Pero cuando me vi en el monitor de las de seguridad, completamente desnuda, dejando que varios de los perros me montasen, no supe ni que decir.
La estudiante de veterinaria, después de experimentar con el chimpancé, le dio curiosidad por saber como sería hacerlo con perros, por lo que se hizo adicta a eso. .
Hasta que conocí al chimpancé, nunca antes había llegado a mantener relaciones con animales.
Pero una vez que dejé que el chimpancé me hiciera de todo, como que me fue mucho más fácil, ya que nunca antes había pensado en llegar hacerlo con un perro.
Pero cuando ya no tuve al chimpancé al alcance de mi coño, una noche me encontré en la clínica con un hermoso gran danés.
Tras ponerme más cómoda quitándome toda la ropa, me dediqué a limpiar las jaulas, pensaba darme un baño cuando observé al perrazo ese lamiendo su miembro, rosado y puntiagudo.
Así sudada y desnuda como me encontraba no lo pensé dos veces y abrí la puerta de la jaula de ese enorme can, él tímidamente salió de la jaula y comenzó a olisquearme entre las piernas al principio.
Pero cuando sentí su caliente lengua pasándola por sobre mi desnudo coño, decidí en ese instante que me dejaría montar, por lo que lo tomé de su grueso collar y lo conduje a la sala de exámenes.
Apenas entramos me coloqué en cuatro, realmente me quedé en posición de gateo, y en un dos por tres, tras sentir nuevamente su hocico oliendo mi coño.
Y casi de inmediato sentí su lengua pasando por sobre mi vulva y mi culo, a los pocos segundos fui montada como toda una verdadera perra.
Sentí todo su miembro penetrando dentro de mi vagina, como a medida que comenzó a moverse sobre mí, su cosa se fue poniendo más y más hinchada.
Produciéndome un placer tan brutal, que la hora que después pasamos abotonados la disfruté tremendamente.
El detalle de todo eso, es que me volví una adicta a tener sexo, con la mayoría de los perros de la clínica.
En ocasiones cuando no encontraba uno de tamaño mediano o grande, agarraba hasta a los pequeños chigua guas, y dejaba que lamieran y prácticamente enterrasen toda su pequeña cabecita dentro de mi coño, hasta que disfrutaba de enloquecedores orgasmos.
Lo bueno era que no me conformaba tan solo, con ser montada por lo perros, sino que en ocasiones yo misma me dedicaba a mamar sus miembros.
Manteniéndolos bien agarrados, hasta que mi boca y gran parte de mi rostro y cuerpo terminaba bañados en el semen del can de turno.
De igual forma que me fui volviendo en una adicta al sexo con los perros, me volví muy descuidada, tanto que, aunque sabía que había una cámara de video, ni atención le puse en varias ocasiones.
Hasta que la Doctora me llamó a su oficina, yo ignoraba por completo para que me llamaba, es más ni me pasó por la mente que se tratase de los encuentros que había mantenido con más de un perro.
Pero cuando me vi en el monitor de las de seguridad, completamente desnuda, dejando que varios de los perros me montasen, no supe ni que decir.
Me moría de vergüenza, pidiéndole a la tierra que me tragase, todo mi cuerpo temblaba como una hoja azotada por la brisa, hasta que la Doctora me dijo. “Como sabrás y comprenderás, no te puedo dejar trabajando aquí, si algo de esto se llega a saber, me cierran la clínica.”
En ese instante entendí que estaba despedida, y que debido a mi conducta ni pensara en cobrar, sin decir nada me di la vuelta, y cuando me dirigía a la puerta de su oficina, sonriendo me dijo. “Como ya te dije, no te puedo dejar trabajando aquí, pero si puedes ir trabajar a la otra clínica, en donde atendemos caballos, toros, cabros y otros grandes animales donde, por cierto, no usamos cámaras de seguridad.”
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