PILI, PUTA ADOLESCENTE (8)
Elenita, con 12 años, sorprende a Sonia con ciertas habilidades muy valoradas por el Club..
PILI, PUTA ADOLESCENTE (8).
ELENITA.
Durante el trayecto de vuelta a casa, Sonia cambió la foto del grupo de Whatsapp de chicas, poniendo la de Sole, Ruth, ella y yo, entrelazadas comiendo coño y con el puño metido en el trasero de la otra. Nada más subirla y enseñármela con una sonrisa pícara en el rostro, le entró un nuevo mensaje.
– Elenita ya se ha estrenado con los dos perros – comentó Sonia mirando su móvil – Me lo está diciendo mi padre. Voy a decirle si me puede mandar algún vídeo y la vemos en acción.
– ¡Qué bien! – exclamé – Cuéntame cosas de Elenita. ¿Cómo es?
– Es una niña muy guapita. Pelo moreno y buenas curvas para la edad que tiene – explicó – Seguro que de aquí a dos años estará muy cambiada porque aún en le queda bastante por crecer.
– Ya tiene 13, ¿no?
– No, aún no. Ha sido la más joven en ser presentada al grupo.
Mientras Sonia me hablaba de Elenita y su precocidad, traté de recomponer mentalmente a las chicas integrantes del grupo:
Sonia, era la mayor, con 15 años. Cumplía 16 en tres meses, fecha en la que estaba pactado su traspaso a unos mafiosos rusos para preñarla y explotarla. Fue la primera en ser presentada al grupo con 13 años. Cursaba 4º de Secundaria, pero ya había abandonado las clases.
Sole era la segunda con más edad. Tenía 15 años, como Sonia, pero era algunos meses menor. Fue presentada al Club con 13 y cursaba 4º de Secundaria, como Sonia.
Ruth tenía un año y pico menos que su hermana Sole, es decir, 14. Había sido presentada al Club con 12 años, casi 13, y estaba en 2º de Secundaria, ya que había repetido un curso.
Mamen y Yoli, las gemelas, tenían 14 años y fueron presentadas al Club con 13 recién cumplidos. Cursaban 3º de Secundaria.
Alba tenía 13 años y había sido presentada al Club hacía menos de un año, cuando ya tenía los 13 cumplidos. Estaba en 2º de Secundaria.
Elenita, con 12 años, era la más joven. Había sido presentada hacía 3 meses, con 12 ya cumplidos. Aún estaba en el último curso de Primaria.
También estaba yo, que con mis 14 primaveras iba a ser presentada al Club. Cursaba 3º de Secundaria.
Después de mí, y como futuras putitas a incorporar, estaba Eva, hija de Javi, y que con 12 años ya había comenzado su adiestramiento. Y también, Tania, de 11 años, hija adoptiva de Arturo, a quien recientemente le había venido su primera mestruación y, por tanto, podía comenzar el adiestramiento en cualquier momento. Del resto de hijas de Daniel, Miguel y la pequeña de Javier, no sabía nada. Ni edades ni nombres.
– Elenita es la única que ya fumaba y bebía antes de comenzar su adiestramiento – comentó Sonia, buscando vídeos para mostrarme.
– ¿Y eso? – pregunté extrañada.
– Le debió afectar mucho la separación de sus padres, por lo que me han contado – explicó – Empezó a vapear, a hacer pellas en el colegio y a quedar con chicos más mayores, que fumaban y hacían botellón. Mi padre me ha contado que cuando Fernando comenzó su adiestramiento, Elenita ya había probado los porros y se había enrollado con unos diez chicos.
– ¿Qué edad tenía?
– Once – contestó Sonia.
– Es bastante callada y, aunque parece tímida, hace de todo. Y mira … hoy ya se ha estrenado con dos perros – dijo Sonia – Antes de la capea, será aprobada por el Club. ¡Seguro! Ya ha ido a tres reuniones, por lo que todos los miembros del club se la han follado más de tres veces; ya folla con perros; fuma tabaco y porros; bebe de todo; y la he visto meterse rayas y pincharse caballo. Y supongo que Fernando en estos meses desde su presentación ya la habrá conseguido algún servicio – explicó.
– A ver … enséñame algún vídeo de ella, si tienes – dije impaciente por conocer a Elenita y su precocidad, aunque ya la había visto en el vídeo que me había enseñado Sonia de la última reunión, donde se la veía haciendo un 69 con Ruth.
– El problema con Elenita es su madre y la custodia que tiene. Como se tira una semana con ella en su casa, no puede fumar ni drogarse – explicó – Pero, por lo que sé, hace pellas y se va de botellón por ahí a fumar, beber y meterse todo lo que puede.
– ¿Y el Club se lo permite? – pregunté extrañada – Me refiero a follar fuera del Club y de sus miembros …
– No, eso no – acotó Sonia – Fumar, beber y drogarse … ¡lo que quiera! Y enrollarse en plan besos con lengua y magreos … ¡sí! Pero no puede follar, ni chupar pollas, ni hacer pajas, … ¡nada de sexo! Sería motivo de expulsión de su padre – explicó – Una vez que sea aprobada por el Club, y esto también vale para ti y para todas, solo puedes tener sexo con quien tu padre, o el Club, autoricen. Y siempre a cambio de un precio o de favores.
– ¿Cómo de favores? – pregunté, ávida de conocimiento.
– Sí … imagina … no sé … que vas en el coche con tu padre y la Guardia Civil le para y le va a multar … – insinuó – … pues puede ofrecerte para que te usen a cambio de no ponerle la multa. ¿Entiendes?
– Ya … ya … – dije pensando en qué situaciones podría papá tener que ofrecerme.
Embelesada con la idea de que mi padre me ofreciese a un taxista para no pagar la carrera o a un funcionario para que agilice cualquier trámite burocrático, llegamos a nuestro destino. Nuevamente, Sonia pagó con dinero en efectivo que llevaba bajo la carcasa del móvil, y nos bajamos del uber. Subimos a casa en silencio, aún pensando en comer pollas detrás de la barra de un bar para que a papá no le cobrasen un cubata. Era emocionante saber que las cosas podían no tener un precio más allá de una mamada o un polvo a cuatro patas.
– ¡Papiiii! ¿Estás en casa? – pregunté al entrar por la puerta observando la oscuridad que reinaba – Creo que aún está con tu padre y Fernando en la monta de perros de Elenita.
– ¡Venga, Pili! – exclamó Sonia – Te voy a enseñar a preparar un “chino” – me dijo quitándose el abrigo y dejándolo sobre una silla, para volver a quedarse desnuda. Hice lo mismo, conocedora de que papá no me permitía estar vestida en casa.
Fuimos a mi habitación y Sonia cogió una de las bolsitas de plástico que había traído. Me pidió papel aluminio para hacerlo. Se lo traje de la cocina y, cortando con las manos un trozo rectangular, depositó un poco de polvo marrón sobre el mismo. Encendió el mechero y aplicó la llama por la parte inferior. Poco a poco el polvo se fue haciendo líquido y, con un canutillo que Sonia había hecho previamente también con papel aluminio, fue aspirando por la boca los efluvios que brotaban.
– ¿Ves, Pili? ¡Así!
La imité y la primera inhalación me trajo una sensación reconfortante, eufórica, pero muy distinta a la farlopa. Inhalamos varias veces, turnándonos.
– ¿Te gusta?
– Sí … joder … es … ¡cojonudo! – dije echándome a reír sin saber muy bien por qué. Me sentía en paz, como si nada malo pudiera pasarme.
– Se puede mezclar con cocaína e incluso esnifarla, pero a mí es así como más me gusta – explicó Sonia.
– Es una pasada – dije sintiendo cómo me invadía la somnolencia.
– Te voy a dejar un poco de caballo para que te fumes uno mañana y otro pasado – me dijo – Te relaja un montón, pero no pongas demasiado polvo. Es fuerte y muy adictiva.
– Me siento de puta madre, Sonia … – dije inhalando nuevamente – … esto es una pasada.
– Vamos a disfrutarlo y luego, antes de irnos a dormir, nos metemos los dedos en el baño – dijo Sonia – Siempre lo hago por las noches para dormir con el estómago vacío y no engordar.
– Yo también lo hago – pude decir casi dormida por la sensación de la heroína en mi joven organismo – Mi madre me enseñó a hacerlo … no quieren gordas en el Club, ¿eh?
No obtuve respuesta. Sonia había dejado el papel aluminio sobre la mesilla de noche y se había tumbado en la cama. Yo también me dejé caer, abrazada a ella, sintiendo cómo me quedaba dormida, exhausta, con el cuerpo pesándome, …
– ¡Pili! ¡Sonia! – exclamó una voz que me pareció de ultratumba. Entreabrí los ojos como buenamente pude y vi, borrosa, la imagen de mi padre.
– ¡Zasssss! – sonó la bofetada en mi cara – ¡Despierta, puta! – me gritó una voz que no era la de mi padre.
– Se han colocado con heroína – dijo papá.
– Me importa una mierda lo que se hayan metido estas dos putas yonkis. Deben estar disponibles … ¡siempre! – dijo la otra voz.
– ¡Zasss! – esta vez la bofetada fue para Sonia.
– Papi … papi … ya estoy lista – dijo Sonia, incorporándose y quedándose sentada sobre la cama – ¿Te la chupo? ¿Quieres follarme?
– ¡Zassss! – volvió a sonar el tortazo que la tumbó de nuevo en la cama – ¡Tenéis cinco minutos para espabilaros! Agustín y yo vamos a tomarnos una copa en el comedor y queremos usaros – dijo la voz, reconociendo ahora sin ningún género de dudas a Paco.
Los dos salieron de la habitación.
– Despierta, Pili … despierta … – susurró Sonia. Pude abrir los ojos y ver su rostro. Tenía el pelo revuelto y la boca reseca – Vamos a lavarnos la cara … ¿tienes un cepillo de dientes para mí?
– Ehhh … Sonia … no puedo … me pesa todo … – logré decir. No podía casi moverme. Pili me agarró por los hombros y me puso en pie. Me tambaleé.
– Vamos al baño – me dijo empujándome hacia fuera de mi habitación.
A duras penas logramos llegar al cuarto de baño. Me senté sobre el retrete a mear, mientras Sonia se echaba agua por la cabeza y bebía con ansiedad.
– Han debido pasar unas tres o cuatro horas – logro decir, ahora más entera. Tomó un cepillo de dientes y se los lavó. La imité. Me ardía el cuerpo y tenía la boca reseca y pastosa. Bebí agua como hacía tiempo que no lo había hecho – ¡Vamos, Pili! Tenemos que estar listas ya o mi padre nos mata a palos.
Logré serenarme un poco. Parecía que los sentidos volvían. Era como si me hubiera despertado de un coma profundo o de una anestesia después de una operación quirúrgica. Entendí que nos habíamos quedado dormidas después de fumarnos el chino y que mi padre y Paco habían regresado a casa y querían usarnos. Poco a poco fuimos recobrando la estabilidad y la consciencia. Nos dirigimos al comedor donde los dos fumaban y reían, sentados en el sofá con un cubata en la mano.
– Así que Pili se ha fumado su primer chino … – dijo con sarcasmo Paco, cuando Sonia y yo aparecimos en el comedor.
– Sí – dije yo.
– Y te ha dejado medio muerta, ¿eh puta? – rio Paco – Si es que no valéis ni para drogaros, ¡putas de mierda! – ¡Vamos, Pili … no re quedes ahí parada! ¡Ven a chuparme la polla! – ordenó – ¿O para que te crees que sirves?
– Sonia, putita … ¡tú chúpame a mí! – dijo papá.
Nos pusimos de rodillas, Sonia entre las piernas de mi padre, y yo entre las de Paco, y les bjamos los pantalones. Sonia ya tenía la polla de papá en la boca, cuando yo empecé a chupar la de Paco.
– ¡Eso es, hijas de puta! – exclamó Paco poniendo una mano sobre mi cabeza y acompañando el ritmo de la mamada – Como te iba diciendo, Agustín, creo que Elenita promete mucho …
– Estoy de acuerdo – dijo papá – Hoy ha estado muy bien con los perros.
– Y fíjate que es la más joven de todas … – apuntó Paco.
– 12 añitos … tiene un gran futuro. A esa edad ni Ruth follaba con bichos – comentó mi padre dando un sorbo a su cubata.
– Hay que solucionar lo de la madre cuanto antes – explicó Paco, dando un respingo cuando le acaricié sus huevos peludos con la lengua – Se lo he comentado a los rusos y dicen que van a ver qué puede hacer.
– ¿A qué te refieres? – pregunto papá.
– Ya sabes … Agustín … esa hija de la gran puta es una metomentodo de cojones. Va a retrasar mucho la explotación de Elenita – explicó – Y no quiero ni imaginarme lo que podría pasar si descubre algo …
– La nena no va a decir nada – dijo papá – Si está encantada.
– Ya … pero siempre hay un riesgo con estas madres tocapelotas – dijo Paco – Y con la ex de Javi pasa lo mismo. Eva ya ha empezado el adiestramiento, pero semana sí, semana no … no es forma de hacer las cosas – explicó – Pili, putita … ¡lámeme el ojete mientras me pajeas!
– Menos mal que Arturo no tiene ese problema – dijo papá.
– ¿Has visto cómo está la puta de su hija? – preguntó Paco, tomando su móvil de encima de la mesa. Tuve que sacar la lengua de su culo, ya que se incorporó ligeramente para acercar el brazo hasta la mesa. Después, volvió a recostarse sobre el sofá y pude seguir lamiendo su ojete mientras le meneaba la polla – ¡Mira!
– ¡La madre que la parió a la muy hija de puta! – exclamó papá – Parece mayor.
– Pues tiene 11 años y, como ya ha tenido la regla, Arturo va a empezar a adiestrarla.
– A Elenita habrá que someterla al voto del Club en la siguiente reunión, ¿no? – preguntó papá, cambiando de tema.
– Sí, en la del mes que viene – dijo Paco – Así podrá ir a la capea en Verano. He pensado en cambiar los Estatutos para que tengamos que vender a todas al cumplir los 16, como a Sonia y a las gemelas – explicó con mi lengua en su ojete – Siempre y cuando nos hayan dado al menos una niña. Y meter a dos nuevos miembros que puedan aportar una hija que pueda empezar el adiestramiento en un plazo de un año. Así, cuando traspasemos a las gemelas y a Sole … Alba y Ruth tendrían 15, Elenita 14 y ya estarían con nosotros Evita con 14 y Tania con 13 … Serían 5 – dijo enumerando – Pero claro, tu puta tendrá también 16 y tendría que ser vendida …
– No es mala idea, Paco – asintió papá.
– Pero quiero que las ventas de las putas sean solo por 5 años, para que a los 21 vuelvan con nosotros y aún podamos sacar buen rendimiento por ellas durante cuatro o cinco años – explicó – Y luego, cuando tengan 25 o 26, ya tendremos en edad a sus hijas. A estas las metemos en un puticlub internas y a ver qué dinero pueden sacar siendo unas putas viejas.
– Me parece bien – dijo papá – El problema es que a ver cómo nos las devuelven. Si las vendemos a los rusos las van a dar mucha caña a diario. Seguro que con las gemelas los árabes se portan mejor.
– ¿Me vas a recuperar a los 21, papi? – dijo Sonia poniendo voz infantil.
– ¡Y a tí qué cojones te importa, zorra! – respondió Paco con muy malos humos – ¡Te he dicho mil veces que tu vida me pertenece, que haré contigo lo que me salga de los huevos!
– Sí, papi … lo dé – dijo Sonia sin dejar de menear la polla de mi padre – Solo tenía curiosidad por saber que será de mi. Me haría mucha ilusión volver al Club algún día …
– ¿Sabes por dónde me paso tu curiosidad y tu ilusión, perra? Por donde me está lamiendo Pili … ¡por el forro de los cojones! – exclamó Paco alargando el brazo y pegándola un tortazo.
– Vale, papi … – dijo Sonia tras encajar el bofetón en la cara, volviendo a la tarea de mamarle la polla a mi padre – Perdón por mi impertinencia.
– ¡Déjate de cháchara y ponte a cuatro patas como la perra que eres! – ordenó Paco – Seguro que Agustín quiere follarte el culo.
Sonia se puso en cuatro sobre el sofá y yo imité su postura. La mamada me había despejado y había recobrado mis sentidos casi al cien por cien, después del abrupto despertar. Papá comenzó a dar por el culo a Sonia y Paco me metió su polla en el trasero. Me dolía, pero no por la polla de Paco, sino por el entrenamiento recibido durante el día. Había tenido los puños de Sonia y de Ruth metidos dentro y un gran consolador durante horas.
– Papi, ¿qué tal ha ido la monta de Elenita? – preguntó Sonia. No sé ni cómo se atrevía a abrir la boca después del trato que le dispensaba su padre. Enseguida recordé que aquella tarde me había contado que su padre, en realidad, se preocupaba mucho por todas nosotras y que su carácter brusco no era más que una pose.
– Ha ido de puta madre – dijo Paco envistiendo en mi culo y cogiéndome por la cintura para sujetar el vaivén de la follada – Va a ser una grandísima zorra. Ha dejado secos a los dos pastores alemanes.
– ¿Y lo has grabado?
– Pues claro que lo he grabado! – exclamó nuevamente enfurecido – Era la primera vez de Elenita, había que documentarlo.
– ¿Podemos ver el vídeo Pili y yo mientras nos folláis? – preguntó – Es que le he enseñado algunos vídeos de las chicas pero aún no ha visto a Elena follando … Así no os molestamos con nuestras preguntas absurdas … – se apresuró a justificar.
– Es el último vídeo de la galería – dijo su padre tirando el móvil sobre el sofá.
Sonia lo desbloqueó, en señal de que su padre compartía con ella más de lo que aparentaba con sus malas formas. Pude ver la hora en su móvil. Las cuatro de la madrugada … y nos habíamos fumado el chino como a las once de la noche. Habían pasado cinco horas. Mientras nuestros padres nos daban por el culo, Sonia y yo nos dispusimos a ver el vídeo donde Elenita, de doce años, se estrenaba con dos pastores alemanes.
En imagen aparecía Elenita, totalmente desnuda y con su melena negra dividida en dos coletas laterales, que le daban un aspecto infantil. Más aún del que ya tenía, pues aún no había cumplido los 13. Sentada sobre un sofá de color marrón, fumaba un porro. Un tipo, completamente vestido de negro, incluido un pasamontañas que cubría su rostro, apareció en pantalla. Elenita se puso de pie y el tipo cubrió el sofá, y parte del suelo, con un plástico trasparente.
A continuación, Elenita se puso en cuatro, apoyada sobre el respaldo del sofá, mostrando su culo en pompa hacia la cámara, que grababa desde una posición frontal. Meneó el culo durante unos segundos, sin dejar de dar caladas al porro. De pronto, apareció un perro grande, de piel marrón. No entiendo de razas de canes, pero según me habían dicho se trataba de un pastor alemán. El chucho merodeó por la estancia, despareciendo y apareciendo en la imagen, mientras Elenita no dejaba de menear el culo. Finalmente, el chucho acercó el hocico hacia el trasero de Elenita y comenzó a olisquearlo y a lamerlo. En ese momento, el tipo del pasamontañas cogió al perro por una cadena que le rodeaba el cuello y le ayudó a ponerse sobre Elenita. Quien estaba grabando, bajó el ángulo de la cámara para tomar una perspectiva desde el suelo, para que se pudiera apreciar como el perro se la metía a Elenita.
– ¡Mirad cómo se la folla el puto chucho! – dijo Paco mientras me daba por el culo.
– Se la ha metido a la primera – apuntó papá, bombeando en el trasero de Sonia – Es difícil que los perros atinen tan fácil.
El chucho comenzó el mete-saca sobre el coño de Elenita, que no dejaba de dar caladas a su porro. Cuando al perro se le salía la polla, el tipo del pasamontañas le ayudaba a volver a acertar en el tierno conejo de Elenita. La acción se repetía seis o siete veces durante varios minutos, hasta que Elenita, con vocecilla infantil dijo “¡La quiero en el culo!”. El tipo de pasamontañas dirigió la polla del chucho al ano de Elenita, que se deslizó perfectamente en su interior, repitiendo idéntica secuencia que en su coño. Pasados unos minutos, el chucho se apartó y salió del ángulo de visión. Elenita, que se había terminado el porro, cambió de postura. Se sentó sobre el sofá y se abrió de piernas, mostrándonos su coño y la entrada de su culo. Otro perro, parecido al anterior, pero de pelo más oscuro, apareció en pantalla. Olisqueó su entrepierna y le dio varios lametones en el coño. “¡Qué gusto, Bobby!”, exclamó Elenita.
– Ahora se la va a follar el otro – dijo Paco, sin detener el mete-saca en mi culo.
Efectivamente, Bobby, sin ayuda del tipo del pasamontañas, montó a Elenita, metiéndole su enorme pollón en el coño. El chucho la follaba ágilmente, cuando en pantalla apareció un hombre en calzoncillos y con un pasamontañas cubriendo su rostro. Supuse que era el mismo individuo que antes aparecía vestido de negro. Se puso de rodillas sobre el sofá y, bajándose los calzoncillos, le metió la polla en la boca a Elenita. El tipo estaba totalmente empalmado, en señal de que le gustaba la zoofilia y lo que había presenciado le había puesto muy cachondo. Cogió a Elenita por la cabeza y comenzó a follarle la boca con violencia, mientras Bobby seguía empujando con agilidad en su coño.
– ¡Joder! – exclamé, mirando a Sonia de reojo.
– Es buena … – dijo Sonia, con actitud escrutadora, sin apartar la vista del vídeo.
Tras unos minutos, el chucho llamado Bobby, se apartó de Elenita y salió del ángulo de cámara. El tipo soltó su cabeza y se la sacó de la boca, soltando leche en la cara de Elenita como si llevara 3 meses sin correrse. Elena abría la boca tratando de recoger toda la lefa que soltaba el tipo, pero gran parte se esparció sobre su cara. De inmediato, el tipo salió de la escena y Elenita se quedó sola, relamiéndose y llevando con los dedos los restos de semen a su boca.
– Ahora viene lo mejor – anunció Paco, aumentando el ritmo de la follada sobre mi trasero.
Apenas unos segundos más tarde, el primero de los chuchos, apareció nuevamente en pantalla. Elenita se bajó del sofá y se tumbó boca arriba sobre el suelo, cubierto por la lona trasparente que había colocado antes el tipo del pasamontañas. El perro se acercó a Elenita y, levantando la pata, comenzó a mearla en la cara.
– ¿Veis qué delicia? – dijo Paco, a punto de correrse, a juzgar por cómo su polla se contraía en mi ano.
Elenita trataba de recoger el pis del perro con la boca, aunque el chucho se movía y la meaba por la cara, el pelo y las tetitas. Para evitarlo, Elenita se incorporó ligeramente y se metió el capullo del perro en la boca, que terminó la meada directamente dentro de su cavidad bucal, apartándose cuando hubo terminado. Ella se quedó tumbada boca arriba y la cámara se acercó hacia su rostro. Elenita mostró su boca repleta de pis de perro y cómo se la tragaba, sonriendo después.
– ¡Me corro, hija de la gran puta! – exclamó Paco – ¡Qué culo tiene la puta de tu hija, Agustín! – añadió antes de sentir cómo varios chorros de semen caliente recorrían mis intestinos.
– ¡Yo también! – exclamó Papá, soltando leche en el culo de Sonia.
A cuatro patas sobre el sofá, papá y Paco se retiraron. Quise chuparles la polla antes de que se la metieran en los calzoncillos, pero Sonia me pidió algo.
– ¿Quieres la lefa de mi culo, Pili?
– ¡Síiii! – exclamé, agradeciendo la idea y pensando en devolverla el detalle después. De rodillas, busqué con mi boca el culo de Sonia y metí la lengua dentro tratando de encontrar la lefa que mi padre le había metido por el culo
– ¡Ahí la tienes, Pili! Toda tuya …
– ¡Sluuurp, sluurrp! ¡Qué rica! – exclamé al recuperar varios grumos de la lefa de papá.
Durante unos minutos, continué lamiendo el trasero de Sonia y tragando los restos de la corrida de mi padre en su culo. Mientras tanto, papá y Paco charlaban sobre Elenita, alabando la destreza mostrada aquella noche.
Le ofrecí mi culo a Sonia, para que lamiese la corrida de su padre. Me senté sobre su cara y relajé el esfinter, dejando escurrir los pastosos grumos de lefa. Después, me comió el culo durante un buen rato hasta que Paco intevino.
– ¡Sonia, nos vamos! – ordenó.
– ¿No me iba a quedar hasta mañana? – preguntó Sonia.
– Son casi las seis de la madrugada. No me voy a acostar ahora para venir a buscarte dentro de un rato – explicó de mala gana – ¡Vamos, puta! ¡Coge tu abrigo y vamos para casa!
Acompañé a Sonia a mi habitación, donde había dejado su abrigo y las bolsitas con farlopa y caballo. Yo estaba feliz por todo lo que había vivido con ella en menos de 24 horas, pero ella estaba seria. Más que seria, parecía preocupada.
– ¿Qué te pasa, Sonia? – dije tratando de entender qué preocupaciones le corrían por la mente.
– Las gemelas follan con caballos y a Elenita la mean perros – dijo pensativa sentándose sobre mi cama y encendiéndose un cigarrillo.
– Y … ¿qué problema hay? ¿Por qué te preoupa eso? – pregunté, ingenua.
– Soy la mayor, Pili … – dijo en tono de resignación – … he ido abriendo paso a todas vosotras y siempre he sido la primera en dar ejemplo con todo tipo de actos sexuales. Elenita, con 12, ya hace cosas que yo no he hecho. Las gemelas, con 14, follan con caballos … y yo el año pasado no fui capaz casi ni de chupársela a un pony – dijo muy seria – Tengo 15 años y me siento como una vieja superada por las más jóvenes.
– No digas tonterías, Sonia … ¡por Dios! Eres una puta espectacular y la que más experiencia tienes – traté de consolarla – Ya verás como haces todo eso … y mucho más.
– ¡Sonia, me cago en tu puta madre! – exclamó Paco desde el comedor – ¡Te estoy esperando, puta subnormal!
– ¡Tengo que irme ya! – exclamó Sonia, poniéndose su abrigo.
La abracé. Quise hacerla entender que era alguien tan especial que nunca conocería a nadie como ella. El abrazo apenas duró unos segundos, pero me sentí más unida a ella de lo que lo había estado antes con ninguna otra persona.
– ¡Sonia … te mato, hija de puta! – exclamó Paco.
Sonia me soltó y me miró con un poso de tristeza. Salió de la habitación y, poco después, pude escuchar la puerta de casa cerrándose. Ya era miércoles por la mañana. Tenía que sobrellevar tres días por delante hasta mi presentación el Sábado. No sería fácil, pero ahora, después de lo vivido en compañía de Sonia, sabía lo que me esperaba.
Continuará …
Twitter (X) @CarolFdezPuta
E-mail: [email protected]


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