Pequeña juguetona
¿Que causa la calentura y perversidad en una infante? Sí, que papi la haga suya..
Si ya han leído mi anterior relato, saben el contexto de mi vida. Y si no lo has leído, te lo resumiré en una sola palabra: Incesto.
A pesar que desde muy pequeña (sin saber en ese momento la magnitud de la situación) mis padres solían tocarme de un modo particular en la que los demás no lo harían con sus otros hijos, yo solía ser muy tímida. Apenas descubría cómo sentirme al respecto frente a algunas cosas y una de ellas era el sexo.
Para mí era normal escuchar a mi mamá jadear, escuchar que mi papá la trataba de puta, de zorra, de su niña, de mil manera más incluso cuando jugaban esas cosas de roles que yo no entendía en ese entonces. Incluso cuando yo hacía la tarea en el comedor veía cómo papá, desde atrás, empotraba a mi mamá contra los mesones de la cocina y hasta cierto punto para mí era normal ya que no sabía exactamente lo que era el sexo pese a que esto me causaba cosquillas en mi coño. Nada era inusual en mí hasta que me fue explicado por ellos lo que yo podía estar sintiendo, fue ahí que me volví más tímida a la edad de siete años.
— Mi amor… No hay nada de qué avergonzarte, mírate. Estás como un tomate. — Rió mamá. Yo solo sonreí sentada en las piernas de papá, el cual me abrazaba con total naturalidad mientras me explicaba el por qué y cómo follaba a mami.
— ¿Por qué lo hacen?
— ¿El qué?
— Frente a mí. — Susurré.
— Ah… bueno. Tu madre fue criada de un modo diferente. Ella veía cómo sus papás hacían el amor, y todo eso fue para enseñarle a cómo complacer a un hombre.
— ¿Y ustedes están haciendo eso conmigo? — Pese a la edad que tenía, yo podía ser muy inteligente. Desde pequeña era una parlanchina que todo lo preguntaba y descubría. Era muy curiosa así como tímida.
— No. — Respondió de inmediato mamá. — Bueno, un poco. Lo hacemos porque es normal que veas cómo papá ama a mamá. — Sonrió.
— ¿Y cómo mis hermanos aman también a papá? — Pregunté.
— Y cómo papá ama a la abuela y la abuela a todos nosotros al igual que el abuelo. Todos hacemos esto porque es normal, mi amor. Nos debemos a nuestra familia, a nadie más. Tú te debes a todos nosotros, pero no a alguien que no haga parte de esta familia. — Habló con firmeza mi padre mientras acariciaba el interior de mis muslos. Por alguna razón esto se sentía demasiado rico en combinación con la calentura que sentía en mi coño. Era simplemente delicioso aunque para ese momento no lo entendía. — Somos una familia que practica el incesto pero nadie debe saberlo. ¿De acuerdo? — Yo solo asentí.
Después de la cena, cada uno se fue para su habitación. Mamá había ido con los gemelos, ya sabía yo para qué ya que usaba un simple vestido de tirantes al que, probablemente no estaría acompañando con ninguna prenda interior. Mientras tanto papá me llevó a mi cama, empezando a desvestirme con el único fin de llevarme hasta la bañera.
— ¿Estás bien, mi amor?
— Sí, respondí con esa ternura que él a veces me arrebataba.
— ¿Segura? ¿Qué sientes? — Yo hice un pequeño puchero y toqué mi pequeño coñito. Papá me había desvestido y al estar desnuda frente a él había sentido de nuevo ese cosquilleo en mi coño. El gran Anthony sonrió y asintió, sentándome en la cañera mientras humedecía mis hombros y cabello. — Tócate. — Dijo. Aunque él siempre hablaba con ternura hacia mí, también sabía cuando me ordenaba cosas y esta era una de ellas.
De inmediato empecé a toquetearme, no sabía cómo y él, posando su mano sobre la mía, fue guiándome para saber cómo debía hacerlo. Yo sonreía, pues las cosquillas eran deliciosas. Así pasé todo el baño hasta que él me secó completamente y me puso la pijama, no sin antes echarme crema en todo el cuerpo hasta que se detuvo en mi coño.
— ¿Te gustó?
— Sí.
— Muy bien, mi amor. — Sonrió, inclinándose a darme una larga lamida en mi dolorido coño. ¿Por qué me dolía? Ni siquiera sabía que era la excitación de ese momento que me hacía doler y era ese mismo dolor el que desaparecía cuando yo me tocaba.
Poco a poco fue dándome sueño hasta caer profundamente dormida. No fue sino hasta la media noche que me desperté por un ruido.
— ¡Mierda! — Era la voz de mamá. Yo me exalté.
— ¡Cállate, puta! — Le gritaba papá seguido de otro grito de mamá.
Rápidamente me levanté de la cama y corrí a la habitación de ellos. La puerta se encontraba medio ajustada, por lo que no tuve necesidad de abrirla, solo observé por el costado una escena que siempre recordaría.
Mi hermano Chris se encontraba acostado en la cama y mamá estaba sobre él pero con la espalda de ella recostada contra el pecho de mi hermano. Papá se ubicaba sobre ellos y Andy, el otro gemelo, a un costado del rostro de mamá, dándole de comer esa polla que le había heredado a papá.
— ¿Te gusta, mami? ¿Amas ser la puta de tus hijos? — Andy reía, abofeteando a mamá con esa gran verga, tan palpitante y babeada por ella misma. Papá reía, orgulloso de que no solo él con sus muchachos pudiera compartir una misma puta, sino también porque esa puta, su mujer, también había sido amaestrada desde pequeña para el disfrute de todos.
— Mierda. — Gemía ella mientras papá y Chris le rompían el culo. — Mierda, mierda, mierda. — Andy azotó sus pechos. — ¡Duro, joder! — Gritaba y Chris le rompía más el culo mientras papá la tomaba del cuelo. A veces la abofeteaba, otras veces le metía los dedos a la boca o la escupía.
Andy había logrado correrse en todo el rostro de su madre seguido por Chris que llenaba el culo de mamá y finalmente papá, quien no se corrió en su coño, sino en todo su torso.
Yo, en todo momento no hice más que tocarme. Pero me frustraba porque sabía que debía sentir más, quería sentir más pero eso no era suficiente para mí. Rápidamente me escondí cuando los vi a todos dejar sus lugares y observé cómo mis hermanos se iban agitados a su habitación, mamá se encerraba en el baño y papá bajaba a la primera planta. Yo fui detrás de él.
— Papi. — Tallé mis ojitos mientras bostezaba y después observé que se servía un vaso de whisky. — Me despertaron. — Alcé mis brazos para que me cargara y efectivamente lo hizo, a lo que yo, inmediatamente, aproveché para rodear su cadera con mis piernas.
— Tranquila, mi amor. El juego con mami se intensificó pero ya acabamos.
— ¿Me enseñas? — Papá abrió los ojos de par en par pero sonrió y asintió, llevándome con él al sofá.
— Mhm… No lo sé. ¿Qué quieres que te enseñe?
— Todo. — No lo sabía en ese momento, pero con esa simple palabra había firmado el contrato más dolorosa y placenteramente pervertido de mi vida.
Anthony sonrió y asintió, bajando su mirada a mi pequeño camisón rosa. Al estar sentada sobre sus piernas y rodeando con las mías su cadera, ese camisón se había subido un poco dejando ver mi virginal y tierno coño descubierto ya que una regla de la casa era que las mujeres no podían usar ropa interior a menos que estuvieran en sus días. Como esto último claramente no me pasaba a mí, siempre permanecía con mi coñito al aire. Uno de mis hermanos siempre solía decir que yo era una especie de tentación paseándome por casa sin que ellos pudieran comerme. El otro solo soñaba las maneras en las que quería violarme a escondidas de papá y mamá, ya que eran ellos los que impedían que los gemelos me tocaran.
— Vamos a ver… — Murmuró papá acariciando mi coñito. Se sentía tan rico que yo sonreía. Por sobre mi hombro él observó que todas las luces del segundo piso se apagaron y fue ahí cuando él me dejó acostada en el sofá. No necesitó decir más y yo tampoco quería la clase teórica ya que contaba incluso con la visual. Esta vez yo quería la práctica.
Anthony hundió su rostro en el pequeño coñito de su niña. Me sentía tan extasiada que sin saber por qué, mi respiración empezó a acelerarse mientras él continuaba lamiendo mi coño, buscando abrir de vez en cuando mis labios vaginales de niña para hallar, lamer y succionar con delicadeza mi clítoris hasta que, por primera vez en mi vida y a la edad de siete años, tuve mi primera corrida en la boca de papi.
Él sonrió orgulloso y me miró con esos ojos oscuros llenos de perversión y lujuria. En ese momento no lo sabía, pero a partir de ese momento me estaba convirtiendo en su mujer.
¡HOli! Espero que les haya gustado, niños y niñas.
Como ya se los dije en el anterior post de esta página, les dejo por aquí mis redes para que charlemos rico.
Ah, y por cierto, cabe aclarar porque ya me lo habían preguntado desde otra cuenta que tuve, soy bisexual y una amante empedernida del incesto y la zoofilia, así que siéntanse libres de hablarme sobre lo que quieran.
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