OPORTUNIDADES PARTE 2: AMISTADES PELIGROSAS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ManuelM.
Dicen que no existe la amistad entre el hombre y la mujer. Se equivocan, sí existe. Pero solamente es posible si la mujer dejó en claro que no va a pasar nada mas. Así era entre Romina y yo. Supe desde el vamos que ella no iba a acostarse conmigo y en eso se basaba nuestra relación. Por supuesto, la regla tiene una pega y es que el aceptar la negativa de la dama no implica que el caballero no se la siga queriendo trincar. Y yo me la quería trincar mas de lo que quería respirar.
Pero así estaban las cosas entre Romina y yo. Nos veíamos viernes por medio para compartir un buen vino y charlar. Ella me contaba sus aventuras con hombres y mujeres (es una chica liberal) y yo soñaba con hacerle aunque sea una fracción de lo que sus amantes le hacían. También le contaba mis propias historias cuando las tenía y mis penurias cuando la racha era mala. Así que cuando llegado el momento, le hablé sobre Morena. No le dije todo, todo, solamente que había encontrado una chica a la que le gustaba ser sometida y estaba sacando un buen provecho de ello haciendo mis primeras armas como "dominante". No cual sería su reacción. A lo mejor, pese a toda su liberalidad, se escandalizaba. No sabía, pero decidí correr el riesgo. Una vez que tenía algo jugoso para contar no iba a dejar pasar la oportunidad.
Sin embargo su reacción no fue ninguna que pudiera prever. Se mordió el labio, como hacía siempre que pensaba en algo y con voz soñadora me dijo:
-Entonces… ¿ella hace lo que vos quieras? ¿tragarse tu leche, entregar el culo por mas que le duela, dejar que la humilles? ¿se somete a todos tus caprichos?
-Si. Pero ojo que lo disfruta -no quería quedar ante sus ojos como un violador- Vaya si lo disfruta. Hasta ahora tuvimos tres… encuentros y en cada uno gozó como loca -y aunque lo que decía era cierto, no pude evitar ponerme colorado.
Romina volvió a morderse sus preciosos labios y yo sentí como se me empezaba a poner dura.
-¿Es bi? -preguntó.
-¿Cómo?
-Si le gustan las mujeres.
-Sí, te entendí, solamente me desconcertó la pregunta. No sé… no, no creo. ¿por qué?
-No… por nada.
-Vamos, Ro, no seas tonta… soy yo. No tenemos secretos. Carajo, te acabo de confesar que tengo una esclava sexual -me reí.
-Es que… creo que una de mis pocas materias pendientes en el tema del sexo es someter a otra mujer. No solo tener sexo con ella… sino someterla… siempre jugué con esa idea.
-¿De veras?
-Si. Vos sabés que yo me doy los gustos, pero para esto todavía no encontré a la partenaire adecuada. Por eso pensé que si tu… si esa chica era bisexual, a lo mejor…
-¡Epa! ¿Me estás pidiendo que comparta mi esclava?
-¿Qué? ¿Sos celoso? -se rió- igual es inútil… si no le gustan las nenas.
-Eso es lo de menos. A ella le gusta lo que yo le diga que tiene que gustarle.
-¡Ah, bueeeeno! Manu, no te reconozco, estás hecho todo un Amo Implacable.
-Dejá de esquivar el bulto y decime la verdad: ¿querés o no querés dominar a Morena?
Se puso seria.
-Me encantaría.
-Perfecto. Lo hacemos. Yo me encargo de arreglar con ella para que nos veamos en mi casa la semana que viene. Los tres -añadí significativamente.
-Claro, claro, no pretendía que te quedaras afuera. Después de todo es tuya, lo mas lógico es que la disfrutemos juntos -sonrió.
-No. Lo mas lógico, y lo que va a pasar, es que vos vas a disfrutar de ella y YO voy a disfrutar de las dos.
-¿De qué estás hablando, Willis? -preguntó con sorna, pero sorprendida.
-Quid pro quo. Yo te cumplo el sueño y vos me cumplís el mío. No te voy a prestar a Morena… te la alquilo. Y el precio sos vos -el corazón se le salía del pecho. Me podría haber conformado con dejar que Romina dominara a Morena y de todos modos hubiera disfrutado solo con contemplar el espectáculo. En el calor del momento, de seguro hubiera podido aprovechar para sacarme el gusto con mi amiga… pero no me iba a conformar con tan poco. Después de tanto tiempo deseándola, no quería solamente echarle un polvo. Quería que fuera mía, completamente mía, como no lo había sido de nadie antes. Quería dominarla.
Se quedó pensando… seguramente considerando los pros y los contra. Le había mostrado fotos en mi celular, sabía que Morena era una linda chica, muy de su tipo. Romi es una treintañera voluptuosa, y quizá por eso, le atraen las mujeres mas jóvenes y menuditas. La tentación debía de ser muy grande.
-Esta bien -dijo al final- acepto el precio. Trato hecho -y me ofreció su mano.
-Trato hecho -respondí estrechándosela. Y añadí: entonces vamos.
-¿Adónde?
-A mi pieza. Porque como en cualquier contrato de alquiler, el pago es por adelantado.
Y fingiendo una seguridad que estaba lejos de sentir me paré y fui hacia mi cuarto sin siquiera volverme a comprobar que me seguía. Entré y me senté en la cama. Apenas un instante mas tarde ella cerraba la puerta tras de sí.
-Ponete en pelotas -ordené. Si lo iba a hacer, tenía que hacerlo bien.
-No te andás con preámbulos -murmuró. Pero empezó a desvestirse. Lo hizo cuidadosa y sensualmente. Esta no era una nena caliente pero avergonzada como Morena. Era una hembra acostumbrada a tener el control que había decidido darme el gusto por conveniencia, pero intentaba mantener el timón, por así decirlo. Si quería dominarla iba a tener que ser mas duro y mas rápido que ella o todo se me iría de las manos.
Cuando terminó de quitarse la ropa, se paró en medio de la habitación, acariciándose los pechos grandes y firmes, rozando los pezones rosados ya bastante duros. Estaba completamente bronceada y en su ombligo brillaba un piercing con una piedrita blanca. El pubis depilado al completo (me gustó tanto que tomé nota mental de ordenarle a Morena que se rapara la conchita) estaba adornado con un tatuaje de tipo tribal. Aún no sé como no me fui en seco de solo mirar semejante mujer.
-Date vuelta -le dije, con la garganta seca. Obedeció con una sonrisa.
El culo ya se lo conocía, habíamos tomado sol juntos y lo que ella llamaba "bikini" no era mas que un triangulito de tela que a duras penas tapaba el ano, pero tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no clavárselo de inmediato. Me obligué a conservar la cabeza fría y seguir con el plan que ya iba tomando forma en mi imaginación.
Abrí el cajón de la mesita de luz y saqué dos juegos de esposas. Desde que tenía a Morena a mi disposición, me había provisto de toda una serie de juguetes de ese estilo. Algunos estaban aún sin estrenar, esperando el momento apropiado. Me paré detrás de ella, la tomé por las muñecas y le junté las manos tras la espalda. ¡Click! el primer juego de esposas las inmovilizó.
-¡Ah, bueeeeno! -su expresión favorita sonó divertida- parece que vamos con todo.
Por toda respuesta la enfilé hacia la cama y la tiré con cierta brusquedad boca abajo. Empezó a decir algo, seguramente una queja por mi brusquedad pero antes de que terminara de hablar le ajusté el segundo par de esposas en los tobillos y doblé sus piernas hasta que los talones tocaron la cola, entonces enganché las esposas de sus manos con las de sus tobillos mediante una pequeña cadena, dejándola completamente imposibilitada de moverse.
-¡Pará! ¡Esto no…! -no la dejé terminar.
-Hablás demasiado -le dije- pero tengo la solución.
Saqué de la mesita de luz un gag ball. Por si nunca vieron uno, se trata de una especie de pelota de goma que se mete en la boca y se ajusta a la cabeza con una correa para servir como mordaza.
-¡No, Manu, escuchame, esto no es lo queggggggg! -El gag ball cumplió su cometido.
Saqué un cofre de debajo de la cama, lo abrí y extraje una paleta de ping pong. Me senté a su lado en la cama, le levanté la cabeza tirando de sus rulos dorados y con tranquilidad le dije:
-Ahora vamos a empezar a entendernos. Es simple. Yo soy tu dueño. Te doy una orden y la obedecés. Si no lo hacés rápido o no lo hacés bien, te voy a dar con esto -le enseñé la paleta- hasta que el culo te quede tan rojo que brille en la oscuridad.
Y para demostrar que no mentía, le descargué unos cuantos chirlos en ambos cachetes. No muy fuertes. No quería arruinar la mercancía, solo dejar establecido mi dominio. Los ojos le brillaban, furiosos. No, no iba a ser fácil de domar. Tanto mejor.
-Te voy a sacar la mordaza -le dije, imperturbable- lo primero que vas a decir es "Gracias, Señor" o te doy otra tanda.
Pero cuando liberé su boca, una sarta de insultos y amenazas salieron a raudales, así que volví a ajustar las correas y repetí la azotaina, esta vez con un poco mas de rudeza. No fue suficiente. Tuve que hacerlos tres veces mas para lograr quebrarla. Pero al fin, con los ojos llorosos, el culo enrojecido y apenas un hilo de voz, lo dijo:
-Gracias, Señor.
Acaricié sus cabellos con ternura.
-¿Viste que no era para tanto? -Y diciendo esto, solté la cadena que unía las esposas, liberándola de su incómoda posición. Aún con las piernas y las manos atadas, la puse boca arriba. Gimió al apoyarse sobre el culito dolorido por el spanking.
-Abrite.
Separó las rodillas, mostrándome lo que esperaba ver: los labios de su vagina brillaban de humedad, palpitantes, invitándome a gozarla. Acaricié su clítoris hinchado y metí dos dedos bien adentro. Volvió a gemir, esta vez de placer. La seguí estimulando de esa manera un rato, sintiendo como crecían su excitación y la mía hasta que no pude resistirme mas y le metí la verga de un tirón.
-Movete, puta -dije mientras le apretaba las hermosas tetas con ambas manos. Era el momento con el que había soñado siempre, mil veces mejor que cualquier fantasía.
-Siiii… siiiii… así… cogeme, cogeme -gemía ella.
Decidí por todo de una. Se la saqué de la concha, volví a ponerla boca abajo y untando mis dedos con sus fluidos los usé para lubricarle el ano. Una vez mas, esta no era Morena, con su agujerito apretado y virgen. El culo de Romina se abrió con facilidad y mi pija estaba tan empapada que no me costó nada metérsela de un tirón. Le bombeé el ojete con ganas mientras le dedeaba la rajita y enseguida se acabó, con un grito agónico. Yo también estaba en eso, así que saqué mi verga de su culo chorreándole semen por el agujero y los cachetes. Agotado, me tendí a su lado unos minutos. Cuando logré recuperar el aliento, junté con mis dedos la leche de su culo y se la mostré.
-Abrí la boca y sacá la lengua -los labios carnosos se fruncieron en una mueca de asco. "En el sexo, hay pocas cosas que no hago" me había dicho una vez "y una es el ass-to-mouth. O me acaban en la boca o me acaban en el culo, pero las dos cosas ni en pedo". Sin embargo, obedeció. Unté el cuajarón de leche en su lengua.
-Tragá, puta de mierda -Y tragó. En ese momento, supe que era mía. No me hice ilusiones, sabía que no era permanente, pero por ahora, Romina era completa y absolutamente mía.
Le solté las piernas y las manos. Mientras se frotaba las muñecas doloridas saqué del cofre las bolas chinas. Había comprado una tira de seis bolas de unos cinco centímetros de diámetro, lo que fue un error de novato: usar eso con Morena era como meterle una verga de treinta centímetros de largo por cinco de ancho en su delicado culito. Por mas que me gustara hacerla gritar, no daba para desfondarle el ojete, obtenía mucho mas placer de el cerradito como estaba. Pero con Romina iba a poder sacarles provecho.
-Ponete en cuatro -le ordené, mostrándole las bolas chinas.
-¿Adónde me vas a meter eso? -por primera vez, sonó austada. Eso me calentó aún mas.
-Adonde se me dé la gana, perra -y le descargué un cachetazo en las nalgas, por preguntar.
Romina se puso en cuatro y a mi orden, separó con sus manos los cachetes del culo. Tomé la primer bola y se la hice lamer.
-Te conviene que la lubriques bien -le dije.
Se esforzó en cubrirla de saliva, pero a pesar de eso y de que su ojete estaba acostumbrado al uso, me costó metérsela. La cara se le contorsionaba -le había ordenado mirarme- y se mordía los labios por el esfuerzo de aguantar la pechada. Una vez que la bola entró completa, se relajó con alivio al tiempo que su agujero volvía a cerrase. Pero el alivio duró poco, porque humedecí la siguiente bola con los abundantes juguitos de su concha y se la metí con deliberada lentitud. Así seguí, bola por bola, hasta haberle empujado las seis. Cuando al fin completé mi tarea, solo sobresalía de su culo la tirita con la anilla para extraerlas. Romi estaba bañada en sudor, con la cara roja y se había mordido los labios de tal manera que había dejado marcas. Hice que se diera vuelta y se acomodara con la cabeza colgando por un costado de la cama. De pie en el suelo, le metí de un tirón la pija a medio parar en la boca. Me la chupó como una profesional, con mis pelotas golpeando contra su cara y su nariz haciéndome cosquillas en el escroto. Como premio le estrujé sus hermosas tetas y la llamé "putón chupavergas", "perra tragaleche" y otras cosas por el estilo, lo que no pareció hacer mas que incrementar sus ganas de comer mi poronga cada vez mas dura.
Al fin saqué la pija de su boca y mientras luchaba por tomar aire la sujeté por los pezones y tiré con tanta fuerza que arqueó la espalda. Cuando vi que no podía tirar mas se los empecé a retorcer con saña. Los gritos que pegaba me dieron mas placer que la garganta profunda que acababa se hacerle.
-¿Te gusta? -grité sin dejar de torturarla- dame las gracias, perra, no voy a parar hasta que digas "gracias, señor".
-¡Aaaaaaiiiiiiaaaa! ¡Noooo! -gritó, pero se repuso y añadió furiosamente- ¡graciasseñor, graciasseñor, graciasseñor!
-Así me gusta -dije, soltándola.
Yo estaba que me salía de la vaina así que me puse detrás suyo, le levanté una pierna y la clavé furiosamente mientras le iba sacando las bolas del culo. Cada pelota le arrancaba un grito cuya intensidad fue subiendo hasta terminar en un tremendo orgasmo. Todavía se estaba estremeciendo de placer cuando saqué mi pija de su concha y vertí mi leche sobre su vientre, sus tetas y hasta su cara. Exhausto, me derrumbé boca arriba en la cama y cerré los ojos. No recuerdo si alcancé a sacarle todas las bolas o alguna quedó dentro de su agrandado ojete.
Cuando desperté, Romina dormía a mi lado. Sonreí recordando los sucesos de la noche, estiré mi mano y pellizqué cariñosamente su pezón izquierdo. "Gracias, Señor" murmuró sin despertarse. Me dormí de nuevo y soñé con todo lo que iba a hacer en cuanto tuviera juntas a mis dos esclavas.
Continuará…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!