la que llené de leche provocando intensos orgasmos sabía cómo encontrar el placer bajo su rol de sumisa. Me surgía una sensación de complicidad con ellos y una envidia sana por haberse deleitado con lo que ahora era solo para mí.
Con Karen éramos bastante abiertos, pero nos reservábamos los detalles del sexo pasado, pero nos confesábamos las fantasías que surgían a medida que nuestro intenso sexo avanzaba. Le dije que me gustaría verla follar con otro, pero me dijo que no, que si la autorizaba a tener sexo con otra persona, quería que fuera una chica. Pero que le incomodaría que la viese. Le pedí entonces que de concretar se grabara y me lo mostrara después. Me dijo que tuvo una mala experiencia con lo de grabarse porque en una ocasión, el galán de turno, había subido el video a una página XXX. Le dije que otra de mis fantasías era que nos grabáramos nosotros, pero que para su seguridad y tranquilidad, lo hiciéramos con su teléfono. Le pareció una buena medida, así que tras esa conversación, la caja de sumisa apareció en la cama y poco a poco fue mostrándome lo que tenía y qué quería que luciera para mí. Elegí casi todo, pero le pedí que estrenara la tanga de hilo que sabía que tenía y nunca se había puesto conmigo. Dicho y hecho. Buscó el hilo negro diminuto se lo colocó y con los juguetes en la cama y no sin antes ponerse en cuatro para dejarme la panorámica de su enorme culo y pedirme que le diera unas nalgadas, que resonaron hasta el primer piso de su edificio. Luego de esa introducción a su rol de sumisa, me pidió que pusiera los implementos. Partí poniendo las esposas de los tobillos y luego comencé a lamer su trasero , propinándole nuevas nalgadas que agradeción con un «qué rico, bebé». Después de esa muestra de cariño duro y aún en cuatro, jalé su cabello y la dejé arrodillada en la cama, para poner la mordaza, el collar y el antifaz. Finalmente, ya erecto, golpeé su cara con mi verga tensa, aprovechando que sus manos seguían libres la hice que aprisionara mi miembro con sus enormes pechos hasta que se derramaron las primeras gotas de mi líquido seminal. Le dije que se sacara el antifaz y que desbloqueara su teléfono, que lo pusiera en modo video y lo ubicara de forma horizontal para que se viera tanto ella como yo. La visualización de ambos era la adecuada. Volvió a ponerse el antifaz, la puse en cuatro y le pedí que juntara los brazos para poder poner las esposas. Toda vez que las tuvo puestas, saqué sus pechos de entre sus brazos y los dejé en primer plano, pues quería ver registrado en un video, el balanceo de esas tetas que tenía el privilegio de sentir moviéndose cuando me montaba.
Después que tuvimos todo dispuesto le saqué el bozal y le pedí que me hablara sucio: «Soy tu putita, métemelo duro, bebé, duro hazme cagar, pégame, pégame fuerte, déjame los glúteos rojos». Cada palabra endureció mi pene aún más y se lo introduje fuertemente en su boca, provocándole arcadas. Volví a poner la mordaza y me coloqué detrás de ella, con un pene que de tanta calentura había variado la angulatura y estaba más levantado que habitualmente. Jugué con sus labios pasando mi glande sin penetrarla del todo. «mmm» era lo único que lograba decir, pero se manifestaba en forma de pequeños gemidos que rápidamente empezaron a aumentar de volumen porque de un momento a otro y fuertemente se lo introduje completamente y la embestí salvajemente, sintiendo fluidos cálidos de su vagina lubricando mi pene. Seguí embistiendo duro mientras le daba nalgadas y sus gemidos y quejidos se hacían indescifrables por la bola que tenía en su boca. Tomé luego la punta del collar y la jalé hacia arriba y hacia atrás, domándola para penetrarla a mi antojo, provocando una leve sensación de ahorcamiento. su espalda se curvó y mi pene pareció encontrar tras varios minutos de introducción con una angulatura de erección no acostumbrada y su espalda torcida, un punto que la enloqueció porque sus gemidos eran cada vez más fuertes, su cuerpo comenzaba a temblar, hasta que finalmente litros de squirt salieron desde su vagina, pero yo seguía metiéndoselo, sus gritos eran de desesperación, así que tiré el collar con fuerza para dejarla arrodillada y soltar mi semen abundante en su cara y en sus tetas.
Toda vez que acabé la despojé de sus ataduras quité la bola y pudo tenderse boca abajo en la cama. «Qué exquisito amor, sentí que explotaba, que boté mucho squirt, oh tienes todas las piernas chorreadas» Tomé el celular y puse stop a la grabación. «Yo también acabé exquisito, nunca te habías ido con squirt en cuatro. Déjame decirte que dejaste dos pozas: una en la cama y otra en el piso», sonreí satisfecho por la traducción líquida del placer que sintió en ese rol. «¿Te excitó que estuviéramos grabando?» «Ni me acordé, no podía de tanto placer» «Hazme un lado para abrazarte, pero primero límpiate mi semen y seca mis piernas de tu squirt. Veamos el video» «Ya, pero primero abrázame». Era una trampa jajaj lo que quería era sentir mi cuerpo contra el suyo que seguía ardiendo. La abracé pero apegándola a mi cuerpo con mis manos en su culo que apretaba fuertemente, que abría y juntaba, que jalaba de las hebras del hilo dental hacia arriba para hacer rozar su clítoris con la mínima tela que cubría su vulva y que después lucía incrustada entre sus labios que no tardaron en sentir cómo mis dedos entraban en su vagina y luego se desplazaban hasta el clítoris que había sido recientemente estimulado por el hilo dental. «Ay, bebé. Ay bebé. Me voy de nuevo ah, ah ,ah». Los gritos eran escandalosos así que cubrí su boca con la mano que me quedaba desocupada. Los gritos y su líquido que nuevamente derramaba en forma de espasmos lograron que volviera a erectarme, Así que la empujé, puse su espalda contra la cama, bajé hasta su cintura y puse sus pies sobre mis hombros, quedando su clítoris hinchado a merced de mi glande con el que empecé a golpeárselo y ver como los chorros de su placer salían expulsados como si fuese una pileta de ángeles que expulsan agua por sus bocas.
«No puedo más, bebé. Para, para» «No, aún no, esta noche eres mía hasta que yo decida. ¿Está claro? ¿Está claro?»Asintió con su ninfomanía a flor de piel. Seguí metiéndoselo con sus pies en mis hombros y presionando con mis manos su boca para evitar que sus gritos siguieran interrumpiendo el descanso de los vecinos
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