Orquídea Salvaje
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crusnik.
Como biólogo viajo mucho y a diferentes lugares tratando de averiguar el comportamiento y forma de vida de diferentes especies. En uno de mis viajes recónditos encontré una extraña orquídea junto con la cual había una araña. Me llamó la atención que en el medio ambiente había una gran cantidad de aves e insectos. Asimismo, los insectos se apareaban en la orquídea sin preocuparse por la araña. Es más algunos insectos hacían sus rituales de cortejo con el arácnido, el cual aprovechaba para devorar a su presa.
Este comportamiento me dejó atónito y llevé gran cantidad de especímenes para examinarlos. Lo que hallé fue que la orquídea segrega una droga, la cual sólo se activa con el olor de la feromona de la araña. Inyecté una pequeña cantidad de la orquídea en los ratones, nada ocurrió. Pero bastó colocar un poco del olor de la feromona para ver cómo los ratones se excitaban, queriéndose aparear sin importar nada. Me pregunté si la sustancia tenía el mismo efecto en los humanos y si podía usarla con mi vecina.
Tengo 30 años, vivo solo en el cuarto piso de un departamento, frente al cual se encuentra mi vecina Luz: Una mujer viuda de 37 años de curvas contorneadas, cabello largo y lacio, y personalidad muy alegre y extrovertida. Además ella tiene una hija: Andrea de 15 años, alta, plana, con un cuerpo en desarrollo y algo tímida. Siempre me atrajo Luz y aunque enviudó hace más de cinco años aún conserva el anillo y no ha salido con nadie. Me pareció la víctima perfecta para probar la sustancia.
De mis viajes siempre le traigo productos exóticos, así que darle infusiones de té y condimentos hechos de orquídeas y darle estas flores no llamaría mucho su atención. Sabía que toma el té todos los días. Además la flor tiene un agradable sabor y aroma. Calculando sabía que requeriría de por lo menos un mes para que su cuerpo tuviera la cantidad necesaria. El tiempo suficiente para que un amigo químico sintetice la feromona en un perfume.
En lugar de un perfume, lo que me sintetizó fue una loción, la cual me apliqué en la cara, cuello y pecho. Al llegar al edificio fui a ver a Luz, sabía que a esa hora estaría sola. Cuando me vio o mejor dicho me olió su respiración se agitó y no opuso resistencia cuando le di un apasionado beso, el cual fue bajando por su cuello mientras mis manos apretaban sus redondeados glúteos y las manos de ella trataban de quitarme la camisa. La conduje a su habitación, le quité completamente la ropa, al llegar a sus bragas comprobé que estaban mojadas. Era mía. Podía hacer lo que quisiese con ella y no opondría resistencia.
Empecé lamiéndole los pechos, sus pezones estaban duros, bajé por su estómago y llegué a la gloria de su vulva, su clítoris. Su chocho era una laguna cálida, húmeda y con olor a mar. Ella olió mi pecho y se excitó aún más.
La abrí de piernas y empecé despacio con el mete y saca, ella bufaba y gemía. Se notaba que tenía mucho tiempo de abstinencia y necesitaba de sexo. Se dejó hacer. Gracias a la feromona ya había llegado casi al orgasmo.
Me suplicaba que se lo hiciese: “¡Más, más por favor! Lo necesito. Lo quiero dentro de mí. Ha pasado mucho tiempo.” Luego cambiamos de posición. La coloqué boca abajo y la levanté de los brazos, en una variación de la pose del misionero, ella movía las caderas y ajustaba su vagina en mi polla. Mientras yo entraba y salía.
Ella mugía: ¡Qué rico! Seré tuya, soy tu perra. Y empezó a aullar. Así acabamos los dos: enlazados, abrazados, desnudos mientras no quitaba su cara de mi pecho. Le pregunté si quería otro.
Aún trataba de reponerse de ese orgasmo, pero dijo que sí. Me puse boca arriba y la cogí del culo mientras ella se balanceaba de arriba hacia abajo, de adentro hacia afuera. Sólo se oían nuestras respiraciones agitadas, mientras que en el cuarto se llenaba del aroma de sudor. Me di cuenta que eso la ponía más cachonda. Y comprobé que el sudor con la feromona es más poderoso. Al final perdimos la cuenta de cuantos orgasmos tuvimos. Dormimos abrazados de lado.
Y así pasamos varios días de aventuras y satisfacciones sexuales. La había hecho mía de muchas formas, como si hubiéramos nacido para satisfacer el placer mutuo. Extasiados nos quedamos dormidos, al despertar, una hora más tarde comprobé que no era un sueño y en esa posición de lado seguí metiéndosela mientras con mi mano acariciaba su peluda concha.
Fue en ese momento que vi hacia la puerta y comprobé que su hija había llegado.
II
Andrea nos miraba con una mezcla de incredulidad y deseo. No podía pronunciar palabra y sigilosamente se fue a su habitación. Ahora mi objetivo era poseerla. Deduje que ingería el mismo té que su madre y por eso su libido se había activado.
Me ofrecí a prepararle a Luz una bebida caliente, en mi maletín tenía un anestésico que la haría dormir por unas cuatro horas tiempo suficiente para seducir a su hija sin que ella lo supiera. Mezclé la bebida y se la di a probar. En unos minutos durmió la siesta aprovechando para acercarme donde Andrea.
Por el picaporte pude ver como se masturbaba, su chochito púber, sus senos en desarrollo. Traté de abrir pero la puerta tenía llave. Llamé a su puerta.
Andrea llevaba una bata con flores y por la prisa suponía que no tenía nada debajo. Creía que quien llamaba a su puerta era su madre por eso se sorprendió al verme.
Su primer impulso fue tirarme la puerta, pero interpuse mi pie y retrocedió. Luchaba con ella misma, una lucha entre el pudor y el deseo.
Me acerqué y acaricié su rostro, su piel lozana y tersa. Bajé mi mano hacia su cuello y fui quitando su bata descubriendo un pezón. Quiso cubrirse por pudor. Le lamí el cuello descubriendo nuevamente su bata, ella se dejaba hacer. Quité su manó y besé ese pezón y con mi otra mano aplasté el otro formando círculos. Eso la estimulo e hizo que sus tetas se pusieran duras.
Abrí completamente su bata y vi su concha virgen, con escasos pelitos. Bajé mi lengua y seguí besando su estómago mientras mis manos estimulaban sus pezones. La senté en su cama, la abrí de piernas y me comí su concha. Un grito de éxtasis se escapó de su boca “¡Oh! ¡Dios!” mientras ponía sus manos en mi nuca jalándome los cabellos.
Una gran cantidad de fluido vaginal empezó a brotar. Arqueó su cuerpo hacia mí y pude sentir sus pezones en punta. Sabía que su madre despertaría dentro de tres horas y mientras tanto podía hacer con Andrea lo que quisiera. Había dejado los condones en el cuarto de su madre así que besé y lamí el cuerpo de Andrea hasta que cayó de espaldas en un profundo orgasmo. Estaba como poseída: “¡Más, más! No te detengas, lo quiero todo, Te quiero dentro”. Luego la levanté en brazos y la llevé donde su madre.
El olor del cuerpo de Luz despedía el olor a orquídea, lo cual llevó a Andrea a un orgasmo inconmensurable. Beso el cuerpo de su madre inconsciente, metiéndole los dedos en su concha. Imaginé un trío con las dos. “Puedes jugar todo lo que quieras con ella”, le dije a Andrea. “¿Qué deseas?” “que mi madre sea mi esclava”, me dijo. Hicimos un plan.
Lo primero era darle más de la poción, inyectarle esencia de orquídea directamente en la vena. Andrea le amarró las muñecas a la cama, atándole las piernas a las cómodas y dejándola de piernas abiertas.
A la hora despertó Luz, primero se sorprendió de no encontrarme a su lado y su estupefacción fue mayor al darse cuenta que no podía moverse. Andrea entró a su cuarto desnuda y empezó a acariciarle y peinarle el cabello. Tratándola como una muñequita. Luz estaba con miedo, desnuda e indefensa, descubierta por Andrea.
Entré yo y cogí a Luz por la cintura. Mi pene estaba erecto, lo cual hizo que los pezones de ambas se pararan. Llevé a Andrea a una silla, la abrí de piernas y la empecé a lamer todo esto a vista de Luz quien no podía hacer nada más que mirar. Una vez que Andrea estuvo lo suficientemente mojada la llevé al borde de la cama: sus pies en el suelo mientras su cuerpo estuvo apoyado en la cama boca abajo. Me puse el condón y deslicé mi pene por su coño. El látex dejaba sentir toda esa divina humedad caliente. Se la clavé despacio, un grito de dolor salió de su boca pero con cada metida se iba transformando en placer, mientras tanto Andrea metía los dedos en el coño de su madre, jugando con su coño. Andrea estaba excitada, mugía y se balanceaba mientras sus dedos y boca lamía en cuerpo de su madre. El coño del cual 15 años antes ella había salido.
Debido a la alta presencia de la droga en su cuerpo Luz se excitó, luchaba con la mordaza. Fue en ese momento que Andrea preguntó: “¿Lo quieres? ¿Quieres placer? Entonces tendrás que ser mi esclava y hacer lo que te diga.” Luz asentó con la cabeza. Andrea le quitó la mordaza y dio su primera orden: lame mi coño, yo me senté en la silla a observar.
Andrea se paró, se colocó sus manos en la cabecera de la cama balanceándose con el coño abierto “ahora límpiame, esclava”. Luz nunca había bebido de un coño y los jugos le parecieron salados. Su lengua iba de arriba hacia abajo soportando el asco. Me acerqué y le acaricié el coño, lo cual empezó a ponerla frenética. Su lengua se convirtió en un remolino excitando a Andrea haciendo que se corriera en la boca de su madre.
“Tómalo todo, mamá” fue la orden de Andrea. “Ahora tendrás tu recompensa”. Andrea tomó asiento y me ordenó que se la clave sin piedad. Un mete y saca cada vez más rápido hasta que los dos explotamos en un orgasmo. Luego desaté a Luz y cambiamos de posición. La coloqué en cuatro patas mientras que Andrea se abrió de piernas dejando su coño abierto para que pudiera ser bebido por su madre. Sus labios vaginales estaban brillosos y jugosos más el olor hizo que Luz se excitara y bebiera todo lo que se ofrecía.
Luego nos dormimos los tres, abrazados y sudorosos.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!