PILI, PUTA ADOLESCENTE (11). JUEGOS EN LA REUNIÓN
Los miembros del Club preparan juegos muy divertidos y excitantes con las chicas.
PILI, PUTA ADOLESCENTE (11).
JUEGOS EN LA REUNIÓN.
Todas estábamos de rodillas frente a los diez miembros del Club, repartidos por un gran sofá y dos butacones laterales. Recostados, fumando y bebiendo cubatas, reían y compartían anécdotas.
– Vamos a jugar a las preguntas – dijo Marcial – Tú, Pili, repartirás los premios o los castigos. ¿De acuerdo? – Preguntó – Todas asentimos.
– ¡Pili, ponte de pie y siéntate con nosotros! – ordenó mi padre. Le obedecí de inmediato y me senté junto a él y a Javi.
– Veamos … – dijo Marcial tratando de inventar alguna pregunta – … Alba … ¿cuál es la capital de Estados Unidos?
– Eh … estooo … eeeeh … ¿Inglaterra? – preguntó, llena de dudas. Todos se echaron a a reír.
– ¡Incorrecto! – exclamó Marcial – Pili, dale su castigo por ser tan jodidamente ignorante. ¡Una bofetada!
Me levanté del sofá y me puse frente a Alba, que me miraba con gesto de angustia. Tenía que pegarle un tortazo por fallar, pero no quería hacerlo. Albita me había caído genial, con su inocencia y vocecilla infantil. No quería hacerle ningún daño, pero si no complacía a los miembros del Club, posiblemente el castigo fuese para mí. Además, debía pagarle con fuerza, que no pareciese que me negaba a acatar sus órdenes o a cuestionar sus métodos.
– ¡Zassss! – sonó tras el bofetón, que la hizo girar la cara. Todos rieron a carcajadas.
– ¡Te lo mereces por puta ignorante! – exclamó Paco.
– ¡Perra analfabeta! – gritó Arturo, mientras volvía a mi sitio, entre Javi y papá. Albita recompuso la postura y aunque estaban a punto de saltársele las lágrimas, sonrió con una mueca forzada.
– Ahora … ¡Ruth! – eligió Marcial – ¿Cómo se llama si te chutas heroína mezclada con cocaína?
– ¡Speedball! – exclamó Ruth de inmediato.
– ¡Coooorrecto! – dijo Marcial, entre las risas de todos – Has conseguido una rayita de coca. ¡Prepárale una, Pili!
Tomé una de las bolsitas de polvo blanco que había sobre la mesa y preparé una fina raya de cocaína, ayudada de una tarjeta bancaria. Ruth se apresuró a esnifarla a través de un canutillo hecho con un billete de cien Euros que había sobre la mesa.
– Gracias – dijo Ruth, volviendo a su sitio, siempre de rodillas – Sabía la respuesta porque me he metido varias veces speedball – añadió.
– Le toca a … ¡Yoli! – escogió Marcial – A ver … a ver … ¿qué es el dogging?
– Eh … es cuando una mujer folla con varios desconocidos a la vez en un sitio apartado, como un parque o un bosque – dijo Yoli.
– ¡Cooooorrecto! – exclamó Marcial – Un traguito de whisky para Yoli … ¡Pili, prepáraselo!
Tomé una botella de whisky que había sobre la mesa y llené medio vaso de tubo, añadiendo un hielo de la cubitera. Me levanté del sofá y le di el vaso a Yoli, que lo bebió de un solo trago, ante la algarabía de todos, que reían y aplaudían.
– Turno para … ¡Sonia! ¿7×8? – preguntó Marcial.
– Me importa una puta mierda. Ni lo sé ni quiero saberlo – dijo muy decidida – Solo quiero follar, beber y drogarme. El resto me da igual.
– ¡Cooooorecto! – exclamó Marcial. ¡Rayita para Sonia!
– Mamen … ¿a qué sabe el semen de perro? – preguntó Marcial.
– Depende de la raza y de la alimentación, pero suele ser ácido y pastoso – respondió Mamen.
– ¡Coooooorrecto! ¡Whiskazo para Mamen! – me ordenó Marcial. Se lo preparé y se lo bebió de idéntico modo que su hermana gemela.
– Elenita … ¿qué es el MDMA?
– Es éxtasis – respondió sin dudar.
– ¡Rayita para Elena!
– Sole … ¿qué es África?
– Un nombre de chica.
– ¡Nooooo, es un continente! – exclamó Marcial – ¡Pili, dale una hostia!
Repetí la operación que había hecho con Albita. Me daba pena, pero debía hacerlo. Esta vez, Sole, con más tablas que Alba, encajó el golpe con total serenidad. Sonriendo, no pareció que el impacto de mi mano en su rostro le hiciera mella.
– Gracias – dijo Sole tras recibir la bofetada – Me lo merezco por ser una puta estúpida e ignorante – Todos rieron y aplaudieron su contestación.
– De nuevo es turno para Alba … ¿cuánto duró la Guerra de los 100 años?
– Cien años – contesto Alba con su inconfundible vocecilla infantil.
– ¡Noooo, incorrecto! – exclamó Marcial – 116 años. ¡Pili, procede!
Le arreé un nuevo bofetón a Albita. Esta vez lo encajó con más entereza y antes de que Marcial pudiera pasar al siguiente turno, Alba dijo:
– Gracias por castigar a esta puta analfabeta. Me merezco esta bofetada y mil más por ser tan retrasada – dijo Albita, con gesto vicioso.
Todos aplaudieron. Marcial me hizo un gesto para que me colocase en la fila, de rodillas, donde estaban el resto de chicas. Obedecí.
– ¡Eso es, puta! – grito Daniel.
– ¡Así se habla! – exclamó Paco.
– Bueno … veo que por fin esta puta retrasada va entendiendo de qué va este juego – dijo Marcial acercando su vaso de cubata a Alba – Espero que hayas aprendido cómo se juega a esto, Albita. Y tú también, Pili – me dijo mirándome amenazadoramente – La próxima vez tú serás una concursante más – sentenció, entregando el cubata a Albita, que lo bebió entero de un solo trago.
– Gracias, gracias … – susurró Albita, tras beberse el cubata.
– Ahora competiréis por chupitos … ¡de tequila! – exclamó Marcial – ¿Habéis comido todas algo arriba?
– ¡Sí! – respondimos todas al unísono. Papá me indicó que me pusiera de rodillas alineada con el resto de chicas. Obedecí.
– ¡Perfecto! – sentenció Marcial, saliendo del salón hacia una de las puertas laterales. De inmediato volvió con un barreño de color azul en la mano, que colocó frente a nosotras, a un par de metros. Tomó una botella de tequila y llenó ocho vasos de chupito – ¿Quién va a ser la primera?
No tenía ni idea de qué iba ese juego, pero a los miembros del Club parecía hacerles mucha gracia porque reían y aplaudían. Tras unos segundos de silencio, Sole se ofreció.
– ¡Yo! – exclamó, al tiempo que se acercaba a la palangana de rodillas. Se inclinó sobre la misma y se metió los dedos en la boca, directos a la garganta, moviéndolos adentro y afuera ágilmente hasta que le vino una arcada y devolvió sobre el barreño. El líquido marrón claro con tropezones de los sándwiches que antes había comido se estampó contra la palangana. Todos aplaudieron.
– ¡Bien hecho, puta! – exclamaron varios.
– ¡Aquí tienes tu chupito! – dijo Marcial entregando a Sole el vasito con tequila, que ésta engulló de inmediato, volviendo de rodillas a la fila.
– ¡Ahora yo! – exclamó Yoli, que repitió idéntica operación a la realizada antes por Sole.
Después de Yoli, fueron devolviendo sobre la palangana Sonia, Elenita, Mamen Y Ruth. A unas les costó más y a otras menos, pero todas consiguieron sin excesivas dificultades vomitar sobre el barreño azul, que cada vez se llenaba más de los vómitos de todas. Sólo quedábamos Albita y yo. No quería quedarme la última y, aunque parte del adiestramiento era devolver todas las noches antes de lavarme los dientes e irme a la cama, nunca me había tenido que forzar el vómito delante de nadie. Además, no sabía qué podía ocurrirme si no lo conseguía. Finalmente, me decidí.
– Ahora yo, por favor … – dije en tono de súplica.
– La nueva quiere enseñar lo que sabe hacer … – dijo Marcial, riendo – ¡Adelante, putita!
Me coloqué sobre la palangana y me recogí el flequillo por detrás de las orejas, intentando no mancharme el pelo si conseguía potar. Me metí los dedos anular y corazón en la boca y pensé que solo debía hacer lo que cada noche venía haciendo desde hacía un año. Sentí la presión sobre mi campanilla y forcé todo lo que pude. Imaginé que era una polla lo que tenía en la garganta, taladrándome sin cesar hasta hacerme vomitar.
– ¡Arrrrrggg! – exclamé, brotando el vómito desde mi estómago.
– ¡Bieeeeen, puta! – gritaron.
– ¡Zorra inmunda! – me dijo alguien.
– ¡Qué cacho de puta estás hecha, Pili!
Miré a Marcial, con lágrimas resbalando por mis mejillas debido al afán por forzar mi organismo hasta el vómito, mientras un hilillo de saliva me colgaba de los labios. Marcial sonrió y me dio el chupito, que engullí del tirón, volviendo a la fila, feliz por haberlo conseguido a la primera.
– ¡Turno para Alba! – exclamó Marcial.
Albita se acercó al barreño y se echó el pelo para atrás, se metió los dedos y comenzó a accionarlos sobre su garganta.
– ¡Ajjj! ¡Puajjj! ¡Argggg! – salía de su boca, ante los intentos fallidos de soltar el vómito.
Lo intentaba una y otra vez, mientras los miembros del Club reían, pero solo conseguía expulsar algún hilillo de babas y de saliva. No era lo que querían, obviamente, y comenzaron a hacerlo patente.
– ¡Puta idiota … no sabes hacer nada! – le dijo su padre.
– ¡Eres subnormal! – le gritó Antonio
– ¡Qué puta más gilipollas … ni potar sabe! – gritó Arturo.
– ¡Arrrrg! ¡Ahhhhggg! – se ahogaba Albita intentando complacerles con su vómito. Pero no lo conseguía.
– ¡Basta ya! – exclamó Marcial – Esta puta merece un castigo. Eres la única de todas que no sabe ni provocarse el vómito, hija de puta. Eres una inútil – le dijo a escasos centímetros de su cara – No te vas a mover de aquí hasta que devuelvas como Dios manda, como han hecho todas.
Alba estaba casi sin respiración y las lágrimas le resbalaban por el rostro. Descompuesta, se echó a llorar.
– ¡Zassss! – sonó cuando Marcial le arreó un bofetón – ¡Das vergüenza! – gritó.
– Perdón, perdón, … prometo que aprenderé a vomitar – suplicó Albita – Soy estúpida y tardo más en aprender que el resto – se disculpó.
Marcial cogió un vaso de tubo vacío y lo llenó con los vómitos de todas que había en la palangana. Se había comportado de forma tan brusca y cruel con Albita que parecía que la tuviera manía. Se ensañaba con ella.
– ¡Bebe! – le ordenó, entregándola el vaso. Alba dudo. Craso error – ¡Zassss! – sonó un nuevo tortazo. Alba tenía la cara roja – ¡Bebe o te mato, puta de mierda!
– ¡Gluuuurp, glurrp! – bebió Albita. De pronto, una arcada le sobrevino y no pudo terminar de beberse el vaso con nuestros vómitos – ¡Arrrggg! – exclamó, brotando de su garganta un abundante vómito, mezcla del suyo propio y de los nuestros.
– ¡Ya era hora! – dijo Marcial.
Todos rompieron a aplaudir y Marcial se llevó a Albita al patio, donde la regó con una manguera. Pude ver cómo, después de regarla para que quedase limpia de los vómitos que tenía por todo el cuerpo, cuchicheó algo con ella al oído e incluso le dio un beso en la mejilla mientras la acariciaba con delicadeza. Entonces comprendí por qué se ensañaba tanto con ella: a Marcial le gustaba Albita. Ya había visto algo parecido entre Paco y Yoli.
– Me apetece ver un espectáculo – dijo Paco, haciéndose escuchar entre la algarabía generalizada – Me han dicho que a una de estas perras se le da bien imitarme … – insinuó.
– Sí, Paco … – dijo Ruth – A mí.
– A ver qué tal lo haces …
Ruth se puso en pie e imitó los andares de un hombre, claramente exagerados. Tomó un consolador con arnés, que había en el maletín de los objetos sexuales, y se lo puso. Ajustó la correa para que se ciñese a su cuerpo y se aclaró la voz, carraspeando varias veces y meneando el dildo como si fuera una polla.
– ¡Sonia, puta … ven a mamarle la polla a tu padre! – exclamó con voz ronca acercándose a Sonia, que comenzó a chupar el consolador. Todos se rieron, incluso las chicas – Vamos, perra … ¡sácame la leche de los huevos! – gritó.
Soltó a Sonia, tras unos segundos de mamada, y se acercó a la mesa. Se encendió un cigarrillo y cogió uno de los cubatas de los miembros del Club, entre las risas de todos. Fumó y bebió unos instantes.
– ¡Qué ganas tengo de hacerle un bombo a la puta de Yoli! – exclamó frente a todos los hombres y a mí, que permanecía sentada entre papá y Javi, que me sobaba las tetitas mientras disfrutaba de la actuación de Ruth – ¡Ven aquí, puta asquerosa! – exclamó señalando a Yoli – Me voy a correr en tu puto coño para hacerte una niña tan puta como tú – siguió, acercándose a Yoli y, con un gesto, indicó que se pusiera a cuatro patas. Yoli obedeció de inmediato y Ruth le metió el consolador por el coño, exagerando el ritmo de las envestidas – Te gusta, ¿eh, puta?
– ¡Jajaja! Es igualita a tí – dijo papá entre risas.
– ¡Que nadie la toque! – gritó Ruth, sin parar de follar a Yoli – ¡Es mía … solo yo la puedo preñar! – añadió poniéndose el cigarrillo en la boca y, sin soltar el cubata con la otra, agarrando con violencia a Yoli por la coleta – ¡Qué bombo te voy a hacer, hija de la gran puta!
Albita entró en el comedor, acompañada por Marcial. Se secó como buenamente pudo con una toalla que había cogido del patio y volvió con nosotras. Entonces, intervino Pepe.
– ¡Juguemos a los papelitos! – exclamó poniendo fin al espectáculo de Ruth.
Pepe se dirigió hacia un mueble al fondo del comedor, abrió un cajón y extrajo una caja de madera que puso sobre la mesa. Sacó un reloj de arena y unas tarjetas.
– Todos hemos jugado ya a esto, pero como Pili es la primera vez que viene, creo que necesita una explicación – Todos asintieron – A ver, Pili … hay cinco montones de tarjetas: en el primero están vuestros nombres. Ya me he ocupado de añadir una tarjeta con el tuyo. En el segundo, están los nuestros. En el tercero está escrito lo que debes hacer durante el tiempo que dure el reloj de arena que, aproximadamente, es un minuto.
– explicó – Cuando se acabe la arena del reloj, el resto se valorará si has conseguido o no la misión de la tarjeta. Si es así, sacarás una tarjeta del cuarto montón, que son premios. Si no, sacarás una del quinto montón, donde están los castigos. ¿Lo has entendido?
– ¡Sí!- respondí. No parecía difícil: si salía mi nombre debería hacer lo que una de las tarjetas me pidiese con quien saliese en la otra tarjeta. Si lo hacía bien, tenía premio. Si no, recibía un castigo.
– Entonces, empecemos el juego – dijo Pepe. Colocó los tres montones sobre la mesa y giró la primera tarjeta – ¡Yoli!
Todos aplaudieron y Yoli se puse en pie, se dirigió a la mesa y giró una tarjeta del segundo montón. La leyó y la mostró a todos.
– ¡Daniel! – dijo Yoli en voz alta.
– ¿A ver qué le tienes que hacer a Daniel … ? – dijo Pepe intentando dar suspense al asunto.
– ¡Comida de coño! – leyó Yoli de la tarjeta del tercer montón. Todos aplaudieron.
Yoli se dirigió hacia Daniel, que estaba recostado sobre el sofá, se subió encima y le puso el coño en la cara.
– ¡Tiempo! – exclamó Pepe, girando el reloj de arena.
Yoli apoyó una rodilla sobre el respaldo del sofá y restregó su entrepierna por la cara de Dani, que lamía su coño con la lengua fuera. Todos jaleaban y aplaudían, mientras la arena seguía cayendo en el reloj. Yoli movía el culo con rapidez para que Dani pudiera lamerle desde el clítoris hasta la entrada del culo.
– ¡Tiempo! – gritó Pepe. Yoli se bajó del sofá y esperó el veredicto. Daniel extendió el brazo con el puño cerrado y giró el pulgar hacia arriba en señal de superación de la prueba. Todos aplaudieron y Yoli giró una tarjeta del montón de premio.
– ¡Chupito de vodka! – dijo mostrando la tarjeta a todos.
Pepe sirvió un chupito de vodka, que Yoli bebió de un tragó y volvió a la fila de las chicas, de rodillas, entre la algarabía de los miembros del Club, con Dani comentando lo rico que estaba el coño de Yoli.
– ¡Turno para Elenita! – exclamó Pepe, girando la siguiente tarjeta del primer montón.
– ¡Marcial! – leyó Elenita de la tarjeta. A continuación, giró la siguiente – ¡Penetración anal con objeto! – leyó. Todos rieron, mirando a Marcial, a ver qué objeto usaba para perforar el culo de Elenita.
– Voy a usar … – dijo Marcial, buscando por la estancia algo con que encular a Laurita – … ¡un vaso de cubata!
Elenita se puso a cuatro patas con la cabeza apoyada de lado sobre el suelo y se separó las nalgas con las manos ofreciendo su ano a Marcial que, con un vaso de tubo vacío, apuntó hacia su ojete. El vaso era algo menos gordo que una lata de cerveza, así que supuse que si Sonia se la metía con facilidad, Elenita con algo más fino no tendría mayores dificultades.
Y así fue. Marcial escupió primero en el ano de Elenita y, a continuación, fue introduciendo el vaso de tubo en su culo. Antes de que la arena del reloj se consumiese, tenía más de medio vaso dentro. Todos aplaudieron las habilidades de Elenita que, no olvidemos, aún no había cumplido los 13 años. No hizo falta someterlo a juicio de Marcial. Lo había superado con nota. El premio para ella fue un chupito de tequila, que Marcial le sirvió y que ella bebió de un trago.
La tercera en entrar en acción fue Albita. Le tocó meada en la boca de Pepe, su padre. De rodillas, Pepe meó a su hija en la boca. Esta vez Alba estuvo espectacular porque no permitió que ni una sola gota manchase el suelo. Algo le salpicó en las tetitas, pero incluso, cuando la arena del reloj estaba a punto de agotarse, se metió la polla de su padre en la boca para no dejar escapar nada. Me alegré por ella, después de las bofetadas que se había llevado en el juego de las preguntas y en el de los vómitos. El premio fue una raya de coca, que Pepe le preparó y que Albita esnifó sin rechistar, volviendo a la fila, orgullosa de su pequeña victoria en el juego.
– ¡Pili! – escuché a Pepe. El corazón de me aceleró y sentí cómo me ruborizaba. Me acerqué a la mesa y giré la primera tarjeta.
– ¡Arturo! – exclamé mostrando la tarjeta. Saqué la segunda – ¡El trombón! – exclamé.
Por suerte sabía lo que era. Se lo había hecho muchas veces a papá, que me había hecho hincapié en que debía saber hacerlo, como si quisiera advertirme de que podía formar parte de los juegos de sus amigos. Arturo se puso en pie y me acerqué de rodillas hasta tener mi cara a la altura de su trasero. Pepe giró el reloj de arena.
– ¡Tiempo!
Metí la lengua en el ano de Arturo, al tiempo que, rodeando con el brazo su cadera, alcancé su polla, flácida, que comencé a pajear. Supuse que, para no ser castigada, debía como mínimo lograr ponérsela dura. El problema era el tiempo. ¡Un minuto!
Meneé su polla acariciando sus huevos, sin dejar de lamer su ojete peludo. Metí la nariz en su ano, con el propósito de alcanzar con la lengua su cojones y lamí desde el culo hasta los huevos, sin dejar de meneársela. Sentía en mi mano cómo la polla de Arturo de iba poniendo dura.
– La hija de puta sabe lo que hace – dijo alguien.
– ¡Toca el trombón, puta! – me dijo Arturo, sintiendo cómo su polla se iba entonando.
Le comí los huevos desde abajo, acelerando el ritmo de la paja y volví a meter mi lengua en su trasero. El minuto estaba a punto de cumplirse.
– ¡Tieeeeempo! – exageró Pepe. Me quedé de rodillas, junto a Arturo esperando su decisión. Al desplomarse sobre el sofá pude ver cómo su polla estaba totalmente empalmada y Arturo no se hizo de rogar más. Extendió el brazo y levantó el pulgar. ¡Qué alegría! ¡Había superado la prueba!
– La verdad es que esta puta sabe tocar el trombón – dijo solemnemente, mientras el resto se echaba a reír – Agustín, has enseñado bien a tu putita – dijo con gesto complacido.
– Tienes premio, Pili – me dijo Pepe. Levanté la tarjeta de premios y …
– ¡Chute de caballo! – dije, algo asustada. Aún no me había chutado, solo había fumado un par de chinos.
– ¡Enhorabuena! – gritó Ruth – ¡Es el mejor premio de todos los que hay!
– Es su primera vez – dijo Paco, poniéndose en pie. Mi padre le había informado bien – Sonia, prepara el chute – Y tú, Pili … toma nota de cómo lo hace mi hija para que la próxima vez puedas tú solita – ordenó. Asentí, tan preocupada como impaciente.
Sonia obedeció y tomó varios utensilios de la caja de madera donde estaban los porros y los cigarrillos. Calentó una cuchara metálica con un mechero hasta que el contenido se fue haciendo líquido. Después, tomó una jeringuilla y subió el émbolo hasta que el líquido desapareció de la cuchara.
– ¡Listo! Ahora tienes que pinchártela … – me dijo Sonia, entregándome la jeringa. La cogí con algo de miedo, pero deseaba saber qué se sentía.
Se lo había visto hacer a Yoli y a Mamen en el vídeo que me enseñó Sonia unos días antes. Tenía que hacer que la vena de la sangradura se hiciese visible para poder pinchar la aguja allí. Apreté el puño, abriéndolo y cerrándolo. Mientras lo hacía, advertí que mi padre me estaba grabando con el móvil. Todos me contemplaban en silencio, fumando y bebiendo de sus copas. Sonia se me acerco por detrás y rodeó mi brazo con sus manos, apretando con fuerza para que la vena se marcase.
– ¡Ahora, Pili! – me indicó Sonia.
Clavé la aguja en la vena, sin hacer mucha fuerza y, cuando la sentí dentro, apreté el émbolo.
– ¡Despacio, no hay prisa! – me indicó Sonia.
La heroína fue avanzando desde la jeringuilla a mi sistema sanguíneo, poco a poco. Todos miraban con expectación. Seguí apretando el émbolo, que se deslizaba por la jeringa hasta que hizo tope.
– ¡Ya está, Pili! Ya puedes sacarte la aguja …
Lo hice entre los aplausos de todos que me vitoreaban y felicitaban, mientras mi padre seguía grabando todo. Miré hacia él que, orgulloso, me hizo un gesto de aprobación con el pulgar hacia arriba y una sonrisa en su rostro. En pocos segundos, la sensación de euforia y, al propio tiempo, de pesadez se fue apoderando de mi organismo. Me invadió la felicidad. Cómo no engancharse a la heroína si te daba la felicidad más absoluta que había sentido nunca. A duras penas logré situarme en la fila con el resto de chicas para continuar el juego. Sentía calma y tranquilidad.
– ¡Ruth! – escuché a duras penas.
Poco a poco mis sentidos fueron desaparecieron. Podía ver y oír, pero era como si todo estuviese borroso a mi alrededor y me hubiesen puesto tapones en los oídos. El cuerpo me pesaba tanto que mi cerebro era incapaz de asimilar lo que percibían mis sentidos.
El juego de los papelitos prosiguió, conmigo alineada de rodillas con el resto de chicas. Y sé que Ruth, Sole, Mamen y Sonia también participaron en el juego, hasta completar una roda entera, pero no sabría decir exactamente lo que hicieron o dijeron puesto que mi mente estaba en tal estado de paz y felicidad que era incapaz de entender lo que ocurría a mi alrededor. Notaba mi respiración lenta resonando dentro de mi cabeza y las pulsaciones de mi corazón en el pecho. De pronto, el tiempo se detuvo. Inmóvil, de rodillas, disfruté de aquella sensación de paz infinita que me había provocado la heroína al chutármela en vena. Era mucho más intensa que cuando la había fumado.
No sé cuánto duró aquello, pero comencé a recobrar mis sentidos cuando Arturo, impaciente por follar con cualquiera de nosotras, se levantó a del sofá y se dirigió hacia las chicas. Apartó a Ruth de la fila que formábamos todas. Aún llevaba el dildo colgando de los arneses que lo sujetaban a la cintura de Ruth. La puso en el suelo, bruscamente, y le metió la polla en la boca.
– ¡Basta ya de jueguecitos! – exclamó, muy excitado, comenzado a follar la boca de Ruth que, a duras penas, podía contener las envestidas de Arturo.
– ¡Gluuurp, gluuuurp! – tragaba Ruth.
Javi me cogió en volandas y me llevó al sofá, sentándome sobre su polla, directa al culo. Mi padre se puso sobre el sofá y me la metió en la boca. Durante unos minutos no pude ver qué sucedía a mi alrededor. El cuerpo aún me pesaba por el efecto de la heroína y aunque intentaba cabalgar sobre la polla de Javi, a duras penas podía. Me dejé hacer. Javi empujaba en mi culo y papá me follaba la boca. Escuchaba gemidos y voces cuya identidad no podía distinguir, con la polla de papá rozando mi garganta. Cuando mi padre me la sacó, y sin que Javi dejase de dame por el culo, pude ver la escena que tenía ante mis ojos.
Ruth, de rodillas, le chupaba la polla a Arturo. Sonia, tumbada boca arriba, estaba bajo el culo de Ruth, chupando su conejo y metiendo varios dedos en su culo, al tiempo que Fernando se la follaba. Yoli estaba a cuatro patas, con Miguel dándola por culo. Junto a ella, Alba recibía la polla de Daniel en el coño, despatarrada sobre el suelo y con la cara roja por los bofetones recibidos. Sole estaba sentada sobre Pepe, con la polla en su culo, botando sobre ella de manera ágil. Paco le metió la polla en la boca, apretando con fuerza su cabeza hasta que Sole tocó con la nariz su pubis. Elenita, en cuclillas, se la mamaba a Miguel, cuando éste sacaba la polla del culo de Yoli, mientras se masturbaba con una mano. Junto a mí, en el sofá, Mamen estaba a cuatro patas follada por el culo por Marcial, su padre, mientas se la chupaba a Antonio, desplomado sobre el sofá. Papá, que me la había sacado de la boca, buscaba dónde meter la polla. Finalmente, se arrodilló detrás de Elenita, que se había puesto a cuatro patas, y empezó a darla por el culo.
Aquel momento se quedó grabado para siempre en mi memoria. No necesité un vídeo grabado con el móvil porque la sensación de felicidad más absoluta me invadió por completo. Aquello era el paraíso terrenal. Tenía todo lo que deseaba en el mundo: sexo, alcohol, drogas, unas “hermanas” con las que compartir aquel edén maravilloso, un Club de hombres que me cuidaba y velaba por mis intereses, … ¿Qué más se podía pedir en la vida? Sí, había más. Deseaba prostituirme y ser rentable a mi padre y al Club. Deseaba ser montada por perros, cerdos, burros y caballos. Deseaba disfrutar de las drogas y el alcohol cada día. Deseaba ser preñada para darle al Club más putas en el futuro y darle a mis futuras hijas una vida tan plena como la que yo tenía la fortuna de vivir.
Continuará …
Twitter (X) @CarolFdezPuta
E-mail: [email protected]


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