Pamela, madre y sumisa del bully. Capitulo I: Presentación
Cualquier madre se angustiaría al saber que su hijo sufre o ejerce bullying. Peor es la situación de Pamela que padece a su hijo bully… sexualmente..
Otra vez estaba sentada en la sala de espera, esta vez aguardando para ser atendida por la directora del colegio de mi hijo. No fue la primera reunión a la que debía responder por el mal comportamiento de Pablo, pero sí sería la primera con la mayor autoridad de la institución luego de varias reuniones con la rectora, la segunda autoridad.
Todas las personas que me veían se alarmaban, se detenían frente a mí y me inspeccionaban con los ojos, juzgando mi vestimenta y por ello a mi persona. No me sorprendía, aún así, me daba extrema vergüenza. Permanecí con la cabeza gacha hasta que la secretaria con tono severo me avisó que la directora estaba lista para verme.
Al recibirme, a la directora se le cayó la mandíbula de la sorpresa.
- No podía creerle a la rectora. Señora, este es un colegio ¡Como se le ocurre venir vestida así!
“No se me ocurrió a mí” quise responder, quizás un “no es su asunto como me visto” hubiera sido una respuesta de alguien con mayor carácter y autoestima, pero no respondí nada. Permanecí en silencio, mirando el suelo con vergüenza.
Cuando llego la primera citación a una reunión con la rectora por el mal comportamiento de mi hijo, a él le pareció graciosa la idea de elegir mi vestimenta. A partir de entonces, si debía presentarme en su colegio, debía llevar esos tacones de aguja que solo usé en fiestas especiales, más lo que mi hijo me compró dos talles menores al que yo uso: una falda negra ceñida al cuerpo y una camisa blanca de mala calidad que trasparentaba. Eso no terminaba allí, mi ropa interior también era parte del disfraz, mi corpiño tenía que ser negro y de aro para resaltar mi pecho. Cuanta mayor sería la indignación de la directora si supiera todo esto y, peor, si supiera que no tengo ropa interior debajo de la falda.
Mi cuerpo siempre lo cuide, no porque quisiera sino porque mi esposo me ordenaba que entrenara varias horas al día así estaba satisfecho con mi aspecto. A mi 34 años mido 160 cm, y peso 50 kg, mi piel es trigueña, pelo castaño lacio, muchas caderas, copa D de busto y culo ancho. Uno de los amigos de mi hijo me dicen que soy idéntica a Anissa Kate, una actriz porno, pero más culona.
- No es aceptable que venga así a un establecimiento educativo ¿cuál es la razón de esa vestimenta?
- Mi… mi trabajo…
El nerviosismo me enredaba la lengua, recordaba que con la rectora improvise la excusa de que en mi nuevo trabajo me obligaban a vestir así.
- Ah… ya veo. Bueno, entiendo su situación. Según la inscripción de su hijo usted es ama de casa, comprendo que con el fallecimiento de su esposo eso tuvo que cambiar. Aún así, tengo que pedirle que no vuelva vestida de esta manera.
El semblante de la directora no cambió, con sus palabras simulo empatía. La rectora en cambio si se había mostrado genuinamente empatica, invitándome a charlas de su organización feminista y recomendándome que denunciara a mis jefes por pedirme utilizar esa vestimenta denigrante. La verdad es que yo sigo siendo ama de casa, nunca dejé de serlo aun la muerte de mi esposo. La pensión por fallecimiento de mi esposo era suficiente para mantenernos y ya había transcurrido casi dos años desde que el nos dejara.
- Vamos al punto, que no tengo mucho tiempo. A partir de ahora decidimos ya no apañar más las actitudes de su hijo en el fallecimiento de su esposo. Ahora comenzaremos a aplicar las medidas disciplinarias correspondientes. Es importante que usted le haga entender que si continúa molestando a los profesores y acosando a sus compañeros podrá ser expulsado. Esto es un ultimátum señora, espero tome cartas en el asunto, la actitud de su hijo es inaceptable.
Claro que entendía, pero poco podría hacer. La autoridad en mi casa siempre la ejerció mi esposo, en especial sobre mi. Desde su nacimiento mi hijo fue testigo de como su padre me maltrataba verbalmente, me obligaba a tener sexo cuando quisiera y, recién tuvo la oportunidad, lo imito hasta superar su perversidad. Criarlo en esas condiciones era imposible, siempre le divirtieron los malos tratos hacia mí y rechazaba ser cariñoso o amoroso. Creció para ser peor que el padre.
A diferencia de mi esposo, que solo me quería sumisa y sometida, mi hijo disfruta con humillarme. Antes de que el naciera algo de carácter tenía, para sorprender a mi esposo con alguna protesta sobre cómo me trataba, pero 16 años de sumisión son difíciles de superar. He llegado a extrañar los maltratos de su padre porque, en comparación, no tenía tanta imaginación.
La directora siguió hablando algo más, pero no la escuché con atención. Solo reaccioné a su cambio de semblante cuando se hartó de hablar y de verme allí.
- Espero aporte en modificar el comportamiento de su hijo. Ya puede retirarse.
Al ponerme de pie, tuve que bajar mi falda que se había levantado al tomar asiento. Intenté despedirme respetuosamente y ya di por terminada esa humillante reunión.
Camine apresurada hasta la puerta de acceso, la que se encontraba al final de un ancho pasillo con puertas a los lados. Mientras intentaba recordar donde había estacionado, la alarma del recreo me espantó al nivel de dejar caer mi bolso. Al inclinarme para levantarlo, alce la vista y vi la marea de adolescentes que salían de sus aulas, directo hacia al patio interno del colegio, directo a mi.
Alguno que otro habrá corrido la vista, pero solo pude enfocarme en casi la totalidad de los que se enfocaban en mi. Las y los adolescentes me observaban de arriba a abajo. La vergüenza era aplastante que solo me enfoqué en el frente y comencé a avanzar. Hasta que oí una voz conocida.
- Hola señora González.
La tierna novia de mi hijo, Ana. Ella nunca me maltrató y nunca presenció los maltratos que sufría, aun cuando pasaba tiempo en casa. Me alegraba siempre verla, siempre tenerla cerca. La realidad es que sacaba lo mejor de mi hijo y, por si misma, ya era una amable niña.
Desde un primer momento mi hijo percibió mi instinto maternal hacia ella y tomó provecho. Le gustaba tocarme sin que ella lo viera, disfrutando de mi incomodidad. De vez en cuando Ana conseguía permiso para dormir en mi casa. Una de las primeras veces el mintió que yo tomaba somníferos por tener problemas para dormir, esa misma noche oí los gemidos de placer de Ana, que se repetiría cada noche que ella durmiera con mi hijo.
Sus gemidos son auténticamente de placer, aveces con risas y comentarios excitantes que salen de su tierna boca de 15 años. Me excito como nunca cuando la oigo, me toco hasta acabar y aveces mi hijo me sorprende luego de terminar con ella. Por suerte siempre quiere que se la chupe rápido hasta acabar y regresar a dormir a su habitación, si en alguna de esas oportunidades me tocara mi vagina sabría que disfruto oírlos. Ciertamente envidio el buen trato que recibe, su suerte de poder disfrutar del sexo y, a su vez, me calienta pensar en ella.
Allí la tenía, frente a mí, estupefacta como siempre cuando me veía con ropa reveladora. Muy educada clavaba su mirada en mi cara, bajando sus ojos pocas veces hacia mi escote, mientras que los adolescentes que transitaban no dejaban de ver mi cuerpo casi al descubierto. Entre tantos gritos juveniles no pude oír nada del inicio de conversación que ella intentó. Pronto otra joven la tomó del brazo y la guió hacia el patio interior de recreo. Entonces escape hacia la entrada principal.
Camine a contra corriente, abriéndome paso entre todos los adolescentes. Pronto reconocí rostros a la distancia, amigos de mi hijo que alguna vez había invitado a mi casa. “Es la señora G”, “hola, mi amor”, “que rica estás” decían en voz alta al caminar a mi lado. No se reservaron a solo a eso, cada cual que expresara esa burlona y perversa sonrisa al verme, me decía alguna guarrada al oído, me hacía estremecer con una nalgueaba o apretaba de mi culo al pasar. Yo había sido la primera mujer de casi todos ellos. No era la madre de un amigo a quien respetar, era la zorra de su amigo a quien compartir.
Como cada palabra y contacto inadecuado me provocaba una reacción repulsiva en la que corría mi cara, alejándome levemente de quien se animaba a hacerlo, llegué a avanzar corriendo mi rostro constantemente. Mi enfoque estaba en llegar a la salida y no tropezar en el camino. Fue un camino de humillación hasta que, a pocos pasos del umbral, alguien me sujetó fuertemente del brazo.
- Mami… Mami… espera…
Inmediatamente reconocí su voz. Al voltear, Pablo se erguía con sus 180 cm de altura, su pecho ancho y brazos musculosos, más atlético que su padre. Un cuerpo adulto para un joven de 16 años. A su lado, estaba un chiquillo asustado que no animaba a verme, el que era esbelto con un físico más acorde a la edad de mi hijo.
- Juancito quiere saber si tienes algo que decirme… Bueno, el hizo que la rectora te llamara porque no soporta unas bromas
No le respondí, evidentemente me estaba utilizando como muestra de que la autoridad era el. Este Juan fijo su vista en mis tetas, se lo notaba débil, como enfermo, tomándose con un brazo el estómago. Quizás recién golpeado por mi hijo.
- Anda, déjame con mi madre, después te voy a decir cómo me vas a compensar mocoso
El joven corrió con el resto de estudiantes que ya nos estaban dejando casi solos. Mi hijo me inspeccionó con los ojos desde el suelo hacia mi cabello. Aunque a mí me pareció mucho, el tiempo en que esos adolescentes vaciaron el corredor hacia la zona de recreo fue casi instantáneo. Nosotros dos estábamos ya cerca de la puerta principal, solos.
- Me acostumbre a verte así de puta y cogerte en el momento mamá
- Pues aquí… sería inadecuado
- Decís eso vestida así? jajajaj si no fueras tan evidente te habría hecho venir con un juguetito clavado adentro… llevas tanga?
Negué con mi cabeza. Cruce los brazos para disimular mi escote e inspeccione si alguien nos oía. Reí algo exagerada para que un inexistente espectador creyera que mi hijo me hizo un chiste.
- Tranquila, no hace falta que tiembles así… nadie me escucha. Ya te ibas?
- Si, tengo que terminar de ordenar la casa. La reunión-
- No me interesa la reunión!… Te iba a decir mami, hoy voy a llegar tarde… seguro con amigos…
Eso podia decírmelo por mensaje, en cambio me retuvo disfrutando lentamente diciendo esas palabras. A la mañana me había prometido que hoy iba a volver sin compañía a cambio de una voluntariosa felación matutina. Mi cara de desilusión, aunque rápidamente disimulada, hizo que cambiara su expresión facial demostrando enojo.
Pablo sabía que odiaba cada vez que me colocaban en el centro de atención sexual de un grupo de adolescentes que me trataban como sirvienta y prostituta. Aún así, el detestaba que exteriorizara mis disgustos, por más que intentara esconderlos en una sonrisa falsa, y aunque le divirtiera deliberadamente provocarlos. Lo noté pensativo hasta que tuvo una idea.
- En vez de amigos, quizás pueda invitarlo a Juancito ja ja… Ahora que me debe una, puedo decirle que traiga ese Rottweiler que tiene su familia
Al oír esas palabras se me detuvo el corazón. Ya habían pasado unos meses desde que había dejado de insistir en que yo volviera a practicar la zoofilia para su diversión, pensé que se había desinteresado del tema como con otros morbos que le surgieron y se desvanecieron en sus planes. Con los ojos abiertos como platos y mi sonrisa falsa, no podía negarme a nada sino todo sería peor. Pero podía intentar volver al plan de reunión con amigos.
- Como-como tú prefieras… los puedo a esperar a tus amigos con algo de comer
- Vas a evadir una oportunidad de entrenar tu actitud de perra? Bueno, el perrito de Víctor ya se recuperó, ustedes tenían una conexión especial…
- También puedo comprarle cerveza a tus amigos y a ti!… si quieres
- No te desesperes mamá, ya organicé todo van a ir mis amigos
- Gracias
- Gracias por que? Ve a comprarte otro traje de mucama para hoy, es asqueroso el que tenes en casa! y alguna lencería
Lo pequeña que me sentía cada vez que mi hijo me manipulaba de esa manera. Al enfocarme en sus expresiones, observé como cambiaba su expresión burlona por una distraído, observando sobre mi hombro, como buscando a alguien. Entonces hoy la voz de su noviecita, que lo llamaba por su nombre.
- Antes de irte, dame algo de dinero
- Solo tengo… esto…
Busqué en mi pequeña cartera los billetes de alta denominación que el cajero me había dado. Cuando los vio me los arrebató de la mano y se escapó de mi vista. Sabía que había perdido ese dinero, pero no me importaba, ya podía irme.
Caminé rápidamente, como si me persiguieran, hasta llegar a mi vehículo. Frente al volante desabroche un botón más de la camisa que me apretaba las tetas para aliviar la presión. Busque en la guantera alguna de las tangas de emergencia que guardaba y me la coloque rápidamente. Encendí mi auto y me dirigí a hacer las compras, preparando para recibir las visitas como a mi hijo le gustaba que lo hiciera.
Solo si fuera ir al supermercado hubiera llegado a regresar a mi casa, cambiarme y nuevamente ir a comprar. Que me agregara la exigencia del traje de mucama me obligaba ir al otro extremo de la ciudad, donde estaba el único lugar que vendiera eso. Si volvía a mi casa y luego iba allí, el tráfico de la tarde me haría retrasar horas y no tendría tiempo de acondicionar la casa.
Entonces, mi primer destino fue el sex shop al que regularmente concurría. Lo elegí para iniciar porque era el único en el que no me encontraba inapropiadamente vestida, aunque igual me sintiera avergonzada. La trabajadora no me prestó atención al entrar, por más que la campanilla me anunció estruendosamente, continuó entretenida con el celular.
Conocía la distribución del local, en la parte mas cercana al acceso se hallaba la mercadería típica. Primero fui a por un envase grande de lubricante y una caja de una docena de preservativos. Dude un poco con los productos en mis manos, hasta que tome otra unidad de cada uno, por si acaso. Me acerqué al mostrador y los apoyé, sonriéndole de compromiso a la chica que atendía.
La segunda parte del local no era tan expuesta. Al ingresar, la gran cantidad de consoladores adornaba una pared entera, mientras en la pared frente a ella había disfraces y conjuntos de lencería, con una puerta que daba a un probador. Seleccione los trajes disponibles y los tome.
En el probador me desvestí y vestí con lo seleccionado. Una enteriza de una sola pieza, como un traje de baño pero con tela de red trasparentada, tomé una foto con mi celular. Un conjunto de lencería negra con medias de red hasta las rodillas, tomé otra foto. Y un disfraz de mucama sobre el conjunto, una vincha con una pollera de alrededor de diez centímetros y un delantal pequeño que apenas tapaba mi torso, tomé otra foto. Envié las fotos a mi hijo que rápidamente respondió “bien, encontraste lo que quería”. Aunque le había preguntado si prefería la enteriza o el conjunto, al no responderme decidí llevar los dos, para no darle lugar a que se enoje por la ausencia del otro.
En la caja registradora la chica me cobró sin mirarme, sin saludarme ni reparar en algún gesto de amabilidad. Utilice mi tarjeta donde depositaban la pensión de mi marido. Después de haberme atendido tantas veces no se que pensaba de mí, si era una mujer normal o una prostituta, me consuela pensar que ella está acostumbrada a una clientela extraña. Tome la bolsa y me fui.
El siguiente destino era el supermercado. En el estacionamiento ya sabía lo que debía hacer, como no esperaba visitas para esta noche, cuando salí para el colegio solo esperaba que la vestimenta que usaba fuera expuesta allí. Ahora tenía que taparme con un abrigo, en un día caluroso, para que los extraños no le vieran en esa lasciva vestimenta.
Camine con el carrito de compras por los pasillos. Compré snacks, bebidas comunes y alcohólicas, algunos artículos que necesitaba para limpiar la casa. Ya estaba lista para irme, pero un pasillo en particular detuvo mi atención. Busque el artículo específico que me había hecho detenerme, sin poder identificarlo. El nerviosismo por estar buscando eso en específico, el calor y el apuro de irme me generaban nerviosismo. Por suerte un empleado de allí se me acercó.
- La puedo ayudar señora?
- Hola. Si… si. Esta es la única sección de mascotas?
- Así es, principalmente alimento para perros, pero todos los demás productos están acá. Busca alguna marca en particular?
- No, lo que busco es… es un bozal para perro.
- Ah si… mire están aquí debajo. De que tama-
- Grande! Perdón, estoy algo apurada
- No se preocupe, aquí tiene
Lo tome en cuanto me lo ofreció y me dirigí rápidamente a las cajas registradoras. Pablo me había dicho ya que vendrían solo sus amigos, pero algo en el fondo de mi no le creía.
Pague y camine hasta el arco detector, que sonó al atravesarlo. Un seguridad se me acercó y amablemente me pidió “puede abrir su abrigo, por favor”. Repentinamente el calor se transformó en frío y por mi mente ni siquiera se asomó la idea de resistirme. Abrí mi abrigo, enseñándole mi camisa traspirada pegada a mi corpiño, remarcando más mis tetas. La expresión de estupefacción de ese guardia monótono cambió completamente, sorprendido. Mientras una cajera corría hacia nosotros, tomando el bozal desde mi carrito y quitándole la alarma antirrobos, disculpándose por su omisión.
Camine hasta el estacionamiento, ya estaba pensando en llegar a casa hasta que una voz me llamó. Alce la vista y era Maria quien se acercaba, la madre de un compañero de mi hijo, supuestamente mi amiga.
- Ay Pamela que alegría… hace mucho no nos veíamos, como has estado?
La amabilidad de Maria era el distintivo de su personalidad. A diferencia de mi, ella tenía un semblante de madre más tradicional en ese momento. Tenia mi altura, su cuerpo no era esbelto aunque tampoco era una mujer gorda, sus tetas eran tan prominentes como sus caderas y tenía un rostro amoroso. Tuve una agria sorpresa años atrás cuando lo descubrí a mi marido engañándome con ella en mi propia cama.
- Hola Maria, ya ha pasado tiempo si… Bien, algo apurada
- Con este calor y así de abrigada! mírate sos un mar de sudor! quítate ese abrigo
Confianzuda abrió el único botón de mi abrigo y observó mi vestimenta.
- Por favor Pamela… yo con ese cuerpo también me vestiría así
Intenté cerrar el abrigo, su comentario no me convenció sobre que estaba de acuerdo con mi forma de vestir en ese momento.
- Me das ganas de entrenar! igual siempre te mantuviste mejor que todas
- Estás muy linda vos, Maria
- Ya lo sé!
Su risa era sincera. Cuántas veces mi esposo me había dicho lo hermosa que era su amante luego de haberlos descubierto. Nunca más ella fue a mi hogar, pero sabía por boca de mi marido que seguía viéndola.
- Ya debo irme-
- Espera! Cómo está Pablo? Ya es todo un hombre como mi Víctor
- Está bien, tratando de portarse bien en la escuela
- Ay si! Víctor me cuenta de las cosas que hace! Es terrible, gracias a dios son amigos sino…
Así comenzó a hablar sola, enrostrándome las supuestas buenas notas de su hijo y todos sus logros. Destacaba “consejos” de cómo ser madre sin saber cómo era su hijo de salvaje para abusar de mis agujeros cada vez que era invitado a mi casa. Ella se había cogido a mi marido, yo a su hijo, pero ella lo había hecho voluntariamente. Fingí prestar atención pero solo podía ver la cara de su hijo perversamente acostumbrado a cogerme fuerte, hasta que algo que dijo me llamó la atención.
- “Triste por su perro dijiste”?
- Ay si, al pobre Gordito lo tuvimos que internar hace unos meses, ya hace unas semanas está en casa mejor que nunca
- Pero que le pasó?
- Tuvo una lesión… en su parte íntima… Víctor parece que lo sacaba a pasear y se montaba a una perra, cada vez que los separaba para volver a casa los tenía que separar. Viste que se quedan abotonados los perros. Bueno, parece que aparearse tantas veces y no dejar que se separen naturalmente lo fue lastimando. Mi pobre hijito se sentía muy triste pero yo lo entendí porque el veterinario nos explicó que el abtonamiento dura como 30 minutos… Gordito tuvo una lesión en el hueso peneano, yo ni sabía que tenían un hueso ahí…
Sentí mucha culpa en el momento. Todas las veces que me habían obligado a aparearme con ese Dogo, cuando dejaba de moverse rogaba que me lo sacaran de encima y siempre oía al perro expresar su dolor con un aullido atragantado.
- Te pusiste pálida, Pamela! Capaz te bajó la presión por estar tan traspirada
- No, estoy apurada. Tengo que irme.
- Perdón, perdón…. juntémonos un día de estos, como amigas
La saludé y ella me abrazó, como si realmente siguiéramos siendo amigas. Subí a mi vehículo y me dirigí a casa lo más rápido posible. Mover muebles, limpiar hasta el más recóndito rincón, preparar la comida, procurar que la bebida llegue fría a la noche, bañarme, maquillarme y prepararme para recibir visita. Eso estaba en mi mente, rezando por no quedar detenida en el tráfico.
Continuará…
En el siguiente capítulo relataré cómo el grupo de jóvenes visitan la casa de Pamela, con otras cositas, y los ultrajantes detalles de su orgia.
Espero su apoyo y sugerencias en comentarios.
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