Patricia 2
Las fantasias perversas de una amiga….
La noche aún estaba tibia, la fiesta había Sido entretenida, aunque nada especial a decir verdad. estabas regresando sola… pero con ganas… ningún estúpido estaba a la altura, o se emborracharon muy rápido, o ya estaban demasiado drogados cómo para hacer cualquier cosa… pero aún tenías hambre, te habías hechado un poco de coca en la conchita, esperando que pasara algo, esa sensación rica de tener la carne prendida por el polvo blanco te encantaba y más aún teniendo tu periodo… pero ningún idiota estuvo a la altura y aunque estabas un poco tocada, te guardaste las ganas.
Te paraste en una esquina y llamaste un taxi… esa sensación en tu vagina no se iba, ya a esta te desesperaba «por qué mierda lo hice, ahora que hago?», Te repetías esa frase constantemente mientras subías al automóvil.
Las luces del interior estaban encendidas, el conductor era un tipo de más o menos unos 50 años, de piel un poco arrugada y rasgos toscos, sus manos eran grandes y se notaba que eran de un trabajador, toscas, secas, sin ningún cuidado. Te fijabas en esos detalles mientras en tu nariz sentías ese leve «olor a viejo» que a veces tienen esas personas y le dabas las indicaciones de tu viaje.
El tipo no tenía música en el vehículo, por lo que el viaje estaba tranquilo, las luminarias pasaban por tu ventana, mientras tú mirada estaba perdida entre calle y calle. Pero esa sensación de la carne prendida en tu concha no te dejaba pensar en nada, te palpitaba el químico blanco que de a poco se mezclaba en tus labios con gotitas de orina y la sangre de tu menstruación que ensuciaba la toallita. Apretabas tus piernas para que la mezcla caliente y húmeda solo te excitaría más. Y de repente tu cuerpo, sin previo aviso, empezó a reaccionar por sí solo… uno de tus deditos se posó disimuladamente sobre tu pecho, sentías el pezón hinchado y palpitante, y tu dedito suavemente empezó a juguetear y a apretar ese botón de carne… el piercing que lo atravesaba solo te estimulaba más, esa sensación del roce frío del metal contra la piel caliente y perforada de tu pezón, te volvía loca y sentías como la toalla se mojaba más.
El viejo no tardó en darse cuenta que te estabas acariciando tu teta rica y grande, sus miradas se cruzaron en el espejo retrovisor… entre las arrugas de su piel, podías notar el brillo en sus ojos… el brillo de unos ojos sucios y pervertidos… no te miraba como a una mujer, te miraba como a una niña, como a una presa indefensa y eso te calentaba, no eran los ojos de un viejo caliente, eran los ojos de un criminal planeando un delito… «a cuántas habrá morado así? ¿Habrá violado a alguna? ¿Tendrá hijas que haya manoseado?» Esas preguntas daban vueltas por tu cabeza mientras las miradas de ambos no se abandonaban, y tu dedo apretaba más fuerte tu pezón, retorciendolo entre el piercing y la piel, tu respiración ya estaba demasiado agitada, era notorio que estabas excitada y la toallita ya estaba toda empapada de tus jugos y tú calzón ya estaba mojado, humedeciendo la piel de tus muslos.
El viejo tosió un poco, el sonido del carraspeo de su garganta corto de sorpresa la conexión de sus miradas.
-Señorita, ¿se siente bien? – preguntó el viejo, tratando de borrar lo que acababa de ver.
-si – respondiste lentamente
-¿de verdad? Aún falta mucho para que lleguemos.
-No se preocupe, siga conduciendo.
Una sonrisa se esbozo en tu rostro, de a poco el alcohol y la coca estaban dando efectos, tu concha palpitaba y en cada palpitar podías sentir un cómo se escapaban chorritos de orina y sangre caliente, que se escurría entre tus muslos y suavemente llegaban a la entrada de tu culo, mojándolo también. De a poco comenzaste a mover tus caderas y los jugos ardientes hicieron que el frote de las carnes fuera más rico.
El hombre volvió a mirar por el espejo. Está vez, al cruzarse nuevamente sus miradas, notaste que sus ojos estaban más brillantes, encendidos, casi decididos… no aguantaste…
Suavemente bajaste la polera y le mostraste tu pecho, hinchado de calentura, mientras tirabas tu pezón con fuerza, tanto que te dolía y ese dolor te calentaba más. El viejo de mierda abrió los ojos y tragó saliva, trataba de no babear y contenerse, parecía perro en celo el muy desgraciado. Tú calzón estaba empapado a decir basta, sentías como la falda ya estaba mojada de tu meado sangriento e indecente, y eso te tenía hirviendo… Imagínaste esas manchas hediondas y rojas en la ropa, en tu piel, en los asientos del vehículo y mientras apretujabas tu pezón antes los ojos del viejo, tu trasero se sentía cada vez más húmedo.
Abriste las piernas… tus muslos y tú ropa interior estaban manchados de de sangre y orina, con tu otra mano, te apretaste la concha muy fuerte, soltando un gemido y al hacerlo, estrujaste el calzon, que bañó tu mano con la mezcla exquisita y caliente… el viejo abrió la boca y estaba hipnotizado por ti… esa misma mano te la pasaste por la teta, que ensuciaste con tu sangre caliente, ahora le mostraste la otra y mientras te la pellizcabas con fuerza, volvías a apretarte la concha para de nuevo empaparla y manchar ahora le teta limpia y hermosa que le estabas mostrando al viejo… un hilo de saliva salió por las comisuras de la boca del viejo, estaba babeando por ti, tu pecho está muy agitado, tu respiración y tus gemidos se vuelven uno. Volviste a poner tu mano en tu concha, ya no te importaba nada, sabías por la mirada del viejo que el vehículo era tuyo, que podías hacer cualquier cosa que quisieras y está vez, abriste las piernas ocupando todo el asiento trasero, y pusiste tu mano abierta sobre la concha, cubriéndola y apretandola e intencionalmente, dejaste escapar un poco de meado en tu mano y al hacerlo soltaste un gemido exquisito. Miraste al viejo y con la mano llena de sangre y orina, empezaste a ensuciarte la cara, las mejillas, la frente, los labios. Notaste que el viejo se movió un poco y se movía. Era seguro que se estaba tocando la verga… una verga vieja y arrugada, hasta sucia y hedionda, que se hinchaba de moco caliente y sangre al verte jugar con tus pasiones más animales y bellas…
Tu cara esbozo una sonrisa mucho más notoria… cerraste las piernas y te sacaste el calzon, por los movimientos del viejo, de seguro se estaba pajeando, una vez con el calzon en la mano, te lo pasaste por las tetas y la sangre y la orina se escurrieron por tu piel, manchando tu polera, notaste que el viejo se pajeaba más rápido. Te encantaba la idea de que ese maldito viejo estaba escupiendo moco por su vieja verga y que iba a hacer todo lo que tu le dijeras. Ese mismo calzon lo pasaste por el asiento y la ventana y dejo una marca roja en ambos… todo el automóvil estaba impregnado con el olor de tu sangre y tú concha… era tuyo.
El viejo no aguanto más y movió la palanca del asiento del copiloto, para poder pasar, mientras hacía esto, tu dejaste el calzon a un lado, volviste a abrir las piernas ocupando todo el asiento trasero y mientras el viejo trataba de moverse, tu metiste uno de tus dedos en tu culo, lo metiste lo más adentro que pudiste, tanto que te dolió, pero ese dolor solo te calentaba más «me deseas perro? Entonces te voy a humillar, harás todo lo que yo diga, viejo de mierda» pensaste, mientras te pajeabas el culo y cada vez que te metías los dedos, salían chorritos de orina y sangre de tu concha. El viejo estaba casi sentado en el asiento del copiloto, que estaba completamente inclinado hacia adelante, una vez que el viejo se pudo acomodar, bajo el asiento del conductor. Era un espectáculo patético verlo esforzarse entremedio de un espacio tan pequeño y le mirabas la verga, una verga ancha y gorda, que babeaba moco blanco que colgaba de la punta. Cuando el viejo acomodo el otro asiento, te sacaste el dedo el culo y lo miraste a los ojos.
-chupa, así se siente mi culo, chupa el dedo y déjalo limpio… me quieres? ¿Te caliento? Entonces haz lo que yo digo.
El viejo sin pensarlo un solo momento, tomó tu mano y metió todo tu dedo en su boca, lo saboreo, lo chupo como si fuera una verga y lo limpio con su lengua… esa obediencia ciega y animal te volvía loca.
-podría ser tu hija – dijiste.- te gustan de mi edad?
-si – dijo el bastardo jadeando
-sacate los pantalones
El viejo obedeció sin decir palabra alguna. Se sacó los pantalones y los dejó a un lado. Sus bolas grandes, negras y arrugadas bailaban al compás de sus movimientos toscos y arritmicos mientras se pajeaba.
-quédate ahí, así, no te acerques.
-si – decía el viejo mientras se pajeaba y la baba le corría por la boca y el moco caliente de su verga le mojaba los dedos toscos.
Te empezaste a pajear mirándolo, esa imagen del viejo babeando como perro callejero y hambriento, mal vestido, hediondo a verga y sudor, perdiendo el control de su cuerpo por ti, te encantaba, esa sensación de poder y control, de locura sin control que ejercias en ese hombre… no habían palabras para describirlo…
Apretaste el culo, cerrando el agujerito de este, para hacer fuerza, pusiste las piernas tensas y dejaste que saliera mientras te apretabas el clítoris… un chorro rojo y hediondo a hembra empezó a teñir la polera, la verga y las bolas del viejo, el chorro al chocar con su cuerpo, hacía saltar gotas que mojaban todo el interior del vehículo. Mientras tu rostro tenía una expresión combinada de placer y agresividad, mientras meabas al viejo y te tocabas el clítoris. El viejo siguió pajeandose, gimiendo al sentir el calor carmesí de tu cuerpo y ensuciarlo, antes de terminar de mear, pusiste tu mano y te la empapaste, y empezaste a ensuciarte todo tu cuerpo, tu cara, tu pecho, tus piernas… todo tu cuerpo tenía las huellas rojas y húmedas de tus dedos, parecía que ambos estaban sumergidos en tus líquidos ricos de mujer desenfrenada.
-no p-p-pares – dijo el viejo tiritando y manoseandose la verga, mientras se acercaba a tu concha.
Su acción te calentó y más ganas te dieron de seguir meandolo… pero lo que hizo… lo que hizo te volvió loca.
Sin dejar de pajearse, acercó su cara a tu concha, mientras el chorro de orina y sangre le mojaba toda la cara y abrió su boca, para tragarse tu meado, que se le escurría en las mejillas, la lengua y los labios. Tu más fuerza hiciste y le tomaste el pelo con fuerza y lo empujaste hacia ti y le movías la cabeza, el viejo bastardo se dejaba mover, mientras sentías como su piel arrugada y su cara si afeitar pasaba por tus muslos, los labios de tu vagina y los pelos de su barba te rasguñaban la piel. A ese punto ya gemias cómo loca sin control, mientras sentías el sonido de los líquidos sucios y ardientes chocando.
-chupame el culo, límpiame con tu lengua – le dijiste con voz de autoridad.
El viejo tomó ambas de tus piernas, las separo más aún y las levantó, dejando expuesto tu ano, que estaba mojado y rojo por tus líquidos y sin dudar empezó a pasar su lengua, a meterla en tu agujero sucio, abrió tu ano con su lengua gorda y babosa, como si lo estuviera violando… tu vagina ya no se controlaba, la mezcla de fluidos salía ya sin cuidado, como un grifo roto que no sabías cómo detener y que mojaba el cabello y la espalda de ese viejo degenerado.
-te gustan las niñas? – preguntaste gimiendo
-mucho – dijo sin dejar de lamer tu agujero exquisito.
-muy niñas, muy pequeñas? – preguntaste jadeando de calentura.
-si – dijo y siguió chupando y lamiendo
«Cuántas habrá tocado?, ¿Cuántas habrá violado? ¿A cuántas acosa y espía este viejo de mierda?», Esas preguntas solo te calentaban más
-masturbame – le dijiste dándole una orden
El viejo se volvió a incorporar, no hizo exactamente lo que le pediste de inmediato, porque se empezó a pajear de nuevo. Aún así lo miraste, el viejo estaba perdido en su excitación. Así que te acercaste a la cabeza de su verga, y se la escupiste, el se quedó mirandote
-te quieres pajear? Entonces hazlo así
Y volviste a escupirle la verga, el viejo con su mano esparció tu saliva en la cabeza gorda y roja de pene, lo escupiste de nuevo, con desprecio y mientras más lo escupias, más el viejo esparcía su saliva en su tosca verga.
Te gustaba esa imagen, esa sansacion de que todo ese espacio era tuyo, lo marcaste, con tu olor, con tus jugos, igual que al pobre desgraciado que tenías pajeandose cómo loco por ti
-masturbame te dije.
El viejo obedeció está vez, y sin ninguna delicadeza, hundió tres de sus dedos gordos y ásperos en tu concha, los metió hasta el fondo, hasta estirar los labios de tu vagina, te dolió, pero ese dolor solo produjo que tu concha botara más jugos. Y así te empezó a pajear, fuerte, brusco, tratando en cada embiste de abrirte hasta sangrar, tus caderas se movían al Vaivén de la mano del viejo y tus tetas rebotaban cada vez que las puntas ásperas y partidas de sus dedos llegaban hasta el fondo de las paredes rojas y humedas de tu concha. Gritaste cómo loca, y te meabas sin parar, mientras más gritabas el viejo más fuerte lo hacia y en tu mente aparecía lo que te imaginabas de el… un viejo sucio y violador, que trataba así a mujeres menores que tú, a niñas que quizás lloraban mientras esté animal les abría sus agujeritos tiernos con esa fuerza bruta y sin control… te calentaba tanto saber que quizás este viejo se las culeaba mientras estaban llorando, suplicándole que se detuviera…
Ya habías perdido la cuenta de cuántas veces habías llegado, el viejo sentía que tu cuerpo estaba un poco cansado, se notaba en tus ojos lánguidos y cargados de placer, que los orgasmos seguidos te estaban cansando.
El viejo te tomó se detuvo un momento, y trato de ponerse de pie dentro del vehículo lo más que pudo, tú sabías lo que venía y estaba bien…
Te tomo fuerte del pelo y te puso la verga sucia y hedionda en la cara, la paso por tus mejillas, por la frente y el semen pegajoso de su verga se pegaba a tu piel, cuando se alejo un poco, le escupiste la verga y le pasaste la lengua, abriste la boca y te la metiste entera a la boca, el viejo solo se limito a empujar, a empujar cada vez más fuerte, su bolas estaban pegadas a tu barbilla, las sentías, unas bolas negras, sudorosas y peludas, te golpeaban el mentón mientras el viejo te sujetaba el cuello para no sacar su verga de tus labios… apenas podías respirar… pero esa desesperación tan rica, solo hacia que te mearas más, el asiento ya tenía una pequeña poza donde tú culo y tus muslos chapoteaban en tus jugos. El viejo seguía y seguía culeandose tus labios, y empezaste a gemir desesperada, porque entro tan adentro que golpeó la entrada de tu garganta y te dió asco y querías vomitar. El viejo se dió cuenta y saco la verga de tu boca. Tu cara estaba roja por la falta de oxígeno y en una pequeña arcada, volviste a escupirle la verga al perro maldito que te estaba ahogando…
El viejo en silencio, te tomo como una muñeca de trapo y te volteo sobre el asiento, dejando tu vagina sucia de sangre expuesta, y sin aviso te enterró su verga gruesa y gorda en la concha. Tu gemiste de lo rico que se sentía, esa mezcla de sudor, saliva, sangre y orina, que bañaba ambos cuerpos, esa misma mezcla que tenía la verga de ese viejo anónimo que ahora estaba pegado a tus caderas, violandote, moviéndose como perro en celo, mordiendote los hombros mientras gemias desesperado y tu vagina solo reaccionaba orianado más y más, no podías parar de hacerlo y sentías como las gotas de moco caliente salían por el agujero de la verga sucia de ese viejo degenerado y se pegaban a tus carnes vaginales.
Más rápido, más gemidos, más líquido ensuciandolo todo… hasta perder la cuenta… hasta ese último temblor en el que sentiste como la verga del viejo tiritaba dentro de tuyo y botaba todo ese líquido caliente, tan rico… tan abundante, que parecía que el viejo se estuviera meando dentro de tu concha.
Y así estuvieron un rato, pegados el uno al otro… sin decir nada, el viejo se arreglo un poco y continuó el viaje, tu solo mirabas lánguida por el espejo, tirada en el asiento trasero del vehículo, a medio vestir, con la ropa y el cuerpo ensangrentados por tu menstruación… parecía más la escena de un crimen que una de amantes… pero aún así, tu cara tenía una sonrisa de satisfacción… tranquila… que brillaba en la luna solitaria que te había visto tantas veces perder el control.
Al llegar a tu casa, de tu cartera sacaste el dinero, le pagaste, el viejo se bajó y abrió el maletero del vehículo, sacó algo que no pudiste ver, abrió tu puerta y te ofreció lo que había sacado del maletero.
-es una chaqueta larga, usela para llegar a su casa, para que no la vean así.
-gracias – lo miraste a los ojos y le regalaste una amable sonrisa «no era tan bestia como pensé»
Y así, sin mirar atrás, ambos se alejaron. El en su taxi y tú, haciendo música lenta con tus tacos al caminar por la acera, bañada por la suave luz de plata de la luna, que iluminaba tu cara que aún estaba manchada de sangre, semen, saliva y orina… así… libre de todo prejuicio, de toda vergüenza… una estrella de pasión carnal y hermosa, vagando en la paz de la caótica noche que te ha dado mil placeres… y solo la luna rodeada en tinieblas conoce tu belleza sin freno, tu amor sin control ni dueño… solo la oscuridad sabe lo hermosa que realmente eres…
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