PERTENECIENDO AL JOVEN NORUEGO PARTE 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por escribiendo….
Acababa de cumplir los 18 cuando cansada de tantos estudios, presiones, paro, crisis y malos humos me decidí a entrar en una comuna hippie o ecoaldea. Yo era una jovencita soñadora, sana y lozana, que buscaba unos ideales, una forma de vida diferente y especial, que me permitiera sentirme totalmente libre. Lo que no sabía es que disfrutaría tanto al sentirme privada de esa libertad que iba buscando.
Busqué información de varias comunas y con muy pocas cosas que consideré imprescindibles me adentré en la aventura. Finalmente y siguiendo los consejos del dueño de un local de la zona logré encontrar la comuna. Senderos de tierra, naturaleza por todas partes, niños correteando desnudos, cabañas construidas con lo que habían ido encontrando, telas, madera, palos… era exactamente lo que me había imaginado en un principio.
Me recibieron con alegría, me plantearon las normas de la comunidad y me llevaron hasta la cabaña "de invitados", lugar donde viviría durante un tiempo hasta que ellos consideraran que estaba decidida y no abandonaría la comuna cuando aparecieran las primeras dificultades, entonces me dejarían construir mi propia cabaña.
Mi primera noche en la comuna caminé hacia la "plaza" central que consistía en una fogata de palos rodeada de hierba con algunos bancos improvisados formados por mantas. Me invitaron a sentarme entre ellos y cenamos todos juntos una sopa de apio que ellos mismo plantaban en el huerto.
Había personas de muchos países distintos, ingleses, franceses, holandeses, noruegos, italianos, africanos, paraguayos, etc… pero todos hablaban con cierta fluidez mi idioma, ya que la comuna estaba asentada en mi país.
Un joven Noruego que se presentó como Peter me acompañó durante toda la velada. Era alto, fuerte, de pelo rubio tostado y mirada del color del mar embravecido, recuerdo que pensé que con una camisa a cuadros parecería un leñador de los Alpes sacado de una peli porno. Era muy atractivo, además de divertido. Me preguntó sobre porqué había decidido ir a la comuna, porque lo había hecho él, bromeamos sobre nuestras respectivas vidas anteriores y poco a poco la plaza se quedó solitaria.
Los roces casuales pasaron a ser algo más notorios, su masculina mano rozando mis rodillas desnudas, su aliento cerca de mis mejillas, sus largos dedos pasando un mechón de mi pelo tras mi oreja… y sus labios sobre los míos. Nos besamos con pasión, una cosa estaba clara, atracción había. Estaba muy mojada. A mis 18 años de edad aún era virgen, simplemente porque no había querido que sucediera con cualquiera, pero en aquel momento, en el monte en un sociedad perdida mandé al cuerno toda norma social y posé mi mano en su bragueta. Lo acaricié sobre sus pantalones y el gimió entre mis labios. Besó mi cuello, con fuerza y juraría que marcó mi morena piel con chupetones. Pero no me importó. Me levantó en volandas entre sus musculados brazos, como si fuera una muñeca de trapo y me llevó a su cabaña. No podía pensar en mucho más que no fuera en las ganas que tenía de que me tocara y de estallar en un orgasmo, por primera vez con otra persona.
— Desnúdate.
Le obedecí con torpeza y quedé totalmente a su merced. En un ligero movimiento dirigió su húmeda boca a mis pechos mientras con sus manos comenzaba a masturbarme, estaba tan húmeda que sus dedos se resbalaban en mí como un cuchillo en mantequilla caliente.
Arquée el cuello y gemí, mirando como este hombre del que no conocía nada me hacía disfrutar como nunca antes lo había hecho.
— ¿Te gusta?
Articulé entre gemidos un "Sí" y le observé como hechizada mientras me movía como un títere a su antojo. Me guió hasta el colchón que hacía las veces de cama y me puso a cuatro patas de una manera tan delicada que apenas fui consciente que iba a hacerme suya como si fuera una perra cualquiera, acariciando mi baja espalda, dejando besos por mi columna…
— Mmmm… ¿Eres virgen putita? — Dijo mientras rozaba la punta de su polla en mi húmeda entrada, mandando escalofríos por todo mi cuerpo cuando le oí llamarme "putita".
Apenas me dio tiempo contestar un vergonzoso Sí cuando dejé de serlo de una sola estocada. Me quedé sin aire en los pulmones y tensé todos mis músculos a la vez. Sentí cada centímetro de piel de su polla destensando mis entrañas, buscando espacio, apropiándose de él. Apenas unas lágrimas bajaron por mis mejillas y un gemido placentero se escapó de entre mis labios. Lo tenía dentro, completamente.
— Joder… me encantan las vírgenes como tú.
Y con esta confidencia empezó a moverse de verdad. Dentro, fuera, dentro, fuera. Con una brutalidad que me tenía a caballo entre el dolor visceral y el placer más carnal.
Gemí, grité y suspiré y él me respondía con jadeos contenidos, con frases inconexas y azotes en las nalgas que me marcaban la piel y me hacían humedecerme el doble de lo que ya lo estaba.
— Aggg así, zorra así. ¿Te gusta como te follo? ¿Te gusta sentirte mía puta?
Y yo lo afirmaba todo, jadeando, acumulando las miles de sensaciones que explotarían cuando llegara el orgasmo que llevaba rozando con los dedos desde que se clavó en lo más hondo de mí.
— Sí, sí… soy tuya, ¡Tuya! Hazme lo que quieras por favor… más, más, más fuerte. ¡¡ Ahhh!!!
Los golpes de sus robustas manos golpeando mi culo y el golpeteo húmedo de nuestros sexos en contacto fue la única banda sonora del encuentro. Y juro que no necesité más. Exploté en un orgasmo arrollador, sintiendo tensarse todos los músculos de mi maltratada vagina entorno a él que comenzó a bufar como un toro. Salió de mi sin ceremonias mientras yo aún temblaba por los espasmos de placer.
— ¡Abre los ojos! Quiero que veas… ahhh… dios… como te marco con mi esencia putita.
Y vaya que si me marcó. Comenzó a correrse entre jadeos, cerrando los ojos y luchando contra ellos para verme mientras se corría en mí. Quedé salpicada de su leche en pechos, vagina, cara y el último disparo me la metió en la boca y llegó a mi estómago, succioné su polla que sabía a sexo, a mí, a gloria. No quería separarme de ella. Lo tenía por todas partes. Me sentía completamente suya y no podía estar más feliz, recién follada como un animal, marcada por su leche y tirada en su cama.
Después quedaron pocas palabras más, él se hizo un hueco en la cama y dejando un distraido beso en la frente se quedó dormido, y yo no tardé en acompañarle en el sueño, porque en esos momentos lo hubiera acompañado hasta el mismísimo fin del mundo.
CONTINUARÁ….
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